jueves, julio 07, 2016

Eugenio Yáñez: Un fantasma recorre la nomenklatura en Cuba

Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

El reconocimiento público por parte de asláteres de la Tiranía Castrista de la posibilidad  de  estallidos sociales  quizás sea  una manera para ir condicionando al pueblo que  para  la estabilidad de la sociedad en Cuba (léase  la sucesión o continuidad  del Castrismo)  hace falta personas de mano dura ya sean de los históricos o jóvenes que garantizen la continuida del proceso y Alejandro Castro Espín es una de esas garantías por supuestos logros personales o profesionales (los cuales se están fabricado desde hace poco más de un lustro) y su fidelidad a los ascendientes Fidel y Raúl Castro.

Tiranía Castrista cierra filas y hace cambios estratégicos en su nomenclatura


 **********************

Un fantasma recorre la nomenklatura

*********
El fantasma del período especial y el miedo a estallidos sociales
*********

Por Eugenio Yáñez
Miami
07/07/2016 

Cuando un tema como este lo expresa un opositor, alguien analizando la realidad cubana, o un académico o periodista, enseguida aparecen las brigaditas de respuesta rápida en la red a burlarse de los “cubanólogos” e intentar desprestigiar tanto a quien expresa las ideas como al medio que las divulga. Los lectores habituales de CUBAENCUENTRO conocen esas técnicas de insignificantes sicarios digitales, algunos de los cuales hasta pretenden sentar cátedra de ética y pulcritud intelectual.

Sin embargo, las alertas no vienen ahora desde fuera de las estructuras oficiales, sino desde ellas mismas, por lo que a los pelotones de fusilamiento de reputación les resulta más difícil asesinar mensajeros. Por eso intentan desviar comentarios a temas más profundos que ellos manejan perfectamente, como la inmortalidad del cangrejo. O cualquier otro que les ordene “el compañero que les atiende”, sobre todo si regresan frescos de cursitos de actualización.

Hay preocupación en la nomenklatura. Mucha. Porque a pesar de enfoques políticamente autistas, discursos triunfalistas sobre el socialismo prospero y sustentable, “análisis” de documentos del congreso del partido por parte de “la población”, planes para celebrar el nonagésimo cumpleaños de La Bestia de Birán, y secretismo paranoico, las perspectivas del régimen son cada vez más oscuras. Concretamente, no hay dinero. Y si hasta ahora creían los cuentos que ellos mismos inventaban, en estos momentos no es solamente que no se los creen, sino algo peor: no quedan ni cuentos que inventar.

El presidente Obama ya distendió al máximo posible “el criminal bloqueo imperialista”, y lo que queda del mismo es facultad exclusiva del congreso americano, que no pretende hacer nada sobre este tema al menos hasta después de las elecciones o durante la nueva administración, sea cual sea; Europa perdona masivamente deudas del régimen y está cada vez más deseosa de cooperar al “desarrollo” del país, olvidándose convenientemente de la represión, falta de democracia en la Isla y violaciones de derechos humanos, a cambio de un pedazo del pastel; y la mayoría de los gobiernos de América Latina y el Caribe ya no saben que más hacer para halagar al régimen que, sin embargo, resulta un perfecto malagradecido.

En La Rinconada y Punto Cero interpretaron el comportamiento y ofertas amistosas de la administración Obama como claudicación de Washington y victoria de “la revolución”, y lejos de intentar gestos de acercamiento, aperturas, y reformas estructurales y funcionales que dinamizaran la economía, apostaron por más de lo mismo, guapería de barrio, la cantaleta de siempre y más promesas vacías, creyendo que el tiempo castrista es infinito, convencidos de que los cubanos soportarán cuantas penurias y miserias sean necesarias hasta lograr abandonar el país, y que la sucesión que están ejecutando terminará “atada y bien atada”.

