CUBA: Los caminos de la disonancia
Raúl Rivero escribió: ¨Los cubanos somos hiperbólicos al hablar; cuando queremos decir que una persona no tiene moral, decimos que la tiene doble¨.
José Martí escribió:
¨Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permiten que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado.¨
Los caminos de la disonancia
Por Roberto Lozano
06 de Mayo de 2010
Primero de mayo en La Habana. (AP)
Cuando los hechos concretos no se corresponden con nuestra visión de la realidad, se produce una incómoda incongruencia que la psicología social denomina disonancia cognitiva, y que condiciona una reacción posterior para reducirla, ya sea mediante la modificación de la creencia o el ajuste del comportamiento para justificar su permanencia. O sea, o se aceptan los hechos tal como son, de frente y sin tapujos, y como consecuencia se modifica o ajusta la creencia errada, o se insiste en mantener la creencia equivocada a contrapelo de los hechos.
Por supuesto que la primera reacción conlleva un proceso de reajuste que requiere, como condición necesaria, un alto grado de honestidad intelectual y de autoestima, y también la valentía para proseguir ese curso en la búsqueda de la verdad. Definitivamente, no es el camino de menor resistencia, pero por ahí vienen los tiros de los cambios de paradigma, de las perestroikas, de las verdaderas rectificaciones.
Sin embargo, cuando se rechaza la evidencia contradictoria, aquellos hechos que contradicen las creencias y los supuestos principios inviolables, se produce una respuesta justificativa de la continuidad. O sea, se rechazan los hechos para mantener la creencia, pero se modifica la actitud. Para poder vivir con la contradicción, se racionalizan las decisiones adversas del día a día, esto es, se inventa una racionalidad sin basamento empírico para justificar la continuación del paradigma, de la visión del mundo, de la creencia, de la ideología aceptada por el grupo, que poco a poco, a pesar de los juramentos de fidelidad, va perdiendo su capacidad de leer la realidad.
'Nuestra' disonancia cognitiva
Este asunto de la disyuntiva humana ante la disonancia cognitiva tiene mucho que ver con la realidad cubana. Nadie puede negar que los cubanos, luego de más de cinco décadas de castrismo, tenemos irrealizadas nuestras expectativas de futuro. Los castristas nos prometieron el paraíso socialista, pero nos condenaron al binomio Capitalismo de Estado-Totalitarismo. Crecimos oyendo aquello de que Cuba era "vanguardia de América" y el "único territorio libre" del continente, pero los indicadores económicos y sociales del país nos ubican, después de medio siglo castrista, en la retaguardia socioeconómica de nuestro entorno, junto a Haití, Paraguay y Bolivia. Los indicadores políticos, por su parte, en el fondo del índice de libertad colocan a Cuba junto a Venezuela, Corea del Norte e Irán. ¿Cómo reconcilian los cubanos su miserable vida diaria con las creencias inculcadas? ¿Cómo reducen su disonancia?
Aquellos que continúan defendiendo públicamente la llamada "revolución" —aunque en privado descarguen su frustración—, y la reducen con aquello de "yo no cojo lucha" o "esto no hay quien lo tumbe", hace tiempo eligieron la vía del doble-pensamiento o la doble-moral, así como la simulación; pero no pueden evitar que la realidad, con su acumulación de problemas, suba recurrentemente su disonancia. No comprenden que su infelicidad se debe precisamente a su respuesta deshonesta ante la necesidad de reducir la disonancia. Su frustración y su agresividad ante la disidencia se deben, en gran parte, a que la mera existencia de ésta es prueba fehaciente de la falla que afecta su proceso de toma de decisiones. La depauperante realidad que les rodea les recuerda diariamente que no por ignorar los hechos éstos desaparecerán. Ellos mismos se han condenado a vivir en un círculo del infierno y, además, han renunciado a salir de él. Probablemente, a medida que continúe empeorando la situación socioeconómica, se vean poco a poco forzados a "quitarse la careta", para dar finalmente una respuesta honesta a su disonancia, como hicieron sus contrapartes en Europa Oriental.
Aquellos que escogimos la vía de la respuesta honesta, aquellos que después de mucho filosofar y debatir, aceptamos los hechos, no sólo rechazamos la visión del mundo del castrismo, sino que también tomamos el camino más arduo, el del rechazo al colectivismo. Sufrimos humillación, cárcel, tortura, exilio o incluso hasta la muerte. No obstante, logramos librarnos de la disonancia cognitiva de una forma sana. Una decisión que nos permite ir a dormir cada noche en paz. Nuestras creencias explican el mundo circundante: contamos con un paradigma para justificar el progreso y el bienestar de las naciones y de los individuos, uno que deja establecido cómo se avanza en la modernidad. Conocemos el camino para obtener bienestar colectivo sin renunciar a las libertades individuales. No tenemos que simular para vivir.
¿Pueden decir lo mismo los "revolucionarios" cubanos? ¿Cómo pueden explicar que un sistema "superior" al capitalismo los someta diariamente a la escasez permanente? ¿Cómo pueden explicar que un gobierno que se considera "faro de América" no pueda resolver el problema de la vivienda, del transporte, de la alimentación? ¿Cómo pueden explicar que después de haber sido medianamente educados por el régimen no tienen derecho a opinar libremente? Y podríamos seguir. ¿Podrían opinar sin justificaciones ideológicas huecas de basamento empírico? No lo creo, ya que no es posible la cuadratura del círculo.
Se paraliza el progreso en aquel país donde las políticas están informadas por creencias sin asiento práctico, o sea, deviene dogma. Es como poner la ciencia en manos de brujos. Lamentablemente, en lugar de rectificar, los "revolucionarios" cubanos continúan ofreciéndonos su conocido rosario de justificaciones (el embargo, el imperialismo, la corrupción, los ciclones…, etc.), que no atacan la raíz de las deficiencias estructurales de ese sistema perverso y permiten la perpetuación de sus consecuencias. Por ese camino se corre el serio riesgo de perder la ética, la vergüenza, el civismo: la nación misma.
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