El más añejo en el siglo XX
Por Juan Gonzalez Febles
4 enero, 2017
Lawton, La Habana, Juan González, (PD) El dictador del siglo XX con mayor permanencia en el poder personal absoluto parece ser el finado revolucionario profesional Fidel Castro. Lenin solo pudo dañar a sus semejantes desde el poder desde 1917 hasta 1924. Stalin lo logró de 1924 a 1953, Hitler desde 1933 hasta 1945. Mussolini, desde 1922 hasta 1943, luego asumió el cargo de presidente de la República Social Italiana desde septiembre de 1943 hasta su derrocamiento en 1945.
Mao Zedong rigió a China con mano de hierro desde 1949 hasta 1976, Kim Il-sung lo logró desde 1948 hasta 1994. Ambos murieron apaciblemente en sus camas, en el mejor estilo de los revolucionarios malos y dictadores que viven, mueren y duermen mayestáticamente bien.
De todos ellos, quien por más tiempo hirió, lastimó, mató, encarceló y hambreó a sus semejantes fue Fidel Castro. Lo hizo de forma directa desde 1959 hasta 2006 en que formalmente –solo formalmente- se distanció de los primeros planos del poder, solo para ejercerlo desde las trastiendas y a través de su heredero directo Raúl Castro quien mantuvo y quizás hasta logre mantener la continuidad dinástica de ese peligroso clan familiar.
Por supuesto, algunos hubo que fueron fundamentales, básicos y prioritarios en el sostenimiento y continuidad de Fidel Castro en el poder absoluto durante tanto tiempo. Por supuesto, entre estos ocupan un lugar preeminente, los ejecutivos a cargo en la felizmente extinta Unión Soviética y en un modesto segundo plano, presidentes y figuras destacadas en el plano político de los Estados Unidos. El imprescindible y querido enemigo imperialista yanqui por acción u omisión, por aciertos o por errores también hizo lo suyo para la supervivencia de Castro y su dictadura, ya fuere por trascendencias o intrascendencias, errores u omisiones.
Paranoico en extremo, violento y manipulador, llegó al extremo de convertir el enfrentamiento con Estados Unidos en su motivación personal y en el norte de toda una nación. Fue un narcisista y esto incluye una falta total de empatía y una incapacidad total para admitir errores. Necesitó no aceptar frustraciones, ser admirado, temido o respetado por encima de todo límite razonable.
Hasta la impronta escogida para dar continuidad al culto a su personalidad, da la medida de su narcisismo. No quiere estatuas que podrían ser derribadas en el momento de la caída de su régimen. Sus restos estarán a salvo de profanaciones en circunstancias de este tipo, porque ciertamente no se sabe con certeza cuando murió y mucho menos, donde están sus restos. Se trató y casi se logró envenenar desde las pantallas televisivas desde monumentos virtuales erigidos en el imaginario colectivo. Todo mediante el uso adecuado de persuasores ocultos en medio de una saturación goebeliana mediática absoluta.
Para poder decir que era, fue o sería marxista leninista hasta la muerte, se leyó algún librito de marxismo y eso bastó. Pero según algunos entre sus contemporáneos, los escritos de Benito Mussolini y de José Antonio Primo de Rivera le fueron más afines y aquella, “La historia me absolverá”, lo ubica aún más cerca de aquel otro revolucionario profesional germano, Adolf Hitler. No olvidar que no hay grandes diferencias entre fascismo y comunismo. Stalin y Hitler, pactaron sus buenas relaciones y además, la destrucción de Polonia. Esto ha quedado como uno de los oprobios más significativos de aquella II Guerra Mundial.
Su muerte no significa el fin de la sucesión dinástica, Raúl Castro el actual heredero del poder absoluto, prevé no jubilarse del todo ya que en 2018 quedará probablemente como el máximo dirigente del PCC y el partido único, es único y absoluto en la retención del poder totalitario.
Si Fidel Castro logró ser el más añejo de los dictadores del siglo XX en términos de retención del poder absoluto. Raúl Castro es Fidel Castro –‘Raúl es Fidel’- como expresara la consigna voceada en la asonada proto fascista del pasado 2 de enero y esta historia, continúa para pesar del pueblo de Cuba.
j.gonzalez.febles@gmail.com; Juan González
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