Daniel Morcate: La dignidad de los cubanos
La dignidad de los cubanos
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Hay gobiernos, personas y pueblos enteros que ven a los extranjeros como enemigos
El gobierno de Obama ha alimentado la desesperanza que impulsa a miles a escapar de Cuba
La propuesta de Marco Rubio y Carlos Curbelo estimula el rechazo a los cubanos que se van de la isla
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Por Daniel Morcate
Enero 20 de 2016
Hace tiempo que aprendí, por experiencia propia que reforzaron lecturas juveniles, como la de Primo Levi, que hay gobiernos, personas y pueblos enteros que ven a los extranjeros como enemigos. El origen de ese prejuicio es la dificultad que tiene mucha gente para ser solidaria con el sufrimiento de los demás. Ese prejuicio justifica las peores crueldades contra aquellos que nos parecen diferentes. Y subyace a la campaña que se ha desatado en contra de los cubanos que hoy huyen de Cuba por cualquier vía con el objetivo primordial de recuperar la humanidad que les niegan en su país. Ningún observador informado se asombrará de que esos compatriotas estén sufriendo maltratos por parte de su gobierno, que en definitiva de eso vive. Pero lo que ahora presenciamos con estupor e indignación es que otros gobiernos y personas también se sienten autorizados a vejarlos, ignorar sus vicisitudes y declararles indeseables. Y que entre quienes así los rebajan se encuentran otros cubanos que viven con libertad en sociedades prósperas.
Además de la espantosa dictadura de la familia Castro, el gobierno del presidente Obama, con su torpe componenda con La Habana, ha alimentado la desesperanza que impulsa a miles a escapar de Cuba en condiciones riesgosas. Ahora Washington guarda silencio mientras familiares, activistas y líderes del sur de la Florida le piden ayuda humanitaria para los cubanos varados en Centro y Suramérica y para aquellos que llegan a tierras norteamericanas venciendo numerosos obstáculos. El gobierno de Obama pretende más bien endurecer las leyes que tradicionalmente han acogido a los cubanos que escapan de la opresión y la miseria, incluyendo la probable anulación del Programa Parole para Profesionales Médicos cubanos que instaurara el presidente George W. Bush. Como pretexto cita supuestos avances en las relaciones bilaterales, supongo que para no confesar que se trata de otra concesión unilateral al régimen de La Habana, el cual necesita continuar explotando como esclavos a profesionales de la medicina.
Para colmo, dos legisladores cubanoamericanos, situados en las antípodas ideológicas del presidente Obama, auspician un proyecto de ley que perjudicaría a los cubanos en su afán de recuperar la dignidad humana perdida. El proyecto de Marco Rubio en el Senado y Carlos Curbelo en la Cámara de Representantes se propone frenar los excesos que algunos cubanos cometen con los beneficios que les da Estados Unidos. Nadie ha documentado seriamente el alcance de tales excesos. Como ejemplo se cita un reportaje pobremente sustentado del Sun Sentinel, basado en fuentes secundarias y en los típicos dimes y diretes de toda comunidad inmigrante. Pero no se ha aportado ni un solo dato concreto sobre el monto real de los supuestos abusos. Lo que no ha impedido que surjan propuestas radicales que harían pagar a muchos justos por un puñado de pecadores.
La propuesta de Rubio y Curbelo no lleva malas intenciones. Pero estimula el rechazo a los cubanos que escapan de la isla porque llega en un momento en que Estados Unidos sufre una de sus cíclicas olas antiinmigrantes. Cabilderos y amigos de la dictadura de los Castro la invocan para exigir la erradicación de la Ley de Ajuste Cubano y otros beneficios migratorios que reciben nuestros compatriotas, no como privilegios, como se afirma falazmente, sino por el compromiso que contrajo Estados Unidos con quienes huyen del totalitarismo castrista. Es un compromiso que refrendaron norteamericanos conscientes de la responsabilidad histórica de su país en los males políticos y sociales de Cuba.
Detrás de los planes de reducir o eliminar los beneficios migratorios late el absurdo de que quienes hoy abandonan Cuba no merecen la solidaridad que merecían quienes la abandonaron antes. ¿Pero acaso se la merecen menos que los batistianos que huyeron durante los primeros años del castrismo? ¿O que los propios castristas, de generales hacia abajo, que les siguieron? ¿Que los ex presidiarios que vinieron por el puente marítimo Mariel-Cayo Hueso? Por supuesto que no. Los exiliados, con la ayuda de gobiernos y pueblos amigos, hemos acogido y ayudado siempre a los fugitivos del castrismo para que tengan la oportunidad de recuperar su dignidad humana. Y es que hemos sido conscientes de que, con ese gesto, nos jugamos nuestra propia dignidad.
Periodista cubano.
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