domingo, marzo 04, 2012

Carta abierta de Andrés Reynaldo a Leonardo Padura

Nota del Bloguista

Andrés Reynaldo en su artículo No de nuestra parte escribe sobre un reciente panel de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) de título Tan cerca y tan lejos donde participaron Leonardo Padura, Reinaldo González y Senel Paz y otros escritores cubanos sobre la brecha cultural entre escritores de la isla que viven en ella y escritores de la isla que viven fuera de ella. El periodista independiente Luis Cino, desde Cuba, en su artículo Boberías y papelazos fue aún más fuerte que Andrés Reynaldo en la crítica al triste papel desarrollado por ese trío de miembros de la UNEAC en dicho panel, pero muchos de los ¨argumentos¨ ( ¨recursos¨ serían una mejor palabra para definirlos) de Leonardo Padura sencillamente quedarían invalidados desde un inicio con Luis Cino; aclaro que conlo anterior no estoy aceptando en nada de que algunos de esos ¨recursos¨sean válidos para desacreditar al periodista exiliado Andrés Reynaldo.
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Carta abierta a Leonardo Padura
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Continúa la polémica a propósito de un panel sobre la literatura del exilio celebrado en la UNEAC.
También sobre el tema: Saumell, Hernández Medina, Ponte, Reynaldo.
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PorAndrés Reynaldo
Miami
03-03-2012


Estimado Padura:

Ha circulado recientemente una nota tuya titulada Los profesionales del odio. Considerando que eres miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), un organismo estrictamente controlado por la Seguridad del Estado, que suele apoyar a la dictadura lo mismo para un fusilamiento que para elevar el perfil literario de las energúmenas reflexiones de Fidel Castro, podía pensarse que se trata de una autocrítica.

Pero no. La nota concierne aparentemente a quienes desde el exilio hemos comentado tu participación en un panel que conjeturaba la posibilidad de que los escritores de afuera publicaran adentro, siempre que se guardara el debido respeto hacia "el sistema". Digo "aparentemente" porque en tu nota eludes de manera tan soberana como torpe el tema de la discusión. (Es necesaria una coletilla de editor para situar el contexto.) O sea, que tu nota no contiene un punto de vista sino un punto suspensivo.

Puesto que no me gusta hablar a nombre de nadie, voy a lo que me toca, en singular. Estableces una metatránquica parábola entre José María Heredia y Domingo del Monte. Como todos sabemos, Heredia, un gran poeta, fue atacado por haber solicitado permiso a las autoridades coloniales españolas para visitar a su madre enferma en la Isla. Del Monte, un poeta mediocre, fue uno de sus críticos. La Historia ha situado a Heredia en el múltiple panteón de la Patria y la Poesía. Sobre Del Monte todavía recae (según tú y algunos historiadores) la sospecha de haber cometido horrendas delaciones que costaron no pocas vidas, así como crueles represiones.

( Leonardo Padura )

En esa alambicada construcción te adjudicas el papel de Heredia y supongo que a mí (o a otro, o a todos tus críticos) tocan los ropajes del infame Del Monte. Tengo por disciplina ignorar los mensajes sesgados, crípticos e intimidatorios. Yo hablo y escribo con nombres y apellidos. En mi ya larga y fatigosa carrera periodística, he sido acusado de agente de la Seguridad del Estado por la extrema derecha y de agente de la CIA por la extrema izquierda. Pero voy a prestarte atención, en aras del reencuentro nacional. Te pido, a cambio, que me hables claro.

Te emplazo a que me digas cómo es que me sirve el sayo de Del Monte, en caso de que haya sido conmigo la pulla parabólica, a fin de despejar esta triple duda: 1) sabes algo de mí que crees que yo no quiero que se sepa, lo cual es una modalidad del chantaje; 2) no sabes nada de mí pero quieres callarme la boca, lo cual es una modalidad de la censura; 3) estás lanzando una cortina de humo sobre la discusión que nos trae hasta aquí, lo cual es una modalidad de la impotencia.

Dadas tus circunstancias (al fin y al cabo vives a merced de un dictador que no tiene mucha tabla para estos regodeos literarios) las tres variantes son políticamente prudentes, aunque ética e intelectualmente reprobables.

