jueves, septiembre 12, 2013

Leonardo Calvo desde Cuba: ¿Por qué no quieren héroes negros?



¿Por qué no quieren héroes negros?


Por Leonardo Calvo
11 de Septiembre de 2013

Cuba actualidad, Boyeros, La Habana, (PD) Las autoridades cubanas y sus voceros aseguran que están seriamente comprometidos con el antirracismo y la plena igualdad de todos los cubanos; sin embargo, más allá de los discursos y las declaraciones, no acaban de dar muestras claras de la seriedad y el compromiso que confirmen las palabras.

Por el contrario, hay represión y ensañamiento sostenido contra los opositores afrodescendientes y los luchadores antirracistas, descarnada intolerancia contra los intelectuales oficialistas que se atreven a ser críticos y objetivos, omisión mal interesada sobre todo el movimiento global de promoción de los derechos de los afrodescendientes...

La crisis del modelo obliga a reestructurar la economía, pero los cubanos negros quedan en pésima situación y llevan la peor carga de la creciente pobreza que agobia a la sociedad cubana.

Sin embargo, es en la dimensión mental y cultural donde crece la deuda de los paladines verbales de la igualdad que durante medio siglo de poder han reafirmado los patrones de menosprecio e inferioridad con que han sido marcados los afrodescendientes cubanos por la hegemonía de las élites dominantes sin importar su signo ideológico.

El alto liderazgo revolucionario no se ha preocupado de rectificar las muchas omisiones y manipulaciones con que han sido escamoteados en la historiografía cubana el protagonismo y la enorme contribución que los africanos y sus descendientes han hecho a la conformación y desarrollo de la nación cubana.

Son muchos los hechos y figuras significativas de nuestra historia que se han destacado en los ámbitos políticos, militar, cultural, deportivo, intelectual y social para confirmar que además de su peso demográfico y económico, los afrodescendientes han jugado un papel preponderante en la conformación y desarrollo de la sociedad cubana sin lograr nunca el merecido reconocimiento, ni siquiera de esos que hace más de medio siglo dicen que gobiernan en nombre y a favor de los humildes.

Los estudiantes cubanos de todos los niveles salen de las aulas sin conocer prácticamente una sola letra de la contribución capital de los afrodescendientes a la construcción nacional.

Este 7 de agosto se cumplieron 105 años de la fundación, en 1908, del Partido Independiente de Color, que todavía constituye una página oscura y tergiversada de nuestra historia.

Siempre que se hace referencia al PIC se habla o discute sobre la masacre de que fueron víctimas, en la primavera de 1912, sus miembros a manos de las tropas del ejército constitucional por orden expresa del entonces presidente José Miguel Gómez.

Todavía la historiografía oficial no ha sido capaz de reconocer la significación histórica y política del PIC, único partido de base afrodescendiente en el continente, donde participaron cubanos de todas las razas, donde por primera vez las víctimas de siempre se convirtieron en propuesta y alternativa, con un programa altamente progresista que abarcaba los principales problemas y necesidades de la sociedad.

A pesar del desconocimiento y las recurrentes omisiones, la propuesta política y social del PIC conserva impactante vigencia, puesto que varias de sus demandas no han sido satisfechas más de un siglo después.

El año 2012, al cumplirse el centenario de la mencionada masacre ―donde ante el silencio cómplice de todas las fuerzas vivas fueron asesinados miles de personas por el único crimen de tener la piel oscura― desde el poder, lejos de reconocer a los miembros del PIC como grandes próceres de la independencia y destacados oficiales del Ejército Libertador, como héroes y mártires de la lucha contra el racismo y la igualdad, se dedicaron a alimentar la imagen de los líderes del PIC como racistas, violentos y anexionistas.

Para los gobernantes cubanos de 1912, a pesar de haber compartido con los Independientes de Color los rigores de la manigua redentora y los espacios políticos republicanos, fue muy difícil convivir con el peligro que significaba una formación política con enorme capacidad de convocatoria y una propuesta perfectamente conectada con las demandas de los más desposeídos.

Para los gobernantes cubanos de hoy resulta muy difícil reconocer que veintiocho años antes de la magnífica Constitución de 1940 y cuarenta y un años antes de que Fidel castro expusiera su programa político conocido como "La Historia me absolverá" ―donde por cierto no mencionó una sola letra sobre la desigualdad racial― los Independientes de Color expusieron las demandas y propuestas más progresistas de su tiempo.

El compromiso de los gobernantes cubanos y sus voceros queda en el discurso y las promesas. Parece imposible que la verdad y la justicia puedan ocupar el lugar que merecen en las aulas, las pantallas y la propaganda pública, puesto que ello redundaría en un serio conflicto ético y de imagen: tendrían que dejar de decir que la revolución hizo personas a los cubanos negros.

Para más señas, hace pocas semanas fueron investidos los embajadores cubanos y ninguno era afrodescendiente.

Resulta lamentable apreciar que las demandas del PIC conservan total actualidad.

Hace mucho tiempo cambió el discurso, pero con la revolución, los afrodescendientes perdimos la voz y los espacios independientes de desenvolvimiento social para convertirnos en objeto de manipulación y el discurso demagógico de los supremacistas de hoy con disfraz populista.

