Cinismo para ocultar la derrota
Raúl Castro, Díaz Canel, Machado Ventura y Ramiro Valdés. (EFE)
Por Pedro Campos
La Habana
7 de Abril de 2017
Cinismo es, según definición de diccionario, la actitud de quien miente con descaro, y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación.
El cinismo siempre ha caracterizado al Gobierno de los hermanos Castro. Pero hoy, en su afán por intentar ocultar la bancarrota del capitalismo monopolista de Estado, cuasi feudal, implantado en nombre de un socialismo que nunca ha existido, está llegando a límites insospechados.
Basta solo con echar una mirada a algunos aspectos de la actualidad reflejados en la prensa oficial y la alternativa que le va ganando la competencia en la preferencia de los lectores cubanos del patio, como el pase de facturas "simbólicas" por servicios médicos a los ciudadanos; el "acceso" a internet de los campesinos o de los hogares a precios inimaginables; la venta de autos Peugeot usados a precios de autos de lujo, la defensa del "deporte revolucionario" a pesar de su evidente fracaso; el "alto significado democrático de las asambleas de rendición de cuentas", según Esteban Lazo o la gran cosecha de papas.
Pero el colmo del cinismo, algo inanmisible, es el inescrupuloso intento de apropiarse del término "socialismo participativo y democrático", pero vaciado del contenido autogestionario, libertario y democrático que defendemos quienes lo enarbolamos como alternativa política, social y económica al aberrante autoritarismo populista.
Pero recordemos su cinismo en los epítetos usados para tratar de descalificar a la oposición y la disidencia:
"Mercenarios" a los invasores de Girón, porque recibieron apoyo y financiamiento de EEUU cuando todo el mundo sabe que el Gobierno de los Castro se mantuvo gracias a la multimillonaria ayuda militar y económica de la URSS, durante cuatro décadas y luego dos más gracias al petróleo venezolano.
"Bandidos" a los que se alzaron en El Escambray para luchar contra la nueva dictadura que, sí, vandálicamente, se apropió de cuantas tierras, fábricas y empresa encontró en su camino.
"Gusanos" a cuantos criticaron y se opusieron a los desmanes de un Gobierno de burócratas que ha vivido de parásito de los trabajadores cubanos y la ayuda internacional y se arrastra pidiendo que le levanten el "bloqueo".
"Contrarrevolucionarios" a todos aquellos que se han opuesto al sistema antinatural, antihistórico, retardatario y destructivo de capitalismo monopolista de Estado, el más, retrógado y conservador de los capitalismos.
"Terroristas" a todos los que usaron las armas, para oponerse a un Gobierno impuesto a sangre y fuego, bombas y fusiles, que enseño sus uñas con el asalto a un cuartel donde dormían inocentes soldados de un ejército que todavía no se había manchado las manos de sangre.
"Agentes imperialistas", a los periodistas e informadores que decidieron escribir y divulgar las verdades que oculta o tergiversa una prensa que se pretende única, enteramente al servicio del Partido-Gobierno-Estado que la paga y mantiene con el dinero del pueblo.
Hoy en crisis el estatalismo asalariado, en lo económico, y su par político, la llamada dictadura del proletariado (un contrasentido total porque el poder en esa dictadura no lo tienen los proletarios, sino la elite burocrática "comunista"), con su partido único, su sistema centralizado de todo tipo de decisiones y represiones, no es capaz de reconocer su fracaso y miente y actúa cínicamente.
Como vemos cuando trata de abrir, pero controlada y limitadamente la economía privada, el cooperativismo y la inversión extranjera, buscando en verdad recaudar más impuestos y conseguir inversiones para sus empresas estatales en crisis, partiendo de que son "un mal necesario", lo que explica las trabas de todo tipo al libre desarrollo de esas actividades y los constantes ataques a los privados.
La traición a la democracia en el mismo 1959, en nombre de la cual se hizo la revolución, se completó con la traición a las ideas socialistas luego enunciadas, al imponer un sistema político centralizado, expropiar a las cooperativas que ya existían antes de 1959; eliminar en 1962 el sistema de cooperativas cañeras, columna vertebral en su momento de la economía nacional; mantener el trabajo asalariado en las fábricas y empresas estatales y eliminar, finalmente, todo el trabajo libre con la "Ofensiva Revolucionaria" de 1968, expropiando todos los pequeños negocios.
Socialismo hubiera sido restaurar la democracia y llevarla hasta sus últimas consecuencias, descentralizando y municipalizando todos los poderes centrales; haber liberado plenamente las fuerzas productivas, especialmente la inversión y el mercado y eliminado todo tipo de monopolio; haber apoyado ampliamente el trabajo libre, cooperativo y privado, mediano y pequeño con créditos de todo tipo; y haber sostenido una política de respeto a las leyes internacionales, sin enfrentamientos prejuiciados, rabiosos y absurdos, y sin llevarse por los esquemas brutales del estalinismo que tanto rechazo generó en el pueblo y en los vecinos.
Ahora este espantajo pintado de socialismo, busca su salvación en la alianza con el capital extranjero; no con los trabajadores a los que niega participación en la propiedad, la gestión y las ganancias de sus empresas en ruina, las que prefiere cerrar si no encuentra foráneos que se hagan cargo y niega todo acceso a los capitales cubanos de alguna envergadura en manos de los emigrados o de los del patio. Traicionado, también, tanto nacionalismo divulgado.
No es un secreto para nadie que la economía estatal cubana está más atada que nunca a la de EEUU vía remesas de los emigrados en divisa y en medicinas, alimentos, ropas y electrodomésticos, en viajes y turismo de todo tipo y en la compra de alimentos.
Si no es cinismo pasarse 60 años echando las culpas de todos nuestros males al imperialismo y luego rogarle a ese imperialismo por el levantamiento de lo que queda de embargo, dependiendo ya de sus dineros, entonces esa palabra tendría que desaparecer el diccionario.
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