De todos modos, debes tener en cuenta la fragilidad de tu parábola. Aunque yo, o cualquier otro, o todos los que comentamos desde esta orilla sobre el panel de la UNEAC, seamos el mismísimo Del Monte, eso no te convierte en Heredia. Más bien empantana la discusión en la retórica ambigua, escurridiza, bonchista y paranoica del más rancio pensamiento totalitario. Pasamos del debate sobre Cuba a las páginas de Cubadebate.

Los otros comentarios escolares sobre la envidia y los intentos de escamotear la grandeza (¿estarás hablando de la tuya, no?) me tienen sin cuidado. Te juro que tú no figuras en la lista de los escritores que envidio. Dicho sea de paso, creo que si leyeras a los escritores que envidio acabarías por escribir un poco mejor. Aun así, reconozco que has hecho una obra de notable mérito en el ámbito de la literatura antillana y que eres (para decirlo con tu imaginería decimonónica) el Príncipe de las Letras Oficiales.

Ahora, una reconciliadora exhortación. ¿Por qué no debatimos sobre los problemas del escritor en Cuba? ¿Por qué no hablamos sobre los conflictos de conciencia del escritor trabado en la maquinaria de una execrable dictadura? ¿Puedes hablar de esos temas? ¿Tienes alguna parábola para explicar cómo te las arreglas cuando se muere un preso político en una huelga de hambre? ¿Vas y te quejas en la UNEAC cuando las Brigadas de Respuesta Rápida le caen a patadas a las Damas de Blanco? ¿Cómo te sientes publicando en un país donde a los periodistas independientes se les envía de cabeza a la cárcel o, si tienen suerte, les parten la cabeza a cabillazos?

De eso se trata la discusión, amigo Padura. No puede existir, como tú propones, "un acercamiento necesario entre todos los escritores cubanos, por encima de las coyunturas políticas", porque la coyuntura política de la dictadura es insalvable, a menos que uno pierda la memoria y la vergüenza. Si tú puedes escribir sin estas valiosas herramientas, es tu problema. Como diría Ambrosio Fornet con esdrújulo énfasis (¿puedes creer que le han dado el Premio Nacional de Literatura?): tu intrínseca y autárquica dinámica engarzada en el flujo fenomenológico de tu actualidad.

Yo no estoy dictándote una moral. Simplemente acuso recibo de la mía, con el consabido margen de error. Es la práctica habitual del hombre libre. Has tomado como una deleznable presunción de alzarme en juez el cotidiano ejercicio de mi derecho a ser parte. De ahí a ser un profesional del odio hay una larga y envilecida distancia. La puedes medir, minuto a minuto, palmo a palmo, con solo poner la radio, con solo leer un periódico, con solo abrir la ventana, en la triste isla que habitas.

Debate en la UNEAC sobre escritores cubanos en el exilio

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Tomado de http://cafefuerte.com


Los profesionales del odio

Por Leonardo Padura*
02 Marzo 2012

Ya se sabe que las épocas turbulentas generan pasiones que suelen ser turbulentas. En medio de esas alteraciones, disputas y luchas por la preeminencia individual o la subsistencia de un estatus, la posible focalización del interés público en una determinada coyuntura social o política tiende a propiciar que afloren, con mayor intensidad de lo habitual, las miserias humanas.

Una de las más comunes manifestaciones de esas actitudes es la búsqueda de protagonismo y hasta de soñadas dosis de poder y, con ellas, que los individuos traten de colocarse lo más cerca posible de ese reflector alimentado por la energía de la turbulencia, pretendiendo adquirir una corporeidad con la cual jamás habrían podido soñar en épocas y sociedades normales. O, cuando menos, que tales personajes se aprovechan de las circunstancias que, en la atmósfera turbia del temporal, les permiten detentar una cercanía a la luz que en otras condiciones jamás tendrían, una posición desde la cual se erigen fiscales, aunque solo sea para crear sombras sobre quienes tienen mayor posibilidad de brillar.

