Los vagabundos.
Por Rafael Azcuy González.
11 de enerode 2017
Lo que fue una selva casi impenetrable, con fauna autóctona inclusive, tuvo que ceder ante la fuerza tecnológica del hombre que la transformó casi de repente en la moderna urbanización Land Mark de El Doral, en Miami Dade.
Una manada de hermosos e inofensivos perros de color rojo fuego vivían allí felices, donde también habían nacido. Una señora de bien que vivía en el condominio del frente los alimentaba a su cuenta.
Con el empuje constructivo los canes fueron perdiendo su habitad poco a poco y su población de más de una docena descendió bruscamente hasta quedar ahora solo tres. Muchos fueron abatidos por hombres sin escrúpulos. La buena señora se fue del país y ahora trabaja en Alemania, con ella se llevó a una hembra de la manada. Ahora los nuevos propietarios se quejan de que los infelices animales les ladran a sus perros y los asustan y que hasta los atacan. Exigen tomar medidas contra ellos. Ha sido tanto el acoso que hoy en día resulta muy difícil verlos, ya que andan la mayor parte del tiempo escondidos en lo que queda de selva a los alrededores. Cuando regresan de noche hambreados, buscando en los basureros, lo hacen llenos de pavor, llegan corriendo espantados a sus viejos sitios ahora usurpados por modernas edificaciones llenas de comodidades y de personas hostiles hacia ellos.
¡Cuánto les cambio la vida a este grupo de animales que un día vivieron plácidamente en aquellos terrenos donde nadie los molestaba ni perseguía! ¡Cuánto también le cambió a mi familia que perdiéramos nuestra casa hecha con muchos sacrificios en Cuba para irnos a países extraños y empezar de nuevo, pagando altos alquileres y para ser siempre unos emigrantes!
El triste drama de estos perros que nacieron allí y ahora son vagabundos perseguidos en su propio habitad me hizo recordar el destino que sufrieron los propios indios norteamericanos y los aborígenes cubanos, doblegados a fuego y sangre por los conquistadores de nuevas tierras. Mi imaginación voló más cerca en el tiempo y me acercó a nuestro propio destino: despojados por un régimen gansteril y criminal que se apropió de las tierras de mi padre y de su notaría pública y que me obligó muy tarde a tener que abandonar la Patria de mis ensueños para poder darle un futuro de libertad a mi único hijo.
Tanto los pobres perros de Land Mark como también nosotros somos vagabundos, cada uno en su forma y a su manera. Obligados por las circunstancias políticas unos, otros por el desarrollo impetuoso de la civilización, pero todos víctimas inocentes de la maldad humana y de la avaricia que nos empuja sin piedad y golpea con saña, insensible ante el dolor humano o animal causado por las carencias a las que nos exponen, unido al estrés terrible del que pierde su suelo natal, su arraigo, su libertad y se convierte en vagabundo en su propia tierra natal o en la ajena.
El gran Gandhi sentenció que “La grandeza de una nación y su progreso moral puede ser juzgado por la forma en que sus animales son tratados”.
FOTO: Dos de los tres sobrevivientes descansando en los terrenos donde nacieron y eran felices. Foto: cortesía de Iliana Mayacén)
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home