Pero el mundo no se mueve a la velocidad del Palacio de la Revolución, y surgen problemas que los hermanos Castro no pueden impedir: el Gobierno de Nicolás Maduro se desmorona por ineptitud y corrupción, y aunque el expresidente del gobierno español Rodríguez Zapatero intenta evitar su caída, le resultará muy difícil lograrlo, lo cual pone en peligro la principal fuente de financiamiento exterior de la dictadura cubana. La presidenta de Brasil fue apartada del poder para ser sometida a juicio político, lo que hace peligrar otra fuente importante de financiamiento exterior, y que además puede salpicar a La Habana con escándalos de corrupción y tráfico de influencias que se están destapando en el gigante suramericano. Y en Argentina salieron de la presidencia los simpatizantes del “socialismo del siglo 21”, y La Habana pierde otra fuente de ayuda y apoyo político.

Rusia, China y Vietnam otorgan créditos o donan arroz o recursos materiales, pero no regalarán sus dineros a La Habana sin posibilidades reales de recuperarlos, convencidos de que en el manicomio tropical no saben administrar medianamente un país, mucho menos hacerlo prosperar.

Ya se ha comenzado, entre la paranoia y falta de transparencia habitual, a “orientar” el recorte de recursos y “ahorro” energético, que supone simplemente no usar electricidad, como en la Edad Media. Cuando se analiza la situación de conjunto aparece que el turismo, aunque crece en visitantes no lo hace en ingresos netos; las remesas no suman ni mucho menos las cifras que algunos “expertos” mencionan; la producción industrial y agropecuaria continúa estancada; los privados y cooperativistas son asfixiados por la burocracia y el estalinismo; el petróleo escasea; la zafra azucarera es cada vez más raquítica; el clima y las lluvias son contrarrevolucionarios hace ya 57 años; el ganado muere de hambre y sed; los precios del níquel continúan descendiendo; las inversiones extranjeras no aparecen en las cantidades necesarias y con la urgencia requerida; la disciplina laboral continúa por el piso, y los robos, desvíos de recursos y corrupción más rampantes que nunca. El lúgubre escenario que se vislumbra resulta cada vez más uno de ingobernabilidad absoluta, que la moda del momento llama de “tormenta perfecta”.

Y cobra fuerza entre la nomenklatura el fantasma, cada vez más concreto, de estallidos sociales que tendrían que ser reprimidos violentamente. Las preocupaciones castristas no son por no estar dispuestos a utilizar la más brutal violencia si fuese necesario, sino porque es imposible llevar a cabo una represión así sin que en pocas horas lo sepa todo el mundo gracias a los modernos medios de comunicación, lo que podría poner en peligro su estabilidad, y hasta su permanencia en el poder.

Porque lo que más teme la nomenklatura no es perder el poder y los privilegios que conlleva, sino tener que responder ante tribunales por su conducta delictiva.

Ese es en estos momentos el fantasma que asusta a la nomenklatura: otro período especial y estallidos sociales.

Un escenario que no solamente es posible, sino que también podría ser probable.

© cubaencuentro.com

**************
Tomado de http://www.diariodecuba.com

¿Tormenta perfecta o perfecto timo?

Por José Hugo Fernández
Miami
9 de Julio de 2016

Eso que tan graciosamente bautizaron desde Cuba como "la tormenta perfecta", no debe responder sino a otra jugarreta macabra del régimen. Para creérmela tendría que verla. Y claro que no quisiera verla, si ello implica la muerte o el atropello de inocentes.

Ni siquiera pongo en duda la posibilidad de que en algún momento se produzcan brotes de protesta o de rebelión popular en la Isla. Lo que dudo es que la dictadura, en vez de prepararse en silencio para la eventualidad —como ha hecho siempre—, se gaste el lujo de anunciarla como algo que escapa de sus previsiones y que, además, al dejar correr el anuncio rompa el bloque monolítico de disciplina partidista y militar que rige en sus filas. 

Ese es el principal motivo para tomar en solfa la presunta tormenta. Aunque, curiosamente, es el mismo que algunos mencionan como indicio inequívoco de su credibilidad, o sea, el hecho de en que en esta ocasión las voces de alarma provienen de la Isla, anticipadas nada menos que por el vocero oficial de la dictadura.

La verdad es que por más que me esfuerzo por asumirlo seriamente, no deja de parecerme una ingenua auto-tomadura de pelo lo que se especula sobre la posibilidad de que este asunto, o su revelación, haya provocado un cierto triángulo divergente entre la dirección del periódico Granma, el vicepresidente Miguel Díaz-Canel y el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista (PCC).  

