MIGUELITO VALDÉS ´MR. BABALÚ¨ CANTA BABALÚ AYÉ. EL OTRO SAN LÁZARO
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Tomado de http://www.vitral.org
EL OTRO SAN LÁZARO
Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso
En el número nueve de la revista «Vitral», correspondiente a los meses de septiembre y octubre de 1995, el Padre Mariano Ruiz responde la pregunta de que si existió un santo mendigo llamado Lázaro. La respuesta, para aquellos que no han podido leer el artículo, es que no consta históricamente la existencia de tal mendigo, pero tampoco se puede afirmar que este nunca existió. A lo anterior el Padre Mariano añade, después de una breve y acertada argumentación, que en el cielo se encuentran infinitos Lázaros similares al mendigo que aparece en el relato de ficcíón, conocido como la parábola del pobre Lázaro y el rico; el cual a arece escrito en Lucas 16,19-31. El sacerdote plantea, al final de su artículo, que el primero de esos Lázaros que brillan en el cielo, es el mismo Cristo Jesús, el cual pasó hambre y sed, cansancio y agonía en su transitar junto a nosotros.
(Parábola: Lázaro y el rico epulón)
El san Lázaro mendigo, es uno de los santos más venerado por nuestro pueblo. Su imagen, extraída muy probablemente del mencionado relato de ficción, está presente en numerosos hogares cubanos; recibiendo su imagen, en algunos casos, un inapropiado culto de adoración que solo debe ser ofrecido a Dios.
En este artículo deseo hablar de otro santo llamado Lázaro, cuya existencia histórica está comprobada y que sin embargo, es ignorado por muchos de los cubanos. Este santo es la única persona, en los escritos bíblicos, por la cual Jesús lloró (Juan 11,35). Jesús lloró por Jerusalén, lloró en el Monte de los Olivos por su suerte y lloró por este amigo amado, el difunto y posteriormente resucitado Lázaro de Betania.
(San Lázaro cuando fue resucitado por Jesús)
Lázaro vivió junto a sus hermanas Marta y María en la aldea de Betania (de ahí su apelativo), hoy llamada El-Azarié, la cual está situada cercana al Monte de los Olivos y de Jerusalén. Su casa fue un lugar frecuentado por Jesús para el descanso y la enseñanza (Lucas 10,38-42). A Jesús lo unía una especial amistad hacia esas tres personas (Juan 11, 3-5), tal es así, que al ver el dolor que había causado la muerte de Lázaro, Jesús se estremecio en espíritu, se conmovió y lloró (Juan 11, 33-36). En el Evangelio de San Juan, en su capítulo 11 se puede leer en detalles todo lo concerniente al pasaje en el cual Lázaro es resucitado.
Después de resucitado, según la Tradición de la Iglesia, Lázaro se convirtió en obispo de Betania y posteriormente de la Isla de Chipre, hasta que finalmente dirigió, por espacio de 30 años, la Diócesis de Marsella. Predicó el Evangelio e hizo sucumbir la idolatría ante la Cruz de Jesucristo. Obró muchos milagros, incluyendo el resucitar muertos, para el bien de su prójimo. Fue torturado y finalmente decapitado por orden de un procónsul romano, convirtiéndose así en un mártir cristiano. Actualmente en Marsella existe una Basílica que lleva su nombre. La devoción hacia San Lázaro en esa gran ciudad es notable.
(San Lázaro con sus hermanas María y Marta)
La iglesia primitiva consideró, desde sus primeros momentos, que los mártires cristianos, al morir, se unían indefectiblemente a Cristo, pues ellos habían dado muestra de una gran fe y del mayor amor que alguien podía tener hacia Cristo. Jesús había dicho que nadie tiene mayor amor que aquel que pone su vida por sus amigos (Juan 15,13). En el Libro del Apocalipsis, escrito alrededor del año 95 d.C., podemos leer versículos que atestiguan la presencia de esta convicción en la iglesia primitiva:
«Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi debajo del altar con vida a los degollados a causa de la palabra de Dios y por haber dado testimonio debido. Y gritaban con voz potente diciendo:
-Señor santo y veraz, ¿cuándo nos harás justicia y vengarás la muerte sangrienta que nos dieron los habitantes de la tierra?.
