miércoles, enero 15, 2014

Esteban Fernández: LA "FACTORÍA"

 LA"FACTORÍA"


Por Esteban Fernández
Enero 14 de 2014
 
Considero que la gran diferencia que tienen los disidentes actuales que nos visitan con los antiguos exiliados es que nosotros fuimos recibidos con un: “¡No chico, no, lo que tienes que hacer es encontrar un buen trabajo, tratar de mejorar económicamente y olvídate de Cuba!” 

Eso me lo decían constantemente a mí que era muy joven y vine solo, pero a los que llegaban con mujer e hijos no hacía falta señalarles el camino a seguir porque ellos solos se dieron cuenta que tenían que integrarse a las fuerzas laborales y mantener a sus esposas y sacar adelante a su prole. Y las mujeres cubanas no se quedaron atrás y también se incorporaron al trabajo fecundo y honrado.

Créanme que la primera palabra nueva que yo aprendí en el exilio fue “factoría”. A eso en Cuba le llamábamos “fábricas”. Les digo esto porque enseguida que yo trataba de averiguar “¿Dónde están los campamentos del M.R.R.?” la respuesta inmediata de todos era: “No tengo ni la menor idea de eso, pero te puedo indicar donde hay una factoría de ventanas de aluminios que están buscando gente para trabajar”.

Recuerdo que, antes de mandarle una carta a mis padres en Cuba, le escribí a un coterráneo llamado Mario Acosta esposo de una prima mía llamada Otilia Fernández porque alguien se compadeció de mí y me dijo que este pariente mío era miembro de esa organización anticastrista y podía orientarme al respecto. 

De todas maneras yo estuve varios años sin intentar labrarme un futuro -a contrapelo de la más elemental lógica y de todos los consejos y pasando más trabajo que un forro de catre- y dedicado a la causa sin recibir remuneración alguna. Sólo lavé platos en Miami Beach durante varios días, un mes en "la tomatera" junto al dirigente de la "FEU." Gregorio del Campo y mi compadre Jorge Riopedre, y dos semanas en la gasolinera de Lino Menéndez.

Al llegar a California me enamoré de Rina Rodríguez, me casé y me fui a trabajar a la tienda de ropa Lynn's- donde ella era empleada- en la calle Broadway de Los Ángeles. Nacieron mis dos hijas y la causa de Cuba se convirtió en un “part time”. En otras palabras: tuve que “morder el cordobán” y buscarme la vida incesantemente por 40 años, cinco meses y 22 días.

Como los disidentes y opositores actuales van y vienen, no son de aquí ni de allá (o son de los dos lados, yo que sé) nadie los presiona como nos ocurrió a nosotros. Además, aquí en la actualidad hay muchos exiliados que están ayudándolos económicamente. Suerte que tienen ellos. 

Pero, observe usted que la cosa cambia cuando se quedan definitivamente en el exterior y tarde o temprano comienzan los pedidos de que vayan a  trabajar. Entonces ya los tratan como nos trataron a nosotros.  O ¿fue igual el recibimiento frío a Sara Marta Fonseca -que vino para quedarse- y el que le hicieron a Yoani Sánchez?... Y ¿no es cierto que Reina L. Tamayo -la madre del mártir- y su parentela han tenido que escoger entre pinchar o comerse un cable? 

Recuerdo que durante los años 60’s cuando los cubanos que llegaron “para luchar desde el exterior por la libertad de la patria” tuvieron que ocuparse en algo, primero humildemente y después gracias a la inteligencia y el tesón comenzaron a prosperar, compraron casas, carros nuevos y enviaron a sus hijos a estudiar hasta llegar a las universidades. Los muchachos se hicieron médicos, abogados  y empresarios. Algunos han llegado a ser  alcaldes, congresistas y hasta senadores. Y Cuba, para la mayoría, se convirtió en una quimera.

Y yo pregunto: ¿Dónde estaríamos nosotros si hubiéramos estado obligados a residir en Haití o en Jamaica? Muy sencillo: ya viviéramos en Cuba libre o fuéramos dueños de esos dos países.