Una de las estrategias más lamentables y socialmente más miserables que suelen practicar esos personajes es la de azuzar el odio desde una supuesta o pretendida pureza propia; la de reclamarle a los otros lo que el reclamante, en igual posición o disyuntiva, jamás se habría atrevido a poner en práctica. Por lo demás, no importa que la denigración sea falsa, injusta, traída por los pelos: lo importante es que la acusación salga al ruedo y circule, generando cuando menos sospecha sobre el denigrado y, de paso –algo muy ansiado- resalte la supuesta integridad del denigrante.

De las artes mezquinas y otras historias

Los cubanos sabemos mucho de estas artes mezquinas. Una de nuestras historias de odio y envidia más ejemplares ocurrió cuando apenas comenzábamos a ser cubanos. Su clímax se produjo entre los meses finales de 1836 y los primeros días de 1837 (lo cual, para una nación tan joven, constituye muestra de una larga práctica histórica), cuando el poeta romántico José María Heredia, desterrado en México por sus ideas independentistas, pidió un permiso a las autoridades coloniales para realizar la que sería su última visita a Cuba, deseoso de ver a su madre antes de morir.

Fue entonces cuando el gran mecenas pero mediocre poeta Domingo del Monte, con quien Heredia había compartido una cercana amistad en los días de la juventud, luego de un fugaz encuentro, se negó a entrevistarse con el bardo llegado del exilio.

En una carta enviada a otro de los poetas menores de aquel tiempo, Del Monte exponía las razones de su distanciamiento respecto a Heredia, y con toda intención las revestía de consideraciones de carácter político: nunca, expresaba el muy acaudalado Del Monte, Heredia debió haberse rebajado a pedir una autorización al gobierno colonial para visitar a Cuba. "...Vino a La Habana \[decía en aquella misiva] solicitando antes permiso \[...] por medio de una carta \[…] que no me gustó ni ha gustado a ninguna persona de delicadeza; \[Con tal acto de sumisión, Heredia] Perdió un prestigio inmenso poético-patriótico, tanto que la juventud esquivaba el verle y tratarle. Él, sin embargo, dice y cree que no ha cometido ninguna acción villana que lo rebaje, y extraña que se lo juzgue con tanta severidad."

Como muchas veces suele ocurrir, el en apariencia vertical Domingo del Monte sería el mismo que unos pocos años después de haber escrito estas cartas, temeroso ante el rumbo tomado por los acontecimientos en Cuba, se vería envuelto en la denuncia de la existencia de un complot inglés para promover la independencia. Según algunos historiadores, su delación (que parece no haber sido la primera) dio lugar a la llamada Conspiración de la Escalera, que costó la vida a cientos de negros cubanos, presuntos confabulados, cruelmente reprimidos.

Devaneos y oportunismos políticos

Mientras la isla se removía con ejecuciones y encarcelamientos, Del Monte huyó a Europa, a pesar de que nunca fue formalmente acusado como conspirador y de que, en varias ocasiones, se manifestó públicamente contrario a cualquier intento independentista. En Europa vivió como un príncipe, hasta el fin de sus días.

En realidad, detrás de aquellas palabras y actitudes de Del Monte se escondían dos poderosas y muy mezquinas razones: la primera, la más peligrosa, era que precisamente Heredia conocía de los pasados devaneos y oportunismos políticos del ahora gran mecenas de la literatura cubana, una historia que provenía de los días lejanos en que Heredia se había enrolado en una conspiración independentista y Del Monte -descubierto aquel complot, ese sí real- se había esfumado del mundo civilizado para ir a esperar el paso de la tormenta en un pueblo todavía hoy remoto, en el casi despoblado confín occidental de la isla.

La razón de su actitud de 1836, obviamente, implicaba una estrategia de ocultamiento de pecados propios a través de la exhibición lacerante de posibles deslices ajenos, criticados con acritud en misivas y charlas que, él bien lo sabía, trascenderían al espacio público.

La segunda razón es que José María Heredia era considerado por entonces la más importante voz lírica de Cuba, una de las más notables de América y del ámbito de la lengua española, mientras del Monte solo había llegado a ser un pergeñador de versos mediocres. Esta otra motivación, en aquella época y todavía hoy, se llama envidia y se manifiesta a través del odio y sus múltiples explosiones encaminadas a escamotear la grandeza a la que resulta imposible aspirar por méritos propios: un sentimiento que germina silvestre en los mundillos culturales. Y con especial fertilidad en los cubanos, donde resulta más fácil hallar vituperios que elogios. Dentro y fuera de la isla.

