lunes, diciembre 16, 2013

El mapa de la tristeza. Mario Vargas Llosa en El País sobre Guillermo Cabrera Infante y su obra póstuma Mapa dibujado por un espía

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Desde el mismo 1 de enero de 1959, y desde quizás desde antes del triunfo de la mal llamada Revolución,  no hubo tal ¨ carácter abierto y tolerante del principio¨ del que se habla en el artículo. Las cartas fueron echadas inmediatamente: el que no compartía, o fingía, tener las mismas  ideas, criterios y  pensamiento de los Castro está en contra de ellos. Hasta en el libro de Antonio Nuñez Jiménez titulado ¨En Marcha con Fidel¨se transmite esa falta de carácter abierto y tolerante: uno de esos hechos es en los primeros días cuando Fidel baja del Palacio Presidencial y le dice a unos trabajadores que estaban protestando pacíficamente en huelga que no hagan más huelga; esa prohibición de huelga laboral dura hasta el día de hoy. Fidel Castro en el mismo año 1959 prohibió tira ¨cohetesy voladores¨ en Navidad. El corto ¨PM¨, de Sabá Cabrera Infante,  que solamente muestra como personas cercanas al puerto de La Habana se divierten de noche tomando y bailando,  fue censurado porque los trabajadores cubanos debían aparecer en actitud patriótica y revolucionaria, interesados enel quehacer de la Revolución  y no en esos comportamientos. En el mismo año del cierre de Lunes de Revolución  Fidel Castro expresó en la reunión con los intelectuales en la Biblioteca Nacional: dentro de la Revolución todo, fuera o en contra de la Revolución nada;  luego,  el cierre de Lunes de Revolución no fue un hecho aislado. Tal parece, por lo que leo, que Cabrera Infante en esa época sólo se preocupaba (sin ocuparse) de lo que a él le afectaba directamente  o, cuando más, a su gremio.  Después con su obra intelectual superó ese supuesto  comportamiento.
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Tomado de http://elpais.com/elpais/2013/12/13/opinion/1386965001_655178.html

El mapa de la tristeza

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PIEDRA DE TOQUE. El libro póstumo de Guillermo Cabrera Infante reconstruye los cuatro meses llenos de desaliento y neurosis que pasó en La Habana antes de emprender el camino que lo llevaría al exilio definitivo
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Por Mario Vargas Llosa

 15 DIC 2013

El libro póstumo recién publicado de Guillermo Cabrera Infante se titula Mapa dibujado por un espía pero debería llamarse más bien El mapa de la tristeza por el sentimiento de soledad, amargura, indefensión e incertidumbre que lo impregna de principio a fin. Cuenta los cuatro meses y medio que pasó en La Habana, en el año 1965, adonde había viajado desde Bruselas —era allí agregado cultural de Cuba— por la muerte de su madre. Pensaba regresar a Bélgica a los pocos días, pero, cuando estaba a punto de embarcarse para el retorno a su puesto diplomático junto con sus dos pequeñas hijas, Anita y Carola, recibió en el aeropuerto de Rancho Boyeros una llamada oficial, indicándole que debía suspender su viaje pues el ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Roa, tenía urgencia de hablar con él. Regresó a La Habana de inmediato, sorprendido e inquieto. ¿Qué había ocurrido? Nunca llegaría a saberlo.

El libro narra, a vuela pluma y a veces con frenesí y desorden, los cuatro meses siguientes, en que Cabrera Infante vuelve muchas veces al ministerio, sin que ni el ministro ni alguno de los jefes lo reciba, descubriendo de este modo que ha caído en desgracia, pero sin enterarse nunca cómo ni por qué. Sin embargo, al día siguiente de llegar, Raúl Roa lo había felicitado por su gestión como diplomático y anunciado que probablemente volvería a Bruselas ascendido como ministro consejero de la embajada. ¿Qué o quién había intervenido para que su suerte cambiara de la noche a la mañana? Por lo demás, le seguían pagando su sueldo y hasta le renovaron la tarjeta que permitía hacer compras en las tiendas para diplomáticos, mejor provistas que las bodegas cada vez más misérrimas a las que acudía la gente común. ¿Lo consideraba el gobierno un enemigo de la Revolución?

