viernes, marzo 11, 2016

Esteban Fernández: LA POSTA BATISTIANA

LA POSTA BATISTIANA


Por Esteban Fernández
10 de marzo de 2016

El miedo más grande y absurdo que sufre la humanidad es el terror a que la gente a su alrededor piense que usted se ha acobardado. E.FDEZ.

Ya les hablé del año 58 y del “Capitán Maravilla” hoy les voy a lanzar otra anécdota demostrativa de mis deseos de no involucrarme en nada y de no tomar partido a favor de ninguno de los dos bandos en disputa.  Comencemos por contarles este esfuerzo de mi parte por demostrar fehacientemente que no era fidelista: Junto a un grupo de muchachos regresaba montado en mi bicicleta de un viaje al Central Amistad. A la entrada del pueblo había una posta de soldados y guardias rurales. Y al cumplirse hoy (10 de marzo) 64 años del golpe de estado quiero recordar este incidente.

Ya de inmediato nos impresionó que al frente de los uniformados estuvieran los famosos Soto, Dieppa y Prudencio Sosa Blanco. Con gestos agresivos nos detuvieron. Soto tomó la palabra y lanzó como diez preguntas al unísono.  La más importante era: “¿Quiénes son ustedes?”  En esa época era una pregunta muy compleja de responder sencillamente porque a esa edad “no éramos nadie todavía” y la costumbre generalizada era simplemente decir: “Somos hijos de fulano y nietos de mengano.”

No sé por qué motivo pero yo asumí el liderazgo respondiendo a las preguntas. Pero no fue una actitud correcta sino para salir lo mejor librado de este escollo. Les dije: “Soy hijo de Esteban Fernández Roig, él es Procurador Público”. El capitán Sosa Blanco con mucha cordura se dirigió a sus subalternos y les dijo: “Yo sé quién es Esteban, él solucionó el retiro de un pariente mío, él es Auténtico pero no es enemigo nuestro” Y Soto respondió: “Bueno, aquí hay mucha gente buena que tiene hijos muerde y huye”.

(Prudencio Sosa Blanco)

Humildemente le respondí: “Mire, Teniente, le aseguro que  nunca hemos mordido a nadie y como usted podrá notar ninguno de nosotros está huyendo de nada”. El haber ascendido a Soto otorgándole los grados de “Teniente” nunca supe a quién había molestado más si al guardia rural o a los jóvenes que me acompañaban.

Pero me sentí contento porque mis amigos se embullaron y comenzaron a identificarse: “Mi padre es director de la orquesta Swing Casino, mi abuelo Marín es maestro de azúcar del Central Amistad” y otro dijo “Mi padre es José Ángel Goyriena custodio de la cárcel”.

Y ahí yo di una serie de explicaciones innecesarias que parecían convencer a la soldadesca pero irritaba extraordinariamente a mis amigos. Aclaré hasta la saciedad que yo -ni mi padre, ni nadie en mi familia- simpatizaba con los revolucionarios.  Mi sincera descarga “anti-fidelista” logró que nos permitieran pasar. Y en ese momento dije tres palabras absurdas que fueron mal interpretadas por los guardias y por mis acompañantes. Al despedirme dije: “¡Salud, salud, salud!” remedando a Fulgencio Batista.

Los soldados pensaron que era una burla, Soto extremadamente molesto me gritó: “¿Tú estás tirando a coña al General?” y mis amigos creyeron firmemente que se trataba de una adulonería inmunda. No me hablaron en una semana. Yo me defendía explicándoles que simple e inocentemente yo lo que quería era demostrar fehacientemente que no éramos parte de los que combatían al gobierno y poder salir del atolladero. Y Luis Bin me dijo: “Mejor hubiera sido que te callaras la boca”.

En 1959 fusilaron a uno de estos guardias, a Pedro Soto. Nunca supe el destino de Prudencio Sosa Blanco, pero todos sabemos que su hermano Jesús fue fusilado. Yo, en ese momento, ya ustedes saben que era radicalmente anticastrista y condené todos y cada uno de los fusilamientos.