El castrochavismo tropieza en España
Por Miguel Sales
Málaga
29 de Junio de 2016
Tras año y medio de un ascenso que parecía imparable, el castrochavismo representado en España por el partido Podemos ha sufrido un importante revés electoral.
Los podemitas se presentaban a las elecciones generales del pasado domingo 26 de junio en alianza con Izquierda Unida (IU)—que algunos llaman jocosamente Izquierda Hundida— y con el viento de las encuestas muy a su favor. Durante meses apenas se hablaba de otra cosa en España que del sorpasso, o sea, del momento en que la coalición Unidos Podemos (Podemos más IU) superaría al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y se convertiría en la fuerza hegemónica de la izquierda. Más que el sorpasso, lo del domingo fue más bien un sopapo que el electorado le propinó a Unidos Podemos.
Unidos Podemos no logró ninguno de los objetivos que se había propuesto al constituir esa alianza entre viejos y nuevos comunistas. Esperaban ganar unos 90 escaños y superar al PSOE. Se han quedado con los 71 que tenían y aunque siguen siendo la tercera fuerza política del país, están 14 escaños por debajo de los socialistas y cuentan con 66 menos que los populares, vencedores indiscutibles de los comicios. Y en el camino han perdido más de un millón de votos, si se comparan las cifras del domingo con la suma de los resultados que Podemos e IU obtuvieron por separado en las elecciones generales de diciembre pasado.
Podemos es una coalición heterogénea de partidos menores, movimientos asamblearios y grupúsculos que congregan a marxistas-leninistas, maoístas, perroflautas, guevaristas, ecologistas, ácratas, okupas, sindicalistas, antitaurinos, tránsfugas de otras movidas y, sector muy importante, grupos separatistas que trabajan por la independencia de territorios como Euskadi o Cataluña. Pero el carácter pintoresco de este conglomerado de activistas antisistema no debe llamar a engaño: Podemos y sus líderes —un equipo de sociólogos y profesores universitarios, nucleados originalmente en torno al movimiento Izquierda Anticapitalista, y admiradores de Lenin, Gramsci, Fidel Castro y Hugo Chávez— han sintonizado con una veta profunda de la sociedad española donde hierven el resentimiento, el dogmatismo y las expectativas frustradas por la crisis de los últimos años.
El movimiento tuvo su origen en las protestas de los "indignados", que el 15 de mayo de 2011 se desataron en varias ciudades españolas. La actividad más notoria de sus inicios fue la ocupación, durante varios meses, de la Puerta del Sol madrileña por miles de manifestantes, que reclamaban reformas para aliviar el paro, eliminar la austeridad, combatir la corrupción y hacer más representativo el sistema político.
Con estos temas por bandera y armados de lemas ramplones y promesas fabulosas de regeneración ética y distribución de riquezas entre los más necesitados, los caudillos de Podemos se dispusieron a "asaltar el cielo", es decir, a tomar el poder para instaurar la justicia económica y la igualdad social, al precio que fuera, y de paso ejercer el mando sine die, mediante la modificación del sistema electoral, el control de la prensa, la nacionalización de la banca, la salida del euro y de la OTAN y otras medidas del mismo tenor. Del "no nos representan" al añejo "el pueblo unido jamás será vencido", el movimiento pareció por momentos a punto de iniciar la revolución marxista según los preceptos del "Socialismo del Siglo XXI", es decir, mediante las urnas. El dinero que los regímenes de Irán y Venezuela habían invertido en el lanzamiento del proyecto, estaba a punto de dar un rédito que excedería a las más locas expectativas de sus padrinos. Millones de dólares que, por cierto, están bajo investigación policial, tanto en Madrid como en Caracas.
Este movimiento no es muy diferente de otras corrientes de extrema izquierda que han surgido durante la crisis en algunos países del sur de Europa —Syriza en Grecia, Cinco Estrellas en Italia, el Bloco de Esquerda en Portugal, etc. Pero el aspecto más ominoso en el caso español es su articulación con grupos separatistas catalanes, vascos, gallegos y valencianos. A cambio del apoyo electoral de los independentistas, Podemos ha prometido convocar referendos de "autodeterminación" en todas las regiones que lo reclamen, lo que podría fraccionar a España en cuatro o cinco Estados soberanos.
Hasta el domingo parecía que, a pesar de que en España se conoce bien lo que ha ocurrido en Cuba, Grecia y Venezuela, países devastados por el populismo de izquierda en sus diversas modalidades, una parte considerable de los votantes había decidido suicidarse y suicidar con ellos al resto del país. Por suerte para todos, las encuestas erraron por amplio margen. El electorado español prefirió evitar la catástrofe política y económica que hubiera representado la entronización del castrochavismo en España y premió la labor del conservador Partido Popular (PP), que ganó 14 escaños más de los que había obtenido en diciembre pasado.
Si, con los resultados actuales, el PP consigue gobernar otros cuatro años y logra mantener las medidas económicas que están sacando al país de la crisis, lo más probable es que la constelación Unidos Podemos termine reducida a las dimensiones que suelen tener los partidos extremistas en las democracias consolidadas. Es decir, que obtenga alrededor del 10% de voto popular y deje de ser una amenaza para el régimen democrático que ha garantizado la libertad y la prosperidad de España en los últimos 38 años. Inch’Allah.
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