Desde Cuba: El lobo, el bosque y Fernando Rojas
Las palabras de Fidel Castro a los intelectuales los días 16, 23 y 30de junio de 1961 pueden leerse íntegramente en http://www.cuba.cu
¨Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie —por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro. ¨
Es muy importante destacar que el Castrismo no sólo propagandizó esas palabras, sino que las llevó aplicó como se puede leer en el fragmento del artículo que adjunto de Manuel Toledo, de BBC Mundo, en el que el autor ofrece una perspectiva de la política cultural en Cuba durante los primeros 5o años después del triunfo de la Revolución de enero de 1959.
(puede parar el video haciendo click en el borde inferior izquierdo de la pantalla como si fueran los controles de una grabadora o reproductora)
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El lobo, el bosque y Fernando Rojas
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Medio siglo después, el viceministro relanza aquellas 'Palabras a los intelectuales' de Fidel Castro en 1961.
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Por Orlando Luis Pardo Lazo
La Habana
06-07-2011
En arte como en política, los discursos de los epígonos, libres ya de la culpa original del Mesías, empiezan intentando una relectura liberal del evangelio revolucionario y terminan siendo puro fascismo. El intelectual cubano Fernando Rojas, más allá de su alto cargo gubernamental (de cuando en cuando en el campo literario cubano circula con horror el rumor de que sustituirá a Abel Prieto), no tendría por qué ser la excepción.
Medio siglo después de un ajuste de cuentas de ocasión, Rojas relanza al futuro aquellas Palabras a los intelectuales de Fidel Castro en 1961. No quiere dejar que sean los arqueólogos los que exhumen la violencia fósil del documento. Interpretar es higienizar. Y Rojas apuesta por ideologizar lo que fue un acto tan concreto como poner la pistola sobre un buró de la Biblioteca Nacional.
Se trata, por supuesto, de una intentona de golpe de estado contra la cultura cubana. Un proceso de rojización terminal. Y ojalá que sea exitosa esta maniobra, más allá de su demagogia científica y su cadencia republicana de partido estalinista en el poder. Porque la salud plena de cualquier cultura solo se logra bajo la botaza obscena de un déspota. Porque sin censura no hay resistencia moral que devenga en creatividad límite (de ahí los bostezos primermundistas de nuestro exilio estético). Porque el futuro depende a partes iguales de la víctima y su torturador, donde Fernando Rojas ahora mismo encarna con hidalguía histórica ese segundo rol (papel protagónico y para nada segundón).
(Viceministro Fernando Rojas (CLACSO))
Así pues, la próxima década promete ser tan gris como luminosa en las perspectivas de Rojas. Habrá debates de corte anti-dogmático sobre los grandes errores del pasado de la Revolución. La burocracia será burocráticamente lapidada por mil novecientas cincuentinovena vez. Habrá rectificaciones de rescate, incluso para los escritores no revolucionarios que no lleguen a ser incorregiblemente reaccionarios (puede que por ahí me salve en una tablita yo). Se blanqueará la rabia de Cabrera Infante y Reinaldo Arenas, como en su momento se blanquearon la ironía inicua de Virgilio Piñera y la socarronería atroz de Lezama. Se folclorizará la barbarie de Lydia Cabrera y serán obligatorios los estridentismos de Celia Cruz. Mientras tanto, el mercado seguirá siendo una herramienta medieval en las manos momificadas del Estado: la ilusión siempre inmersa dentro de la institución. Es la teoría de la zanahoria madura versus la tiranía del latigazo verde oliva.
Aplausos, ovación cerrada: así transcribía la prensa cubana la versión de los calígrafos de Fidel Castro. Y Fernando Rojas debió rematar así mismo la gramática de Granma de su último discurso. No debió sentir pena de ese coda que nadie en Cuba, excepto yo, le concederá. En efecto, aplausos y ovación cerrada es lo menos que se merece el monolitismo que lo traiciona de párrafo en párrafo, los que supuran un desprecio anti-intelectual que le quedaría mucho mejor articulado, en tanto autor, en una de esas novelas sobre la soledad de un sátrapa antes sádico y ahora senil.
