Por Roberto González Echevarría: La correspondencia recién editada de Alejo Carpentier revela algún secreto político
Tomado de http://www.diariodecuba.com/
De cuando Carpentier le escribía a su madre
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La correspondencia recién editada de Alejo Carpentier revela algún secreto político, y abre nuevas interrogantes a los especialistas.
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Por Roberto González Echevarría
Yale
26-02-2012
Lo que sí tenemos son detalles profusos sobre las crónicas que Carpentier enviaba a Cuba, especialmente a la revista Carteles, en gran medida para mantener a Toutouche en La Habana. También tenemos los insistentes garantías de Carpentier a su madre acerca de su solvencia en París, tratando de convencerla (y convencerse) de que se impone en la capital francesa tanto en términos monetarios como artísticos.
Sabemos así que el propósito de su "exilio" a Francia fue sobre todo ése, y resulta enternecedor percibir cómo Alejo se esfuerza por justificarle a Lina su ausencia, el haberla dejado sola y desamparada en Cuba, un país extranjero para ella.
La relación de Carpentier con Lina debe ser interesante para los que quieran dibujar el perfil sicológico del escritor, así como el sufrimiento de asma en su niñez, que lo hizo retraído y tímido con el sexo opuesto en su primera juventud, según le dice a la madre. Todo lo que le cuenta a ésta sobre sus mujeres es también significativo, pero también lo que le oculta. Carpentier me dijo a mí que estuvo casado a fines de los veinte con una suiza, que se le murió de tuberculosis en un sanatorio de los Pirineos, lo cual explica los episodios en esa región de El siglo de las luces porque hacía largas caminatas cuando no podía estar junto a su esposa. Pero este matrimonio no se menciona en Cartas.
Tampoco se alude a Eva Fréjaville, con quien Carpentier tuvo una larga relación, con la que regresó a Cuba y con quien, en efecto, se casó en La Habana poco de llegar en 1939. Fréjaville, se dice, era hija natural del pintor mexicano Diego Rivera y una francesa casada. Fue, según la chismografía, una mujer de insaciable sexualidad, que dejó a Carpentier a poco de casarse con él y luego sostuvo relaciones con buena parte del mundo artístico e intelectual cubano de ambos sexos. Ahora me entero por medio del especialista en Neruda Hernán Loyola que Eva además le fue infiel a Carpentier con el poeta chileno, durante un viaje que la pareja hizo a España durante la Guerra Civil.
Es extraño que Alejo no se la mencionara a Toutouche, aunque ésta, se ve en las cartas, fiscalizaba la vida amorosa de Carpentier, lo cual es en sí significativo, y probablemente habría desaprobado a Eva.
Lina fue la pareja que el padre tránsfuga le traspasó a Alejo. Pero lo más asombroso del vínculo entre madre e hijo que se desprende de Cartas…, visible en las fotos de la portada (Lina) y contraportada (Alejo), es el extraordinario parecido entre ambos, como si la cara de Carpentier negara la intervención del padre perdido en su origen.
En cuanto a éste, las Cartas… descubren que Lina y Alejo dieron con él en Colombia, que Carpentier intentó infructuosamente establecer relaciones epistolares con él, que la familia, [Contraportada de 'Cartas a Toutouche' de Alejo Carpentier.] Contraportada de 'Cartas a Toutouche' de Alejo Carpentier. acomodada, era de Burdeos donde Alejo la había visitado a los doce años, que tuvo contactos tenues con ella más tarde durante sus años en París, y que sentía gran resentimiento contra Georges por el abandono. Siempre se refiere a él como "el otro," recuerda que lo dejó "a los diecisiete años, débil, sin oficio, sin dinero, sin recursos ante la vida". No ha olvidado tampoco los malos tratos a los que lo sometió de niño.
