Luife Galeano, sobre la Posición Común del Parlamento Europeo, Antes se congelarán las llamas del Infierno a que la Sra. Ashton llegue a unos acuerdos
Antes se congelarán las llamas del Infierno
Por Luife Galeano
Muchos han sido los que en estos días previos a la resolución de los ministros de exteriores europeos sobre la Posición Común me solicitaron que pronosticara el posible resultado. Hubo alguno que otro que, incluso, quería doblar la apuesta que flotaba en el aire —ese rico arroz cantonés que recuerda a aquel que se tomaba en la fonda de un chino frente a los muelles de Casablanca. Fue inútil, esta vez quería sorprenderme a mí mismo por si en un giro inesperado del destino o un incierto pliegue del universo podría darse una resolución distinta a la que estaba cantada de tiempo atrás. No sé si estos amigos me van a agradecer el haberles dejado intacto su patrimonio porque, de lo que estaba seguro —y la apuesta ganada— es que la Posición Común no iba a desaparecer.
Ha sido una batalla muy trabajada la llevada a cabo por diferentes grupos tanto de opositores como de colaboracionistas del régimen. Unos, porque conocen el comportamiento de las autoridades cubanas y saben cómo hay que contrarrestarlas y otros porque piensan que son más listos que nadie y que van a ser capaces de doblegar a los hermanos Castro. Sin menospreciar los esfuerzos y desvelos desplegados por ambos grupos, la Posición Común es indestructible per se y ya pueden venir tirios y troyanos a desmantelarla que perecerán en las hogueras de sus vanidades.
En primer lugar, para desmantelar la Posición Común hace falta que los veintisiete miembros del Parlamento europeo emitan un voto unánime en dicho sentido. Dado que los parlamentarios europeos sí se leen las directivas y actúan en consecuencia saben, con total conocimiento de causa, que antes de votar en contra tienen que ver que Cuba da los pasos necesarios para instaurar la democracia —lo que significa nueva ley de partidos políticos, nueva ley electoral y elecciones libres—; que Cuba aplica la Declaración Universal de DDHH —lo que significa, entre otras cosas, la libre circulación de personas, la fijación de la propiedad privada, la libertad de expresión, etc— y, por último, que el gobierno inicia un diálogo constructivo y proactivo con todos los sectores de la población de manera que se fije el camino hacia el bienestar social y el desarrollo económico. Como es obvio y patente, en Cuba no existen tales iniciativas.
En segundo lugar, los parlamentarios europeos deben ver una posición común y unánime en el país encargado de las relaciones con Latinoamérica. España —la responsable de esta parte del mundo en el parlamento— por desgracia carece de una política de Estado sobre Cuba. Asimismo, las fuerzas políticas del amplio espectro parlamentario español no han sido capaces de ponerse de acuerdo en sus actuaciones con respecto a la isla. Por consiguiente, ¿cómo se van a poner de acuerdo los europeos viendo el arroz con mango que provoca Cuba en el diario devenir de la vida parlamentaria española? No olvidemos que son funcionarios con un sentido común muy desarrollado y poco proclive a la improvisación. Es, a todas luces contrastable, que los que piden la supresión no tienen claro que deba llevarse a cabo y, por ende, los parlamentarios europeos, tampoco.
En tercer lugar, la catastrófica e ineficaz actuación del Sr. Moratinos en toda la gestión de las relaciones con Cuba ha sido instrumental causando un verdadero alipori a su grupo parlamentario que veía cómo el canciller se manifestaba en un sentido y el gobierno de Cuba lo contradecía una vez sí y otra también. Sonado fue el fracaso que le atribuyeron por aceptar las deportaciones de los presos políticos cuando quedó de manifiesto que dichos presos no eran amnistiados de sus supuestos delitos ni se les permitía residir en su país de origen; es decir, la propia deportación contravenía la Declaración Universal de DDHH. Ha quedado patente que el sacar a presos políticos de las cárceles cubanas no ha sido un gesto suficiente para deponer la Posición Común y así lo han decidido en Europa.
No obstante, de la bancada socialista escucharemos los vítores y las loas de rigor intentando confundir a la opinión pública diciendo que la resolución de hoy día 25 de octubre ha sido un paso a favor del levantamiento de sanciones. No se confundan: no lo es. El Parlamento europeo mantiene la Posición Común en toda su extensión. Lo único que se ha conseguido —y ya aburren las prórrogas trimestrales— es que la Sra. Ashton, en dos meses, llegue a unos acuerdos de cooperación y diálogo político con el régimen castrista.
Para todos aquellos que no hacen más que pedirme un vaticinio al respecto apúntense en sus agendas y blackberries: Antes se congelarán las llamas del Infierno a que la Sra. Ashton llegue a unos acuerdos como los que le piden. Lo intentó Moratinos y hoy cría malvas en el cementerio político de los fracasados, lo intentó Louis Michel en 2003 y dos meses más tarde vivimos la Primavera Negra. Lo intentará la Srta. Trini y añadirá otro fracaso a su ya larga lista. Sólo falta que la Sra. Ashton, jefa de Política Exterior, se enfunde sus flamantes alas para caer desvencijada cual Ícaro moderno sobre las frías estepas del Hades; el inframundo en el que residen las almas que han caído en desgracia y encuentran la muerte política, por supuesto.
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