Raúl Rivero: Discurso personal con ayudantías
Discurso personal con ayudantías
Por Raúl Rivero
El tiempo, que es honrado y no deja de pasar, le viene a dar la razón a quienes vieron una decisión unilateral del gobierno de Cuba en lo que se quiso presentar, en el verano pasado, como un acuerdo con la Iglesia y España para poner en libertad a los prisioneros políticos que permanecían en las cárceles de la Isla desde la llamada Primavera negra del 2003.
Es verdad que han salido deportados hacia Europa 39 de aquellos hombres y decenas de personas de sus familias, pero el plazo anunciado inicialmente se venció esta semana y 13 de los opositores pacíficos siguen en sus celdas como si el pacto, anunciado y comentado en la prensa durante meses, no tuviera que ver con ellos y sus vidas.
La salida de los presos se recibió con alegría y respeto dentro de la oposición interna y en el exilio. Lo que deja al descubierto la esencia de la operación es que el gobierno se niegue a abrir los candados de las celdas de un grupo de cubanos que, después de siete años en las galeras, el hambre y el peligro, quieren regresar libres a sus casas y se niegan a viajar al extranjero.
El acuerdo original establecía unos límites de tiempo para las liberaciones. Y se ve que quienes no quieren salir de Cuba --disposición recibida también respetuosamente-- han dejado clavados en sus posiciones de auxiliares a la Iglesia y a España porque, en vez de negociar con su socio principal las fechas de la libertad de los presos, están obligados, ante los reclamos de las Damas de Blanco, a pedir paciencia, fe y esperanza.
Dicen los que saben de estos asuntos que no hubo nunca una intención del gobierno de reconocer la torpeza y el crimen de condenar a hombres inocentes hasta a 28 años de cárcel por trabajar con decencia por sus ideas.
La puesta en marcha del supuesto acuerdo y las deportaciones se debieron a que la muerte de Orlando Zapata en una huelga de hambre en una celda, las manifestaciones públicas (los acosos, las golpizas) de las Damas de Blanco, el ayuno prolongado del periodista Guillermo Fariñas, y la posición de firmeza de los prisioneros, le indicaron al grupo de poder que debía buscar una vía que los sacara del centro de las críticas de los medios de prensa y de los organismos internacionales de derechos humanos.
Todo eso en un mar de marabú, en medio de una economía devastada y bajo un desconcierto ideológico en el que Lenin se parece cada día más a Hugo Chávez.
Como se ha dicho que el gesto original fue dictado por una necesidad del gobierno, ahora pueden, sin contar con nadie, alargar las fechas de liberación de los presos para presionarlos y forzar a sus familias para que acepten salir de Cuba, y no puedan regresar a sus casas, a sus barrios, a sus pueblos.
Se sabe que no están bien de salud Arnaldo Ramos Lauzerique, Félix Navarro y Pedro Argüelles Morán. Me quedo con este mensaje que envió desde la cárcel hace unas horas, otro de los 13, Angel Moya Acosta: ``Mi espíritu es el mismo, es de alegría porque estoy preso por luchar por la dignidad y el derecho del pueblo de Cuba, porque no soy un asesino, ni un terrorista, ni un delincuente, ni un ladrón. Estoy preparado desde el punto de vista físico, moral y espiritual''.
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