sábado, abril 21, 2012

Esteban Fernández Jr. : LA HORA CUBANA

LA HORA CUBANA


Por Esteban Fernández Jr.


Es muy difícil asegurar que los cubanos somos o no puntuales, porque si bien a la hora de la fiesta, de la reunión familiar, siempre llegamos tarde, somos completamente puntuales a la hora de arribar al trabajo. Al empleo somos los primeros en presentarnos. 

El antídoto para la tardanza cubana es mentirles y decirles que “la cosa es una hora antes”. Es decir, si el “party” comienza a las dos de la tarde hay que manifestarles que es a la una. Y así quizás lleguen a las tres, a más tardar. 

También es muy difícil saber a quien culpar (al cubano o a la cubana) por la llegada tarde a la fiesta o reunión. El cubano si sabe que mañana una organización dará un acto público ya desde hoy comienza a prepararse. 

Entonces empieza a importunar a la esposa: “Vieja ¿ tu recogiste mi traje negro de la tintorería?” “¿Tengo una camisa blanca limpia y almidonada?”

Es decir que si bien desde el día anterior ya comenzamos mentalmente las preparaciones para el banquete al mismo tiempo comenzamos a echarle encima a la mujer todas las responsabilidades. 

El día de la fiesta, o hasta puede ser una invitación que nos han hecho a almorzar, los hombres desde las 9 de la mañana ya comenzamos a bañarnos y a vestirnos. A las 10 y media ya estamos listos. O ¿no será la mujer la que nos ha puesto listos?

Mientras tanto ella (por ocuparse de las cosas de su esposo y de sus hijos) son las 12 del día y todavía ni se ha metido en el baño a bañarse. Y ahí comenzamos a agitarla: “¡Dale, dale vieja, báñate, apúrate, corre, que como siempre vamos a llegar tarde por tu culpa!” 

La mujer ignora eso, tal parece que es sorda. Ya es la una de la tarde y todavía no ha comenzado a maquillarse.  Ahí ya el cubano comienza a desesperarse. Mira el reloj cada 10 minutos, y grita: “¡Oye, carijo, por lo menos ya debías estar vestida!” 

Pero después del baño viene lo peor: pintarse, arreglarse, y peinarse. Y entonces cada cinco minutos, bravos, nos paramos en la puerta del baño a ver si hay algún “adelanto” pero de eso nada “la bola pica y se extiende”. 

Nos parece una eternidad la hora que la esposa se pasa ante el espejo “arreglándose” y al fin decidimos hacer lo peor, lo que vuelve loca a la mujer: Nos vamos para el garaje y nos sentamos en el carro y a cada a rato pitamos para ver si eso ayuda. 

Al fin la mujer está lista, pero ahí viene lo increíble: Mientras ella ha estado pintándose los labios y echándose colorete (y aquí hay que defender a la mujer) nosotros “no hemos hecho nada constructivo”. 

Entonces la esposa pregunta: “Viejo ¿están todas las puertas y ventanas cerradas?” “¿Te ocupaste de apagar el aire acondicionado antes de salir?”... 

Desde el carro le gritamos: “No, no te preocupes de eso”, y la mujer responde: “Ah ¿tu quieres que mientras no estemos en la casa entre un ladrón por la ventana que dejamos abierta y nos robe lo que tenemos y lo que todavía debemos?", "O ¿deseas que el mes que viene la cuenta de la electricidad sea de 500 dólares? Fíjate que todas  las luces de la casa las dejaste encendidas, chico bájate del carro y ocúpate de eso”. 

Al fin la dama cubana se sienta en el carro junto a su esposo, lo mira con una sonrisa de compasión y le pregunta: “¿Tiene gasolina el carro?” El hombre responde: “No, ni una gota, pero ahora yo paro a echarle”. La mujer le dice: “Pero, eso pudiste hacerlo en lo que yo me emperifollaba". 

Después de 20 discusiones, de echarse la culpa uno al otro, la pareja de cubanos llega a la fiesta y ¡allí no hay nadie! Ni los dueños de la casa SE HAN BAÑADO TODAVÍA, y tienen que sentarse en la sala a esperar que llegue el resto de los tardíos compatriotas.