(Leonardo Padura en Miami, en el 2010)

Si me detengo en una historia lejana en el tiempo, propia de unas circunstancias ya inexistentes en sus detalles, es porque su contenido humano tiene no solo un carácter ejemplar, sino, sobre todo, permanente. Más aun: espantosamente actual.

La estrategia de atacar “al otro” para, con esa cortina de humo, ocultar biografías bochornosas, miedos vividos, valentías nunca mostradas, participaciones que luego resultan molestas dentro de la nueva biografía re-creada, ha sido una práctica a la que han acudido personajillos de las más diversas filiaciones políticas y cataduras morales.

El recurso de esgrimir purezas ideológicas, supurar odios viscerales como si se tratase de urgentes actos de justicia, y vomitar toneladas de envidia por el éxito del otro, por la actitud más limpia, por la consecuencia y el valor del riesgo y el sostenimiento de la verdad (siempre del otro), forman parte de una realidad con demasiados representantes dentro y fuera de la isla, profesionales del odio y el ataque artero, al estilo delmontino. Personajes hoy muy abundantes, especializados en el ataque, la difamación y la creación de rumores.

El tiempo de la plaga

La “democratización” que ha favorecido la Internet, con los sitios webs y los blogs, han propiciado el florecimiento de una plaga de estos individuos. Cierto es que estos medios, en efecto más democráticos por su accesibilidad (acceso más que complicado y nada democrático dentro de la isla), han propiciado una vía de expresión a personas honestas y valientes que, incluso, en ocasiones han puesto muchas cosas en riesgo por expresar sus opiniones.

Pero también es innegable la abundancia de oportunistas de toda laya que, gozando de disímiles protecciones (incluso de grupos de poder), o escondiendo la propia identidad tras seudónimos, se dedican a la denigración de quienes, con su trabajo y obra se les oponen, molestan o ponen en evidencia. O simplemente a aquellos a los que envidian y, peor aun, odian, por razones similares a las que movieron, en su momento, a Domingo del Monte. Esos Del Monte de hoy saben ellos mismos quiénes son y por qué actúan como actúan.

Por eso, creo que no debe resultar extraño que en su célebre “Himno del desterrado”, poema que por sí solo bastaría para inmortalizar a su autor, José María Heredia haya debido exclamar, pensando en el destino de su patria y, seguramente, en las actitudes de algunos de sus compatriotas –de ayer y hasta de hoy, lejanos y cercanos:

¡Dulce Cuba! ¡en tu seno se miran
En su grado más alto y profundo,
La belleza del físico mundo,
Los horrores del mundo moral!

*A raíz de recientes polémicas sobre el papel de los intectuales y artistas en la sociedad cubana, el escritor Leonardo Padura nos ha hecho llegar este artículo a CaféFuerte, que lo cuenta entre sus colaboradores. Cortesía de la agencia IPS

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Debate en la UNEAC sobre escritores cubanos en el exilio


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1 Comments:

At 10:56 p. m., Blogger Ernesto R. del Valle said...

Soy editor en Miami de la Revista Literaria GUATINí [virtual]. Guatiní es la voz tahína, aún en uso en muchas regiones del Oriente cubano, que designa al Tocororo, nuestra ave nacional. En Guatiní publican cubanos de dentro y fuera de la Isla, lleva ya siete años en el ciber espacio. Como Guatiní, está la Revista Entre Líneas, del holguinero Pedro Pablo Pérez, Editor de Voces de Hoy, Editorial que publica igualmente a cubanos de dentro y fuera de la Isla. La Revista CALLE B, desde Cumanayagua, dirigida por el poeta José [Pepe] Sánchez, miembro de la UNEAC, cumple también con este objetivo, desde dentro de la Isla, y algunas revstas más, aquí y allá, sin embargo aún existe en la Isla resistencia, reservas y falta de confianza por parte de sectores esquemáticamente políticos, para que escritores cubanos fuera del país,publiquen en Editoriales cubanas o participen en concurso nacionales. Muchas gracias. ERdelValle.

 

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