Esteban Fernández Jr.: HERBERT LIONEL MATTHEWS,
HERBERT LIONEL MATTHEWS
Por esas cosas inconcebibles de la tragedia cubana, ni Fidel Castro lo mandó a buscar a él en particular, ni el americano sabía exactamente lo que le deparaba la vida al arribar a nuestro país junto a su esposa Nancie. La cuestión es, que este viejo atrevido le hizo mas daño a la Isla de Cuba que 20 terremotos y 30 tsunamis.
A Castro, ni por la cabeza le pasaba en aquellos momentos que se entrevistaría con un extranjero. Lo que sucedió fue, que ante su sorpresa, el régimen de Batista lo había dado por muerto y había declarado diezmados todos los expedicionarios. Entonces el caudillo, herido en su egocentrismo y poniendo en práctica su delirio de ‘figurao’ y protagonismo, decide desmentir esa creencia.
Con ese propósito, le ordena a uno de sus testaferros, llamado Faustino Pérez, que bajara al llano y le trajera a un periodista de alguno de los mayores rotativos del país. Pero Faustino se tropieza con el escollo de que ningún reportero quería correr ese riego. Entonces, de alguna forma, se comunican con el New York Times en Cuba, y consiguen que le den la encomienda a Matthews de partir para La Habana “donde va a participar de un acontecimiento histórico”.
Fue fácil convencer al afamado izquierdista y amante de las aventuras, de que subiera a la Sierra Maestra a entrevistarse con un "hombre honesto" que él lograría convertirlo en un nuevo héroe. Y para desgracia nuestra lo logró. Sin embargo, ni Faustino Pérez, ni el chofer del pisicorre "Willy", que lo conducía un tal capitán Felipe Guerra Matos (después del triunfo ocupa la dirigencia del INDER y otros cargos oficiales), confiaron en que “este hombre, supuestamente enclenque, esté físicamente apto para la peligrosa travesía”.
Sin embargo, lo de “riesgoso trayecto” era simplemente por lo abrupto del terreno, no por la agresividad de los soldados y guardias rurales quienes con sólo decirles que: “Este es un viejo millonario norteamericano que quiere hacer inversiones en Oriente” lo saludarían afectuosamente y le permitirían el paso. Total, hasta ellos se habían tragado el paquete de la muerte del líder de los alzados.
Al final, después de darle un montón de vueltas innecesarias, de mostrarle montones de “combatientes” a su alrededor, de engañarlo enseñándole los mismos “rebeldes” 20 veces, de hacerle creer que estaban rodeados de feroces batistianos, le presentaron al “abnegado combatiente” el 17 de febrero de 1957. Deslumbrado, el cronista vio ante él “la viva estampa del sacrificio”...
(Fidel Castro y Herbert Matthews)
Hasta ahí todo está bien. No hay nada que objetarle, a no ser que con toda esa experiencia que le atribuían, lo hicieron hacer el papel del bobo de la yuca, pero eso todavía no es un crimen.
Lo malo viene cuando después del intercambio de unas cuantas palabras con el monstruo- mal dichas y pronunciadas de ambas partes por desconocimiento de los idiomas- Matthews se convierte en su principal apologista. Lo pinta ante el mundo y ante el pueblo cubano, como un libertador, como un nuevo Robin Hood, rodeado de cientos –quizás miles- de abnegados seguidores. Y parte de la prensa cubana -a la saga de la nefasta revista Bohemia- se hicieron eco del sacrificio de un grupo de patriotas dispuestos a llegar hasta la inmolación si era necesario. "Libertad o muerte" era la consigna.
Y eso lo decía uno de los periódicos “más respetados del mundo” y uno de sus reporteros más brillantes. Batista era un mentiroso y el desplome de su gobierno era inminente. Herbert Matthews, tras unas horas de escuchar a un facineroso, comunista y embaucador, se convirtió en su máximo vocero. El New York Times, mediante este mequetrefe, logró convertir a un gangstercillo en una figura intercontinental. Ni por un segundo se le ocurrió utilizar la neutralidad periodística, ni hurgar un poquito en el pasado del entrevistado antes de escribir sus impresiones.
Y como consecuencia trágica cada vez que ha habido en 54 años un derramamiento de sangre inocente en nuestro país provocado por el castrismo, se le puede atribuir en parte a la imprudencia y complicidad de Herbert Lionel Matthews, que hizo lucir como un dios a alguien que era la encarnación de Satanás en la tierra.
¿El pago? A principios de 1959, Herbert Matthews se apareció “victorioso” en La Habana. Le dijeron que el “Comandante en Jefe” estaba hospedado en el Havana-Hilton y para allá se fue. Lo tuvieron cuatro horas -haciendo antesala- esperando en el “lobby”. Al fin, salió Castro como un bólido, levemente le estrechó la mano sin efusión alguna, y siguió su camino dando los primeros pasos encaminados a esclavizar a Cuba.
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