Juan González Febles desde Cuba: Callados y de acuerdo
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Tomado de http://primaveradigital.net
Callados y de acuerdo
Por Juan González Febles
Enero 13, 2016
Lawton, La Habana, Juan González, (PD) La Habana es algo más que sus pilas de basuras y casas en ruinas. Mucho más que gente degradada y derrotada. Es el monolito totalitario que habla desde cada uno de sus desesperanzados y míseros habitantes.
La imagen que trasciende de cada cubano en calles y esquinas es una de degradación y derrota. Son personas que optaron por aparentar que están calladas y de acuerdo. Degradados y derrotados, la mayoría sueña con emigrar. El miedo les fue sembrado en el alma. Lo peor es que este miedo lo llevarán consigo siempre. Ya sea que residan en Cuba, Miami, Madrid o cualquier otro sitio.
Algunos entre estos y aun desde una segura residencia en USA, temen pronunciarse contra el régimen militar del que huyeron. Entonces, afirman ser emigrantes económicos. Lo hacen para no perder los beneficios de su residencia en USA y para disponer de posibilidades de viajar a Cuba y pasar aquí alguna que otra temporada en disfrute precario del nuevo estatus adquirido.
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El miedo o el oportunismo de la escritora de libros infantiles que no quería responder la pregunta de Juan Manuel Cao. Pobre Indiana y pobres niños que lean sus libros,! pues lleva el calimbao del esclavo en su alma y cerebro y eso puede ser dañimo para los niños que la lean.(Video y comentario añadido del bloguista de Baracutey Cubano)
Luego de degradar y derrotar desde su interior a todo un pueblo, la ingeniería social totalitaria dispone de un terreno firme sobre el que apoyarse.
Compartiré una vivencia reciente. El pasado 06-01-2016, hubo un impresionante aunque inútil operativo represivo en mi vecindad compartida, con la sede del Movimiento Damas de Blanco en Lawton donde resido. No parecía y en realidad no era yo el objeto de los represores. Salí en la mañana a realizar una diligencia personal y atravesé el tinglado represivo organizado por la policía Seguridad del Estado sin consecuencia alguna.
Al regreso, en horas de la tarde, sobre las 4-5PM, el operativo seguía su curso y cuando lo atravesé para entrar a mi casa un joven integrante del mismo vestido de civil, me interpela y me pide identificación, (Carné de Identidad, CI) le pedí que se identificara y le dejé saber que sin una identificación en regla como prescribe la Ley, para mí era menos que nada y no le daría identificación alguna. En ese momento uno de los uniformados que estaba junto al patrullero policial 621 se adelantó y con la corrección que demanda la Ley, me pidió la identificación que le mostré, para seguir sin más incidencias hasta mi casa.
Días después andaba por la ciudad vieja, en específico el municipio Habana Vieja. Así, me moví entre los ya conocidos escombros, las pilas de basura etc., y tomé la ruta turística en que derivó la antigua calle Obispo. Entré por mera y simple curiosidad en una feria de venta de productos artesanales. Estas ferias, sus tarimas y su oferta se deben a la gestión de cuentapropistas. En ocasiones los artesanos hacedores de la belleza en oferta están al frente de sus tarimas. Así, realizan de forma directa la venta de sus producciones. En otros, buscan a alguien que se encargue de la comercialización y venta y se dedican exclusivamente a crear productos de una calidad y estéticas insuperable.
Recorrer una de estas ferias es abrirse una ventana de escape hacia la belleza. Es salir del gris mediocre de una existencia consagrada al silencio y el asentimiento. Pocos se niegan a este efímero escape. Recorrí la feria y entonces lo encontré. Estaba al frente de una tarima llenas de cadenas, crucifijos y un sinnúmero de hermosas piezas de artesanía. Lo descubrí y fingí que no le reconocía. Él tan siquiera pudo fingir. No he visto en toda mi vida una expresión de miedo, derrota y degradación, como la que reflejaba el rostro de este joven vendedor. Era el mismo parapolicial que me pidió identificación el Día de Reyes en el operativo contra la sede del Movimiento Damas de Blanco.
Temía que le hubiera reconocido y decidí darle una lección.
–Hola- dije. -¿Cuánto por los colmillos de tiburón? Sin abandonar la huidiza expresión que era una mezcla en proporción indefinida de vergüenza, estupor y miedo, respondió:
-Tres CUC
-¿Y aquello?-dije- mientras señalaba otra gangarria. Estuve varios minutos en este ejercicio de sadismo hasta que decidí, que ya era suficiente.
-Bueno –dije- Espero que la próxima vez que nos encontremos sea aquí y no en ningún otro sitio. ¡Feliz Año y hasta la vista!
Me alejé y creo que nunca olvidaré la expresión de aquel “revolucionario” tan entusiasta y dispuesto. Se apagó y asumió la expresión bovina compartida por tantos entre los decididos a emigrar y mientras, a permanecer callados y de acuerdo.
j.gonzalez.febles@gmail.com; Juan González Febles
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