Se les entregó entonces un vestido blanco a cada uno y se les dijo:
-Aguardad un poco todavía. Aguardad hasta que se complete el número de vuestros compañeros y de vuestros hermanos que, como vosotros, van a ser martirizados.»
Apocalipsis 6, 9-11
Observemos que el lugar donde están los mártires no es el polvoriento y oscuro Seol, del cual se habla en el Antiguo Testamento, sino un lugar muy cerca de Dios. En ese lugar ya ellos participan de la vida inmortal y esperan el final de todos los tiempos para recibir su segunda, completa y definitiva retribución: la resurrección al final de todos los tiempos (resurrección escatológica).
Lázaro de Betania dio su vida por amor a Cristo y a sus hermanos en la fe, Al morir un mártir cristiano, su tumba era visitada por los otros cristianos, los cuales celebraban vigilias y actos litúrgicos en dicho lugar; estas celebraciones se efectuaban también en los aniversarios de su muerte y se hacían, entre otras razones, para conmemorar el paso del mártir hacia la verdadera Vida o sea su verdadero nacimiento, pues ese fue el momento, en que de manera definitiva, se unió a Cristo. El día de celebración de este santo obispo es el 17 de Diciembre.
Algunas personas no entienden el por qué los santos están en altares y se les celebran sus días. Los altares y los días de sus celebraciones no debemos verlos desde un punto de vista estrecho, o sea, erigidos y conmemorados para el santo en sí; debemos verlos erigidos y conme-morados para ese Dios, por el cual y para el cual ese santo vivió y murió.
Con respecto a las potencialidades y posibilidades que tienen los santos que están gozando de la presencia del Señor, y en particular san Lázaro, debo aclarar que lo único que pueden hacer ellos por nosotros es orar ante Dios, al igual que lo hacen en vida muchos de nuestros hermanos a los que les pedimos esa acción. Es cierto que la oración eficaz, o sea insistente, del justo puede mucho, como se puede leer en Santiago 5,16, pero debemos entender que nadie nos puede dar algo que Dios no nos quiera dar. Es frecuente ver personas, que en la práctica, su religiosidad está centrada en los santos. El cristiano verdadero coloca a Cristo como su centro o sea profesa una religión cristocéntrica. La religión en la que en la práctica las figuras centrales son los santos, no es una religión cristiana sino santera como en más de una ocasión han expuesto en sus homilías el señor obispo y nuestro cura párroco. En el artículo «Dioses e ídolos», publicado en el número diez de «Vitral», expongo otros elementos relacionados con lo planteado anteriormente.
(Basílica de San Lázaro, Marsella, Francia)
Deseo mostrar una oración en la cual se muestran correctamente varios de los elementos esenciales, que debemos conocer y tener en consideración en nuestra relación con los santos. La oración se copió de un material correspondiente a una novena al obispo san Lázaro, la cual se efectuó en diciembre de 1926. El material nos fue gentilmente brindado por la Sra. Gloria Álamo la cual ha sido una celosa depositaria que ha cuidado con mucho amor, y durante muchos años, documentos religiosos que un día pertenecieron a familiares ya fallecidos. La oración posee la correspondiente Licencia Eclesiástica.
«Omnipotente y sempiterno Dios, que con un solo Fíat creasteis el mundo de la nada, cuya mirada diste de hermosura al universo, cuyo contacto conmueve los ejes del globo terrestre, cuyo poder da vista a los ciegos, habla a los mudos, oído a los sordos, salud a los enfermos y vida a los muertos, mostrad, Señor mostrad la grandeza de vuestro infinito dominio sobre cuanto existe, honrando a vuestro Siervo San Lázaro con milagros que confirmen siempre su gran fama de santidad con que vivió y murió en el mundo.