(Alejo Carpentier)
Todo esto contrasta con las declaraciones de Carpentier que pintaban al padre como un europeo harto de Europa, adepto a Dreyfus y por lo tanto asqueado de Francia, que emigró a Cuba en 1902 y consiguió brillantes empleos como ingeniero-arquitecto, a quien se deben algunos edificios importantes de La Habana de principios de siglo. Sin embargo, la capacidad de fabulación de Carpentier en lo que respecta a su vida, que he documentado en mi libro Cartas de Carpentier, es ya conocida, a partir de la mentira que siempre dijo de haber nacido en La Habana (en la calle Maloja, para más detalles), cuando ahora sabemos que había nacido en Lausana, Suiza.
Cartas a Toutouche no resuelve las contradicciones que ahora surgen, y las incógnitas que estas versiones cruzadas crean. ¿Cómo fue que Georges llegó a conseguir tan jugosos contratos? ¿Qué fue de las propiedades que tuvo en Cuba, como la finca cerca de El Cotorro, donde Carpentier dice haberse criado? ¿Cómo fue que los poderosos socios de Georges no ayudaron al joven Alejo al verlo desamparado?
Una biografía cabal, documentada, sin genuflexiones al aparato represivo cubano, debería aclarar todo esto. Lo que sí queda claro leyendo las cartas a Lina es el rencor de Alejo contra Georges, lo cual tal vez ilumine la fisonomía de las (pocas) figuras paternas en su ficción, como las de Los pasos perdidos y El siglo de las luces. También ha de quedarnos de su lectura la admiración por lo mucho que Alejo Carpentier logró, a pesar del traumático percance de la desaparición de su padre —el tesón y la disciplina que revela. Él mismo especula, en carta de 1931, si la desgracia no fue un acicate para sus éxitos, que entonces eran mínimos comparados con los que vendrían.
Descubrir ahora que Carpentier fue militante del ABC, desde París dicho sea de paso, es de sumo interés y permite aclarar no pocas incógnitas, no tanto sobre su conducta política temprana como de su actuación en la Cuba de Fidel Castro. El ABC fue un grupo político de clase media, que contó con intelectuales probos y prestigiosos como Jorge Mañach y Francisco Ichaso, entre otros, que alcanzaron posiciones políticas relevantes durante la República, pero que se conoció también por sus actividades terroristas.
En 1933, el ABC estuvo a favor de pactar con Sumner Welles, el procónsul enviado por los Estados Unidos a Cuba para intervenir en la caída del dictador Gerardo Machado y su secuela. Esto, y algunos roces con los comunistas, le crearon al ABC la reputación de ser una organización de derechas, lo cual es solo parcialmente cierto. En todo caso, Carpentier, que yo sepa, nunca manifestó pública ni privadamente su militancia en el ABC, lo cual hace con vehemencia en estas cartas a su madre, donde alardea de haber estado a cargo de propaganda en París.
Hay que partir de que Carpentier fue en extremo precavido en cuestiones políticas, pero por encima de todo hay que tener en cuenta que el ABC fue estigmatizado por el régimen de Fidel Castro. Saber hoy que Carpentier fue miembro de este grupo explica varias cosas, entre otras los equívocos de Carpentier sobre su participación en la lucha contra Machado, pero especialmente la hostilidad contra él que siempre manifestó Juan Marinello, viejo comunista, que escribió reseñas negativas de ¡Ecué…! y de El acoso, y que en 1974, durante los festejos para celebrar los setenta de Carpentier, y su incorporación al Partido Comunista, dijo que de entonces en adelante iba el novelista a hacer su mejor obra —¡a partir de los setenta!
Revela además este descubrimiento la conspiración de silencio que ha habido en la Cuba de Castro sobre el pasado político de Carpentier. Muchos tienen que haber conocido la participación de Carpentier en el ABC, pero nunca se mencionó, ni apareció en las múltiples notas biográficas, cronologías, historias de la literatura, antologías, recopilaciones de artículos, ni ninguna de las tantas publicaciones de divulgación a todos niveles que han salido desde 1959. Fue un secreto colectivo impuesto por motivos partidistas, como el del lugar de nacimiento de Carpentier que, según me dicen, algunos siempre supieron en Cuba. La introducción y notas del presente libro perpetúan estas prácticas.
