viernes, mayo 27, 2011

Desde Cuba: José Manuel Collera Vento y Raúl Capote, agentes de medio pelo

Tomado de http://loshijosquenadiequiso.blogspot.com


Collera y Capote, agentes de medio pelo

Por Ángel Santiesteban
24 de mayo 2011


Desde hace tiempo quiero hablar sobre la serie mediática sobre los “agentes” cubanos, todo un show carnavalesco donde se inventan expedientes con largos años de servicio, por desgracia, tuve la maldita sorpresa de reconocer a dos de ellos.

Reconocí al que fuera parte de la institución fraternal a la que pertenezco desde hace veinticuatro años, y que a pesar de que lograra alcanzar la más alta jerarquía dentro de la institución, y de reconocer su facilidad de lenguaje para comunicarse, jamás mantuve estrecha relación con su persona. Algo extraño en mí, que soy dado a confraternizar con la mayoría de mis hermanos, pero su caso en particular me producía animadversión. Me surgía, sin explicación, un rechazo injustificado hacia su persona, hasta que comenzaron sus evidentes actos antimasónicos; finalmente, por su desdeñosa subestimación a la fraternidad, primero fue sancionado a varios años sin los derechos masónicos, alejado de la Institución, luego, fue expulsado por la Corte Suprema de Justicia y confirmado por la Serenísima Alta Cámara Masónica. Quedó ante la historia como el único Gran Maestro expulsado de la institución. ¡Tamaña hazaña!

Sabemos que el Sr. Collera Vento tenía negocios, ilícitos para los ojos del Gobierno, que de eso sobrevivía, porque ni él mismo recordaba la última vez que dio consulta a un infante en su etapa de pediatra. Lo que hace inferir que fue cazado por la Seguridad del Estado, típico en su modus operandis, y chantajeado para que cooperara a favor de sus beneficios. Una vez que se responde afirmativamente, ya todo está perdido. Y el Sr. Collera pensó, como gran manipulador que es, que podría salir ileso de aquel chantaje, y fueron exprimiéndolo, comprometiéndolo hasta coparlo de excremento.


José Manuel Collera Vento


No sólo vendió a su familia masónica cuando sembró la división entre sus hermanos, sino que traicionó a su hijo, masón también, y que ahora dicen que anda escondido, por vergüenza o por miedo, en alguna parte de los Estados Unidos y que no quiere saber noticias de su padre, y no olvida que engañó a su madre y ex esposa, que anda por Miami. El Sr. Collera le mintió a sus hermanos masones a través del juramento que hizo con su mano sobre la Biblia y lo peor es que se traicionó a sí mismo. El final triste de este señor es que se ha quedado sin tierra, no los quieren los de allá y menos los de aquí.

Mi otro conocido de los “agentes”, es un colega escritor al que llamé más que amigo, hermano, supuestamente, un regalo que la vida me había hecho. El Sr. Raúl Capote, también en algún momento había sido cazado, o simplemente se rindió. Varias veces me localizó abrumado para que lo llevara en mi auto hasta el preuniversitario de sus hijos, en donde sus hijos eran vejados por las actividades contrarrevolucionarias del padre: les suspendían las pruebas aunque las hubieran aprobado, les suprimían los pases sin cometer indisciplinas, les robaban sus propiedades, evidentemente protegidos por los funcionarios de la escuela, entre otras prácticas abusivas. A mi parecer ahí radica la debilidad de Capote, sus hijos, a través de ellos lo vencieron, cedió la voluntad. Los padres sabemos que no tenemos el derecho de arruinarles el futuro a nuestros hijos, ¿quién no lo ha sentido? La mayor vergüenza la vivirá la madre de Capote, quien desde los Estados Unidos los mantenía enviándole remesas, a veces sin quitándose su propio bienestar para darles una vida digna.

Capote nunca pensó que este sería su final. Conociéndolo, con seguridad pensó que podría jugar en ambos lados y tomar de un lado y del otro sin que nunca se supiera su traición. De hecho, la laptop que poseo me la vendió en quinientos dólares, posiblemente de alguna donación, pues me dijo que le habían entregado varias para su proyecto del Pen Club Cubano.


Raúl Antonio Capote

Su hija fue bautizada por Dagoberto Valdés, entonces Director de la Revista Vitral, y aún me suena el llamado cariñoso de la niña a su “padrinito” que la colmaba de regalos y atenciones por puro sentimiento y cariño particular, porque a mi hijo, que participaba en las mismas actividades cuando nos convocaba la revista como jurados de su concurso, jamás sintió obligación de atender más allá de su deber de amigo y anfitrión.

Para ambos “agentes”, su mayor castigo será su conciencia, sobre todo en las noches cuando apoyen la cabeza sobre la almohada y se recuerden cobardes y mercenarios.

Un disparo en la sien será su único alivio, sólo que para hacerlo hay que tener lo que no encontraron cuando debieron decir que “no”.