Nicolás Águila: El legado de Eduardo Chibás para Cuba
El legado de Eduardo Chibás
Por Nicolás Águila
Mayo 26 de 2016
“Cuba tiene reservado en la historia un grandioso destino, pero debe realizarlo”, atronaba Eduardo ‘Eddie’ Chibás con su voz chillona, entre mesiánico y regañón, durante su discurso suicida del 5 de agosto de 1951, conocido como “El último aldabonazo”. La frase, a tono con el cubanísimo delirio de grandeza nacional, constituye una mezcla de megalomanía, teleología descabellada y nacionalismo primario, adobada con la demagogia mitinera y el histerismo populista.
El líder del Partido Ortodoxo, cuyo lema era “Vergüenza contra dinero”, prometía acabar con el latrocinio blandiendo una escoba simbólica que barrería con todos los males que aquejaban a un pequeño y joven país sumido en la corrupción (aunque, desde luego, no más corrupto que los demás países latinoamericanos o que la propia España de entonces y de ahora, donde hasta un concejal de un pueblecito puede volverse rico de la noche a la mañana en pleno siglo XXI).
Chibás no había podido demostrar sus graves acusaciones de malversación de fondos públicos contra el ministro de Educación Aureliano Sánchez Arango. De modo que reaccionó como el paranoico pillado en falta. O como el histérico que sobreactúa para desviar la atención y centrarla en su propia persona. En fin, que se pegó un tiro estando en antena para sobrecoger a una audiencia radiofónica ávida de sucesos impactantes.
Pero ¿por qué el líder ortodoxo, si de verdad quería suicidarse, se dio el tiro en la ingle al final de su alocución radial en vez de dispararse certeramente a la sien o directo al corazón? Aparentemente, Chibás tenía esperanzas de sobrevivir al intento de suicidio y resurgir del trance, vencedor de la muerte, como el mesías providencial. Sin embargo, aunque la herida no era de por sí mortal, se le presentaron complicaciones que le causaron una infección generalizada, o septicemia, con un desenlace fatal. Eddie Chibás falleció pues el 16 de agosto, al día siguiente de cumplir los 44 años, sin realmente alcanzar la madurez, que entre cubanos no suele llegar antes de los 45.
La gravedad del líder ‘carismático’ mantuvo once días en vilo al país de la siguaraya. Aseguran que más de un millón de personas asistieron a su sepelio en el capitalino cementerio de Colón. Dato que me parece tan inflado como el de los participantes en las concentraciones fidelistas, máxime si tenemos en cuenta que en la época la población habanera no llegaba al millón de habitantes. Con todo, y obviando la guerrita de cifras, su entierro fue sin duda una impresionante demostración de duelo popular.
El fallecimiento de Eddie Chibás fue otra muerte inútil. Incluso contraproducente. Su último aldabonazo de nada valió. O más bien, sirvió como un factor adicional para el ascenso político de un joven abogado sin pleito, alumno aventajado de Chibás pero más marrullero y truculento que el maestro.
Hoy por hoy, la famosa consigna chibasista, “Vergüenza contra dinero”, suena como una burla en una sociedad donde la gente no tiene ni dinero ni vergüenza. Y donde, por unos dólares, se vende el alma y hasta el fondillo.
El resultado de las elecciones era poco predecible. Los ortodoxos en 1948 también daban por segura su victoria en las elecciones generales y, sin embargo, triunfaron los auténticos y salio electo el Dr. Carlos Prío Socarrás. Después de la muerte de Eduardo Chibás, Roberto Agramonte no llenaba ni aproximadamente el vacio que había dejado Chibás al frente de la ortodoxia. Las encuestas son sólo eso: encuestas, y su grado de fiabilidad depende de seguir claras y muy precisas reglas relacionadas con la correcta selección y el tamaño de la muestra para una determinada magnitud del error que se está dispuesto a correr, así como en la redacción de las preguntas de la encuesta y la forma en que se aplica la misma; además, en elecciones políticas un mes es mucho, pero mucho tiempo. En el libro Estadística Elemental, de Paul Hoel en el capítulo de introducción a la Teoría del Muestreo se da un ilustrativo ejemplo con relación a una encuesta mal llevada a cabo por una revista literaria respecto a unas elecciones en EE.UU. ; los encuestados formaban una muestra de millones de personas y sin embargo, el resultado que se obtuvo fue el opuesto al que había dado la encuesta; la clave del fracaso es que la muestra tomada no era representativa de la población de los votantes de EE.UU., ya que los lectores de la revista literaria eran personas con características que no eran similares a la de la mayoría de los votantes. Por otra parte, se ha demostrado que la revista Bohemia no era en esos años muy objetiva y sus opiniones estaban muy sesgadas. En la supuesta carta que Miguel Ángel Quevedo hace antes de suicidarse y que está dirigida al padre de Carlos Alberto Montaner, empleado de dicha revista, se toca fuertemente ese aspecto de manera general.