La verdad es que no lo era todavía. Había tenido un conflicto con el régimen en 1961, cuando éste clausuró Lunes de Revolución, revista cultural que Cabrera Infante dirigió durante los dos años y medio de su prestigiosa existencia, pero en los tres años de su alejamiento diplomático en Bélgica había sido, según confesión propia, un funcionario leal y eficiente de la Revolución. Aunque algo desencantado por el rumbo que tomaban las cosas, da la impresión que hasta su regreso a La Habana de 1965 Cabrera Infante todavía pensaba que Cuba enmendaría el rumbo y retomaría el carácter abierto y tolerante del principio. En estos cuatro meses aquella esperanza se desvaneció y fue allí, mientras, confuso y temeroso por su kafkiana situación de incertidumbre total sobre su futuro, deambulaba por sus amadas calles habaneras, veía la ruina que se apoderaba de casas y edificios, las enormes dificultades que el empobrecimiento generalizado imponía a los vecinos, el aislamiento casi absoluto en que se había confinado el poder, su verticalismo y la severidad de la represión contra reales o falsos disidentes, y la inseguridad y el miedo en que vivía el puñado de amigos que todavía lo frecuentaban —escritores, pintores y músicos casi todos ellos— cuando perdió las últimas ilusiones y decidió que, si salía de la isla, se exiliaría para siempre.

(Guillermo Cabrera Infante)

Vive entregado en su fuero más íntimo a la voluntad de cortar para siempre con su país

No lo dijo a nadie, por supuesto. Ni a sus más íntimos amigos, como Carlos Franqui o Walterio Carbonell, revolucionarios que también habían sido alejados del poder y convertidos en ciudadanos fantasmas, por razones que ignoraban y que los tenían, como a él, viviendo en una angustiosa y frustrante inutilidad, sin saber lo que ocurría a su alrededor. Las páginas que describen el vacío cotidiano de ese grupo, que trataba de atenuar con chismografías y fantasías delirantes, entre tragos de ron, son estremecedoras. El libro no contiene análisis políticos ni críticas razonadas al gobierno revolucionario; por el contrario, cada vez que asoma el tema político en las reuniones de amigos, el protagonista enmudece y procura alejarse de la conversación, convencido de que, en el grupo, hay algún espía o de que, de un modo u otro, lo que allí se diga llegará a los oídos del Ministerio del Interior. Hay algo de paranoia, sin duda, en este estado de perpetua desconfianza, pero tal vez ella sea la prueba a la que el poder quiere someterlos para medir su lealtad o su deslealtad a la causa. No es de extrañar que, en estos cuatro meses, comenzara para Cabrera Infante aquel vía crucis psicológico que, con el tiempo, iría desbaratando su vida y su salud pese a los admirables esfuerzos de Miriam Gómez, su esposa, para infundirle ánimos, coraje y ayudarlo a escribir hasta el final.

La publicación de este libro es otra manifestación del heroísmo y la grandeza moral de Miriam Gómez. Porque en él Guillermo cuenta, con una sinceridad cruda y a veces brutal, cómo combatió el desaliento y la neurosis de aquellos cuatro meses seduciendo a mujeres, acostándose a diestra y siniestra, y hasta enamorándose de una de esas conquistas, Silvia, que pasó a ser por un tiempo públicamente su pareja. Este y los otros fueron amores tristes, desesperados, como lo es la amistad y la literatura y todo lo que Cabrera Infante hace y dice en estos cuatros meses, porque a lo que de veras vive entregado en su fuero más íntimo es a su voluntad de escapar, de cortar para siempre con un país para el que no ve, en un futuro próximo, esperanza alguna.

