miércoles, mayo 11, 2011

Desde Cuba: ¿Otro Orlando Zapata? / El último adiós a Juan Wilfredo Soto García/ La crónica que no fue

Tomado de http://www.desdelahabana.net



Cuba: ¿Otro Orlando Zapata?

Por Iván García

Me temo que el gobierno del General Raúl Castro ha vuelto a liarla. La muerte en la madrugada del 8 de mayo del opositor Juan Wilfredo Soto García, 46 años, es la peor noticia que podían recibir los mandarines cubanos, concentrados en sus tímidas reformas económicas dosificadas a paso de tortuga.

Hay algo real. Castro II, aunque no ha firmado ningún documento, ni se ha comprometido públicamente y la ley mordaza sigue flotando incólume sobre el aire de la república, ha tenido como estrategia soltar lastre liberando al grueso de los presos políticos en la isla.

Si los jerarcas de verde olivo que rigen los destinos de Cuba excarcelaron a más de un centenar de disidentes en los últimos meses, fue simplemente para inhalar oxígeno político. Después de la muerte producto de una huelga de hambre del opositor pacífico Orlando Zapata Tamayo, en febrero de 2010, el General hizo una tregua y aparentó izar bandera blanca.

La mediación de la iglesia católica y del ex canciller español Miguel Ángel Moratinos para apaciguar a las enardecidas Damas de Blanco y, las liberaciones a plazos de 52 opositores condenado a largas sanciones penales, fue una movida inédita de los Castro.

En cierto modo, descolocó a la atomizada disidencia interna y obtuvo la aprobación de una buena parte de la opinión pública internacional. Lo que necesitaba Castro II para aplicar sus reformas moderadas era menos tensión interna. Recuerden que iba dejar en la calle a más de un millón de trabajadores y eliminar subsidios y gratuidades en un plazo de tres años.

Para que los cubanos comunes vieran que el futuro no era una palabra de ciencia ficción, abrió la mano con el trabajo por cuenta propia. Los que tuvieran dinero debajo del colchón o parientes en Miami que les giraran dólares, podrían vender sin preocupación pizzas de queso, jugos y refrescos.

Pero mientras el General aplicaba sus nuevas políticas, lanzaba un mensaje de miedo a la disidencia pacífica. “Las calles son de los revolucionarios”, advirtió en su informe al VI Congreso del Partido. De un tiempo acá, es evidente el nerviosismo entre los talibanes ideológicos, veteranos de guerras asociados en grupos paramilitares y fuerzas policiales y de la Seguridad del Estado.

(Juan Wilfredo Soto García; foto añadida por el bloguista de Baracutey Cubano)

A cualquier llamado de la oposición en plazas y parques, con antelación, los tipos duros de la inteligencia esperan iracundos para desmontar posibles celebraciones, mítines o protestas callejeras. Tanta polarización suele caldear los ánimos.

La muerte de Soto García es un ejemplo de ello. Según fuentes de la oposición en Villa Clara, provincia a 270 kilómetros de La Habana, el rife-rafe comenzó con una discusión entre Soto y agentes del orden público. La disputa se calentó. El opositor optó por gritar consignas antigubernamentales y la policía por reprimir con un exceso de violencia. 48 horas después de la golpiza, Juan Wilfredo dejaba de existir.

Las causas de su muerte están confusas. Para un sector de la oposición, el fallecimiento de Soto fue debido a la brutal paliza. A la carrera, blogueros oficialistas desmintieron la noticia, asegurando que la causa del deceso fue debido a una pancreatitis. Posteriormente, el gobierno hizo pública una nota informativa.

La cuestión no es justificarse o culparse unos a otros. Ha muerto un hombre. Y en mi opinión, lo preocupante es la enorme capacidad de odio que se está incubando en la sociedad cubana. A falta de diálogos, insultos. Si protestas contra el gobierno, recibes una paliza. Esa escalada de violencia verbal y física hay que frenarla.