Una cosa sería la contingencia real y concreta de alguna forma de revuelta popular, algo que siempre ha estado latente y que hoy, por momentos, parece más cercana que nunca. Pero otra cosa bien distinta es que tal posibilidad resulte manipulada por los estrategas del régimen con fines que solo ellos conocen.  

¿Qué intentan? ¿Precipitar la completa eliminación del embargo? Puede ser, si tenemos presente cuánto preocuparía a EEUU que se produzca una crisis violenta en Cuba, con sus secuelas de huidas masivas hacia el norte y con la consecuente desestabilización de la región. Eso por no hablar de las frustraciones de más de un millonario inversionista a los que el generalato castrense les está tendiendo alfombra.

¿Acaso se han olido que el hartazgo de la población terminará explotando temprano o tarde, e intentan poner el parche (anunciándolo) antes de que salga el hueco, con la mañosa intención de que el mundo "comprenda" y perdone a priori sus planes represivos, disfrazados de imperiosa necesidad de mantener el orden? 

¿O será que al anunciar que saben lo que puede ocurrir, tratan de atemorizar a los potenciales revoltosos anunciando aquello de que guerra avisada no mata soldado?

Igual serían todas esas cosas juntas, o muchas otras alternativas mañosas que de seguro podrán agregar los lectores. En todo caso, lo que me parece es que la tormenta, perfecta o no, no es la que se anuncia ahora, sofocando los titulares, sino la que el régimen sería capaz de provocar con tal de salirse con la suya.

¿O es que alguien duda a estas alturas que no lo pensarían dos veces para condicionar incluso focos de revueltas, con sus correspondientes estrategias represivas?

Por lo demás, aunque me gustaría, no soy de los que cifran esperanzas en lo que ahora mismo pueda derivarse de una revuelta popular violenta contra el régimen.

Desde Sócrates hasta Martí, son muchos los grandes pensadores de la historia (hombres por demás moralmente intachables) que aprobaron la rebelión contra el gobierno opresor, no solo como un derecho sino incluso como un deber de la ciudadanía. El propio Martí sentenció, en 1892: "Bien es que merezca ser echado de la Casa de Gobierno, quien para gobernar haya de menester, en vez de vara de justicia, de puñal de asesino".

Sin embargo, él mismo, sabedor de que en todo hombre puede germinar la semilla de un déspota, tuvo a bien advertirnos: "Una revolución es necesaria todavía: ¡la que no haga presidente a su caudillo, la revolución contra todas las revoluciones". De modo que aunque legitimaba el enfrentamiento contra un gobierno violento y opresor, Martí insistía en la conveniencia de no combatirlo con sus propios métodos, debido a la enorme posibilidad de que la historia termine repitiéndose.

Entonces, ¿qué resulta más aconsejable hoy para la gente de Cuba: matarse unos a los otros, con el riesgo de terminar depositando el poder en manos de nuevos poderosos o nuevos caudillos; o, en caso contrario —aunque no sea la vía más rápida, ni la que más me les guste quizás a los desesperados y a los politiqueros presurosos por montar su show para dar más de lo mismo—, ir cimentando de una vez y por todas las bases de un futuro próspero y civilizado?

Para gusto se hicieron colores y para escoger las flores, dejó dicho el dicho. Y así es.


********

Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Fidel Castro, como cuando la invasión de Bahía de Cochinos, llegó después que la candela se había apagado o  aplacado grandemente. 
Hasta en el diario oficialista Juventud Rebelde  se escribió burlonamente  de la inmediata ¨conversión¨  que tuvieron muchos   que gritaban ¨ ¡Abajo Fidel! ¨ al gritar ¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel! tan pronto lo vieron bajarse  con sus escoltas fuertemente armados.
 ******************
 El Maleconazo en Cuba - 1994 (Archivo histórico)


Organizaciones de DDHH denuncian aumento de la represión en Cuba

*********
Tomado de http://opinion.infobae.com

Cuando La Habana perdió el miedo

 Por: Iván García Quintero
La Habana
6 de agosto, 2014

La noche anterior al viernes 5 de agosto de 1994, la barriada habanera de La Víbora sufría uno de los tantos apagones a los cuales “el período especial en tiempos de paz” (eufemismo con que el Gobierno denominaba la profunda crisis económica) nos tenía acostumbrados. A las 7 de la mañana todavía no había venido la electricidad. Sin ventilador, estaba empapado de sudor. Me levanté y decidí bañarme, con un cubo de agua (tener ducha era un verdadero lujo).