Escrito con total espontaneidad, conmueve mucho más que si hubiera sido revisado

No fue una decisión fácil. Porque él amaba profundamente Cuba, y, en especial La Habana, todo lo que había en ella, principalmente la noche, los bares y los cabarets y las bailarinas y sus cantantes, y la música, el clima cálido, las avenidas y los parques —¡y sus cines!— por los que pasea incansablemente, recordando los episodios y las gentes asociados a esos lugares, como para que su memoria tomara debida cuenta de ellos en todos sus detalles, sabiendo que no volvería a verlos, y poder recordarlos más tarde con precisión en sus ensayos y ficciones. En efecto, es lo que hizo. Cuando por fin, luego de esos cuatro meses, gracias a Carlos Rafael Rodríguez, líder comunista con el que el padre de Cabrera Infante había trabajado en el partido muchos años, Guillermo consiguió salir de Cuba con sus dos hijas, rumbo a España y al exilio, se llevó con él su país y le fue fiel en todo lo que escribió. Pero nunca se resignó a vivir lejos de Cuba, ni siquiera en los momentos en que obtuvo los mayores reconocimientos literarios y vio cómo la difusión y el prestigio de su obra lo compensaban de la feroz campaña de denigración y calumnias de que fue víctima durante tantos años. Aunque decía que no, yo creo que nunca perdió la esperanza de que las cosas fueran cambiando allá en la isla y de que, algún día, podría volver físicamente a esa tierra de la que nunca había logrado desprenderse. Probablemente sus males se agravaron cuando, en un momento dado, tuvo que reconocer que no, que era definitivo, que nunca volvería y moriría en el exilio.

Me ha impresionado mucho este libro, no sólo por el gran afecto que sentí siempre por Cabrera Infante, sino por lo que me ha revelado sobre él, sobre La Habana y sobre esa época de la Revolución Cubana. Conocí a Guillermo cuando era todavía diplomático en Bélgica y se guardaba muy bien de hacer críticas a la Revolución, si es que entonces las tenía. En la época que él describe yo estuve en Cuba y ni vi ni imaginé lo que él y los demás personajes de este libro vivían, aunque estuve con varios de ellos muchas veces, conversando sobre la Revolución, y convencido que todos estaban contentos y entusiasmados con el rumbo que aquella tomaba, sin sospechar siquiera que algunos, o acaso todos, disimulaban, representaban, y, debajo de su entusiasmo, había simplemente miedo. Antoni Munné, que, al igual que los dos libros póstumos anteriores, ha preparado esta edición con desvelo, ha puesto al final una Guía de Nombres, que da cuenta de lo ocurrido luego con los personajes que Cabrera Infante compartió estos cuatro meses; es una información muy instructiva para saber quiénes cayeron efectivamente en desgracia y sufrieron aislamiento y cárcel, o se reintegraron al régimen, o se exiliaron o suicidaron.

Ha hecho bien Antoni Munné en dejar el texto tal como fue escrito, sin corregir sus faltas, algo que sin duda Cabrera Infante se propuso hacer alguna vez y no le alcanzó el tiempo, o, simplemente, no tuvo el ánimo suficiente para volver a enfrascarse en semejante pesadilla. Así como está, un borrador escrito con total espontaneidad, sin el menor adorno, en un lenguaje directo, de crónica periodística, conmueve mucho más que si hubiera sido revisado, embellecido, transformado en literatura. No lo es. Es un testimonio descarnado y atroz, sobre lo que significa también una Revolución, cuando la euforia y la alegría del triunfo cesan, y se convierte en poder supremo, ese Saturno que tarde o temprano devora a sus hijos, empezando por los que tiene más cerca, que suelen ser los mejores.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2013.
© Mario Vargas Llosa, 2013.

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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Si mi memoria no me falla, lo que mas impulso a Cain a volcarse fue la muerte por descuido de su madre en el Hospital Reina Mercedes, luego nombrado Pity Fajardo. Y quien lo ayudo a salir fue el Cmdte. Albert Mora, que mas tarde se suicido, tambien desenganado que se enfrento a Barba Roja que se oponia tenazmente a que permitieran a Cabrera Infante marcharse. Segun tengo entendido CAIN fue un feroz partidario de la revolucion y junto a Franqui, tambien de extraccion comunista fue fiero represor de periodistas, entre ellos el hijo del creador de la Colina Lenin en Regla y alcalde del pueblo y de otros que habian trabajado en Alerta y otros medios, los que le guardaban asco y odio segun pude ver personalmente. R. A. Solera
Roberto Solera
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Pregunta del Bloguista  de Baracutey Cubano a Roberto A Solera o a Alejandro Armengol

