jueves, agosto 05, 2010

Editorial Vitral 97. EL LEGADO MARTIANO ¿MARXISTA O SOCIALISTA?

Nota del Bloguista

El júbilo el 1 de enero de 1959 era mayoritario en el pueblo cubano, pero ese júbilo estaba lejos de ser total y respondía a diferentes razones que voy a tratar de tamizar, aunque quiero dejar claro que se daban solapamiento entre los diferentes segmentos y portanto, algunas personas tenían más de una razón : para los auténticos, ortodoxos y de otros partidos políticos antibatistianos, era la derrota de su adversario político; para los demócratas y defensores de la Constitución de 1940 era la derrota de aquel que pese haber contribuido grandemente para que naciera dicha Constitución, la había violado y echado a un lado; para la mayoría de los revolucionarios eran la derrota de su enemigo y un primer paso para la restitución del orden constitucional y democrático y para solución de algunos problemas sociales existentes en Cuba; hasta muchos batistianos mostraban , pero ese júbilo era fingido, pero había que hacerlo porque los ganadores eran gente de peligro y tenían las armas aunque como parte del pueblo cubano, también veían con júbilo el que supuestamente se hubieran acabado con ese triunfo los asesinatos de revolucionarios por parte de los esbirros batistianos así como los indiscriminados sabotajes y atentados de los revolucionarios y los asesinatos de personas vinculadas al batistato, incluyendo civiles no vínculados a crímenes.

El pueblo cubano en general tenía la esperanza de que a partir de ese momento del triunfo del 1 de enero de 1959 todas las cosas fueran mejor. Cuán equivocados estábamos, lo peor estaba por llegar !!

En mi artículo MARTÍ: UN ACERCAMIENTO PUNTUAL, publicado en el número 53 de la revista Vitral, abordé mucho de lo planteado en este artículo y en él hay abundantes citas martianas, algunas de las cuales se reproducen en este editorial.



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Editorial Vitral 97

EL LEGADO MARTIANO
¿MARXISTA O SOCIALISTA?

Martí no fue un filósofo, pero como gran pensador coherente, estudió con amplitud y profundidad, el legado del pensamiento filosófico y político cubano de su época y también el universal. A decir de L. Toledo Sande “cada cubano tiene su Martí”. La voz populi dice que a Martí lo manipulan los de aquí y los de allá. Las encuestas populares y escolares reflejan el casi total desconocimiento de su obra. Nosotros también tenemos dentro nuestro Martí y una de sus facetas la queremos compartir con los lectores de Vitral.

La revolución triunfante en 1959 se vivió con júbilo y esperanza, casi épica, mística. Se vislumbraba una verdadera democracia que como expresara su máximo líder, no iba a ser ni roja ni amarilla, sino verde como las palmas cubanas, una revolución cubanísima, una prolongación del Grito de Yara y continuadora de la Guerra Necesaria organizada y dirigida por José Martí, quien fuera proclamado el autor intelectual del ataque al Cuartel Moncada. Las ideas del Apóstol fue el basamento de la defensa que el propio líder de la revolución presentó en su alegato “La Historia me Absolverá” en el juicio de los moncadistas. En 1961, empezó una nueva etapa para Cuba al proclamarse el carácter socialista de la revolución. Se asumió la filosofía Marxista-Leninista –llamada roja-, y empezamos a vivir una avalancha desmedida de influencias de los países ex-socialistas. Todo o casi todo se convirtió en soviético o socialista: las consignas, el cine, la televisión, la literatura, los programas formativos y escolares, las celebraciones de efemérides, los intercambios culturales, se suplantaron la mayoría de nuestras tradiciones culturales y religiosas, la economía fue dependiendo cada vez más del campo socialista. Se quiso fabricar una sociedad calcada estrictamente al modelo soviético y de los países del ex-campo socialista y se impuso el culto a figuras políticas desligadas totalmente a nuestra idiosincrasia y raíces. La propuesta de construir un hombre nuevo cuyo paradigma fuese servir incondicionalmente al Estado comunista y al colectivismo se convirtió en una obsesión. Fueron olvidándose nuestros próceres más genuinos y con ellos el más representativo: José Martí.

Con el derrumbe del campo socialista a finales de los 80, quedó al descubierto públicamente la ineficiencia económica y el daño antropológico que provoca en la persona la ideológica marxista-leninista. Por la coyuntura política –diríamos, intencionadamente- se rescata entre otras, la figura de Martí resaltando su pensamiento antiimperialista, el Martí que vivió en el monstruo y le conoció las entrañas, el Martí traicionado por el cubano que abandonaba la patria. Pero, ¿por qué no rescatar a Martí en todas sus facetas, en la amplitud de su pensamiento, su civismo y visión antropológica del hombre? El término puede prestarse a confusión ¿Martí antiimperialista es sinónimo de comunista y socialista? ¿dar la vida por los pobres es creer y defender la dictadura del proletariado? ¿desconoció Martí la obra de Marx limitando su pensamiento político? ¿la estudió y no fue entendida por él debido a su contexto político, social y económico?, o, ¿la estudió en amplitud y profundidad tal, que vio en ella un peligro para los pueblos de América?. Nuestro Apóstol como político más que filósofo criticó el papel del Estado Socialista el cual exige del hombre y la sociedad, una total dependencia.