Fernando Rojas le perdona magnánimamente la vida a sus niños nuevos cautivos (hombrecitos felices que le tienen pánico o lo putean, pero en definitiva niños perdidos del bosque que, más temprano que tarde, serán corregidos por los peterpanes políticos que los atienden). No hay cómo eludir sus buenas intenciones al blandir un papel empedrado como la única Ley. Nuestro Rojaspierre en el ministerio sabe que la analfabeticidad de la audiencia cubana está en proporción directa con su alto nivel educacional. Todos quieren crear, ergo será muy fácil entonces hacerlos primero creer. Y luego ya nos pondremos de acuerdo sobre héroes y tumbas, así como sobre becas y viajes, pero siempre cómplicemente entre compañeros, pues allá afuera y aquí dentro ya afilan sus cuchillos ciudadanos esa nunca tan útil como hoy contrarrevolución inescrupulosa e insaciable.
Sin embargo, a pesar del esfuerzo iluminista de Rojas, cacarear fuera de contexto "dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada", forwardear la frasecita sin leer ni por error el resto de aquel discurso primigenio, exagerar su carácter de apartheid cultural y ningunear las sutilezas semánticas del socialismo, acaso ha sido una suerte de venganza minimal, inconscientemente transgeneracional, casi un tweet anónimo que no se recuerda bien de qué usuario salió, una línea discontinua de fuga ante el monólogo megalomaniaco de décadas y décadas del Máximo Líder en su tribuna-tribunal. Parece seer que cada cual tiene la mala cita que se merece.
Fernando Rojas: 'Toda la producción cultural de valor pertenece a la Revolución'
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Tomado de http://www.taringa.net
Dos años después del triunfo de la Revolución cubana, el entonces primer ministro, Fidel Castro, pronunció un discurso en el que definió la política cultural de su gobierno. El discurso cerró un debate sobre la libertad de la creación artística, originado por la censura de un cortometraje, "P.M.", que presentaba, en el estilo de "cinema verité" , un recorrido por algunos bares de La Habana, en los que se veía a gente bailando, cantando, bebiendo, divirtiéndose.
Según sus realizadores, Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, se trataba de un retrato inocuo de la vida bohemia habanera, sin ánimos de calificarla o de juzgarla.
Sin embargo, los censores del recién creado Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) lo vieron como un canto al pasado, que no reflejaba los cambios sociales que estaba impulsando el nuevo gobierno, en momentos en que se esperaba que los artistas se entregaran de cuerpo y alma al proceso revolucionario.
( Biblioteca Nacional José Martí )
En la última de tres reuniones con artistas e intelectuales, en la Biblioteca Nacional, el 30 de junio de 1961, Castro dijo que aunque no había visto el documental -y tenía curiosidad por verlo- aprobaba su censura porque el gobierno tenía el derecho de "regular, revisar y fiscalizar las películas que se exhiban al pueblo".
Castro añadió que los artistas podrían expresarse libremente, tanto en la forma como en el contenido, pero advirtió que "nosotros apreciaremos siempre su creación a través del prisma del cristal revolucionario".
"¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución: ningún derecho", sentenció.
Revolución cultural
En ese discurso, conocido como "Palabras a los Intelectuales", Castro también destacó algunos de los logros y aspiraciones de su gobierno en el ámbito cultural.
"Nosotros hemos sido agentes de (...) de la revolución económico-social que está teniendo lugar en Cuba. A su vez, esa revolución económica y social tiene que producir inevitablemente también una revolución cultural en nuestro país", dijo.
Entre otras cosas, habló con orgullo de la campaña de alfabetización que se estaba llevando a cabo y de los esfuerzos por "llevar la cultura al campo, a las granjas y a las cooperativas", a través de cientos de instructores de arte.
Mencionó la creación de la Imprenta Nacional y del ICAIC, que más tarde produciría películas emblemáticas como "Memorias del subdesarrollo" y "La muerte de un burócrata", de Tomás Gutiérrez Alea, y "Lucía", de Humberto Solás.
Destacó la reformación del Ballet Nacional de Cuba, que se convertiría en uno de los principales éxitos culturales de su gobierno, y el establecimiento de academias y escuelas de arte, en las que se formarían muchos de los artistas cubanos más importantes desde los años 70 hasta la fecha.
"Diversionismo"
En abril de 1961, horas antes de la fracasada invasión de exiliados cubanos apoyados por Estados Unidos en Bahía de Cochinos, Castro había declarado que el carácter de la Revolución era socialista.
La posterior adopción del marxismo-leninismo como ideología oficial repercutió en todos los aspectos de la cultura y de la vida en general. Durante prácticamente tres décadas, hasta finales de los años 80, una de las más temidas etiquetas que distribuían, a diestra y siniestra, los órganos del poder era la de "diversionismo ideólogico", que se aplicaba a cualquier transgresión de la visión oficial de esa ideología.