Esta gracia os pido por los méritos de Jesucristo que con vos vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. »
En la oración se destaca la preeminencia de Dios, y en particular, muestra quién es el verdadero autor de los milagros: Dios; así como el por qué Dios concede milagros en nombre de un determinado santo: confirmarnos la santidad del santo y con esto demostrarnos que nosotros, simples mortales, podemos llegar a la santidad. También muestra que esas gracias o regalos se piden no por los méritos del santo en cuestión, sino por los méritos acumulados por Jesucristo hombre (también verdadero Dios), único Mediador entre Dios y los hombres según se lee en 1-Timoteo 2, 5.
Deseo plantear, antes de pasar a otro ángulo del presente trabajo, que la celebración de novenas en nuestra Iglesia Católica tiene su origen en los nueve días que estuvieron orando en el aposento alto los apóstoles, la Virgen María y otros después de la Ascensión de Cristo y hasta la llegada del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Los nueve días se pueden inferir de: Hechos 1, 3-9; 1, 12-14; 2, 1-4 y de las características de la Fiesta de las Siete Semanas (o Fiesta de la Primera Gavilla) que aparecen en los libros Levítico y Deuteronomio.
Continuando con nuestro tema central diré que en Cuba, al igual que en otros países, algunos de los santos católicos han sido utilizados para esconder deidades (o sea divinidades o dioses) de otras religiones como por ejemplo la religión Yoruba-Lucumí. La razón de esto y en general del mimetismo coyuntural (más que sincretismo religioso) que tomaron esas religiones fueron las condiciones sociales y religiosas a las que fueron sometidos en América los esclavos negros procedentes del continente africano. Entre esas condiciones estaban la prohibición de la práctica de sus religiones paganas y la imposición del catolicismo. Una de las divinidades africanas que se escondieron bajo el ropaje de un santo católico fue Babalú-Ayé al que asociaron con san Lázaro. Para conocer a cuál san Lázaro lo asociaron debemos tener en cuenta, que el criterio utilizado para asociar el santo cristiano correspondiente, era su apariencia externa con la divinidad pagana y no su vida o personalidad. El antecedente de Babalú-Ayé era una divinidad africana que era temida de tal manera, que su nombre prácticamente no se pronunciaba. Esa divinidad había padecido viruelas, otras fuentes plantean que sífilis por la vida de jolgorio y mujeres que llevó cuando eran joven, y llevaba las huellas de esa enfermedad en su cuerpo; de esto último podemos inferir que el san Lázaro asociado a Babalú-Ayé es el san Lázaro mendigo.
(San Lázaro, el de las muletas)
Muchas personas del pueblo cubano atribuyen curaciones milagrosas a este ambiguo san Lázaro-Babalú-Ayé, que es capaz, según la creencia popular, de enviar desgracias a todo aquel que incumple sus promesas hacia él, algo inconcebible en un santo cristiano, pues el Amor es el lazo más íntimo que lo une con Dios y le hace partícipe de la vida divina. En el artículo «Inmortalidad y Salvación» que se publicará próximamente, profundizo en el papel fundamental que juega el Amor en nuestra salvación.
Muchos cristianos plantean que es satánico el origen de las sanaciones que se producen de vez en cuando, pero muchas menos veces que las esperadas, en personas que han visitado determinados lugares donde se práctica el paganismo o la idolatría. En la Biblia se condena la idolatría y la visita a los lugares donde ella se practica, así como las consultas a muertos:
« Que no haya en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo por el fuego que no haya adivinos, ni nadie que consulte a los astros, ni hechiceros, que no se halle a nadie que practique encantamientos o consulte los espíritus, que no se halle ningún adivino o quien pregunte a los muertos.»
Deuteronomio 18, 10-12
«¿No saben, que los injustos no heredarán el Reino de Dios?
