miércoles, mayo 17, 2017

Alfredo M. Cepero: LA TIRANÍA CASTRISTA TIENE EL TIEMPO CONTADO.


LA TIRANÍA CASTRISTA TIENE EL TIEMPO CONTADO.

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La tiranía castrista tiene el tiempo contado y la cuenta ya no es de otros 58 años ni de otros 58 meses. Vaticino que ni siguiera de 58 semanas.
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Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Sígame en: http://twitter.com/@AlfredoCepero
5-17-17

Como un reloj obsoleto al que se le acaba la cuerda, la tiranía castrista tiene el tiempo contado porque ha sido un rotundo fracaso en todos los aspectos de la vida nacional cubana. En el curso de estos 58 años ha sido incapaz de cumplir las promesas exuberantes y descabelladas con que su diabólico fundador hechizó a un crédulo e ignorante pueblo cubano. Al contrario de las delirantes predicciones de aquel sujeto estrafalario, Cuba no se convirtió en una potencia industrial, no se liberó de las cadenas del monocultivo, no logró independencia energética, no superó el ingreso per cápita de los Estados Unidos, no garantizó asistencia médica universal, no logró niveles de empleo y salarios dignos, no proporcionó una sólida educación básica y ni siquiera fue capaz de mantener la soberanía nacional.

Por el contrario, en noviembre de 2012, la industria manufacturera cubana iba de marcha atrás y se encontraba un 55 por ciento por debajo de sus niveles de 1989, en todos estos años la agricultura no se ha diversificado y ni siquiera ha sido capaz de satisfacer las demandas de consumo nacional, desde sus inicios la dictadura ha dependido ya sea de la Unión Soviética o de Venezuela para satisfacer sus necesidades energéticas, el ingreso per cápita del cubano compite por los últimos lugares mundiales con el de los haitianos, los enfermos tienen que llevar sábanas y colchonetas si no quieren dormir sobre bastidores de alambre en las camas de los hospitales, el salario de los obreros cubanos es el más bajo del Hemisferio Occidental, los egresados de las escuelas y universidades cubanas escriben ventana con "B" labial y la tan cacareada soberanía nacional fue entregada a la Unión Soviética en una guerra fría que casi se puso caliente y pulverizó al pueblo de Cuba durante la Crisis de los Misiles de 1962.

Para mayor afrenta y vergüenza, además de rendir nuestra soberanía a una potencia extranjera como la Unión Soviética, la tiranía se ha mantenido en el poder prostituyendo a nuestras mujeres como anzuelo a un turismo barato integrado por depredadores y degenerados sexuales, vendiendo el trabajo esclavo de nuestros profesionales de la salud y explotando la tradicional solidaridad familiar del cubano que desde el exilio manda miles de millones de dólares todos los años a sus familiares atrapados en Cuba. Tres mil millones ($3,000 millones) de dólares en el año 2015, sólo desde los Estados Unidos, según la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos (USITC, sigla en inglés). ¡Una mancha perpetua en nuestra historia futura que las víctimas hayamos estado financiando a nuestros victimarios! Todo esto aderezado con unos niveles de espionaje perfeccionados en la Staci (policía secreta de Alemania Oriental) y con una represión que se ha multiplicado a partir del acuerdo con el consumado simulador y fanático ideológico Barack Obama.

El acuerdo suscrito el 17 de diciembre de 2014 entre Obama y Castro sorprendió al mundo al anunciar el inicio de un inesperado proceso de reaproximación entre dos viejos adversarios. Sin exigir nada a cambio, ni siquiera en el campo de los derechos humanos, Obama dio un borrón a la cuenta pendiente de $1,800 millones de propiedades norteamericanas confiscadas por la tiranía castrista, la amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos en su alianza con la Unión Soviética y la erosión a la esfera de influencia de Washington fomentando terrorismo y guerrillas en distintos lugares del globo, sobre todo en África y en América Latina. En la nueva cuenta abierta por Obama, todos los beneficios serían para la tiranía cubana y los perjuicios para los Estados Unidos y el pueblo de Cuba.

