lunes, junio 14, 2010

Orlando Fondevila: SEÑALES Y SEÑUELOS

SEÑALES Y SEÑUELOS



Por Orlando Fondevila

En situaciones de conflicto suele ser práctica habitual, a modo de diplomacia de buena fe, el hacer gestos, el enviar señales a la otra parte. Comúnmente esas señales indican un amago de acercamiento de posiciones con el fin de llegar a un acuerdo razonable para todos. Esto ocurre cuando los adversarios en conflicto actúan de manera civilizada y deciden, para conseguir un bien mayor, encontrar los puntos de encuentro que conduzcan a la solución de los problemas que les enfrentan.

En modo alguno es esto lo que está sucediendo en Cuba, ni lo que ha sucedido a lo largo de más de ¡medio siglo! de dictadura castrista. Nunca, ni antes ni ahora, la dictadura castrista ha actuado de buena fe. Siempre, antes y ahora, cuando se ha hallado ante dificultades serias, en vez de señales positivas y creíbles, lo que ha hecho y hace es colocar señuelos, trampas, con las cuales engañar, desconcertar o desactivar al contrario (para ellos, siempre el enemigo). Si en algo han demostrado habilidad los Castro y sus servicios de inteligencia, es en el arte de la triquiñuela.

La dictadura cubana, pues, no hace hoy gestos –ni grandes, ni pequeños-, no envía señales, ni a la oposición interna, ni al exilio, ni a la opinión pública internacional, ni a los gobiernos, instituciones y fuerzas democráticas que les conminan a que respeten los derechos humanos, las libertades fundamentales y se decidan, de una vez, a posibilitar los cambios democráticos que con urgencia demanda y necesita la sociedad cubana. Por el contrario, el régimen conduce su acción represiva, al interior del país, con los señuelos del palo y la zanahoria. Si se portan bien, si se desactivan los opositores, aunque sea parcialmente, si se dejan llevar por los cantos de sirena del régimen y de oscuros emisarios desde el exterior, entonces el régimen promete que podría liberar a algunos presos y “acomodar” tras otras rejas a algunos otros. Eso sí, poquito a poco, de acuerdo con los tiempos y el ritmo que decidan los viejos generales.

( Guillermo Fariñas y Orlando Zapata )

Así, tras el señuelo, surgen cartitas para desmovilizar a las damas de apoyo y, ¡oh, gran regocijo para la dictadura!, llamamiento a los congresistas norteamericanos para que levanten las restricciones de viaje a los norteamericanos y para promover aún más el comercio (es decir, créditos y regalos) con la Isla- cárcel. Y que el exilio se calle la boca.

Existe claramente una confusión entre táctica y estrategia, entre lo que es una batalla y la guerra. La batalla por la liberación incondicional de todos los presos políticos no sólo es importante, es básica. Hay que librarla y hay que ganarla. Se ha empezado a ganar gracias al sacrificio supremo de Orlando Zapata Tamayo, a la acción corajuda de las Damas de Blanco y las Damas de Apoyo, al heroísmo de Fariñas. La Iglesia Católica cubana ha desempeñado un papel, no sabemos bien si promovido por ella misma o a instancias del régimen. Pero, en todo caso, ese papel es únicamente de carácter humanitario, no político. El régimen ha promovido o aceptado ese papel con el objetivo de capear una situación que se le hacía insostenible. Y, al mismo tiempo, la está utilizando con evidentes fines mediáticos y de sucia cosmética. Increíble que haya quienes les compren la imagen de humanitarios, de generosos. Estultos quienes quieran ver señales, donde lo que hay, una vez más, son señuelos.

La libertad incondicional de todos los presos políticos es una batalla que tenemos que ganar. Por razones humanitarias, bien, pero sobre todo por razones políticas. Porque por razones políticas es que estos hombres fueron a la cárcel. Pero ganada esta batalla, cuando la ganemos, no significará que habremos ganado la guerra. El fin de esta guerra no puede ser otro que la libertad. No pedacitos de libertad, sino la libertad plena y total. Por la que murió Zapata y por la que han muerto otros miles. Por la que decenas de miles han sufrido prisión. Por la que millones se hayan en el destierro.

Y en el conjunto de estrategias para ganar la guerra hay varios actores. Y hay varias acciones que deben llevarse a cabo. En primer lugar, apoyar por todos los medios posibles a los luchadores, a los patriotas que dentro de Cuba se juegan la piel enfrentando a los opresores. En segundo lugar, activando cada vez más la participación militante del exilio, sin la cual sería casi imposible la oposición interna, amén de que se trata de un por ciento considerable de cubanos, que también tienen el deber y el derecho de trabajar por la libertad de su patria. Y en tercer lugar, impulsar la solidaridad internacional para nuestra causa. Y en esa solidaridad, tienen que estar presentes las exigencias y las presiones firmes al régimen. Régimen que, por otro lado, sigue contando con el apoyo de sus iguales en el mundo. Los opresores tienen que saber que jamás serán tratados como iguales en la comunidad de naciones libres. Que son unos apestados.

( Damas de Blanco y Damas de Apoyo reprimidas )

Por todo ello, nos resulta, cuando menos incomprensible, que justamente ahora, en medio de la batalla (aún no ganada) por la libertad de los presos, y con el horizonte aún más lejano de ganar la guerra, nos presentemos con iniciativas que si no salvar, al menos si servirían para aliviar el agobio a todas luces insuperable que padece la dictadura. Justamente en sus momentos más bajos. Se trata de más que una torpeza el caer en este señuelo.

Cómo es posible argumentar contra el embargo alegando que ha fracasado, es decir, porque no ha conseguido derrocar al régimen. Similar es la apelación de Moratinos para intentar derogar la Posición Común Europea. Pero, ¿no pudiera decirse otro tanto de todas las otras estrategias? Por este camino lógico se podría afirmar igualmente que la disidencia pacífica no ha dado resultados en más de veinte años de existencia, porque no ha conseguido terminar con el castrismo. No, lo cierto es que la conjunción de todas las estrategias es la que, de persistir y fortalecerse, darán finalmente al traste con la dictadura. Lo obsoleto no es el embargo, ni la posición común, ni la disidencia, ni el exilio militante. Lo radicalmente obsoleto, intransigente, reaccionario y aborrecible es la dictadura castrista. Y quienes le apoyan, ya sea abiertamente, o mediante subterfugios y eufemismos.

Por favor, mucho cuidado con los señuelos, Sólo atendamos a la señal de la libertad.