No se engañen: no heredarán el Reino de Dios los que tienen relaciones sexuales prohibidas, ni los que adoran a los ídolos, ni los adúlteros, ni los homosexuales de toda clase, ni los ladrones, ni los explotadores, ni los borrachos, ni los chismosos, ni los estafadores. »
1 Corintios 6, 9-1 0
Sin embargo, podemos caer en el pecado imperdonable que se plantea en Mateo 12, 22-32 al evaluar de satánicas la totalidad de esas curaciones, pues en algunas de ellas puede estar presente la obra del Espíritu Santo. Un pasaje bíblico que nos ayudará a comprender lo anteriormente planteado es el pasaje del paralítico de la piscina de Betesdá (Juan 5, 1-15).
La piscina de Betesdá, según datos históricos hallados en recientes excavaciones, era un lugar pagano donde se decía que el dios Esculapio curaba de cuando en cuando a enfermos que iban buscando su curación. Los judíos desde su fe explicaban esas curaciones mediante la intervención de un ángel. Cristo visitó ese lugar pagano y curó allí a un paralítico sin temer que lo tildaran de pagano o que dijeran que esa curación en un lugar pagano favorecía al paganismo; la misericordia de Dios se impuso.
Cristo en el momento de hacer el milagro no se dio a conocer al paralítico (Juan 5, 12-13), por lo cual el paralítico y el resto de los ahí presentes podían pensar, entre otras cosas, que fue la intervención del dios Esculapio o del ángel la que produjo el milagro. Cristo, como siempre, no le exigió nada al paralítico para hacer el milagro ni por haberlo realizado, solamente le dijo toma tu lecho y anda; dejó a la decisión del paralítico el escoger quién había sido el hacedor del milagro. El hombre escogió acertadamente y se dirigió al templo a darle gracias a Dios, el único autor del milagro, no le dio gracias al ángel ni al dios Esculapio. Fue precisamente en ese momento que ocurre el segundo encuentro del paralítico, ya sanado, con Jesús; en esa oportunidad Jesús le dio el mandato que no volviera a pecar, refiriéndose muy probablemente al hecho de que quizás en el futuro el antiguo paralítico quisiera, por alguna otra razón, visitara nuevamente ese lugar pagano y «milagrero»; Jesús le explicó la razón de ese mandato: «no sea que te suceda algo peor». Todos los cristianos sabemos que lo peor que nos puede suceder es que nos apartemos de la gracia de Dios, el cual se nos dio a conocer plenamente en la persona de su hijo Cristo Jesús. En ese segundo encuentro hubo algo más importante que la curación de un enfermo; estuvo presente el problema concerniente a la salvación de su alma.
Muchas de las personas que visitan lugares paganos argumentan que ellas no se apartan de Dios, porque ellas siguen creyendo en Dios y saben que sin Él, no se puede hacer nada. El apartarse de Dios no es solamente desconocer o ignorar a Dios y su poder, es también no sentirlo como lo más cercano a nosotros y a nuestras vidas (Mateo 22, 37-38).
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Bibliografía
La Biblia (Latinoamérica), Edición Pastoral, Editorial Verbo Divino, Navarra, España, 1972.
Novena al Glorioso San Lázaro, Imp. Avisador Comercial, La Habana, Cuba, 1926.
Álvarez A. y Porbén P.P., Sincretismo Popular... Mimetismo Coyuntural, Revista Vitral No. 7, Centro Católico para la Formación Cívica y Religiosa, Diócesis de P. del Río. Cuba, 1995
Arencibia Pedro P., Dioses e ídolos, Revista Vitral No. 10, Centro Católico para la Formación Cívica y Religiosa, Diócesis de P. del Río. Cuba, 1995
Nuevo Diccionario de Espiritualidad, De Fiores S., Goffi T., Guerra A., Ediciones Paulinas, Madrid, España, 1985
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