sábado, mayo 07, 2016

Chanel no tiene problemas políticos. Sergio Alejandro Gómez desde Cuba sobre el desfile de modas de Chanel y la filmación de la octava parte de Rápido y Furioso en La Habana y los preocupantes síntomas de una crisis en la comunicación política en Cuba

 Comentario del Bloguista de Baracutey Cubano

Published on May 4, 2016
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Full film of the CHANEL Cruise 2016/17 fashion show that took place on May 3rd, 2016 at the Paseo del Prado in Cuba.
Cruise 2016/17 CHANEL Show in Cuba




¿Se hizo una Revolución  para este apartheid?. Antes de la Revolución los socios de los clubs privados que con su dinero crearon y mantenían esos clubs tenían todo su derecho de admitir o no la presencia  de  no socios en sus instalaciones o  la membresía  o no de una persona como socio de dicho club.  Tampoco   se restringía que una persona o un conjunto de persona creara un club social. En Cuba antes de 1959 habían sociedades  o clubs constituidas sobre la base del origen nacional, el origen étnico o racial,  las profesiones,  etc.

Lo que no se admitía es que un espacio público como lo es El Paseo del Prado de La Habana (para mí es más bonito que el de Madrid, su predecesor)  se  cierre  y se le prohiba al pueblo  usar  ese espacio.

Tengo entendido que se le pagó  40 millones de ¿dólares 0 CUC? al Poder Popular   por el uso  de las calles y avenidas  de la ciudad. También he oido  que para el uso de los carros ¨almendrones¨   en determinado momento de la filmación  los productores  pagaron 300 dólares  por vehículo  pero  que  la cantidad  que le llegó a los dueños de los ¨almendrones¨ fueron 40 CUC; el ¨sablazo¨ o la  ¨mordida¨  fue grande ...

Cercas y policiás:
 

 

 

 

 Para que el pueblo no vea  esto:




y SÍ esto:


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Chanel no tiene problemas políticos

Por Sergio Alejandro Gómez
Periodista cubano del diario oficialista Granma
dedicado al análisis de temas internacionales
4 de mayo de 2016

El desfile de modas de Chanel y la filmación de la octava parte de Rápido y Furioso en La Habana, entre otros acontecimientos de la Cuba posterior al deshielo con Estados Unidos, no constituyen problemas políticos en sí mismos; son, eso sí, preocupantes síntomas de una crisis en la comunicación política.

La filmación de un blockbuster de Hollywood, con helicóptero incluido, o cerrar el Paseo del Prado para exhibir la colección crucero de la conocida casa francesa, difícilmente logren tumbar una Revolución, mucho menos la cubana.

Pero la forma en que se interpretan esos acontecimientos, dentro del proceso de cambios que definirá el destino de 11 millones de personas, sí puede trastocar el consenso social que ha sostenido el país por más de medio siglo, que está en franco proceso de renegociación.

Toca primero saltarse los prejuicios. No por caros, los vestidos de Chanel son más capitalista que los trapos made in China del Tercer Mundo. Incluso la “ropa de masas” asume los colores y formas que decide la alta costura de Nueva York o Paris. Ser pobre no es antídoto para una globalización de la identidad que se cuela por los poros. Para eso están las copias baratas.

Karl Lagerfeld, nadie lo duda, es un artista. Sus diseños pueden costar varias decenas de miles de dólares, por el mismo mecanismo que una pintura expresionista vale millones. El dinero ama al arte y también mata el arte.

Ahora, ni siquiera las personas de clase media en los países desarrollados aspiran a tanto. Los desfiles son siempre cotos cerrados para el 1 %. Pero si en Cuba es difícil encontrar a alguien vestido de Chanel, lo es aún más definir ese 1 %.

Por eso los ojos no estaban solo en las modelos y los vestidos, sino en los carros descapotables que trajeron al público desde el Hotel Nacional y en los bancos del Prado, donde se sentaron los invitados especiales.

Todos querían saber cuál era la profesión, la billetera o el apellido correcto para clasificar en el evento del año de la farándula nacional. Y es bueno eso de conocer las élites, la gente tiene derecho, ya sea para amarlos o para lincharlos.

Poco después, un espacio público de La Habana Vieja, la Plaza de la Catedral, fue privatizado por algunas horas para la fiesta con los invitados de Chanel. La Policía Nacional y otros órganos de seguridad se hicieron cargo de blindar el área contra los curiosos.

Algunos sintieron que el espectáculo, el primero de su tipo en América Latina, era un golpe bajo contra la austeridad revolucionaria, que en más de una ocasión se ha intentado vender como virtud en lugar de necesidad.

Había mucha gente en el Prado tratando de ver el desfile, pero había aún más en las tiendas tratando de encontrar productos básicos recién rebajados como pollo y aceite de cocina.

