domingo, julio 09, 2017

Gleyvis Coro Montanet: Poema del lacayo del faraón (su secuaz número 1) convertido en refugiado. Llamar a Cuba

Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

 Tomado de https://www.isliada.org

Ha recibido varios premios nacionales e internacionales entre los que se encuentran el Gran Premio Vitral de Narrativa por Con los pies en las nubes (Ediciones Vitral, 1998); el Premio Alcorta de Poesía por Escribir en la piedra (Ediciones Loynaz, 2000); el Premio Cirilo Villaverde que otorga la Unión Nacional de Escritores de Cuba y el Premio de la Crítica por su novela La burbuja (Ediciones Unión, 2007). Obtuvo el Tercer Premio en el Concurso Interamericano de cuentos de la Fundación AVON para la mujer, en Argentina, así como la Beca de Creación Onelio Jorge Cardoso en el XIV Premio de Cuento La Gaceta de Cuba. Ha publicado los poemarios Cantares de Novo-hem (Ediciones Loynaz, 1999), Poemas briosos (Ediciones Aristas de Cobre, España, 2003) y Aguardando al guardabosque (Ediciones Loynaz, 2006).
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Tomado de http://www.diariodecuba.com/

Poema del lacayo del faraón (su secuaz número 1) convertido en refugiado

 











Por Gleyvis Coro Montanet
Madrid
10 de Julio de 2017

En el centro comercial,
cosido de gangarrias
Tommy Hilfiger
—es una observación de mi pareja—
he visto al más intenso
de los lacayos del faraón
pasearse como refugiado.
Extraño tráfico el de su vida:
de favorecido
por una entrega quizás no recíproca
—pero bien remunerada allí—,
a pobre tipo de acá,
donde todos somos menesterosos.
Tanto que, con seguridad, las gangarrias
que el ahora-refugiado muestra
—es otra observación de mi pareja—
serán antiguos galardones de caza,
mercancías del vínculo
con el poder anterior
y no premios de esta vida dislocada,
con túnicas y entornos
que huelen a fritanga.

 Precisamente por eso miramos al detalle
—con ilusión y asombro—
cada anuncio de prosperidad
en nuestros similares.
Aunque podríamos sospechar
—es una conclusión de mi pareja—
que también aquí
este señor viva mejor que nosotros.

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Tomado de http://www.diariodecuba.com

Llamar a Cuba

Por Gleyvis Coro Montanet
Madrid
12 de Mayo de 2017

Tengo ganas de hablarnos con normalidad, sin diferencia de horas
ni tarifas por minuto. Como si hubiese estado todos estos años allí,
pudriéndome con ella, oyendo proferir sandeces a los gerifaltes.
Mi madre llama gerifaltes a los que deciden cualquier cosa
en el distrito cabecera, aunque sea un asunto mínimo,
de poco relieve, como poner un sello.
"El hijo de fulana está hecho un gerifalte".
Suele decirme y sonríe. Porque es burlona.
Con una mitad de sí que no responde,
se ríe de ella y de la mitad del mundo
que tampoco le responde
y del hijo de fulana incapaz de poner un sello
sobre su examen de tiroides.
Sin llegar a ser trágica confunde, con melancolía, los temas,
se queja del hombro, pregunta
si no debe colgar.
Por culpa de mi adversa economía
y de las altas tarifas por minuto del teléfono,
me he perdido la vejez y el Parkinson de mi madre.
La evolución del barrio contada por su voz.
Grandes ganas de hablar sin límites con ella
parecen a menudo y las ahogo en la heráldica
de un apellido que nos dicta ahorrar dinero a toda costa.
(En mi relación personal con las monedas
respira la mediación de la familia de mi madre:
su doctrina de ahorro, su emotividad.)
Fiel a eso, guardé todo el dinero cubano que pude.
Si es que existe de verdad el dinero cubano.
Si es que existe el ahorro limpio,
pariente del esfuerzo y la circunspección.
Porque es doloroso —o cómico—
que con todo lo que recuerdo que ahorré en Cuba,
llegase a España sin saber
lo que era un cajero automático.
(Gemí de cólera frente al osezno de Bankia el día que tomé conciencia
de lo que significaba en realidad el venerable).
Llegué a España cuando en Europa
se introducían las primeras medidas de austeridad de este siglo.

Y me dio mucha gracia (todavía me la da) lo que aquí llamaban desventura.
Madredediós: esta gente alimenta un concepto tan pancho de la miseria
que les ofrecería asomarse —veinte minutos/once euros,
sin que deban pagar los once euros—
a la zona más quemada de mi vida.
A la premura del nervio sometido con que hablo
por teléfono con mi madre
—es un ejercicio de amor y de síntesis—.
A la disciplina con que se prepara para el diálogo
—con fecha y hora precisas—,
y se concentra en narrar —bien y pronto—
cuanto deba decirme sobre el mal y la calma.
Solo esta pena de bulto le proyectaría de mí a los españoles:
la ansiedad con que observo crecer los dígitos
de la factura del locutorio,
con la cabeza en la plática
y en la velocidad de los números.
Con la guinda de que, a menudo, en medio de la llamada,
mi madre olvida algo,
pequeño e importante que debía decirme y lo arrastra
por toda la conversación: olvido algo.
Nerviosa y segura de que olvida,
me oigo decirle haz un esfuerzo final de memoria,
hasta que pita el teléfono. Y así se queda.
Y así nos despedimos.
Hasta el próximo mes

* Gleyvis Coro Montanet nació en La Tirita, Pinar del Río, en 1974. Ha publicados los poemarios Aguardando al guardabosque (Ediciones Loynaz, Pinar del Río, 2006) y Jaulas (Letras Cubanas, La Habana, 2010), así como una novela: La burbuja (Unión, La Habana, 2007).