lunes, noviembre 07, 2011

Esteban Fernández : REPITO: CASTRO ES CASTRISTA.

Nota del Bloguista


Totalmente de acuerdo con el título del trabajo. Fidel Castro y el Comunismo internacional cooperaron simbióticamente; el Comunismo internacional, en casi su totalidad, lo aceptó, ayudó y defendió y Fidel Castro lo usó de bandera, así que ambos carguen con su ¨garrafón, más que botellita, de mondongo¨ como inseparables camaradas que fueron durante décadas.

Fidel Castro´ escribió en 1956 un artículo en contra de la invasión y masacre soviética en Hungría; en 1968 sería uno de los pocos mandatarios que apoyó la invasión del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia y en 1980, pese a tener Cuba la Presidencia de los Países No Alineados, se quedó callado públicamente ante la invasión y ocupación soviética a Afganistan que provocó MILLONES de muertos de ese país.

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REPITO: CASTRO ES CASTRISTA.


Por Esteban Fernández

Algunos de mis amigos discreparon conmigo cuando dije que Fidel Castro no es comunista, sino ‘castrista’. Pero yo sigo pensando que es una equivocación otorgarle una ideología a quien está muy lejos de poseerla. Todos los partidos comunistas del mundo exigen disciplina y obediencia. Y Castro nunca ha obedecido ni a su madre; y es el rey de los indisciplinados y de los manipuladores. Es solamente un tremendísimo HIJO DE LA GRAN PERRA con mentalidad TOTALITARIA. Internamente Castro no se considera comunista, sino que ¡EL COMUNISMO ES ÉL!

No sé la fecha exacta en que Fidel Castro se preguntó: ¿Quiénes son los mas despreciables en toda la tierra que pueden ayudarme a cumplir mi sueño dorado de implantar una dictadura eterna en Cuba y ser un líder en el ámbito mundial?

En realidad, en aquel momento sólo habían dos poderes en el mundo: Los Estados Unidos y la U.R.S.S. Y el aspirante a tirano llegó a la conclusión de que USA ayudaba a los gobiernos dictatoriales hasta un determinado momento, y acto seguido, les retiraba la cooperación.

A través de la historia, cuando los Estados Unidos secunda las dictaduras, enseguida comienza a ponerle trabas y condiciones, a exigirles que se respeten los derechos humanos y a que se celebren elecciones libres. Y cuando menos se lo imaginan, ya lo dije antes, les vira los cañones o los deja en la estacada, como más tarde le hicieron a Fulgencio Batista.

Entonces Castro pensó: “Seré un dictador sin el beneplácito de los americanos y a contrapelo de ellos”. A mí me parece que ese mismo día él concibió la consigna “Arriba, abajo, los Yanquis son guanajos”. No tuvo que pensar mucho ni romperse la cabeza para llegar a la conclusión de que los únicos en el planeta que le podían servir en sus planes totalitarios serían los comunistas detrás de la Cortina de Hierro.

Me parece estar viendo al desmadrado, frotándose las manos, muy orgulloso de la gran idea que se le había ocurrido. Y ahí comenzó un esfuerzo de captación de ambas partes: Castro tratando de lograr el apoyo de los "camaradas" cubanos y estos tratando de convertirlo en un sumiso militante. Era muy difícil asegurar quien camelaba a quien. Momentáneamente, los ñángaras ganaban esa pelea por poseer una organización mundial, mientras que a Fidel le decían “Bola de Churre” sin ningún arrastre político en la Universidad, y mucho menos en el país.

Castro tenía varios amigos dentro de las filas del Partido Rojo. Uno de ellos, Alfredo Guevara, parecía que estaba locamente enamorado de él. Y él se dejaba querer y lo utiliza como una especie de padrino y tutor.

Ni por un solo segundo le pasó por la mente que esos comunistas llegaran a ser sus jefes. Simplemente quería usarlos para lograr su cometido. Mientras tanto, Raúl estaba abiertamente incorporado a la causa roja y participando en el Congreso Internacional de la Juventud Comunista en Viena.

Junto a Alfredo Guevara se fue para Colombia, y ante la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, participó en los disturbios callejeros conocidos como “El Bogotazo”. Al regresar ambos a Cuba, Fidel y Raúl fueron fichados por el BRAC como comunistas. Y cuando eso, el monstruo no tenía ni 21 años de edad.