Ya en mi casa habían comprado los cinco panes que nos tocaban por la libreta de racionamiento, agarré el mío y me lo comí, a capela (la mayonesa, la mantequilla y el queso crema también eran un lujo). En el refrigerador quedaba un poco de yogurt, le eché azúcar y me lo tomé. Salí con el único short bermuda que tenía, una vieja camiseta sin mangas y unas chancletas gastadas. Me senté en la esquina, a hablar con varios amigos, que estaban tomando fresco y dejando correr el tiempo. Era lo mejor que se podía hacer en el caluroso verano de 1994 si no se quería tener problemas con la Policía y la Seguridad del Estado.

Enseguida, el tema de conversación se centró en lo que entonces era una obsesión para los habaneros: ver cómo podían llegar a la Florida sin ser detectados por guardacostas cubanos o estadounidenses y, sobre todo, no ser merienda de tiburones.

En eso estábamos, cuando un amigo llegó corriendo y nervioso nos pregunta si no habíamos escuchado la última noticia, que parientes de Miami lo habían llamado y le habíán dicho que estaban preparando embarcaciones para recoger a todos los que quería irse, que ya había mucha gente congregándose a lo largo del Malecón.

Subí rápido a la casa, me cambié las chancletas por el único par de tenis, igual de gastados, pero más resistentes que teníá. En eso, mi madre me dijo que desde España había llamado Lissette Bustamente, una periodista amiga que trabajaba para el diario español ABC para saber si nos habíamos enterado de lo que estaba pasando por el Malecón (en aquella época, casi siempre nos enterábamos de lo que pasaba en Cuba por llamadas de periodistas y amigos en el exterior). Lissette quería saber si por la televisión estaban diciendo algo, le dijo que nuestro televisor -ruso, de la marca Krim- llevaba más un año roto, que yo iba a ir a casa de una vecina, a ver si estaban dando alguna información. No le comenté a mi madre sobre el rumo que ya estaba circulando por la calle y lo que hice fue quitarme la camiseta sin mangas y ponerme un pulóver, por si las cosas se complicaban.

Cuando bajé, un chofer de la ruta 15, cuyo paradero o terminal en aquel tiempo quedaba al doblar de la casa, había logrado sacar una guagua y nos invitaba a montarnos e irnos con él, para llegar más rápido al caos que en cuestión de horas se formó por las céntricas avenidas del Puerto y Malecón, en el Paseo del Prado y los barrios marginales de la capital, como Colón, San Leopoldo, Jesús María y Cayo Hueso.

Para ganar tiempo, el chofer desvió el trayecto de la 15, un ómnibus que hacía uno de los recorridos más largos de la ciudad, atravesando zonas populosas de los municipios 10 de Octubre, Cerro, Centro Habana y Habana Vieja. Durante el viaje, al vehículo fue subiendo gente ansiosa por llegar a las proximidades del Malecón, por si se producía una nueva estampida migratoria como la de 1980, cuando por el Puerto del Mariel se fueron más de 125.000 cubanos.

De aquel día, lo que más grabado se me quedó fue una multitud, mayoritariamente formada por negros y mulatos, gritando ¡Abajo Fidel! y ¡Abajo la dictadura!

Cerca de las 8 de la noche regresé a la casa. En el televisor de la vecina de enfrente, mi madre había visto cuando el gobernante cubano, rodeado de escoltas con armas largas, se bajaba de un auto frente al Capitolio. Ella no sabía de dónde yo venía y quiso compartir conmigo la escena trasmitida por la televisión cubana: “Iván, cuando vieron a Fidel, los que hasta ese momento estaban gritando contra él, enseguida empezaron a aplaudir y darle vivas. Eso es prueba de las dos caras y del temor de este pueblo, por eso esta dictadura va a durar 100 años o más”, me dijo.

Pese al vaticinio materno, el 5 de agosto de 1994 ha quedado como el día en que los habaneros por unas horas perdieron el miedo y salieron a las calles a protestar. Una fecha para no olvidar.