lunes, enero 16, 2017

Fernando Paz. Fernando Paz: Contra Trump (o en favor de Obama) viene valiendo, literalmente, todo.

Tomado de https://presidentetrump.es

La despedida más sucia de Obama

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Contra Trump (o en favor de Obama) viene valiendo, literalmente, todo. Empezando por la llamada a la insumisión contra el resultado electoral.
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 Barack Hussein Obama cuando recibió sin obstáculo alguno por parte de George Bush  la Presidencia de los EE.UU. . Comentario del bloguista de Baracutey Cubano.

Por Fernando Paz
16 enero, 2017

Desde que Donald Trump saltó al proscenio, uno tiene la sensación de que asistimos a una especie de farsa programada en la que algo ha salido mal. De que, como escribió Revel y no me canso de repetir, de entre todas las fuerzas que dirigen el mundo, la primera es la mentira. Y de que el neoyorkino avanza frente a todos los infiernos desatados y conjurados en su contra iniciados fundamentalmente por Barack Obama.

Contra Trump viene valiendo, literalmente, todo. Empezando por la llamada a la insumisión contra el resultado electoral de los privilegiados hollywoodienses, que ha ido subiendo de tono con el paso de los días –ayer la comediante y presentadora Rosie O´Donell pedía que se aplicase la ley marcial para evitar la jura de Trump-, y terminando con las programadas manifestaciones que coincidirán con su toma de posesión como presidente el día 20, cargo para el que ha sido elegido por el pueblo norteamericano.

Y al día siguiente, la Marcha de las Mujeres, impulsada por nombres tan populares como Scarlett Johansson, Katy Perry, Julianne Moore o Cher, e inspirada y dirigida por los mismos abajofirmantes que la anterior, pero diversificando su denominación, según una inveterada costumbre.

No deja de ser llamativo que el cuestionamiento de los resultados electorales provenga de los grupos llamados “antiglobalización”, sobre todo por la intensidad y la furia que despliegan contra un político que pretende redimensionar la OTAN y el papel de su país en ella –y ya ha confesado que sus planes no pasan por una mayor presencia militar norteamericana en el mundo-, que anuncia una distensión en el enfrentamiento con Rusia, y que se ha perfilado como la mayor amenaza contra los tratados de libre comercio.

¿Realmente rechazan la globalización? Jamás protestaron tanto como contra quien más seriamente amenaza la globalización. Así que ¿cuál es la globalización a la que se oponen? ¿No será que la etiqueta antiglobalización es simplemente una actualización de la vieja etiqueta antifascista que trató de volver respetable aquel bolchevismo genocida de los años treinta?

La ofensiva no cesa, y promete hacer insufrible la presidencia de Trump. En estos últimos días, mientras Obama protagoniza la despedida más sucia –el traspaso de poderes ha sido cualquier cosa menos ejemplar- los medios se han centrado en el trato que el presidente en ciernes dispensó a uno de los suyos en la rueda de prensa del día 11 de enero. Aunque ciertamente las formas no fueron las mejores, a los chicos de la prensa les faltó tiempo para componer una bien ensayada pose de víctimas.

Esa misma “prensa libre” que apenas prestó atención a la conspiración –que lo fue- del Partido Demócrata en favor de Hillary y contra Bernie Sanders; intriga de la que, naturalmente, Clinton salió limpia de polvo y paja. Esa misma prensa para la que lo sustancial eran las revelaciones –filtradas por el senador republicano McCain- de las concomitancias entre Putin y Trump.

Esa misma prensa que no ha tenido reparos en amplificar los indignados aspavientos de un Obama que encuentra fatal la intromisión rusa en la política norteamericana, pero que espió a sus aliados –no a sus enemigos- franceses y alemanes durante años.

¡Qué no diría la “prensa libre” yanqui si la herencia de Trump dentro de cuatro u ocho años fuese la mitad de desastrosa de lo que lo ha sido la del premio Nobel de la Paz! La herencia de un Obama que ha cocinado el desaguisado de Próximo Oriente, que sabe Dios cómo acabará, con plena conciencia de lo que hacía.