Yo cuando estaba estudiando  mi carrera vi en  dos o tres ocasiones  a Alberto Mora  (sobre el cual también hay opiniones divergentes) cuando dirigía Extensión Universitaria pero ese vago recuerdo  lo ubica como una persona de baja estatura. Hay personas que dicen que Alberto Mora es la persona que está en segunda fila detrás del Ché y del Comandante Augusto Martínez Sánchez, entonces Ministro del Trabajo, pero yo la veo demasiada  alta para ser Alberto Mora. Mi pregunta: ¿ es ese  Alberto Mora?. Alberto Mora se suicidó cuando el Grupo Arte 7 estaba en su apogeo ; Arte 7 fue un  grupo de Extensión Universitaria dedicado a escribir sobre el   arte cinemstográfico y a exhibir y debatir las películas en los Cine-Clubs de la Universidad de La Habana. Después del suicidio de Alberto Mora, el ICAIC intervino en  el cine club universitario (prueba de la ninguna autonomía universitaria en Cuba aún antes de crearse el Ministerio de Educación superior o MES) y barrió con el grupo Arte 7, ya que el ICAIC es, ¿ era?,  la institución que la Revolución creó para atender toda la actividad cinematográfica en Cuba. (jejeje  las nuevas tecnologías acabaron con ese monopolio). El que puso la cara de interventor para explicar eso fue el crítico de cine Enrique  Colina, ante las miradas de sorpresas que tenían muchos de los presentes en el cine de la Cinemateca antes de empezar un película del ciclo de cine que se exhibía en ese momento. Yo estaba un poco al tanto de eso por varias personas que pertenecían a dicho grupo y ninguno de ellos era Alejandro Armengol.. En el cine club universitario se exhibían películas que la tiranía tenía censuradas para el público cubano en general; una de ellas es la película checa Tres Deseos y muchas películas cubanas realizadas antes de 1959. 

Ah! Augusto Martínez intentó un suicidio y fracasó y quedó minusválido.

Pedro Pablo
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Excelente comentario y atenta respuesta del periodista e historiador Robert A. Solera, autor de varios libros de carácter histórico y autobiográfico.

Pedro Pablo; No ese no es Alberto Mora, ese es Regino Boti, Ministro creo de Economia. Alberto cuando eso no era de la elite y por tanto ni por asomo estaba alli. Fue primero Administrador del Bancex, luego Bancecu y mas tarde Ministerio de Comercio Exterior. Era solo Ministro de nombre --mascaron de proa--. El de mas empuje era Jacinto Torras, hermano de Pelegrin y tio de Leon Torra que fue Presidente del Banco Nacional. Alberto se suicido por problemas personales y maritales. Se queria ir pero su madre le aducia que como iba a hacer eso. Lo habian defenestrado y puesto a trabajar de tornero. La ultima vez que lo vi esperaraba una ruta 27 en la esquina del Cine Acapulco. El Directorio decia era un traidor y seguidor del Che, que en ese entonces dominaba Mincex, el M. de Trabajo, la Reforma Urbana, el Depto de Investigacuibes Sicologicas primero en el INRA y luego en el antiguo edificcio de Educacion con testaferros como "Nito" y el Tte. Sidroc Ramos --luego director de Verde Olivo y bajo el encubrimiento del Cmdte Humberto Castello. El Directorio se reunia y Alberto iba a contarselo todo al Che. Este le pago con la sinecura del Mincex y luego le "partieron" las patas. Mas tarde estuvo en Francia y se caso con una francess y ...lo demas es historia amorosa, segun las malas lenguas. Me cuento entre ellas...Robert A Solera. Eso es Cuba Chaguito!!
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Gracias Roberto por contestarme y abundar en los detalles
Pedro Pablo
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A Omar Fernandez lo acusaba Jose Antonio pues cuando prendieron a casi todo el mundo en el Cerro, ahora no recuerdo la calle, le dijo a mi primo. "Fijate cuando lleguemos al lugar (creo era Lindero) ya la policia nos estara esperando. Omar se lo hara llegar. 

R. Solera
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Rectifico mi anterior comentario. El Che dominaba el Ministerio de Transporte [no Trabajo, lapsus mentis] con el capitan barbudo de la FEU [Omar Fernandez] y amigo de Juan Nuiry --ya fallecido-- quien era mascaron de proa tambien pues el verdadero ministro era un comunista antiguo, ahora su nombre se me escapa. Este mascaron habia estado con Chibas en los Ferrocarriles y llego con Nury a la Sierra desde Miami. BTW, Jose Antonio Echevarria decia era chivato de Ventura. Me lo dijo un primo muy amigo en Arquitectura de el Gordo.