Fallecido Chibás el 16 de agosto de 1951, las probabilidades de triunfo del partido ortodoxo en las elecciones de 1952 eran menores que las que tuvo en 1948 pues Agramonte quedaba muy chiquito en el traje que había dejado el excéntrico y polémico Eduardo René Chibás y Ribas pese a que Chibás había recibido un descomunal golpe a su credibilidad al morder ¨la carnada¨ de una falsa información de corrupción de Sánchez Arango; según algunas personas esa trampa fue armada por el propio ex comunista y entonces Ministro de Educación Aureliano Sánchez Arango. Eduardo Chibás, tratando de recuperar terreno y credibilidad se disparó durante uno de sus programas radiales (en un muy extraño intento de suicidio por la forma en que lo ejecutó; era su segundo intento de suicidio) y falleció a los pocos días por una complicación quirúrgica relacionada con ese disparo.
La historiadora y marxista Marta Harnecker escribe:
Su popularidad (del Partido Ortodoxo) se debía principalmente al carisma extraordinario de su líder indiscutido: Eduardo Chibás que se había empezado a destacar ya en las luchas universitarias de los años 20, y en los enfrentamientos contra las dictaduras de los años siguientes. Fogoso polemista, encabezaba el movimiento de recuperación cívica y moral de gran arraigo entre las masas.
Al desaparecer su figura carismática y presentarse divisiones en el partido, la popularidad del Partido Ortodoxo disminuyó. Seamos franco en esta respuesta ¿ Qué solidez tenía el Partido del Pueblo Cubano o Partido Ortodoxo después del golpe del 10 de marzo ? El Partido Ortodoxo sobrevivió dividido en varias facciones.
http://profesorcastro.jimdo.com/la-revoluci%C3%B3n-cubana/
Por Arnaldo M. Fernández
18 de marzo de 2012
El guacamayo cubano (Ara tricolor) se reportó como extinguido hacia 1855, pero el aniversario 60 del coup d´etat batistiano (marzo 10, 1952) acredita que aún pervive la especie intelectual facilista despachada por Fernando Ortiz con la envoltura «credo del guacamayo» para sus producciones. Nada más falta de rigor que repicar como argumento la jugada electorera del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) en 1951: que el futuro pertenecía por entero a la ortodoxia. De este modo el madrugonazo de Fulgencio Batista habría sido para algunos hasta fútil, porque Cuba iba camino a la regeneración ortodoxa tras degenerarse el autenticismo en el poder.
Aparte del candor imaginario de la nación cubana, el único fundamento del triunfo electoral de los ortodoxos en las elecciones presidenciales de 1952 son las encuestas de preferencias, que daban mayor porcentaje a Roberto Agramonte, pero hasta el encuestador más prestigioso (Bohemia) adolecía de sesgo y la reorganización (1951) del registro electoral —mucho más preciso que cualquier encuesta— indicaba ventaja abrumadora del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico). No en balde la ortodoxia recurrió al pregón electorero de las encuestas para acallar el estruendo registral.
Las encuestas
La primera encuesta (mayo 18, 1951) de Bohemia arrojó que Eduardo Chibás era el favorito (29.7%), seguido por Batista (19.03%). Carlos Hevia —quien a la postre sería el candidato presidencial unitario del PRC (Auténtico)— logró apenas 2.59%. Había otros de su mismo partido, como Tony de Varona y Félix Lancis, pero Bohemia se abstuvo de contraponer al porcentaje de Chibás los porcentajes sumados de todos los candidatos auténticos, a sabiendas de que el PRC (A) acudiría a las elecciones con uno solo apoyado por los demás.
Para preservar tal (des)enfoque, Bohemia realizó otra encuesta (diciembre 16, 1951) antes de la convención nacional del PRC (A). Así, Agramonte mantuvo el liderazgo ortodoxo (29.29%) bajo el aura chibasista (Chibás muere el 16 de agosto, 1951), pero Hevia andaba ya por 17.53% al perfilarse como el candidato auténtico. Algo más significativo quedó silenciado: ni siquiera con Chibás el PPC (O) llegaba al 30%, en tanto los candidatos auténticos y sus aliados sumaban ya 33.01%. A Lancís (6.29%) y Varona (4.01%) tenían que sumarse Nicolás Castellanos (Partido Nacional Cubano) con 3.85% y Miguel Suárez (Partido de la Cubanidad) con 1.33%, quienes acabaron integrándose a la coalición del partido gobernante.
Otro sesgo de Bohemia fue excluir al cuarto candidato auténtico: Luis Casero, ministro de Obras Públicas, quien con 3% bastaba para que el PRC (A) emparejara —sin sus aliados— con el PPC (O). Esta última encuesta se vio forzada a deslizar que la opinión pública venía tornándose más favorable al gobierno desde mayo de 1951, sobre todo en virtud de la legislación laboral y el programa de obras públicas. Aquí tenía asidero no sólo el titular Casero, sino también Hevia, quien había sido canciller, era ministro sin cartera y presidía la Comisión Nacional de Fomento. Su imagen asociada a obras civiles (fuentes de empleo) empezaría a reciclarse junto con pasquines de su rostro sonriente —para volverlo más simpático, porque ser «pesao» era fatal en aquel politiqueo— y opiniones de que era el candidato del autenticismo, pero no impuesto por Carlos Prío. Así se pretendía guardar la debida distancia entre Hevia (considerado «persona decente») y aquel presidente «desvergonzado».
El registro electoral
En octubre de 1951 se «reorganizó» el electorado cubano —según la filiación partidista— con vistas a las elecciones generales de junio de 1952. No hay disparidad significativa entre las cifras dadas por diversas fuentes, por ejemplo:
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