Lo que nunca llegamos a saber leyendo estas cartas es cuándo tuvo Carpentier el tiempo para hacerse de la vasta y profunda cultura que sin duda tuvo, cuándo leyó tanta literatura e historia, dónde aprendió tanto de historia del arte y de la música. Sus actividades con músicos contemporáneos, sobre las que sí nos enteramos en Cartas, nos permiten ver cómo Carpentier pudo estar tan al día en cuestiones de música clásica y popular de su momento. Pero la sólida preparación que llegó a tener, por ejemplo, en historia de América tuvo que exigirle horas de lectura de largos, complicados textos coloniales, algunos de difícil acceso en su época.
En cuanto a su capacidad como investigador, que se manifiesta en todas sus grandes novelas, debe haberla adquirido solo, porque Carpentier, aparte del bachillerato cubano, y los inicios de una carrera de arquitectura en la Universidad de La Habana, fue un autodidacta. De la síntesis de todos esos conocimientos surgió su obra grande, cuando aprendió, probablemente del Dante, a conciliar la experiencia personal y la historia, en relatos en que los orígenes del Nuevo Mundo son el tema principal, como en esa joya tardía suya que es El arpa y la sombra.
El cómo y el por qué del secreto de esa síntesis no lo descubriremos en Cartas, ni en ninguna otra parte.
Del autor
Tomado de http://www.yale.edu
Por Roberto González Echevarría
Phone: (203) 432-1153
Email: roberto.echevarria@yale.edu
Ph.D. Yale University 1970, Sterling Professor of Hispanic and Comparative Literature.
Areas of interest: Latin American literature, Colonial Spanish American literature, Spanish Golden Age literature, Comparative literature.
Among other works, he is the author of: Alejo Carpentier: The Pilgrim at Home (1977, 1990); The Voice of the Masters: Writing and Authority in Modern Latin American Literature (1985); Myth and Archive: A Theory of Latin American Narrative (1990, 1998); Celestina’s Brood: Continuities of the Baroque in Spanish and Latin American Literatures (1993); The Pride of Havana: A History of Cuban Baseball (1999), and Crítica práctica, práctica crítica (2002). His Myth and Archive won the 1989-90 MLA’s Katherine Singer Kovacs Prize and the Latin American Studies Association’s 1992 Bryce Wood Book Award, and The Pride of Havana received the Dave Moore Award for the Best Baseball Book of 2002. His Love and the Law in Cervantes (2005) had its origin in his 2002 DeVane Lectures at Yale.
He is the editor of The Oxford Book of Latin American Short Stories (1997), a CD Rom on Cervantes (Primary Sources Media, 1998), Don Quixote: A Case Book (Oxford, 2005), and Historia de la literatura hispanoamericana (Cambridge University) (Gredos, 2006). He co-edited The Cambridge History of Latin American Literature (1996) as well as Cuba: un siglo de literatura (1902-2002) (2004).
Translations of his works include: La prole de Celestina: continuidades del barroco en las literaturas española e hispanoamericana (1999), Mito y archivo: una teoría de la narrativa latinoamericana (2000), La voz de los maestros: escritura y autoridad de la literatura latinoamericana moderna (2001), Alejo Carpentier: el peregrino en su patria (1993; 2nd. ed. corregida y aumentada, 2004), La gloria de Cuba: historia del béisbol en la isla (2004), and the forthcoming El amor y el derecho en Cervantes (Gredos) as well as, in Polish, The Pilgrim at Home. His Cartas de Carpentier (Verbum) and Oye mi son: ensayos y testimonios sobre literatura latinoamericana (Renacimiento) are in press.
An internacional symposium was held in his honor at the Universidad de Puerto Rico, Arecibo (2002) and an issue (no. 33, 2004) of Encuentro de la cultura cubana was published in his honor. He is a member of the American Academy of Arts and Sciences.
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