Alfredo M. Cepero: LA FÓRMULA DE LA ESCLAVITUD CUBANA. A MANOS DE LOS CASTRO Y CÓMPLICES
LA FÓRMULA DE LA ESCLAVITUD CUBANA.
Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
El terrorismo del régimen castro comunista y el protagonismo de su oposición han creado las condiciones alucinantes para la prolongación inaudita de la tiranía más larga y despiadada de América.
A través de nuestra vida nacional los cubanos hemos protagonizado actos de heroísmo y sacrificio tanto en el campo de batalla como en el de la oposición civil a las tiranías que hemos sufrido desde los inicios de nuestra historia. Pero, para lograr el objetivo de este trabajo de esclarecer los acontecimientos que han conducido a nuestra situación actual, se impone que nos formulemos y demos respuesta a dos preguntas. ¿Cuál es entonces el motivo para el título hiriente y, en cierta forma, desconcertante de este artículo? Y, ¿por qué no han sido coronados esos sacrificios con una patria próspera y acogedora para todos sus hijos?
La respuesta a ambas preguntas: El terrorismo del régimen castro comunista y el protagonismo de su oposición han creado las condiciones alucinantes para la prolongación inaudita de la tiranía más larga y despiadada de América. El régimen ha aplicado todos sus recursos y concentrado todos sus esfuerzos en promover el terror, el hambre y la miseria en forma indiscriminada y multitudinaria contra el pueblo de Cuba. Esas tres palabras son expresiones del terrorismo estatal, definen el apocalipsis cubano y muestran la naturaleza diabólica del régimen. El resultado: un ciudadano aterrorizado, miserable y hambriento carece del discernimiento y de la voluntad para enfrentarse a sus verdugos. El protagonismo lo hemos puesto nosotros sin imposición de la tiranía. Pero a este tema volveremos más adelante.
Por el momento, veamos la última expresión del terrorismo del régimen contra la oposición cubana. Belkis Cantillo y otras 34 miembros de la organización Damas de Blanco renunciaron el 17 de agosto como representantes de dicha organización en la región oriental el Cuba. Alegaron discrepancias con Berta Soler, líder de esa organización y la responsabilizaron directamente por la crisis. Por su parte, Berta Soler alegó que sustituyó a Castillo “por conducta negligente, tolerante, desvío de recursos y sospechas de ser orientada por personas ajenas a la organización”. ¿Quiénes son esas personas "ajenas a la organización" a las cuales se refiere la señora Soler y cuáles son los motivos que las llevaron a inmiscuirse en las operaciones de las Damas de Blanco?
Las respuestas a estas interrogantes podrían ser tan disímiles como las aspiraciones de protagonismo de algunas de las integrantes del colectivo o la mano tenebrosa de una tiranía que, a través de sus espías y represores, ha hecho del espionaje y el terror sus mejores armas de supervivencia. De hecho, las Damas fueron infiltradas con anterioridad en marzo de 2011 por un esbirro disfrazado de periodista llamado Carlos Serpa Maceiras, cuyo nombre de espía era "el agente Emilio". En octubre de ese año, perdieron a su líder y fundadora Laura Pollán, en una muerte rodeada de sospechas que muchos califican de asesinato. Sospechosas y atribuidas a la tiranía fueron también las muertes de Oswaldo Payá, Harold Cepero, Miguel Valdes Tamayo, Orlando Zapata Tamayo, Adrián Leiva y Wilfredo Soto.
Las Damas, por otra parte, no han sido la única organización opositora objeto del espionaje y el terror del régimen. Moisés Rodríguez o "agente Vladimir", estuvo vinculado por años a la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN). Aleida Gómez, la "agente Vilma", era una de las principales dirigentes de la Asamblea para la Promoción de la Sociedad Civil. El presidente del Colegio Médico Independiente de Cuba, Pedro Véliz, se destapó como el "agente Ernesto" en el juicio contra Héctor Palacios y Osvaldo Alfonso. Y en la docena de miembros del Grupo de los 75, reunidos en el pueblo matancero de El Roque en octubre de 2011a solicitud del Dr. Oscar Elías Biscet, hubo un judas que se encargo de sembrar la desconfianza, la cizaña y la división.