Nada se gana. El gobierno debe y tiene que aceptar que hay gente que piensa diferente. La calle es de todos. Las discrepancias ideológicas, no pueden, no tienen por qué desatar la furia de los que detentan el poder ni de sus seguidores. Seamos civilizados. Si no abrimos espacio a la conciliación y la plática, el futuro de Cuba siempre estará preñado de odios. No es un problema de bandos. Es un problema de madurez y respeto por los derechos del prójimo.

Más tarde o más temprano, Cuba se regirá por normas democráticas de convivencia. Las fanfarronerías y bravuconerías baratas, como la escuchada en la calle, de un militar jubilado que amenazante dijo “Que se cuiden los ‘mercenarios’, que en caso de jaleo, los muertos los van a poner ellos”, me dejó un mal sabor de boca.

Si el gobierno de Raúl Castro no toma cartas en el asunto y le pide prudencia a sus cuerpos policiales, muertes como la de Juan Wilfredo Soto García volverán a ocurrir.

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El último adiós

Por Laritza Diversent

Juan Wilfredo Soto García era secretario de la Comisión de Atención a los Presos Políticos de la Coalición Central Opositora, que preside la destacada disidente Idania Yanes Contreras. Falleció en la madrugada del domingo 8 de mayo, a causa de una pancreatitis aguda, tres días después que cuatro policías uniformados lo golpearan por negarse a abandonar el Parque Vidal de Santa Clara, su ciudad.

Los golpes motivaron el ingreso de urgencia en la sala de terapia intensiva del hospital Arnaldo Milián. El cuadro clínico, complicado por enfermedades padecidas por Soto, como diabetes, problemas cardíacos e hipertensión arterial, se agravó por las lesiones sufridas en sus órganos internos. “Los médicos dijeron que los golpes que le dieron a la altura de los riñones, provocaron que se regara un líquido que afectó el hígado y el páncreas”, confirmó el opositor Guillermo Fariñas.

(Sepelio de Juan Wilfredo Soto García ¨El Estudiante¨)


Conocido como “el estudiante”, Soto García había cumplido tres condenas por motivos políticos, la primera siendo apenas un adolescente. Deja dos hijos, de 14 y 20 años. “La familia está afectada”, dijo Fariñas desde la funeraria, donde 45 opositores acudieron a darle el último adiós.
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Tomado de http://www.desdecuba.com/generaciony

La crónica que no fue



Hoy iba a publicar un texto sobre el Día de las Madres, una breve viñeta donde contaba que a mi mamá le huelen las manos a cebolla, ajo y comino… por todo el tiempo que se pasa en la cocina. Tenía la idea de narrarles el gozo que me daba verla llegar a la puerta de mi preuniversitario en el campo, llevando los alimentos que le habían costado toda una semana –y grandes esfuerzos– conseguir. Pero justo cuando daba los últimos retoques a mi pequeña crónica maternal, ocurrió la muerte de Juan Wilfredo Soto en Santa Clara y todo dejó de tener sentido.

Las tonfas de los policías tienen sed de espaldas por estos lares. La violencia creciente de los uniformados es algo que se murmura en voz baja y muchos describen con detalles sin atreverse a denunciarla en público. Quienes hemos estado alguna vez en un calabozo, sabemos bien que una cosa es la propaganda edulcorada de “Policía, policía tu eres mi amigo” que repite la tele y otra la impunidad de la que gozan estos individuos con placa. Si encima de eso, el detenido tiene ideas diferentes a la ideología imperante, entonces el tratamiento será aún más duro. Los puños querrán convencerlo, ya que los escasos argumentos no lo lograrán.

No sé cómo las autoridades de mi país lo van a explicar, pero dudo que logren persuadirnos de que esta vez la culpa no ha sido de los policías. No hay manera de entender que un hombre desarmado, sentado en un céntrico parque pueda representar una gran amenaza. Lo que ocurre es que cuando se azuza la intolerancia, se alimenta el irrespeto al ciudadano y se le da luz verde a los cuerpos policiales, ocurren estas tragedias. Como la de hoy, en que una madre en Santa Clara no está sentada a la mesa que le han preparado sus retoños, sino en el oscuro salón de una funeraria velando el cuerpo de su hijo.

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