miércoles, septiembre 30, 2015

Gina Montaner: Las lágrimas de Raúl Castro en la ONU

Tomado de http://www.elmundo.es

Las lágrimas de Raúl Castro

Por Gina Montaner


 29/09/2015

Raúl Castro no pudo ocultar la emoción al finalizar su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Tenía motivos para sentirse conmovido. Al cabo de 56 años de la instauración del castrismo en Cuba, repetía la hazaña de Fidel cuando en 1960 cautivó a no pocos enamorados de su recién estrenada revolución en la misma sede.

Raúl no posee el narcisismo arrollador que su hermano exhibió durante décadas, pero en esta ocasión tampoco faltó una atmósfera complaciente entre jefes de estado que lo han arropado como si se tratara de un estadista elegido en las urnas y no el heredero de una dinastía familiar.

Y si alguien ha propiciado tal hospitalidad ha sido el propio presidente Obama, poniendo el énfasis en el esfuerzo conjunto que él y su homólogo cubano están haciendo para que finalmente se levante el embargo. "El cambio llegará a Cuba", ha dicho, pero pide paciencia porque "no ocurrirá de la noche a la mañana". Algo de lo que no tienen duda los cientos de cubanos exiliados que protestaban en las inmediaciones del edificio de la ONU.

Obama no tiene prisa porque en el tramo final de su mandato lo que más le importa es que en los libros de historia lo recuerden como el presidente de la política de 'détente' con viejos enemigos. Su 'tempo' es muy distinto al de los expresos políticos, la viuda del disidente Oswaldo Payá o los manifestantes que en la calle se solidarizaban con el grafitero Danilo Maldonado, El Sexto, encarcelado sin juicio desde hace nueve meses por intentar celebrar un 'performance' en un parque de la Habana. El delito de El Sexto fue pretender exhibir dos cerditos con los nombres de Fidel y Raúl pintados sobre el lomo. El artista ha iniciado una huelga de hambre y pasa los días en una celda de castigo.

Indiferente a quienes afuera lo llamaban tirano y pedían democracia para Cuba, en el hemiciclo de la ONU Raúl se crecía porque el tiempo le ha dado la razón: se puede proclamar sin el menor sonrojo que "los derechos humanos son una utopía" y lamentarse de que se "distorsionen su promoción y protección", arrancando encendidos aplausos. Y se puede asegurar que solo el fin del "bloqueo" garantizará la normalización de relaciones entre Washington y la Habana, porque nadie le ha exigido que la condición 'sine qua non' es una transición con plazos para enterrar el castrismo y dar paso a la legalización de partidos políticos.

El lagrimeo de Raúl tras pronunciar el trillado discurso de un régimen que culpa a los otros de su fracaso estrepitoso sólo puede tener dos explicaciones: que ya está mayor y, como le sucede a muchos ancianos, tiene los sentimientos a flor de piel. O, y me inclino por esto último, que se ha llegado a creer las mentiras que Fidel y él han propagado. Rodeados de aduladores adormecidos por el cloroformo de la represión, los hermanos Castro han vivido sin rendir cuentas ni pagar por los crímenes cuya autoría no reconocen. Y ni siquiera en la ONU, donde deberían producirse abucheos cuando los dictadores suben a la tribuna, nadie señala con el dedo al emperador desnudo.

Durante la reciente visita del Papa a Cuba, el ex presidente de la Asamblea del Poder Popular, Ricardo Alarcón, dijo que no había razón para que alguien tan importante como el sumo pontífice se reuniera con gente sin importancia como los disidentes. Sus palabras destilan el desprecio del capataz frente a los esclavos. Lo aprendió de sus amos. Paradójicamente, las lágrimas de Raúl Castro son la prueba de su infinita desfachatez.