Las grandes figuras de nuestra historia seguirán siendo ilustres desconocidos para el pueblo cubano, como hace cien años; los falsos activistas volverán a guardar silencio ante la injusta represión racista; los millones de afrodescendientes que el censo oficial no ve, arrastran su pesada deuda con la esperanza y la autoestima. Mientras, los desacreditados gobernantes cubanos no se sonrojaran para continuar asegurando que su revolución es la que más ha hecho por los negros.
Para Cuba actualidad: montesinos3788@gmail.com
*Historiador y politólogo
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Nota del Bloguista

La responsabilidad del Presidente José Miguel Gómez en la represión de la revuelta del Partido de los Independientes de Color no se ha encontrado según afirma el historiador Jorge Ibarra; es más,  lo encontrado apunta a todo lo contrario según lo investigado por la historiadora Teresita Yglesia y que aparece al final del siguiente fragmento.


EL GOBIERNO DE JOSÉ MIGUEL GÓMEZ

Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso

(Fragmento)

Entre el 19 y el 20 de mayo de 1912 estalló la insurrección en La Maya, Guantánamo y Holguín, en la antigua provincia de Oriente, y en Sagua la Grande y en Cruces en la antigua provincia de Las Villas. El día 21 la presencia de sublevados se confirmó en cuatro de las 6 provincias del país. El 2 de junio los sublevados tomaron y quemaron el pueblo de La Maya.

Deseo señalar que desde antes del inicio de la revuelta, a fines del mes de marzo, como escribe la historiadora Yglesia, las acciones de los independientes de color se incrementaron para mostrarle al Secretario de Estado norteamericano, el cual en pocos días visitaría el país, la fuerza que tenía el PIC. Considero, por lo improcedente de la Nota del Gobierno de los Estados Unidos del 25 de mayo, que los independientes de color lograron su objetivo de impresionar al gobierno estadounidense y aparentar más fuerza, recursos, apoyo y potencialidades que los que realmente tenían.
Desatada la revuelta, el Consejo de Veteranos apoyó al gobierno de José Miguel Gómez. El gobierno cubano envió fuerzas considerables para Oriente para neutralizar la sublevación y el Senado norteamericano autorizó al gobierno norteamericano para que interviniera en Cuba si las circunstancias así lo requerían. En Cayo Hueso se concentraron 8 barcos de guerra, un buque hospital y varias embarcaciones auxiliares. El presidente norteamericano William H. Taft le comunicó a José Miguel Gómez que esos preparativos solo tenían el objetivo de proteger sin demora las vidas y las haciendas de los ciudadanos norteamericanos si el caso lo requería, pero que tales medidas no debían ser consideradas como el preludio de una invasión a Cuba. El 28 de mayo desembarcaron en Guantánamo 700 infantes de marina, y el 7 de julio los acorazados Ohio y Minnesota atracaron en dicho puerto. El 14 de julio se conoció que el ejército cubano había derrotado a los insurgentes. Las fuerzas norteamericanas se retiraron.

Según el historiador Fornés, los insurgentes alcanzaron la cifra de 2 000. Las fuerzas armadas, sobre todo la Guardia Rural, aplastó sangrientamente la revuelta. Se estima, quizás exageradamente, en 3 000 los muertos por la parte de los alzados y civiles que sufrieron la sangrienta represión. Ivonet y Estenoz fueron también víctima de esos excesos.

Se considera que el principal responsable de la masacre fue el General José de Jesús Monteagudo, amigo muy cercano de José Miguel. El General Monteagudo había sido un combatiente del Ejército Libertador, perteneciente a la caballería de la provincia de Las Villas, que acompañó a Antonio Maceo en la Invasión y que con el grado de teniente coronel fue herido de gravedad en el combate de Tirado, cerca de la localidad de San Luís, provincia de Pinar del Río, durante la campaña invasora (Loynaz, 274). El general Monteagudo había sido también miembro de la Asamblea Constituyente de 1901. La responsabilidad de José Miguel Gómez en esa sangrienta represión, es un hecho que todavía no se ha aclarado; el historiador Jorge Ibarra plantea en su libro que no se conocen las órdenes o instrucciones precisas que le dio a Monteagudo para reprimir la sublevación o para detener la represión; lo cierto es, dice el antes mencionado historiador, que Monteagudo no fue juzgado y ni siquiera destituido de su cargo. La historiadora Yglesia aporta un elemento interesante que pudiera ayudar a aclarar lo anterior, si partimos del hecho que el Presidente Gómez no tenía interés en ser reelecto. La mencionada historiadora plantea:

“Después del aplastamiento de la insurrección del Partido Independiente de Color, el general Monteagudo, jefe de las fuerzas armadas, creyó llegada su oportunidad de guiar al país desde la silla presidencial, para lo cual tenía que lograr el consentimiento del general Gómez, pero este se opuso. Los liberales de toda la nación habían elevado sus quejas al Presidente por las maniobras del jefe militar. Así, en el Antiguo Palacio de los Capitanes Generales se produjo una entrevista, considerada violenta por la prensa del período, entre los generales José Miguel Gómez y Monteagudo, y el secretario de Gobernación, Federico Laredo Bru. De esta reunión, los dos últimos salieron con la decisión de renunciar, y así lo hicieron. Pero Monteagudo había preparado todo de forma tal que cuando él faltara, se formara el caos en el ejército, y como las elecciones se aproximaban, los amigos mediaron. y ambos volvieron a sus cargos.”