sábado, noviembre 12, 2016

Luis Cino Àlvarez desde Cuba: Los fraudes de la Revolución de Octubre


Los fraudes de la Revolución de Octubre

Por Luis Cino Àlvarez
8 noviembre, 2016

León Trosky, el fundador del Ejército Rojo,  y su guardia personal




Arroyo Naranjo, La Habana, Luis Cino (PD) El próximo año, por estos mismos días, la Revolución de Octubre, que en realidad ocurrió en noviembre, cumplirá un siglo.

Dicha revolución, que no ocurrió exactamente como la contaron, fue uno de los mayores fraudes de la historia.

No fue una revolución, sino más bien un golpe de estado, que no derrocó al zar Nicolás II, quien había abdicado cuatro meses antes, sino al gobierno republicano y democrático de Kerensky.

El artífice del movimiento no fue Lenin: fue Trostky. Lenin solo fue el estratega, pero su estrategia no fue la utilizada, sino la táctica golpista de Trostky.

Por cierto, ni Lenin ni Trostky eran sus verdaderos apellidos. El primero se llamaba Vladimir Ilich Ulianov, y el segundo, Lev Davidovich Bronstein.

Lenin, el teórico de la revolución, se mostró vacilante e indeciso durante la sublevación de San Petersburgo. Con disfraz, peluca y afeitado, se ocultó en la barriada industrial de Wiborg casi hasta el último momento.

En contra de la estrategia insurreccional trazada por Lenin, los destacamentos de choque de Trostky tomaron todos los centros vitales de San Petersburgo.




(León Trosky y Vladimir Ilich ¨Lenin¨)

En una habitación contigua al salón del instituto Smolny, donde se celebraba el Segundo Congreso de los Soviets, Lenin con su disfraz, aguardó con aprensión el desarrollo de los acontecimientos hasta que Trostky lo increpó: “¿Por qué sigue usted disfrazado? Los vencedores no se ocultan. Lleva usted 24 horas de retraso”.

Fue entonces que Lenin, cansado, nervioso y sin peluca, seguido por Trostky, penetró en la sala del congreso. Se convirtió así en el dictador del nuevo estado.

Con una interpretación distorsionada y caprichosa de las ideas de Marx y bajo la consigna de “Todo el poder para los Soviets”, Lenin instauró la llamada “dictadura del proletariado”.

El Poder Soviético fue una ficción. No fue el gobierno de los Consejos Obreros, como había propuesto Lenin inicialmente, sino la dictadura del Partido Comunista.

Luego, el Comité Central sustituyó al Partido Comunista. El Buró Político, creado provisionalmente durante la guerra civil, suplantó al Comité Central. Lenin, luego de imponerse al Politburó, organizaría un súper estado policial de burócratas y militares.

Trostky, que al frente del Ejército Rojo garantizó a sangre y fuego, la supervivencia del estado soviético, fue uno de los grandes perdedores de la revolución rusa. Exiliado en México, fue asesinado por órdenes de Stalin, el sucesor de Lenin.

El supuesto “primer estado de obreros y campesinos” creado por Lenin, con el uso del terror rojo como herramienta principal, originó una monstruosa pesadilla totalitaria que se prolongaría hasta la desintegración de la Unión Soviética, en el verano de 1991.

luicino2012@gmail.com; Luis Cino

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LA REVOLUCIÓN RUSA (COMPLETO)



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Revolución Rusa - causas y antecedentes (imágenes reales)



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La misteriosa muerte de la Familia Imperial Rusa: Los Romanov -Documental Discovery Channel


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Tomado de http://es.rbth.com

El destino de los asesinos del último zar

Por Yan Shenkman,
Rusia Hoy
15 de julio de 2013


 (El sótano de la casa de Ipatiev trás la ejecución de la familia Romanov. Fuente: Archivo)