Martí conoció la obra de Marx, lo respetó pero criticó severamente sus métodos, de él dijo: “Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros. Mas se ha de hallar salida a la indignación, de modo que la bestia cese, sin que se desborde, y espante”. Y con relación a las clases sociales aseveró: “No se restablece la igualdad entre las clases, halagando la soberbia de los que, por lo que fueron oprimidos, están siempre dispuestos a ser exagerados en la petición de sus justísimos derechos… No hay más que dos clases entre los hombres: la de los buenos, y la de los malos. Enoja oír hablar de clases. Reconocer que existen es contribuir a ellas. Negarse a reconocerlo, es ayudar a destruirlas…”

En una carta enviada a su gran amigo Fermín Valdés Domínguez en mayo de 1894, le dice: “dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”. En la reflexión que hace de la “Futura esclavitud”, en relación a la tendencia al socialismo de los gobiernos actuales, la acción excesiva del estado, la nacionalización de la tierra y el funcionarismo dice de Herbert Spencer: “por su cerrada lógica, por su espaciosa construcción, por su brillantez, trascendencia y peso, sobresale entre esos varios tratados aquel en que Herbert Spencer quiere enseñar cómo se va, por la excesiva protección a los pobres, a un estado socialista que sería a poco un estado corrompido, y luego un estado tiránico”. Teme Spencer, no sin fundamento que el hombre: “De siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado”.

Por qué no rescatar también y divulgar el Martí creyente que predijo: “…Todo pueblo necesita ser religioso. No solo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo. Es innata la reflexión del espíritu en un ser superior, aunque no hubiera ninguna religión todo hombre sería capaz de inventar una, porque todo hombre la siente… Un pueblo irreligioso morirá, porque nada en él alimenta la virtud. Las injusticias humanas; es necesario que la justicia celeste la garantice”. Por qué no rescatamos también el Martí que defendía la libertad de la persona humana por encima del colectivismo, el Martí que creía en la diversidad política, filosófica y religiosa, el Martí que alertó a Gómez que un pueblo no se manda como un campamento militar. Por qué no rescatamos y divulgamos también el Martí que se opuso a la confrontación violenta, que criticó el enfrentamiento guerrerista del pobre sin éxito en la vida, que enseñan el puño a los pobres que si tuvieron éxito; rescatemos y divulguemos también el Martí que llamó orate a los prepotentes e intolerantes que quieren negar el uso de las facultades que le son innatas a la persona humana y que deben usar con total y plena libertad. Por qué no rescatar al Martí que llamó déspotas y totalitarios a los gobernantes que matan la creatividad individual subordinándola al colectivismo: “Ha de tenderse a una forma de gobierno en que estén representados todas las diversidades de opinión del país en la misma relación en que están sus votos”.

Por qué no rescatar al Martí que propugna que “la libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía. La primera libertad, base de todas, es la de la mente, las libertades perecen donde el bienestar no las sustenta: viene la masa inculta: viene el demagogo, que la desordena, luego viene el tirano”. Rescatemos también el Martí que refiriéndose al Partido Revolucionario Cubano dijo: “… Abrir al desorden el pensamiento del Partido Revolucionario Cubano sería tan funesto como reducir su pensamiento a una unanimidad imposible, en un pueblo compuesto de distintos factores, y en la misma naturaleza humana…, sus fuerza es esa: que en la obra de todos, da derecho a todos. Es una idea la que hay que llevar a Cuba: no una persona”. Rescatemos también el Martí que nos enseñó que, “la Patria es dicha de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellán de nadie, es demagogo el que levanta una porción del pueblo contra otra. Si levanta a los aspiradores contra los satisfechos, es demagogo; si levanta los satisfechos contra los aspiradores, es demagogo. Patriota es el que evita, por la satisfacción de las aspiraciones justas, el peligro del exceso de aspiración”.

Rescatemos al Martí que siembra amor y no odio, el Martí que como la Virgen Mambisa es símbolo de unión de todos los cubanos, el Martí que llama infame al que va rimando iras, cuando los demás dominan el odio y se deciden a amar. El Martí que es también Apóstol de los cubanos que viven aquí disintiendo por derecho propio y los que viven en la diáspora sufriendo la añoranza de su tierra. Enseñemos en nuestras escuelas todo lo que él realmente dijo e hizo por Cuba, por el hombre, por América y por la humanidad, sin limitarlo, y sobre todo enseñemos cómo lo hizo. No lo divulguemos a partir solo de interpretaciones genéricas de una, dos o tres personas que se creen con derecho de manipular su pensamiento. Que cada cubano tenga su verdadero Martí.