sábado, septiembre 25, 2010

Vicente Echerri: La razón de la espera

Tomado de http://www.elnuevoherald.com


La razón de la espera


Por Vicente Echerri


Bruno Rodríguez, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, ha presentado una vez más la lista de agravios del régimen de ese país contra Estados Unidos. Se trata de una suerte de ceremonia anual en que el lobby castrista --en el que coinciden los fervorosos simpatizantes y los mercaderes pragmáticos-- se moviliza en el intento de salvar la decrépita revolución cubana; movilización que suele culminar, desde hace unos 20 años, en una votación de la Asamblea General de la ONU en que la gran mayoría de los países miembros del organismo internacional se pronuncia a favor del levantamiento de las sanciones económicas que el gobierno norteamericano le impuso a Cuba desde hace casi medio siglo.

Este año, el canciller cubano ha tomado la iniciativa de agregar, a las tradicionales denuncias, una serie de sugerencias al gobierno de Obama de los pasos que tendría que dar para normalizar las relaciones entre los dos países, o al menos orientarse hacia esa normalización. A eso contribuye una propuesta que ahora mismo está ante el Congreso para flexibilizar las restricciones de viajes a Cuba, al tiempo que aumentan las presiones de cabilderos, periodistas, celebridades del mundo del espectáculo y organizaciones mercantiles para que Washington tome algunas medidas que atenúen o reviertan su política cubana. El consenso entre todas estas voces parece ser el presunto fracaso del aislamiento y las sanciones en lograr cambios en el país vecino.

Los que siempre hemos estado a favor del embargo --como parte del mantenimiento de un estado de enemistad entre el régimen castrista y la democracia norteamericana-- no vemos los motivos para cambiar de opinión ni para que el gobierno de Estados Unidos modifique su política hacia Cuba. A mí en particular las dos razones que se aducen me parecen falsas: ni el embargo ha fracasado ni los últimos acontecimientos ocurridos en Cuba --incluida la liberación de presos políticos y el precario retorno de la pequeña empresa privada-- merecen juzgarse más allá de los signos de una irreversible decrepitud. No es el momento de tenderles puentes a los facinerosos, sino de acentuarles la asfixia. Para el castrismo, ni un átomo de piedad.

Si para algo ha servido el embargo --y este argumento lo he repetido muchas veces-- ha sido para subrayar la ilegitimidad del régimen de Castro, su inestabilidad política y su precariedad económica, su anormalidad y transitoriedad, no importa que haya durado más de cincuenta años y se extienda aún por muchos más. Los que aspiramos a que a Cuba retorne la democracia --con su pluralidad de partidos, el libre ejercicio de todas las opiniones y el respeto a la propiedad privada, incluida la recuperación de los bienes robados-- no podemos dejarnos seducir por estos amagos de cambios que no pasan de ser acomodos menores que dicta la desesperación.

Yo me alegro, desde luego, que liberen a medio centenar de presos y que les permitan a costureras y peluqueras ejercer sus oficios por cuenta propia, pero ninguno de estos hechos afecta la perversa esencia de un sistema que debe desaparecer para que Cuba sobreviva. ¿Qué importancia pueden tener estas liberaciones en un país donde la totalidad de la población vive cautiva? ¿Qué auténtico progreso pueden significar estas posibilidades de trabajar y contratar a otros por cuenta propia cuando todos los criterios en que se funda el ejercicio del lucro personal y toda la infraestructura económica propia de una sociedad de mercado libre han sido destruidos por la gestión totalitaria? Yo creo que la posición de los cubanos --y particularmente de los cubanos del exilio-- frente al castrismo debe ser radical. Y los radicales, como bien apuntó Martí, son los que van a la raíz de las cosas. La regeneración de Cuba pasa por el desarraigo del castrismo.

En Cuba se vive un momento de depauperación y podredumbre que, si bien ya se extiende por varias décadas, tiende a acentuarse con cada día que pasa para un régimen usurpador, con cada nuevo plan que fracasa, con cada arbitrariedad que se implanta, con cada torpeza que se comete. Para resaltar esa universal ineptitud de un sistema perverso existen las sanciones económicas del gobierno de Estados Unidos, como un reconocimiento moral a las víctimas del castrismo y como un tácito respaldo a los cubanos que aspiramos a su erradicación. El embargo no existe como instrumento para el derribo de la tiranía, sino como recurso para recordarnos, día a día, la perentoria necesidad de que sea derribada.

Por eso cuando el canciller de Cuba y sus cómplices de la izquierda romántica y los periodistas ignorantes y obsecuentes y los mercaderes oportunistas se coligan para legitimar --sin más razón que su crapulosa longevidad-- la existencia del castrismo, los cubanos del exilio debemos ejercer todas nuestras presiones y mover todas nuestras influencias para que eso no ocurra. Hemos esperado medio siglo y esperaremos más, hasta ver llegado el día de las grandes iras que venga a justificar esa espera.

(C) Echerri 2010