Escuchar música en inglés (desde los Beatles hasta, más tarde, el rock), llevar el pelo largo (los hombres) o vestirse con "jeans" eran considerados actos "diversionistas".
De los Beatles a la UMAP
En marzo de 1963, en un discurso en la Universidad de La Habana, Castro criticó a los "vagos, hijos de burgueses" que "andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes "elvispreslianas" , y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus "shows" feminoides por la libre".
A principios de 1965, la Unión de Jóvenes Comunistas y la Unión de Estudiantes Secundarios instaron, en un comunicado, a los institutos preuniversitarios a que expulsaran a los elementos "contrarrevolucionarios y homosexuales (...) en el último año de su carrera en la enseñanza secundaria superior, para impedir su ingreso a las Universidades".
( Universidad de La Habana )
Casi de inmediato, comenzó "el Proceso de Depuración", no sólo en los institutos preuniversitarios sino también en los centros de educación superior. Poco después, miles de jóvenes considerados "contrarrevolucionarios" o "burgueses" - entre ellos un gran número de homosexuales y religiosos- fueron enviados a los campamentos de las llamadas Unidades Militares para la Ayuda de Producción (UMAP), para "reeducarlos".
Fuera del juego
Un momento definitorio para los artistas e intelectuales cubanos, y que marcó a toda la década de los 70 y a gran parte de los 80, fue el llamado "Caso Padilla".
En 1968, el escritor Heberto Padilla presentó su libro "Fuera del Juego" al concurso de poesía de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y resultó ganador.
Uno de los miembros del jurado, el poeta Manuel Díaz Martínez, ha escrito que recibió enormes presiones de la UNEAC y del gobierno para que no se premiara a Padilla, cuyo libro las autoridades consideraban contrarrevolucionario.
Finalmente, esta obra y "Los siete contra Tebas", de Antón Arrufat, que ganó el premio de teatro ese año y que también era vista por la UNEAC como "ideológicamente contraria a la Revolución", fueron publicadas.
Otro libro que ganó en 1968 el premio David de poesía de la UNEAC, "Lenguaje de mudos" de Delfín Prats, aparentemente también se publicó, pero fue destruido por órdenes de los censores antes de que se pusiera a la venta.
"Autocrítica"
En 1971, Padilla y su esposa, la también escritora Belkis Cuza Malé, fueron arrestados, bajo la acusación de participar en actividades contrarrevolucionarias. Pocas semanas después, el poeta fue liberado e hizo una retractación pública de su pasado "contrarrevolucionario", en la que acusó de crímenes similares a varios otros artistas, incluida su esposa. Ellos, cuando les llegó su turno, se autocriticaron, mientras eran filmados por las cámaras del ICAIC.
( Belkis Cuza Malé y Heberto Padilla en los patios de la UNEAC , 1966)
El "mea culpa"
, que después Padilla dijo que había sido orquestado por la policía secreta, fue considerado como una farsa por gran parte de la izquierda internacional. Influyentes artistas e intelectuales le enviaron una carta a Fidel Castro en la que decían que "el contenido y la forma de dicha confesión, con sus acusaciones absurdas y afirmaciones delirantes (...) recuerda los momentos más sórdidos de la época estalinista, sus juicios prefabricados y sus cacerías de brujas".
"Quisiéramos que la Revolución Cubana volviera a ser lo que en un momento nos hizo considerarla un modelo dentro del socialismo", añadían.
Entre los firmantes estaban Claribel Alegría, Simon de Beauvoir, Italo Calvino, Marguerite Duras, Giulio Einaudi, Hans Magnus Enzensberger, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Mario Vargas Llosa, Pier Paolo Pasolini, Alain Resnais, Juan Rulfo, Jean Paul Sartre y Susan Sontag.
"Una década de horror"
Pocos días después de la "confesión" de Padilla, se llevó a cabo en La Habana el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, en que se analizaron las diferentes modalidades del "diversionismo ideológico" y se decidió reprimir "desviaciones" que iban desde la moda hasta los gustos musicales.
También se determinó evitar que "por medio de la 'calidad artística', reconocidos homosexuales ganen influencia que incida en la formación de nuestra juventud". En la clausura, Fidel Castro dijo que "este congreso es un poco la imagen de la futura sociedad de nuestro país".
( Abilio Estévez )
Los años siguientes fueron bautizados por el ensayista Ambrosio Fornet como un "quinquenio gris" y por otros como un "decenio negro". En opinión del novelista Abilio Estévez, fue "una década de horror".