¿Tiene alguien alguna duda de que la prensa está en guerra contra Trump? ¿De que lo ha estado desde el primer momento? La prensa lo ha sido todo, menos neutral, en esta historia, actuando como parte; la prensa se siente apropiadamente derrotada por Trump.

A nadie se le escapa que los medios han sido absolutamente beligerantes, y que no son los mejor titulados para reclamar un trato aséptico. Sistemáticamente han faltado al respeto y se han mofado de Trump; lo que es peor, y el que sea costumbre no aligera su culpa, han mentido sin que se les alterase un solo músculo de la cara.

Han fingido una humanitaria indignación ante el anuncio de Trump de edificar un muro fronterizo con Méjico, pero resulta que el muro ya estaba construido y que lo había levantado Bill, el marido de su candidata favorita. Y que no hizo solo eso: también aprobó una legislación que endureció la política migratoria a base de acelerar los procesos de deportación. Ni se recuerdan manifestaciones contra el muro de Clinton, ni parece que las leyes antiinmigración hayan movilizado a nadie en Hollywood.

El endurecimiento de dichas leyes ha permitido que los inmigrantes hispanos que sean atrapados una segunda vez tratando de entrar en el país de manera ilegal, puedan ser encarcelados si la tentativa tiene lugar menos de tres años después de la primera. Y la administración Obama ha ejecutado sin ninguna piedad dicha normativa: más de dos millones de ilegales han sido expulsados durante el mandato del presidente saliente. Tantos que, según el poco sospechoso Noam Chomski, “la administración Obama ha batido todos los records de deportación.”

¿Por qué entonces tanta animadversión contra Trump?

Los declarados enemigos mediáticos, financieros y políticos de Trump, mientras agitan a la carne de cañón callejera, se guardan mucho de esgrimir en público las verdaderas razones. Que son, en primer lugar, que Trump se encuentra extramuros de ese círculo de poder que constituye la médula espinal del sistema. No es que eso le sitúe a la altura de una hermana de la caridad o de un inerme ciudadano. Pero el poder, con mayúsculas, sospecha que Trump es ingobernable, y le teme, porque eso le hace muy peligroso. Ese poder tratará de acabar con él.

Y, en segundo lugar, porque les ha estropeado sus planes económicos globalizadores, sobre los que descansa el resto de la estructura mundialista, y esto representa un revés decisivo para ellos, que se las prometían muy felices.

De ahí la intensa desazón que expresan, y que revela cómo, del presidente abajo, se ha terminado el cuento de la ejemplaridad de la democracia norteamericana, que ha venido a durar lo que ha tardado el establishment en encontrarse en verdaderos apuros.

Obama está poniendo todas las trabas posibles a Trump en su acceso a la presidencia. Sus discursos de despedida no facilitan el traspaso de poderes en cuanto a que no han tenido nada de conciliadores, interesando incluso temas de índole personal, y en los que se ha traslucido una inmensa contrariedad.

Las últimas decisiones de un presidente saliente al que le quedan horas para abandonar el cargo, reflejan ese estado de irritación. Una semana antes de verse sucedido por Trump, Obama ha ordenado acercar 80 tanques y varios cientos de vehículos estacionados en Polonia a la frontera rusa, después de las acusaciones al Kremlin de inmiscuirse en las elecciones de noviembre y de la expulsión de treinta y cinco diplomáticos rusos. Y ha revocado la política de acogida a los exilados cubanos, en una decisión que ha satisfecho profundamente a La Habana y que sabe deplora Trump.

Algo así no tiene precedentes.

Y es que, cuando se haga un balance de la presidencia de ocho años de Barack Obama, no podrá soslayarse que parte de su herencia es el propio Trump. Y que ese estilo populista que deplora Obama es, en definitiva, la consecuencia de dos cuatrienios de asfixiante corrección política y de política de minorías a las que la mayoría ha dicho basta.

Por eso, un Obama amargado le ha programado la despedida más sucia.