Esteban Fernández Jr. : LA HISTORIA NO LO ABSOLVERÁ
Adolfo Hitler
"Mein Kampf" "Mi Lucha" ( Capítulo 15 DEL Tomo II, O Capítulo 27 cuando dicha obra se presenta en un solo volumen)
( Tomado de http://www.resistenciaria.org/lucha/lucha27.htm )
¨En su casa, en la calle 11 del barrio El Vedado, en La Habana, Celia Sánchez, tan unida a Fidel Castro, del que era secretaria, confidente y la única relación humana, repetía a muchos aquella cantilena de Camilo, advirtiendo a Fidel, con aquel humor cortante e incisivo, que le permitía decir las cosas más graves entre desarmantes risas y y expresiones simpáticas: ¨Fidel, hay que escribir la historia, que un día tú estarás viejo, y los viejos cuentan muchas mentiras y ya no estará aquí Camilo para decirte ¨Vas mal Fidel ¨.¨ A lo que el comandante, mordiendo el tabaco, respondía: ¨Tú no cambias, Camilo, tenemos que hacer cosas más importantes ahora que contar la historia de la Revolución. Ya llegará el momento.¨
¿ De dónde y por qué nacía esa preocupación de Camilo por la historia ?
No de la vanidad de que la historia registrase su fama. A Camilo le gustaba más hacer la historia que contarla. No era un vanidoso que anduviese predicando sus hazañas, de las que nunca hablaba, excepto cuando contaba anécdotas humorísticas, como cuando hizo prisionero a Guevara. Era que él había vivido aquella historia y se emocionaba recordando que Radio Rebelde y el propio Fidel Castro decían siempre la verdad, incluso si se sufría una derrota, grande o pequeña, como cuando la columna de Jaime Vega, debido a errores cometidos, fue aniquilada cerca de Camagüey, en octubre de 1958.
Su preocupación se inicia con la toma del poder y se agudiza cuando se comienza a mitificar la historia, cuando Fidel comienza a hacerla suya contando mentiras. Camilo, que era uno de aquellos doce, los doce que Fidel hace famosos a su entrada en Santiago de Cuba, sabía que ésta era una descomunal farsa de lo entonces ocurrido. Aquél fue el primer mito de Fidel, usar el legendario número bíblico de los doce apóstoles, afirmando que la Revolución la habían ganado aquellos doce primeros guerrilleros que comenzaron la guerrilla en la Sierra Maestra en 1957.
A comenzar de lo más simple: no eran doce, sino diecisiete. Sólo que Fidel excluyó a los cinco primeros campesinos serranos, conocedores de todos los trillos y vericuetos de las montañas, familiares de los Pérez y de centenares de guajiros de la Sierra que les ofrecieron protección y los habían conducidos a lugares seguros en las montañas, en medio de aquellos días tan difíciles, para hacerle decir a Fidel Castro de una manera eufórica¨Ya Batista no me gana la guerra.¨ Pero fueron los campesinos serranos del 26 de Julio los que les salvaronla vida, rescatándolos cuando estaban perdidos y tenían los guardias cerca. Esos campesinos no estaban allí por casualidad, habían sido mandados por el Movimiento. Camilo sabía, por boca de aquellos mensajeros salvadores, que no actuaban por pura espontaneidad: eran el grupo de los miembros del 26, organizados por Frank País y Celia Sánchez, encargados por éstos de esperar con camiones y refuerzos el desembarco de los expedicionarios. Y también sabía que, al naufragar primero y ser dispersados después por el Ejército, el 5 de diciembre de 1956, en Alegría de Pío, los 82 expedicionarios, sorprendidos por una relativamente pequeña tropa militar, se desbandaron en la huida, mientras unos caían en manos de los guardias, si tomaban la dirección equivocada y no podían ser rescatados y reagrupados por los campesinos del 26, que, con ayuda de otros, los buscaban en aquel naufragio primero y aquel desastre después, producidos por la falta de experiencia guerrillera de los expedicionarios.
Camilo conocía muy bien lo ocurrido, que no era un secreto y que muchos de los expedicionarios le habían contado. La dispersión fue tal, que el jefe de la expedición, Fidel Castro, quedó en un cañaveral solo en compañía de Universo Sánchez y, poco después, de Faustino Pérez, y los tres fueron rescatados por Guillermo García y Manuel Fajardo, miembros de la célula del 26. Y lo mismo ocurrió con los grupitos de Guevara, Raúl Castro, Almeida, Camilo y los otros.