Roberto Solera.
 
 

6 Comments:

At 10:48 p. m., Anonymous Robert A. Solera said...

Si mi memoria no me falla, lo que mas impulso a Cain a volcarse fue la muerte por descuido de su madre en el Hospital Reina Mercedes, luego nombrado Pity Fajardo. Y quien lo ayudo a salir fue el Cmdte. Albert Mora, que mas tarde se suicido, tambien desenganado que se enfrento a Barba Roja que se oponia tenazmente a que permitieran a Cabrera Infante marcharse. Segun tengo entendido CAIN fue un feroz partidario de la revolucion y junto a Franqui, tambien de extraccion comunista fue fiero represor de periodistas, entre ellos el hijo del creador de la Colina Lenin en Regla y alcalde del pueblo y de otros que habian trabajado en Alerta y otros medios, los que le guardaban asco y odio segun pude ver personalmente. R. A. Solera

 
At 12:55 a. m., Anonymous Robert A. Solera said...

Pedro Pablo; No ese no es Alberto Mora, ese es Regino Boti, Ministro creo de Economia. Alberto cuando eso no era de la elite y por tanto ni por asomo estaba alli. Fue primero Administrador del Bancex, luego Bancecu y mas tarde Ministerio de Comercio Exterior. Era solo Ministro de nombre --mascaron de proa--. El de mas empuje era Jacinto Torras, hermano de Pelegrin y tio de Leon Torra que fue Presidente del Banco Nacional. Alberto se suicido por problemas personales y maritales. Se queria ir pero su madre le aducia que como iba a hacer eso. Lo habian defenestrado y puesto a trabajar de tornero. La ultima vez que lo vi esperaraba una ruta 27 en la esquina del Cine Acapulco. El Directorio decia era un traidor y seguidor del Che, que en ese entonces dominaba Mincex, el M. de Trabajo, la Reforma Urbana, el Depto de Investigacuibes Sicologicas primero en el INRA y luego en el antiguo edificcio de Educacion con testaferros como "Nito" y el Tte. Sidroc Ramos --luego director de Verde Olivo y bajo el encubrimiento del Cmdte Humberto Castello. El Directorio se reunia y Alberto iba a contarselo todo al Che. Este le pago con la sinecura del Mincex y luego le "partieron" las patas. Mas tarde estuvo en Francia y se caso con una francess y ...lo demas es historia amorosa, segun las malas lenguas. Me cuento entre ellas...Robert A Solera. Eso es Cuba Chaguito!!

 
At 12:24 a. m., Anonymous robert a. solera said...

Rectifico mi anterior comentario. El Che dominaba el Ministerio de Transporte [no Trabajo, lapsus mentis] con el capitan barbudo de la FEU [Omar Fernandez] y amigo de Juan Nuiry --ya fallecido-- quien era mascaron de proa tambien pues el verdadero ministro era un comunista antiguo, ahora su nombre se me escapa. Este mascaron habia estado con Chibas en los Ferrocarriles y llego con Nury a la Sierra desde Miami. BTW de el Jose Antonio Echevarria decia era chivato de Ventura. Me lo dijo un primo muy amigo en Arquitectura de el Gordo.

 
At 12:26 a. m., Anonymous Robert A. Solera said...

A Omar Fernandez lo acusaba Jose Antonio pues cuando prendieron a casi todo el mundo en el Cerro, ahora no recuerdo la calle, le dijo a mi primo. "Fijate cuando lleguemos al lugar (creo era Lindero) ya la policia nos estara esperando. Omar se lo hara llegar.
R. Solera

 
At 4:14 p. m., Blogger manuelpalma28 said...

Donde puedo conseguir el libro Mapa dibujado por un espía bien sea en Miami o en Colombia Gracias si me ayudan. manuelpalma28@hotmail.com

 
At 4:17 p. m., Blogger manuelpalma28 said...

Donde se puede conseguir el libro MAPA DIBUJADO POR UN ESPIA EN MIAMI, ya que en Colombia no he podido conseguirlo y en internet solo me da la opción en españa. Gracias por cualquier información.

 

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