Maduro contra las cuerdas
Por Pedro Corzo *
21 de agosto de 2015
Nicolás Maduro y su corte están conscientes que el rojo rojito del chavismo está palideciendo ante la ola de impopularidad del gobierno engendrada en la ineficiencia, la corrupción y el abuso de poder de sus funcionarios.
Convencidos que no pueden perder tiempo ni subestimar a sus rivales, y que apartarse del poder puede significar grandes contrariedades, están montado una tramoya que les permita perpetuarse en el poder, aunque sea con menos legitimidad que la que han disfrutado hasta ahora.
La primera puesta en escena es la de nación amenazada. Sumada a denuncias de complots en los que se acusan a sectores de la oposición de estar vinculados a factores extranjeros, en este caso Estados Unidos, el enemigo preferido por los déspotas.
Sigue la persecución a ciertos opositores, lo que genera dudas y desconfianza en ese sector, labor que se refuerza sembrando la discordia con rumores, amenazas y distinciones a determinadas personalidades u organizaciones, incluidas acciones judiciales.
Dividir es el objetivo principal del oficialismo, por eso la interdicción de candidatos de la oposición a la
Asamblea Nacional, junto al rechazo de los observadores internacionales que no estén comprometidos
con el régimen.
(Nicolás Maduro)
Otro instrumento en el arsenal del régimen es estimular la inseguridad pública. Un ambiente de caos producido por saqueos y otras conductas delictivas aunque muestre la incapacidad del gobierno para resolver los problemas del país, generaría una crisis de gobernabilidad que solo el uso de la fuerza podría controlar.
Un eventual “caracazo” a nivel nacional en vísperas de elecciones, sumado a los graves problemas que enfrenta el gobierno, facilitaría a los sectores más extremistas del oficialismo recurrir a la fuerza para imponer el orden, acción que repercutiría en la suspensión de los comicios o la reducción de las garantías constitucionales, condiciones que harían imposible el triunfo de la oposición.
Es evidente que la oposición enfrenta una vez más el difícil reto de pugnar contra un régimen que al estar legitimado por el voto y controlar las instituciones del estado, cuenta con la opción de criminalizar los factores políticos que le adversen, particularmente a sus líderes.
El fortalecimiento y desarrollo de fuerzas con capacidad para enfrentar el despotismo electoral es muy espinoso, pero es aún más complicado si se intenta vincular el trabajo electoral con demandas cívicas, una de las pocas fórmulas, dentro de la legalidad, que pueden tener resultado en la confrontación no violenta con el despotismo surgido de las urnas.
Además, es un serio desafío para la oposición conservar la unidad de objetivos y métodos, si se tienen en cuenta los diferentes segmentos que la componen, mientras el régimen, más allá de las eventuales diferencias que puedan existir en la cúpula, siempre presenta una fachada sólida, ya que el poder sirve como fuerza aglutinadora.
La situación demanda que la oposición sea tolerante con las diferencias endógenas, poner el acento en la comunicación directa con sus partidarios, con la ciudadanía en general y también con las bases del oficialismo. Esta última disposición no implica cambiar o aceptar propuestas que atenten contra los valores y principios que se ha propuesto defender.
Es de suponer que en el marco opositor hay políticos y activistas sociales comprometidos con los valores democráticos, pero conscientes que las dictaduras de terciopelo legitimadas en el despotismo electoral, demandan acciones en el precario margen de legalidad que concede el régimen a los que le desafían.
Estos dirigentes, el principal objetivo a destruir por el gobierno, comprenden instintivamente que las reglas de juego para enfrentar una autocracia legitimada por el voto y con capacidad de sobornar a la población manipulando sus necesidades más básicas, no son las mismas que plantea una campaña electoral en la que los derechos de los contendientes son respetados.
Por otra parte, los conflictos internos disminuyen las críticas y cuestionamientos, mientras limitan la posibilidad de elaborar programas, proyectos viables, que presenten alternativas concretas para dar solución a los problemas que el gobierno ha sido incapaz de resolver.
Interpretar y desarrollar actividades contra un régimen despótico fundamentado en la legitimidad que otorgan los votos de unos comicios plurales y secretos, es sumamente complejo por lo que demanda una inventiva para la que los políticos de formación genuinamente democrática deben prepararse.
El chavismo está consciente que la popularidad del régimen está en cuidados intensivos y que a pesar del control que ejerce sobre la institución electoral pueden perder las elecciones, por eso enfocará muchos de sus recursos en incentivar los conflictos y exacerbar las diferencias.
La oposición debe blindarse contra sus propias contradicciones, enemistades y diferencias, sus conflictos internos podrían darle la victoria, real o trampeada, al gobierno, lo que resultaría en una siembra de desesperanzas entre sus partidarios muy difícil de remontar en el futuro.
Periodista de Radio Martí.*
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Tomado de
http://www.diariodecuba.comEl chavismo sería minoría en la Asamblea Nacional por primera vez en 16 años
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Un estudio pronostica que el partido de Maduro podría perder las elecciones del 6 de diciembre.
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DDC
Caracas
21 Ago 2015
El chavismo podría recibir obtener unos muy malos resultados el 6 de diciembre en las elecciones parlamentarias y podría ser minoría en la Asamblea Nacional (AN) por primera vez desde que llegó al poder. Asimismo, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) constituiría la primera fuerza del país.
De acuerdo con un análisis estadístico realizado por el economista especializado en econometría, Patricio Uracoa, la Unidad lograría 105 de los 167 diputados del Parlamento, mientras que el oficialismo ganaría solo 62, informa el sitio Run Runes.
La coalición opositora tendría 74 parlamentarios nominales, 30 por lista y 1 representante indígena. El chavismo, en cambio, lograría 39 legisladores nominales, 20 por lista y 2 representantes indígenas.
La MUD obtendría 55,8% de la votación, es decir, 62,9% de los diputados. Mientras que el chavismo sacaría 44,2% de los sufragios y 37,1% de los legisladores.
El 6 de diciembre se escogerán 113 diputados nominales, 51 diputados por lista y 3 diputados indígenas, para un gran total de 167 diputados en 87 circuitos en Venezuela.
Uracoa explicó que el modelo de análisis parte del principio de que cada circuito es influenciado por el debate político en el ámbito nacional, pero es diferente en cada sitio debido a las características particulares de cada sitio.
El economista calculó, basado en los resultados históricos de cada circuito, "la sensibilidad de la votación oficialista, a una variable medida nacionalmente que resuma las tendencias de la opinión pública".
Así, realizó su análisis a través de una estimación para cada circuito, la elasticidad de la tasa de votación oficialista a una variable de "opinión de situación del país".
"La estimación de elasticidades individuales de cada circuito, se basa en 87 regresiones, utilizando como insumos los resultados de las últimas 8 elecciones y la serie larga de opinión positiva sobre la situación del país de la firma Datanalisis", explicó en su blog.
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