Fueron años en los que, según Fornet, se desarrolló "una política cultural imponiéndose por decreto y otra complementaria, de exclusiones y marginaciones, convirtiendo el campo intelectual en un páramo".
En las universidades se comenzó a imponer la estética del realismo socialista y, por supuesto, estaba prácticamente prohibida cualquier referencia a los artistas cubanos que vivían en el exilio.
Aires de cambio
Algunos intelectuales cubanos le atribuyen a la creación del Ministerio de Cultura, en 1976, un cambio positivo que se tradujo, gradualmente, en un mayor espacio para la actividad creadora.
Otros señalan que varios de los artistas que habían sido condenados al ostracismo en los 70 no fueron "rehabilitados" por lo menos hasta principios de la década siguiente. De cualquier manera, a mediados de los 80 se comenzaron a sentir aires de cambio en el ambiente cultural cubano, en parte como respuesta a lo que estaba ocurriendo en la Unión Soviética después de la llegada al poder de Mijaíl Gorbachov.
Fueron años de grandes debates y enfrentamientos entre la ideología y la cultura, que muchos jóvenes creadores, en especial en el campo de las artes plásticas, aprovecharon para ganar terreno, en general muy a pesar de lo que esperaban los dirigentes políticos.
Los enfrentamientos en ocasiones llegaron a ser físicos, como la vez en que un grupo de jóvenes escritores -y una no tan joven, pero muy respetada en los círculos literarios cubanos, Carilda Oliver Labra- fueron golpeados por agentes del Estado durante una lectura de poesía en la ciudad de Matanzas.
Nueva era
El crítico cubano Gerardo Mosquera señala que los artistas plásticos de mediados de los 80 -muchos de los cuales viven ahora en el exilio- rompieron con la sumisión a los dictados oficiales y reinstauraron un espíritu de libertad creadora, dando inicio a una nueva era en la cultura nacional.
"Esto no significó el fin de la represión, que continúa hasta el presente, sino que había tenido lugar una liberación mental", escribió, en un artículo publicado en el catálogo de una importante exposición de arte cubano que se presentó en Canadá hace unos meses.
Para algunos, un indicio de que tal vez las expectativas políticas sobre la función de la creación artística no habían cambiado mucho fue cuando, en 1998, Fidel Castro criticó, sin mencionar su título, el filme "Guantanamera" de Tomás Gutiérrez Alea y se quejó de que algunas películas realizadas "con recursos de la Revolución y del pueblo (...) no son un estímulo a la lucha, a la resistencia y al reconocimiento del mérito de tantos héroes anónimos como tiene este país''.
Posiblemente por eso, durante cinco años, estuvo censurado el documental "Fuera de Liga", de Ian Padrón, realizado en 2003, que incluye testimonios de jugadores de béisbol, como Orlando "El Duque" Hernández, que abandonaron Cuba y triunfaron en las grandes ligas de Estados Unidos.
Su presentación en la televisión cubana en enero de 2008 y su estreno en el 30 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana, hace pocos días, son claras señales de que algunas cosas están mejorando.
"Guerra de los emails"
A pesar de que la censura no ha dejado de existir, la mayoría de los artistas que viven en la isla parecen no estar dispuestos a perder el terreno que ganaron, a capa y espada, ante la oficialidad.
Lo demostraron con una eficaz protesta pública en 2007, organizada a través de mensajes electrónicos, a raíz de la aparición en la televisión nacional de algunos de los personajes responsables de poner en práctica la política cultural en los años 70. El novelista Reynaldo González escribió que exaltar a los censores sin tener en cuenta lo terrible que significaron "para la cultura cubana, las vidas de sus protagonistas, incluidas las muertes de algunos y el exilio de muchos" era un "ultraje a la memoria de (los escritores) Virgilio Piñera y (José) Lezama Lima y otros que murieron sin ser reivindicados" y un "intento de revivir la más nefasta época que ha vivido la cultura cubana".
( José Lezama Lima y Virgilio Piñera )
Las autoridades culturales negaron que ésa fuera la intención y los directivos de la televisión les aseguraron a los artistas, en una reunión, que los jóvenes productores de los programas desconocían el pasado gris de los entrevistados. Tal vez muchos de los jóvenes que ahora van a conciertos de rock en La Habana tampoco sepan que, durante muchos años, los Beatles estuvieron prohibidos.
Después de todo, en un parque de la capital cubana, hay una estatua de un músico pelilargo, con pantalones apretados, que fue develada por el ex presidente Fidel Castro en diciembre de 2000: el ex Beatle John Lennon.
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