En 1918 los bolcheviques fusilaron a los once miembros de la familia Romanov. Los principales implicados en aquel pelotón de ejecución ostentaron una posición respetable dentro de la sociedad soviética.
A día de hoy, 95 años después del asesinato de la familia real rusa, no se sabe a ciencia cierta cuántos asesinos estuvieron involucrados en el regicidio. Según una versión, fueron ocho los implicados en el regicidio. Conforme a otra, el número se eleva a once, tantos como víctimas de la matanza.
Los que desempeñaron un papel más relevante en el pelotón de ejecución fueron Yákov Yurovski y Medvédev-Kudrin.
Según Yurovski, él disparó mortalmente contra el zar. La participación de este, que era judío, en el regicidio permitió afirmar después a los nacionalistas que “a nuestra padrecito el zar lo mataron los ‘inorodtsy’ (habitantes no rusos durante el zarismo)”. En realidad, los ‘inorodtsy’ eran sólo dos: él y el fusilero letón Tselms, cuya participación en el asesinato no está definitivamente probada.
(Yákov Mijáilovich Yurovski en 1918)
Yurovski, de profesión joyero, se propuso encontrar los diamantes de la familia real en la noche de la ejecución. Y, en efecto, los encontró: después de registrar los cadáveres descubrieron que entre la ropa de las hijas del zar habían cosido abundantes joyas (pesaban más de ocho kilos).
Yurovski entregó todos los objetos de valor al comandante del Kremlin de Moscú. Los primeros bolcheviques eran gente bastante desinteresada en el plano material, pero de una crueldad infinita.
En la hoja de servicios de Yurovski, figuran los cargos de presidente de la Cheká provincial de los Urales, Jefe del Tesoro del Estado Soviético (Gosjran) y director del Museo Politécnico de Moscú. Todos ellos eran puestos de muy alto rango y de importancia estratégica en los primeros años del gobierno soviético.
(Yákov Mijáilovich Yurovski años más tarde)
Murió en el hospital del Kremlin cuando ser atendido allí era un privilegio reservado a muy pocos, especialmente destacados funcionarios del Estado. El diagnóstico: una úlcera péptica. Según testigos presenciales, su agonía fue dolorosa.
Una cuestión de orgullo y la redacción de las memorias  
Algunos de los asesinos del zar eran amigos entre sí y se veían a menudo. Yurovski, Goloschekin y Medvédev, todos ellos participantes en la ejecución, a veces rememoraban el crimen mientras tomaban una taza de té.
Les gustaba hablar especialmente de quién había sido el primero en disparar aquella noche. Una vez, Yurovski llegó al encuentro con aire triunfal. Había recibido un libro publicado en Occidente, donde, blanco sobre negro, se leía que él era el asesino de Nicolás II. Estaba pletórico de felicidad.
Mijaíl Aleksándrovich Medvédev-Kudrin (1891-1964) también ocupó cargos de relevancia después de la revolución. Durante un tiempo fue ayudante del jefe de la 1ª Sección Especial del NKVD de la URSS.
En 1930, se dedicó a dar charlas sobre el regicidio en los institutos superiores provinciales. A finales de la década de 1950 se le asignó una pensión personal de 4.500 rublos, una cifra alta para la época. En un encuentro con estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Moscú (MGU) rememoró con sumo placer cómo, en 1918, él y sus compañeros bolcheviques ahorraron cartuchos y remataron con bayonetas a los enemigos de la clase trabajadora.
Medvédev alcanzó el rango de coronel. Antes de morir dejó escritas unas memorias detalladas sobre el asesinato de la familia real rusa. El manuscrito, titulado “Torbellinos hostiles”, estaba dirigido al entonces dirigente de la URSS, Nikita Jruschov, pero nunca se publicó.
(Mijaíl Aleksándrovich Medvédev-Kudrin)
En esas memorias impugna el papel dirigente de Yurovski y se atribuye el mérito principal en la aniquilación de la familia del zar. Medvédev fue enterrado con honores militares en el cementerio de Novodévichi, la necrópolis más prestigiosa de Rusia. En su testamento, Medvédev legó la pistola Browning con que mató a Nicolás II a Nikita Jruschov.
Después de la muerte de Medvédev, su hijo convenció al de Nikulin para que grabaran sus testimonios sobre los acontecimientos de la noche del regicidio en un estudio de radio.
Se cree que Nikulin fue un mero testigo que identificó los cadáveres de los miembros de la familia Romanov. No obstante, su hijo declaró al respecto: “Me acuerdo de que, en 1936, cuando yo todavía era pequeño, Yákov Mijáilovich Yurovski vino a vernos y escribió algo… Recuerdo que estaba precisando algunos datos con mi padre, a veces, por lo que recuerdo, discutían… Sobre quién fue el primero en disparar contra Nicolás II… Mi padre decía que era él quien había disparado primero, pero Yurovski lo rebatía, afirmaba que había sido él…”.
Otro miembro del pelotón de ejecución, Radzinski, grabó sus recuerdos en un magnetófono: “Un hombre bajó al agua con cuerdas y sacó los cadáveres. El primero que sacaron fue el de Nicolás. El agua estaba tan fría que los rostros de los cadáveres estaban sonrojados, como si estuvieran vivos… El camión se atascó en un lodazal, y a duras penas avanzábamos… Y de pronto tuvimos una idea y actuamos en consecuencia… Decidimos que no encontraríamos un lugar mejor… Excavamos en el lodazal… sumergimos los cadáveres en ácido sulfúrico… Los desfiguramos… Cerca había una vía férrea… Llevamos las traviesas podridas para camuflar la tumba. Enterramos en el lodazal sólo a algunos de los ejecutados, a los otros los quemamos… Quemamos el cadáver de Nicolás, me acuerdo… Y el de Botkin también… Y creo que el de Alexis…”.
A principios de la década de 1980, a Yuri Andrópov, entonces jefe del KGB, le gustaba escuchar algunas tardes los testimonios de los regicidas. Según se dice, estas grabaciones se conservan todavía hoy en los archivos del Comité para la Seguridad del Estado.