Después de afirmar que: "Todos estos años han demostrado que el aislamiento no funciona", Obama anunció una serie de medidas para restablecer los lazos entre ambos países. Entre ellas, abrir una embajada en La Habana, sacar a Cuba de la lista de países promotores del terrorismo, mejorar la relación en temas comerciales, de salud y de fronteras abiertas para los turistas. Y, lo más importante para los mafiosos que han vivido chantajeando al mundo, dijo que los estadounidenses podrían viajar a Cuba y utilizar tarjetas de crédito y de débito en territorio cubano. En cuanto a las remesas, el acuerdo estipuló que Estados Unidos aumentaría la suma que los estadounidenses podrían enviar a cubanos dentro del país, de 500 a 2.000 dólares por trimestre.

Con Hillary Clinton como segura ganadora de las elecciones presidenciales norteamericanas, el futuro parecía prometedor para el pigmeo intelectual y moral que encabeza la gavilla de asesinos que oprimen a los cubanos. Pero llegó el 8 de noviembre y la sorpresa del triunfo de Donald Trump. La tan esperada danza de los millones provenientes del odiado imperio puso de manifiesto la célebre frase de "lo que dura un merengue a las puertas de un colegio". Y, siendo un colegio de niños cubanos, duró todavía mucho menos tiempo.

Por lo tanto, en sus canales de diplomacia privada, el pigmeo instruyó a sus testaferros en Cuba y en los Estados Unidos que le hicieran llegar el mensaje a Trump de que estaba deseoso de negociar un nuevo acuerdo. Como de costumbre, la diplomacia pública fue todo lo contrario. Estuvo matizada de la arrogancia característica y las frases vacías de los tiranos asomados al abismo. Poco después de la investidura de Trump, el asno con charreteras dijo estar dispuesto a mantener un "diálogo respetuoso” con su homólogo estadounidense. Y el mismo cipayo que participó en la venta de la soberanía cubana a la Unión Soviética, tuvo el descaro de decir: "no debe esperarse que para ello Cuba realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia”.

La respuesta del Departamento de Estado estuvo en concordancia con las promesas de campaña del Presidente Trump. Durante su comparecencia ante los miembros de la Brigada 2506, Donald Trump les dijo: “Organizaciones de la resistencia cubana han luchado por décadas para deponer al régimen de Castro, para liberar al pueblo cubano y restaurar la verdad y la justicia en la vida diaria de sus ciudadanos. Lo que ustedes están pidiendo es justo y está en lo correcto”. No es necesario aclarar lo que los brigadistas y el exilio cubano que ni se vende ni se rinde estamos exigiendo, no pidiendo.

De ahí las declaraciones el pasado 10 de mayo del subsecretario interino de Estado para el Hemisferio Occidental, Francisco Palmieri. En las mismas, el funcionario apuntó: "Una de las áreas que será una alta prioridad es garantizar que Cuba haga más avances sustantivos hacia un mayor respeto por los derechos humanos en el país”. Y para despejar cualquier duda agregó: "El Gobierno del Presidente Trump está en medio de una abarcadora revisión de la política hacia Cuba" Acto seguido dijo que de ese proceso saldrían "diferencias importantes” respecto a su antecesor Barack Obama. Se acabó la pelota al flojo. El nuevo pitcher sabe tirarla duro y disfruta ponchando al adversario. Un presagio precario para el anciano chantajista cubano.

Confieso que cierro estos apuntes esperanzado en el futuro de mi patria. Sin protectores y sin tiempo se desmorona la tiranía castrista. Cae bajo el peso de su maldad y de su ineficiencia. Se le murió el brujo que cautivó a los cubanos, se le acabaron los artificios para engañar a sus mecenas internacionales, la izquierda populista anda en retirada, le salió un fantasma llamado Donald Trump y ha perdido utilidad para los enemigos de Estados Unidos dentro de los nuevos parámetros de la geopolítica del Siglo XXI. Ya no hay dos potencias mundiales. Solo una y se llama Estados Unidos. Los que quieren apuntalar a la tiranía, como Venezuela, ya no pueden y los que quizás podrían hacerlo, como Rusia, temen antagonizar a un inquilino de la Casa Blanca que no tiene miedo de utilizar la fuerza para restaurar el respeto al gigante americano. La tiranía castrista tiene el tiempo contado y la cuenta ya no es de otros 58 años ni de otros 58 meses. Vaticino que ni siguiera de 58 semanas.