Iba a la Universidad con el libro "El Capital" de Carlos Marx debajo del abrazo. Aunque a veces llevaba Mein Kampf de Hitler de donde sacó la frase de "La Historia me absolverá". Cada vez que tenía una oportunidad se iba a una librería comunistoide cercana al Alma Mater y allí varios de los viejos bonzos del P.S.P., principalmente Ramón Calcines, le suministraban libros y propaganda marxista leninista.

Castro se coló en el Partido Ortodoxo, pero enseguida Eduardo R. Chibás lo caló y le tiró bola negra. Se suicida el líder ortodoxo y durante su entierro multitudinario, Fidel quiso llevar el cadáver a Palacio para lograr la salida de Carlos Prío del poder, pero José Pardo Llada lo bajó de la nube.

Estoy de acuerdo con todo el que diga que “Las Cadenas vienen de lejos”; Fidel consiguió el apoyo del comunismo internacional (con recelo de ambas partes) desde mucho antes del Moncada, pero no es menos cierto que siempre despreció a los comunistas nacionales. Y nunca les perdonó que pactaran con Batista, ni que tuvieran ministros sin cartera, y mucho menos, que lo llamaran “Putchista” unos días después del 26 de Julio de 1953.

Y al final de la jornada, es obvio que la actual momia de comunista no tiene un pelo. Al contrario, la revista "Forbes" siempre lo coloca entre los hombres más capitalistas del mundo.
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Tomado de http://www.cubanet.org


Oportunismo e ideología


LinkPor Adolfo Rivero Caro.
23 de marzo de 2001
El Nuevo Herald

Algunos de nuestros mejores intelectuales --como Rafael Rojas, por ejemplo, cuyas brillantes columnas en El Nuevo Herald disfruto tanto-- tienden a rechazar la idea de que Castro tenga una ideología. "El castrismo'', escribe Rojas, "no es una ideología, es un estilo personal de gobierno que se sirve de un vasto repertorio simbólico para legitimar sus decisiones''. Esa concepción hace que el joven académico no considere imposible, y ni siquiera improbable, que Castro pueda pasar del "nacionalismo revolucionario'' al "reformismo democrático''. Según Rojas, lo que lo impide, básicamente, es que sería confesar que su "revolución'' ha sido una criminal pérdida de tiempo.

Comprendo que pueda parecer una concesión, y casi un elogio, aceptar que un hombre de los antecedentes gangsteriles de Castro pueda tener una ideología. Paradójicamente, sin embargo, a mí me parece que son estos amigos los que no toman suficientemente en serio las ideas y, específicamente, las ideas del marxismoleninismo. Es bueno recordar que el marxismo niega la validez del derecho burgués. Lo niega porque éste no sólo acepta el status quo de una sociedad dividida en clases, donde un grupo social minoritario explota a la mayoría, sino porque además el derecho burgués refuerza ese status quo. De aquí que el derecho, como toda la "superestructura'', sea, en la práctica, un instrumento de la explotación de clase.

Ahora bien, no aceptar el derecho, no aceptar el "imperio de la ley'', es lo mismo que hacen los gangsters, los delincuentes. Eso es, a mi juicio, lo que estos amigos no toman suficientemente en cuenta: la profunda afinidad entre las ideas marxistas y la delincuencia. Marx le dio una ideología a muchos hombres que, de otra forma, hubieran sido asaltantes de caminos. Una ideología, por cierto, que tienen raíces muy viejas y prácticamente indestructibles en la envidia humana. El refranero español lo había dicho desde hacía siglos: "Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón''.

Marx nunca elaboró una ética. Se limitó a señalar el carácter histórico, y por tanto transitorio, de ciertas ideas morales. Lenin, que tuvo más que ver con la práctica revolucionaria, precisó un poco más. Los beneficios que iba a aparejar una revolución comunista, dijo muchas veces, eran casi inimaginables. Se iba a terminar la explotación del hombre por el hombre y, por lo tanto, con la raíz misma de la desigualdad y de la pobreza.

Trotsky llegó a afirmar que el hombre corriente de la nueva sociedad comunista alcanzaría la estatura de un Aristóteles o un Miguel Angel y que, sobre ese nuevo nivel, se levantarían nuevos titanes. Los beneficios de la nueva sociedad iban a ser tan maravillosos que sus costos se reducían a la insignificancia. ¿Acaso no merece la pena mentir, robar, torturar o matar en aras de una meta tan extraordinaria? ¿No es ése el tema de Les Mains Sales de Sartre?

