Alberto Roteta Dorado: Cuba y Venezuela, original y copia. ¿Clonación?
Por: Alberto Roteta Dorado.
Naples. Estados Unidos.- Mientras se incrementa el número de víctimas en medio de las acciones de protesta del pueblo venezolano, su actual presidente, el dictador Nicolás Maduro, acude a los recursos más insólitos y despiadados por lograr una prolongación en el poder, y desde La Habana, Raúl Castro le apoya incondicionalmente a pesar de que la mayoría de los países de Latinoamérica se han pronunciado en su contra, y a favor de la oposición y de su pueblo.
Se dice que no es bueno hacer comparaciones, pero también se defiende la idea de que comparar es inevitable, de ahí que en nuestros días se está retomando muy en serio la analogía, que no es más que comparar, algo que aplicado al terreno social y político resulta de gran ayuda para temas de investigación dentro de la psicología política.
Hay un grupo de similitudes entre Cuba y Venezuela, cuyos gobernantes impusieron formas socialistas como modelo social y económico para sus gobiernos. Resultaría interminable referirnos a todas, por lo que solo me limitaré a algunas semejanzas que se destacan sobremanera.
Recién comenzaba la revolución cubana, y de un modo muy sutil, aunque premeditado alevosamente – aprovechando ciertas circunstancias dentro del contexto social y político de una nación que empezaba a transformarse por doquier-, Fidel Castro proclamaba su carácter socialista ante una multitud plena de euforia, a la que el malvado hombre se encargó de encender los ánimos hasta casi llegar a un desenfrenado paroxismo.
El 16 de abril de 1961, en un sitio poco habitual – la esquina de 23 y 12 en las cercanías del cementerio de Colón, en la capital cubana- y en medio de la incertidumbre que dejaban los ataques que precedieron a la invasión a Playa Girón, Fidel Castro, al final del kilométrico discurso que pronunció por los sucesos ocurridos, decidió introducir ciertos conceptos que se aproximaban a los cánones establecidos por el comunismo de los soviets.
Una vez que había electrizado con su maléfico magnetismo a aquellos hombres de pueblo, devenidos en ejército de milicianos, dijo de manera categórica: “esta es la revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes”, y concluía con un enérgico: “viva la revolución socialista”.
De manera similar, Hugo Chávez, – quien fuera “educado” en el arte de engañar a través de una exaltada oratoria que acaricia el oído de sus admiradores y conmueve los corazones de sus seguidores- el 30 de enero de 2005, durante su intervención en el V Foro Social Mundial, se refiere por primera vez al socialismo del siglo XXI como modelo a seguir en el proceso transformador que recién había comenzado en la patria de Bolívar.
Ambos dictadores utilizaron la imagen intachable de los más genuinos hombres de sus respectivas naciones, José Martí y Simón Bolívar, considerados por cubanos y venezolanos hombres semidivinos, teniendo en cuenta no solo el liderazgo y la participación determinante en el logro de la independencia de ambas naciones; sino por sus inspiradoras vidas.
Castro relacionó a José Martí con los sucesos del Moncada, y lo invocó durante su autodefensa en el juicio de la fracasada acción. Chávez asumió la figura de Bolívar como escudo permanente para sus fechorías durante su mandato, y pretendió que se le viera como un continuador de las ideas independentistas y emancipadoras del extraordinario héroe que no solo libró a Venezuela, sino a varias de las naciones de Suramérica del colonialismo español.
Los métodos expansionistas utilizados por los gobernantes de ambas naciones también constituyen una de las grandes similitudes. Se sabe que el gobierno comunista de la isla fue responsable del entrenamiento de guerrillas en diversas partes de América, de la exportación masiva de hombres hacia las guerras de países del continente africano, destacándose en este sentido: la intervención en Argelia en 1963, la participación de tropas cubanas infiltradas desde Tanzania durante la crisis del Congo entre 1964-1965, así como la histórica ayuda a Angola desde 1975 hasta 1991, sobresaliendo su participación en la llamada operación Carlota, la guerra civil angolana y la de la frontera de Sudáfrica, lo que justificaron bajo el ropaje del “internacionalismo proletario” para enmascarar su intervención en los asuntos internos y en la soberanía de varios países.
Por su parte el desaparecido mandatario venezolano pretendió – y hasta tuvo inicialmente aceptación en la región- expandir el engendro del socialismo del siglo XXI por toda Latinoamérica. Países como Brasil, Chile, Argentina, Nicaragua, Bolivia y Ecuador, le siguieron, aunque con formas adaptadas a sus contextos nacionales, y sin el extremismo excesivo de Cuba y Venezuela. Por suerte para la humanidad, hoy solo perduran como remanente del mal, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, además de las analizadas Cuba y Venezuela.
Los serios conflictos que ambos países han causado en la Organización de Estados Americanos, OEA, también “hermanan” a Cuba y Venezuela. Cuba fue expulsada de la OEA en 1962, lo que quedó sin efecto en el trigésimo noveno período ordinario de sesiones de la Asamblea General, realizada en el 2009 en Honduras. No obstante, el régimen se ha mantenido al margen de dicha entidad.
Desde finales de mayo de 2016, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, se pronunció para activar la Carta Democrática de este organismo para el caso de Venezuela, lo que tuvo su causa a partir de las violaciones del orden constitucional y democrático, algo que no se logró como se esperaba por la indecisión y neutralidad que asumieron varias naciones, y lo dilatado del proceso. Venezuela acaba de iniciar sus trámites de renuncia para apartarse por completo de este organismo, con lo que quedaría excluida al igual que Cuba.
Ambas naciones han quedado aisladas del resto del mundo, manteniendo vínculos solo con algunos gobiernos totalitaristas y de marcada proyección armamentista. Los vínculos de Cuba con China, Corea del Norte, Irán y Rusia, entre otros, demuestran que jamás debió haber sido retirada de la lista de países patrocinadores del terrorismo. Venezuela quedó sumida en el silencio en este momento crucial de su historia. Solo ha recibido la aprobación de Nicaragua, Ecuador, Bolivia, y como era de esperar de Cuba, cuyo gobierno es su eterno aliado. Se conoce de las sanciones que el gobierno de Estados Unidos ha aplicado a este país, a quien considera una amenaza.
Las economías de ambos países han colapsado. Cuba sobrevivió por más de tres décadas gracias a la ayuda del campo socialista. Luego del derrumbe de la URSS, y del bloque comunista europeo, Cuba cayó en el abismo. Un prolongado período especial ocasionó en cientos de cubanos graves trastornos nutricionales como: carencias vitamínicas, desnutrición, baja talla, polineuropatía periférica y óptica. Venezuela pasó a ser una de las naciones más pobres del continente con elevados índices de desempleo, pobreza extrema, desnutrición, y un nivel de inflación más allá de lo concebible.
Pero no todo resulta ser similar. Mientras el pueblo venezolano está en las calles dando muestras de rebeldía y heroísmo, el pueblo cubano permanece en la pasividad que lo ha caracterizado – con las conocidas excepciones de Damas de Blanco y UNPACU, y algún que otro líder de manera individual-, y hasta sigue mostrando lealtad y sumisión a un régimen que les quitó todo, incluida la posibilidad de pensar. Así lo han demostrado recientemente en el desfile del primero de mayo, y antes, durante los funerales del dictador Fidel Castro.
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