Tomado de http://neoclubpress.com
Cést la guerre
Por Nicolás Águila
Madrid
20 de noviembre de 2015
Estamos en guerra, señoras y señores. Lo declaró solemnemente el presidente francés. Y lo recalcó su primer ministro con tono alarmista. C’est la guerre. Así que dense por advertidos. Ni siquiera se descartan ataques químicos o biológicos contra la población civil. Guerra avisada mata también, pero que no nos encuentren desprevenidos. Con el yihadismo hay que ser proactivos y estar preparados para todo. À la guerre comme à la guerre.
El problema es que se trata de una guerra que no es guerra y sin embargo lo es. Una guerra asimétrica contra un Estado no reconocido. Es decir, un Estado autoproclamado que no es tal Estado y no obstante lo es, porque abarca un amplio territorio de Siria e Irak, controla las ciudades de Mosul, Faluya y Al Raqa, que es la capital y el cuartel general de Abu Bakr al-Baghdadi, el califa sanguinario que gobierna mediante el terror absoluto a una población que suma millones de habitantes. Que cuenta con un ejército impresionante, una banca poderosa, una administración que encarcela, mata y cobra impuestos. En fin, una sofisticada maquinaria de asesinar, con dominio de las redes sociales y sin escrúpulos, carente de toda noción ética o de carácter moral.
Mas no se trata de un simple grupo terrorista. Es el Estado Islámico, ese califato de los mil horrores conocido por varias siglas: EI, ISIS o DAESH (al-Dawla al-Islamiya al-Iraq al-Sham), siendo esta última la más recomendable porque irrita sobremanera a los yihadistas. Los molesta y les jode, al punto que
amenazan con matar a quien use la sigla. Su pronunciación recuerda el acto de aplastar un cucarachero
revuelto.
(Fuerzas especiales francesas. Foto y comentarioañadido por el bloguista de BC)
Dáesh, digo entonces con más motivo. Dáesh, por su lúdica homofonía. Dáesh, una y otra vez, para ciscarme en todos los fundamentalistas y seguidores extremistas de Alá y su profeta Mahoma. Y que vengan a por mí, que yo estoy cumplido y curado de espanto.
Dáesh es la yihad. Es el súmmum de las atrocidades horripilantes. La guerra santa contra los infieles, que somos tú y yo y todos los que no comulgamos con su credo. Dáesh es el zarpazo en el mismo corazón de Europa. El ensañamiento contra la generación Bataclán, porque los yihadistas detestan el rock y todo tipo de música (la amusia es un mandamiento de su ideología totalitaria). Y porque odian el libre desenfado de la juventud occidental.
Dáesh es la barbarie que conmovió al mundo con sus atentados en París, la ciudad de la luz y del amor sumida en el luto. Dáesh es la yihad, la vesania y la sevicia al doblar la esquina o en la misma puerta de tu casa, en Occidente o en un hotel de Mali, allá por las quimbambas del Sahel.
Francia, con razón, se declara en estado de guerra. El presidente Hollande reactiva la Doctrina Bush con el propósito de llevar la guerra al territorio enemigo, fuera de las fronteras nacionales, para matar la serpiente antes de que salga del huevo. La aviación francesa bombardea las posiciones yihadistas en el Dáesh y envía a la zona a su más emblemático portaviones, el Charles de Gaulle. Chapó.
Europa le da el OK, pero no pasa de ser un tibio apoyo, testimonial y simbólico. En un replanteo de alianzas tácticas, sorprendentemente, ha sido Rusia la que se ofrece a secundar a Francia con bombardeos coordinados a objetivos estratégicos del Estado Islámico, mientras que Obama se pone a deshojar la penúltima margarita.
Francia se levanta y canta de pie La Marsellesa: “Allons enfants de la Patrie / Le jour de gloire est arrivé!”.
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