El objetivo, lo único importante, es salvar la revolución porque, a largo plazo, sólo la revolución podrá acabar con la pobreza y la injusticia. Los medios --las concesiones de la NEP o el período especial, la cesión de territorio en Brest-Litovsk o la dolarización, siempre son secundarios. Lo único permanente es la guerra de clases. ¿La dolarización? ¿Los cuentapropistas? ¿El respeto a las inversiones extranjeras? ¿La no intervención en los movimientos insurreccionales de otros países? Todo eso es secundario. Puede ayudar a la revolución o perjudicarla, según las circunstancias concretas.

Si Fidel Castro fuera un oportunista porque no tiene ideología, como piensan algunos amigos, hubiera firmado la declaración condenando a la ETA en la última cumbre iberoamericana. No lo hizo porque de esa forma enviaba un claro mensaje a los revolucionarios y terroristas de todo el mundo de que el gobierno cubano estaba con ellos. Y porque el apoyo de esos grupos, en las condiciones actuales, le parecía estratégicamente importante. Sus decisiones no están gobernadas por ningún principio moral abstracto. Lo único importante es la salvación de la revolución, indisolublemente unida a la salvación política del grupo dirigente que defiende su validez.

Lenin nunca se hizo ilusiones democráticas. El mismo se ocupó de disolver la Asamblea Constituyente e instaurar una dictadura sangrienta. Está en la misma esencia del leninismo no hacer concesiones a las "confusiones'' de las masas. Por consiguiente, Castro es irreprochablemente leninista al rechazar el más mínimo asomo de "reformismo democrático''. Sabe que cualquier concesión democrática como las que se hicieron en la Europa del este llevaría, por las mismas razones, a los funerales del régimen.

Nuestro amigo Rojas tiene razón cuando afirma que Fidel Castro es un oportunista. Pero no porque no sea un verdadero marxistaleninista, sino porque lo es. No porque no tenga ninguna ideología, sino porque la tiene. El problema estriba en que esa ideología ha demostrado estar terriblemente equivocada. Su oportunismo estriba en mantenerse fiel a una ideología que ha fracasado. No es oportunista porque cambie de posición cuando cambien las circunstancias. Es un oportunista porque dijo querer el poder para poder mejorar el nivel de vida del pueblo y, aunque lo ha envilecido y arruinado más allá de todo lo imaginable, sigue aferrado al mismo. Es inevitable llegar a la conclusión de que lo quería simplemente para aprovecharse personalmente --como tantos ladronzuelos del tercer mundo. Nada más vulgar. Ni más miserable porque, a diferencia de otros caudillos, ha visto hundirse en la miseria a un país relativamente próspero. Y no le importa. Lo único que le importa es mantener sus privilegios. Calificarlo de miserable no sería un insulto, sino una definición técnica.


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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

ombre ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Esteban Fernández : REPITO: CASTRO ES CASTRISTA.":

Fidel hubiera sido cualquier cosa, CUALQUIERA, siempre y cuando le hubiera conseguido lo que buscaba: poder absoluto vitalicio y protagonismo a nivel internacional. Fue el caso que lo que mejor se prestaba para sus fines era el comunismo, pero si hubiera sido el catolicismo, por ejemplo, hubiera sido (o pretendido ser) más católico que el Papa. Ahí sí que nunca hubo escrúpulos ni reparos de ninguna clase. Todo muy simple y muy claro. Los medios, los que fueran, no importaban nada, solamente el fin deseado. Siempre.

1 Comments:

At 9:08 p. m., Anonymous ombre said...

Fidel hubiera sido cualquier cosa, CUALQUIERA, siempre y cuando le hubiera conseguido lo que buscaba: poder absoluto vitalicio y protagonismo a nivel internacional. Fue el caso que lo que mejor se prestaba para sus fines era el comunismo, pero si hubiera sido el catolicismo, por ejemplo, hubiera sido (o pretendido ser) más católico que el Papa. Ahí sí que nunca hubo escrúpulos ni reparos de ninguna clase. Todo muy simple y muy claro. Los medios, los que fueran, no importaban nada, solamente el fin deseado. Siempre.

 

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