Silvio Rodríguez, el ciber-censor
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El trovador se queja de que los exiliados vienen a su blog a “descargar sus bilis, a vomitar sus resentimientos”… ¿Sabrá Silvio “hasta dónde debemos practicar las verdades”?
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Por Luis Cino Álvarez
abril 23, 2015
LA HABANA, Cuba. — Sobre Silvio Rodríguez siempre habrá algo que decir. y desafortunadamente, por su incondicionalidad al “viejo gobierno de difuntos y flores”, casi siempre malo. A su favor solo van quedando varias decenas de canciones bellas. Las que resistieron el paso del tiempo, las que no eran panfletos por encargo, agit-prop cantada.
Al regresar a Cuba, luego de su concierto en Panamá, Silvio Rodríguez escribió en su blog Segunda Cita sus emociones acerca de los discursos de la VII Cumbre de las Américas. No dijo algo que ya no haya dicho. O al menos, de otro modo. La única novedad fue su debut como cíber-censor: cerró los comentarios abiertos en su blog y comenzó a monitorearlos, según explicó, debido a las opiniones de los exiliados.
“Tuve completamente abierto el blog, sin monitoreo, los tres o cuatro primeros meses de su existencia. Pero algo que se me había ido convirtiendo en agradable, por el milagro de la comunicación instantánea con diversos lugares del mundo, me empezó a saber mal”, refiere.
Eso de monitorear suena bastante policial y orwelliano tratándose de un artista que últimamente aparentaba mostrarse un poco más abierto. Pero no olvidemos que se trata de Silvio Rodríguez.
Siempre en sintonía con la línea oficial, para no contradecir al régimen, que no gusta de la palabra exiliados e insiste en que la mayoría de los cubanos que se van lo hacen por problemas económicos y no políticos –como si ambos problemas no fueran uno solo en una dictadura tan minuciosa como esta-, Silvio hace una corrección acerca de los autores de los comentarios que le disgustan: son “exiliados o gente que se fue por lo que fuera, pero les gusta ser identificados así”.
Silvio habla de los que se fueron, y obvia a sus compatriotas Cuba adentro que puedan discrepar, porque luego de que se enteró –gracias a sus conciertos en los barrios de La Habana- de cuán jodidos viven los cubanos, debe estar advertido también –si Abel Prieto y Miguel Barnet no le dijeron lo contrario- del poquísimo y muy caro acceso a Internet de que disponen unos pocos para desperdiciarlo en leer sus posts en Segunda Cita y comentarlos. Para expresarle, por ejemplo, que no pensaban que se refería al bloqueo estadounidense, sino al castrismo cuando escribió del daño hecho al pueblo de Cuba por “una tortura de tuercas que no han parado de apretar, lo que nos ha alimentado el básico instinto de la supervivencia”. ¡Silvio siempre tan poético y ambiguo!
Silvio se queja de que “los exiliados venían a Segunda Cita a “descargar sus bilis, a vomitar sus resentimientos, a hacer su propaganda machacona”.
“¿Por qué somos así algunos cubanos? No se me ocurre mejor argumento que por muy mala educación. Tenemos, además, el mal hábito de descargarle toda nuestra frustración al guagüero…Cualquiera tiene derecho a ser y a pensar como quiera. Pero no quiero que me hagan lo que yo no le hago a nadie, muchísimo menos por como piensa. Ese tipo de conducta me parece francamente indecente”, afirmó.
Cuando uno lee esto, no puede contener las ganas de preguntarle a Silvio por qué no le dedica una tirada similar a la tropa de choque chusma y sumisa de esbirros disfrazados de “sociedad civil”, si él debe haber visto o escuchado sus gritos histéricos cuando estuvo en Panamá.
¡Da pena Silvio Rodríguez! Aunque una vez se pronunció por ello, no acaba de quitar la letra “r” a la revolución por los muertos de la felicidad de no sé quien carajo que pusimos entre todos en diversas circunstancias, cuál de ellas más espantosas. ¡Y los muertos que faltan para de todos modos seguir con la infelicidad!
Que no se esfuerce Silvio en diferenciar a los cubanos que se van de los que se quedan. Sería mucho mejor que se fueran los buitres y las ratas y todas las alimañas en vez de nuestras muchachas y muchachos, y con ellos, el futuro.
Que no nos reproche más nuestra falta de educación y nuestra manía de cogerla con el guagüero y el panadero, en vez de con los verdaderos culpables. Esa es una suerte para sus jefes.
Lo poco que le queda de bueno a este pueblo no es gracias a la revolución, sino a pesar de ella. ¿Sabrá Silvio “hasta dónde debemos practicar las verdades”? Si alguien roba comida al Estado que lo aplasta y resulta que después no da la vida -¿por qué iba a darla si no tiene otra de repuesto?- es sólo otro cubano más que no se resigna a morir de hambre y desesperanza, que es uno de los peores modos de morir. Sencillamente eso. ¿Para qué darle más vueltas?
Silvio lo sabe, pero no lo dice o casi lo dice pero luego se escabulle, y cuando parece que viene, se va, y viceversa. Por eso ya no puedo con él y sus canciones. Y tampoco con sus posts en Segunda Cita. Como el que escribió sobre la Cumbre de Panamá. ¡Y todavía no quiere que haya bilis!
luicino2012@gmail.com
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