Todos saben lo que ganan Chanel y Hollywood al escoger La Habana — la ciudad detenida en el tiempo, con su destruida belleza; la capital prohibida donde se mezclan el art deco y la Guerra Fría. La pregunta es ¿qué ganamos nosotros?

La ausencia de una respuesta pública y un debate al respecto es la raíz del problema. Cualquiera puede intentarlo por cuenta propia.

Por ejemplo, aunque se desconocen los pormenores del guion, una franquicia taquillera como la de Rápido y Furioso puede ayudar a cambiar la imagen Cuba de más de un estadounidense y con ello acelerar la caída del bloqueo a 200 millas por hora. Claro, también se puede estrellar contra un poste.

El regreso de las celebridades a La Habana, por otra parte, atrae un turismo de más recursos que necesita la economía nacional para acabar de dar un salto que se sienta en la mesa y el bolsillo de cada cubano.

En ambos casos, la parafernalia montada debe salir cara y parte de ese dinero se quedará en el país. Nadie ha dicho cuánto pagó Chanel por utilizar los espacios públicos o cuánto tuvo que erogar Rápido y Furioso por dejar el transporte de parte de la ciudad paralizado.

Saber en qué se utilizará el dinero recaudado puede ser un alivio para quien siente que la ciudad ha hecho un sacrificio. Quizás un parque, un edificio multifamiliar o pavimentar una calle.

Así todos sabrían en qué se benefician y podrían sacar su propia cuenta, lo cual no garantiza que estén dispuestos a aceptarlo por igual.

Puede ser incluso que al final se construya el parque, el edificio multifamiliar o se pavimente la calle, y nadie sepa que fue con el dinero de Chanel y de Rápido y Furioso.

Pero en lugar de explicar y debatir, los políticos hacen silencio y exigen a su prensa (la de todos) que haga lo propio.

La política siempre ha sido el arte de convencer a los hombres. La fe es una relación entre las personas y Dios, no la lógica que rige la sociedad.

Están faltando aquellos políticos que van al futuro y regresan a contarlo, o por lo menos los que lo intentan desde aquí con franqueza. Y ese futuro no puede ser uno en el que todos visten de gris. Ojalá sea uno, vaya utopía revolucionaria, en el que todos usan Chanel.
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Un periodista de 'Granma' pide que se aclaren los beneficios que extrae Cuba del desfile de Chanel

DDC
La Habana
6 Mayo 2016

El periodista oficialista Sergio Alejandro Gómez, del periódico Granma, ha reclamado en su blog que se aclaren los costes del desfile de Chanel y el rodaje de Rápido y Furioso en La Habana y que se informe de los beneficios que la población extraerá de ambos eventos.

"Nadie ha dicho cuánto pagó Chanel por utilizar los espacios públicos o cuánto tuvo que erogar Rápido y Furioso por dejar el transporte de parte de la ciudad paralizado", lamenta el periodista.

"Saber en qué se utilizará el dinero recaudado —escribe— puede ser un alivio para quien siente que la ciudad ha hecho un sacrificio".

"Así todos sabrían en qué se benefician y podrían sacar su propia cuenta, lo cual no garantiza que estén dispuestos a aceptarlo por igual", añade.

El  periodista cree que "puede ser incluso que al final se construya el parque, el edificio multifamiliar o se pavimente la calle, y nadie sepa que fue con el dinero de Chanel y de Rápido y Furioso".

Ambos acontecimientos, afirma el periodista, no constituyen "problemas políticos" pero sí, subraya, "preocupantes síntomas de una crisis en la comunicación política", por la ausencia de debate y explicaciones.

"La filmación de un blockbuster de Hollywood, con helicóptero incluido, o cerrar el Paseo del Prado para exhibir la colección crucero de la conocida casa francesa, difícilmente logren tumbar una Revolución, mucho menos la cubana", considera.

Sin embargo, añade, "la forma en que se interpretan esos acontecimientos, dentro del proceso de cambios que definirá el destino de 11 millones de personas, sí puede trastocar el consenso social que ha sostenido el país por más de medio siglo, que está en franco proceso de renegociación".

En el artículo el periodista critica que un espacio público como es la Plaza de la Catedral "fue por algunas horas privatizado para la fiesta con los invitados de Chanel" y que "la Policía Nacional y otros órganos de seguridad se hicieron cargo de blindar el área contra los curiosos".

"Algunos sintieron que el espectáculo, el primero de su tipo en América Latina, era un golpe bajo contra la austeridad revolucionaria, que en más de una ocasión se ha intentado vender como virtud en lugar de necesidad", sostiene.

"Había mucha gente en el Prado tratando de ver el desfile, pero había aún más en las tiendas tratando de encontrar productos básicos recién rebajados como pollo y aceite de cocina", concluye.

El post fue publicado en el blog del periodista y reproducido en el blog de Silvio Rodríguez.