Regresemos ahora al endémico protagonismo cubano que es la consecuencia suicida de una inflada autoestima. Nos consideramos los más simpáticos, los más inteligentes, los más valientes y los más carismáticos. Puesto en términos de nuestra jerga nacional "somos la candela". Jamás nos equivocamos, nunca aceptamos consejos de nadie, ni aprendemos por experiencias ajenas. Fue así como le dimos el tiro de gracias a nuestra incipiente república y elevamos al altar de la patria a un tirano disfrazado de libertador que nos ha sometido a 55 años de esclavitud.
Ahora bien, nuestro protagonismo no es un fenómeno reciente sino tiene sus orígenes en las primeras etapas de nuestra lucha por la libertad. Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, dos hombres honorables y patriotas pero también protagónicos, tuvieron que superar contradicciones y limar asperezas para allanar el camino hacia la aprobación de la Constitución de Guáimaro el 10 de abril de 1869. En 1875, en medio de nuestra Guerra de los 10 Años, el General Vicente García, apodado el León de las Tunas por su valor en el combate, lideró en las Lagunas de Varona, una sedición contra el Gobierno de Cuba en armas presidido por Salvador Cisneros Betancourt.
Ni siquiera José Martí, Apóstol indiscutido de nuestra libertad, se libró de confrontar desencuentros con quienes resentían su liderazgo y reclamaban para sí papeles protagónicos en nuestra Guerra de Independencia que comenzó en febrero de 1895. A partir de un discurso pronunciado por Martí el 26 de noviembre de 1891 en el Liceo Cubano de Tampa, el comandante Enrique Collazo, veterano de la Guerra de los Diez Años, llegó a acusarlo de "capitán araña" por no ponerse a la cabeza de las tropas que combatirían en Cuba. Así lo hizo el joven iluminado por el ideal y lo pagó con su vida en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895.
Otra polémica tuvo lugar el 5 de mayo de 1895, pocos días antes de su muerte, en la finca La Mejorana, donde se reunió con los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo para discutir los nuevos métodos organizativos y estratégicos de la guerra. Maceo desconfiaba de Martí y estaba todavía herido porque el Apóstol le había confiado a Flor Crombet el mando de una expedición que se suponía comandara el Titán de Bronce. Significativo es también el hecho de que Máximo Gómez se molestara cuando las tropas mambisas ovacionaran a Martí llamándolo "presidente". Las miserias humanas de las que ni siquiera escapan los grandes hombres.
Ahora bien, como ya he dicho en numerosas ocasiones, el protagonismo que más caro nos ha costado es el del diablo de Birán, cuyo nombre me niego a escribir o pronunciar. Cuando las organizaciones cubanas que combatían a la dictadura de Fulgencio Batista firmaron el Pacto de Caracas el 20 de julio de 1958 en la capital venezolana cerraron toda posibilidad de transición a una democracia representativa. Sus dirigentes sabían de los antecedentes gansteriles del barbudo y de los contactos en progreso en esos momentos con los comunistas cubanos pero accedieron a designarlo como Comandante en Jefe de las Fuerzas Revolucionarias. El resto es historia que muchos conocemos porque hemos sido sus actores o por lo menos sus testigos.
Yo por mi parte me niego a declararme vencido en esta tarea de redimir al pueblo cubano de esta horrible pesadilla. Me importa más salvar a la patria que asignar responsabilidades por su desgracia porque yo sin Cuba no valgo nada. Como mi admirado Ricardo Bofill quiero decir que "la oposición no se ha dividido sino se ha multiplicado".
Propongo, por lo tanto, una nueva fórmula para enfocar nuestros asuntos nacionales y tomar decisiones en sus quehaceres políticos. Una fórmula que no esté basada en la falsa autoestima, en la improvisación o en la euforia sino que contenga una buena dosis de reflexión, de humildad y de cautela. No más cheques en blanco a líderes locuaces y carismáticos. Obliguémoslos a que nos demuestren con sus acciones su compromiso con el bienestar y la libertad de nuestro pueblo. Ya es hora de que hayamos aprendido la amarga lección de adorar líderes y considerarnos infalibles.
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