NO TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN A LA CUBA DE MARTÍ
Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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5-23-16
"Yo quiero que la ley primera de nuestra repúblic
a sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre",
Discurso de José Martí
pronunciado en Tampa el 26 de noviembre de 1891.
El camino de los cubanos por recuperar la república que perdimos en 1959 ha sido tan largo y ha estado tan lleno de obstáculos que la mayoría de nosotros hemos perdido el rumbo con la capacidad de conducirnos a la Cuba de José Martí. La Cuba que, ya fuera por egoísmo, desidia o mala fe, cinco generaciones de cubanos fuimos incapaces de construir. Muchos de nosotros hemos antepuesto nuestros intereses particulares a los intereses colectivos de la nación cubana. Otros hemos abdicado de la responsabilidad de construir una nación "con todos y para el bien de todos". Y otros hemos contemplado a las instituciones públicas como instrumentos para servir nuestros intereses más mezquinos. El resultado ha sido 57 años de asesinatos, torturas, cárceles y miseria.
Quiero, sin embargo, dejar muy claro que no considero a la Cuba anterior a 1959 como una república perfecta. Todo lo contrario. Tenía un sin número de defectos que necesitaban ser corregidos. Pero si estoy convencido de que piso terreno firme cuando digo que era mil veces más libre, más próspera y más justa que esta pesadilla que sufre hoy el pueblo cubano. Necesitaba un ajuste en el rumbo pero no
el giro de 180 grados que la mayoría aplaudimos como corderos sin honor ni pudor algunos.
Pero, parafraseando una frase de García Lorca sobre los españoles, los cubanos "no conocemos el término medio". Todo lo hacemos a la tremenda como cuando una vez justificamos nuestro apoyo incondicional a unos forajidos sin antecedentes democráticos, formación política, ni principios morales diciendo: "cualquiera es mejor que Batista". Ahora la historia se está repitiendo en esta lucha contra la tiranía de los diablos de Birán. Confieso que me quita el sueño escuchar a cubanos patriotas y bien intencionados decir que la meta inmediata es derrocar a los Castro y que los detalles sobre la reconstrucción de nuestra patria pueden ser precisados más adelante.
A esos compatriotas les reconozco que esta lucha tiene que comenzar por lograr una Cuba sin miedo, sin hambre, sin presos, sin torturas y sin tiranos. Pero les digo que de ninguna manera puede terminar ahí. Recordando a Séneca les advierto que: "Ningún viento es favorable para quien no sabe a dónde va". Y que quienes hemos estado luchando por tanto tiempo por el ideal de una Cuba Martiana tenemos no solo el derecho sino el deber de saber que se proponen hacer si llegaran a ser gobierno aquellos a
quienes les damos nuestro apoyo en esta lucha por la libertad y la prosperidad de nuestra patria. ¡Basta ya de seguir actuando como corderos!
Para contar con cierta garantía de que cumplirán las promesas que nos hagan tenemos que comenzar por el ordenamiento jurídico, cuya piedra angular en toda república democrática es la constitución nacional. Desde nuestras guerras de independencia hasta la fecha Cuba ha tenido por lo menos siete constituciones. La Constitución de Guáimaro (1869), la Constitución de Baraguá (1878), la
Constitución de Jimaguayú (1895), la Constitución de la Yaya (1897), la Constitución de 1901, la Constitución de 1940 y la Constitución de 1976, con varias enmiendas posteriores a esa fecha.
En un marcado contraste y un período mucho más largo, los Estados Unidos han tenido una sola constitución, firmada el 17 de septiembre de 1787. Y en todo ese período, este país se ha visto involucrado en dos guerras mundiales y en varias guerras periféricas, ha superado una gigantesca crisis económica, ha sido gobernado por unos cuantos ineptos como Herbert Hoover, Jimmy Carter y Barack Obama y ha sido estremecido por luchas internas para subsanar injusticias como la esclavitud, el racismo y la discriminación contra las minorías. Sin embargo, ninguno de sus políticos o sus militares se ha atrevido a dar un golpe de estado o intentado imponer su voluntad por medios contrarios a la democracia o violatorios del estado de derecho.
¿Qué enseñanza podemos sacar de esta disparidad? La respuesta sería demasiado larga y ustedes saben que nunca abuso del tiempo o la capacidad de concentración de mis lectores. Por lo tanto, seré breve e iré al punto. Para los norteamericanos la constitución es un documento serio y sus promesas de campaña son una obligación que contraen los gobernantes con un pueblo que tradicionalmente les ha exigido que las cumplan. Y con la excepción de la anomalía que ha sido Obama, las violaciones de la constitución o de sus promesas han traído consecuencias drásticas para quienes las han violado, como lo comprobaron en su momento Richard Nixon, Herbert Hoover y Jimmy Carter.
Para los cubanos, el ordenamiento jurídico y las promesas de nuestros políticos han sido cosas muy diferentes. Nadie que sepa algo de derecho constitucional puede poner en dudas la eficiencia, la capacidad y la claridad de nuestra carta magna de 1940 para servir de base a una república democrática. Si nuestros políticos y gobernantes la hubiesen respetado no habríamos caído en el abismo del castrismo. Pero ignoraron sus cláusulas, violaron sus promesas y se burlaron del pueblo
cubano. Por aquello de que "cada pueblo tiene el gobierno que se merece", nosotros somos los principales culpables.
Pero, desgraciadamente, no caben dudas de que no aprendemos. Seguimos promoviendo nuestros intereses particulares, ignorando los intereses colectivos de la nación cubana y dando cheques en blanco a aspirantes a gobernantes que contradicen con su conducta lo que prometen hacer en una Cuba futura. Hablan en generalidades, algunos por ineptitud, otros por maldad y muchos por cobardía. Nosotros las aceptamos y seguimos improvisando sin tomarnos el tiempo de evaluarlos por su conducta. Y esa es la única forma en que podremos tener alguna seguridad de que no estamos perdiendo el tiempo ni contribuyendo a otro fracaso en nuestro camino hacia la Cuba de José Martí. Una Cuba donde "la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".
Cuando alguien se refiere a Raul Castro como General o Presidente (un general que no ganó una sola batalla y un presidente que jamás ha obtenido un solo voto), cuando alguien se niega a calificar al régimen de tiranía, cuando alguien expresa esperanzas de que los tiranos dejen el poder por medios pacíficos, cuando alguien se niega a calificar de farsa los amañados procesos electorales, cuando alguien mantiene silencio ante los asesinatos de Laura Pollán y Oswaldo Payá, cuando alguien aplaude el financiamiento de Obama a los tiranos o cuando alguien mantiene silencio ante el contubernio de la Iglesia Católica con los sátrapas no necesito más pruebas para calificarlos de colaboradores con nuestros tiranos o por lo menos de falsos opositores. No importa con cuanta elocuencia traten de encubrir su deplorable conducta. Con esa gente nunca podremos construir la Cuba de Jose Martí y yo me niego a ser cómplice de ese delito de "lesa patria".
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