Al mitificar a los doce guerrilleros del Ejército Rebelde, comenzó Fidel Castro la reescritura de la historia, e hizo desaparecer el movimiento clandestino, creado por él mismo en el 53, cuando el asalto al Moncada, cuyos miembros no eran los comandantes que tenían que cumplir órdenes, sino los miles de revolucionarios que, en toda la isla, pensaban con su cabeza. Camilo sabía que la contada por Fidel no era la historia verdadera. Eran los hombres mandados por el Movimiento quienes los habían salvado, los que les habían enviado inmediatamente refuerzos, armas, parque, medicinas y, un mes después, bajo la dirección de Frank País, habían llevado a la Sierra Maestra a Herbert Matthews, famoso columnista del New York Times que, invitado por el Movimiento de La Habana, se entrevistó con la resistencia de Santiago, cuyo reportaje creó la leyenda de Castro y la guerrilla.
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Camilo sabía que, a la toma del poder, Fidel Castro había glorificado y dado las armas al Ejército Rebelde, y habían desaparecido el Directorio Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio, excluyendo así de la vida política a la clandestinidad. Al llegar a La Habana en enero, Camilo vió cómo la ciudad estaba patrullada por fuerzas del 26, que ocupaban estaciones de policías y oficinas gubernamentales, que mantenían el orden, evitaban la anarquía, la venganza y el desorden, siguiendo las instrucciones que impartía desde la televisión la sección de propaganda del Movimiento 26 de Julio, dirigido por Vicente Báez y otros, en cadena con las principales estaciones de radio y televisión de Cuba. Y el propio campamento militar de Columbia, que había sido ocupado por el coronel Barquín y los ex militares puros, junto a los ex presos políticos de la dirección del 26 en Isla de Pinos, Armando Hart, Hidalgo, Del Pino, que tenían con ellos un acuerdo unitario. Y cómo habían hecho fracasar la maniobra del general Cantillo, que quiso nombrar un gobierno provisional con el apoyo de la embajada de Estados Unidos y de otros elementos conservadores, en el último intento de arrebatarle el poder al movimiento revolucionario.¨
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LA HISTORIA NO LO ABSOLVERÁ
Ni el ataque al cuartel Moncada fue encaminado a derrocar al régimen de Fulgencio Batista, ni la autodefensa de Fidel Castro el 16 de octubre de 1953 en el Palacio de Justicia de Santiago de Cuba tenía la menor oportunidad de lograr su libertad ni la de los atacantes. Preconcebidamente ambas cosas iban dirigidas al fracaso, pero lograrían el objetivo de catapultar a la fama la figura de un gánster , vago consuetudinario y egolatra.
En un país lleno de brillantes abogados criminalistas, como por ejemplo mi coterráneo Juanito Baleri Busto, ¿qué necesidad tenía de auto defenderse un abogaducho del montón, recién graduado, y que no había defendido nunca ni a un ternero escapado de la finca de su padre?
Lo importante era montar un espectáculo de envergadura y anunciar un programa político para la Cuba del futuro, criticar feroz y públicamente a Batista y a sus seguidores, y como colofón, terminar su argumento usando la frase de Adolfo Hitler: “La Historia me absolverá”...
El discurso que a él le llevó varias horas redactándolo a sus voceros y corifeos les ha tomado casi 60 años rectificándolo, afilándolo, mejorándolo, cambiándole palabras, y sobre todo acomodándolo regularmente según las circunstancias. Y, desde luego, prohibiendo todo lo que hoy en día le vendría mil veces “como anillo al dedo” a él, por las atrocidades cometidas, que lo que en el año 53 le atribuyó a Batista- y a su “dictablanda”- quien sólo llevaba unos meses en el poder.
La labor de hacer un folleto con su tergiversado alegato y ocuparse de su divulgación, le fue encomendado al par de camastronas Melba Hernández y Haydée Santamaría, quienes además se encargaron de distribuirlo de mano en mano por la Isla. Actualmente, y desde hace mucho rato, repartir el documento original sería castigado con largos años de cárcel. El verdadero manuscrito “La Historia me absolverá”, representa un material subversivo en nuestra nación.
Fidel Castro fue condenado a 15 años de cómoda prisión en la cárcel de Isla de Pinos donde podía recibir y leer todo tipo de libros y cocinarse espaguetis con chorizos españoles. Allí, un preso común- falsificador de cheques- llamado Raúl Menéndez Tomasevich (después terminó siendo general castrista) alias “Tomás” se convirtió en su ayudante, criado y cachanchán predilecto.
Pero volvamos al juicio: Ese día protagonizó un alegato lleno de histrionismo, alardes, exageraciones en una absurda autodefensa en el juicio contra los asaltantes del cuartel Moncada. Apenas veinte personas estaban presentes, entre ellos los integrantes del Tribunal, el Fiscal, cuatro periodistas, abogados y los custodios.
1 Comments:
MUY BUEN ARTICULO
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