viernes, abril 06, 2018

Fidel Castro Ruz el Homófobo en Jefe en sus propias palabras. Alejandro Armengol sobre el Homosexualismo y enfermedad en la Cuba tiranizada por el Castrismo de Fidel y Raúl Castro u sus secuaces

Tomado de https://www.cubaencuentro.com/


Homosexualismo y enfermedad en Cuba

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La Escuela de Psicología de la Universidad de La Habana tomaba medidas muy precisas para evitar la entrada de homosexuales al centro docente
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 Tira  aparecida en la revista Mella, revista oficial de la Unión de Jóvenes Comunitas en Cuba. Imágenes y comentarios añadidos por el Bloguista de Baracutey Cubano.


Por Alejandro Armengol
Miami
04/04/2018

Para quienes estudiamos psicología durante la década de 1970 en Cuba, el considerar al homosexualismo una enfermedad —ya fuera de origen mental o por un desequilibrio hormonal— era una posición “avanzada”, no libre de reproches. La definición oficial transcurría por rumbos menos elaborados: un homosexual era simplemente un degenerado sexual y antisocial.

La Escuela de Psicología de la Universidad de La Habana tomaba medidas muy precisas para evitar la entrada de homosexuales al centro docente. Todo aspirante a cursar la carrera tenía que someterse a diversos tipos de evaluaciones, que intentaban garantizar que era “confiable”, tanto desde el punto de vista político y vocacional como en términos de salud mental.

Para verificar la lealtad revolucionaria existían las verificaciones al uso, desde el análisis del expediente docente hasta el reunir datos e informaciones por otros medios, pero mucho más profundo y “científico” era el análisis de la capacidad mental y la estabilidad emocional del aspirante.

Había una lógica para llevar a cabo ese proceso. La inestabilidad emocional afecta no solo la comprensión de los procesos mentales, sino que puede resultar en una vulnerabilidad peligrosa en quienes —por su trabajo o estudio— tienen que enfrentar a personas perturbadas o situaciones perturbadoras.

Esa sería a grandes rasgos la justificación del requisito indispensable de someterse a una batería de tests y una o más entrevistas antes de entrar en la escuela.

Sin embargo, dentro de la aplicación de tales pruebas se consideraba un factor fundamental el detectar cualquier rasgo homosexual o la existencia de un homosexualismo latente o activo.

Una de las pruebas psicológicas empleadas era el Inventario de Personalidad de Minnesota (MMPI), que entre otros aspectos contiene una escala clínica cuya medición siempre se analizaba en detalle en la escuela, y es la que mide el índice Masculino-Femenino.

Cualquier puntuación elevada en ese indicador, si correspondía al sexo contrario en el sujeto (un hombre con elevada puntuación “femenina” o una mujer con alto índice de “masculinidad”) era causa de rechazo.

Aunque el “Minnesota” es una prueba confiable, ocurría que en la versión que se aplicaba en Cuba algunas preguntas respondían a factores culturales y en realidad no determinaban con exactitud tendencias de género (el Inventario fue creado alrededor de 1943 por Hathaway y McKinley; la escala masculino-femenino (MF) fue desarrollada en 1956 por ambos autores, con el propósito inicial de diferenciar entre hombres heterosexuales y homosexuales).

Aunque en la propia escuela se realizaron estudios para determinar esas inexactitudes, no por ello se limitó el uso de la prueba a la hora de decidir si un aspirante debía ser o no excluido bajo la sospecha de homosexualismo.

Incluso se llegó al extremo de ni siquiera considerar al homosexualismo como un trastorno psicológico, sino como una enfermedad; y eso en el mejor de los casos, pues el criterio imperante era que se trataba de una conducta delictiva.

La diferencia entre trastorno psicológico y enfermedad es importante. Un trastorno implica cierto desajuste con el contexto, cierto problema de adaptación persona-sociedad, lo cual hace que por definición no esté libre de valores.

Mientras que en los años 60 en Estados Unidos se logró un cambio de criterio sobre el homosexualismo considerado como una enfermedad, y en 1973/1974 la Asociación Psiquiátrica Americana decidió por una ligera mayoría (58 %) eliminar la condición como categoría de enfermedad, Cuba siguió aferrada a categorizar al homosexual como delincuente y antisocial, y enfermo en el mejor de los casos.

Si como dice Mariela Castro, la “historia del CENESEX se remonta a 1972 cuando la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) creó un grupo de trabajo destinado a evaluar las dificultades y censar las discriminaciones de las cuales eran víctimas los homosexuales y las lesbianas”, poco se supo entonces de esa supuesta labor en el principal centro universitario del país, dedicado al estudio de la psicología, donde algunos estudiantes nos creíamos “científicos de criterios avanzados” al considerar a estos como “aberrados” y no simples delincuentes.

Esta columna también aparece en el Nuevo Herald.

© cubaencuentro.com
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El personaje y militante  revolucionario de Pucho, en sus variantes de Estudio, Trabajo y Fusil que conforman el lema de la UJC, aplastan a los homosexuales. Nota y dibujo añadidas por el bloguista de Baracutey Cubano)
 
Mariela debe leerse el discurso de Fidel Castro del 13 de marzo de 1963 antes de hablar. El discurso completo de Fidel Castro puede leerse en:
Unos fragmentos:
“ ¡Un momento! Es que ustedes no me han dejado completar la idea (RISAS y APLAUSOS). Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre.

Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS). La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones.

¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No! “Arbol que creció torcido...”, ya el remedio no es tan fácil. No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no!

Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia (RISAS), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente.

Estoy seguro de que independientemente de cualquier teoría y de las investigaciones de la medicina, entiendo que hay mucho de ambiente, mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema. Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el “pitusa” (RISAS).

¿Y qué opinan ustedes, compañeros y compañeras? ¿Qué opina nuestra juventud fuerte, entusiasta, enérgica, optimista, que lucha por un porvenir, dispuesta a trabajar por ese porvenir y a morir por ese porvenir? ¿Qué opina de todas esas lacras? (EXCLAMACIONES.)

Entonces, consideramos que nuestra agricultura necesita brazos (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”); y que esa gusanera lumpeniana, y la otra gusanera, no confundan La Habana con Miami...¨
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Fragmentos de  cartas que escribió Fidel Castro Ruz  desde su prisión en el Presidio Modelo de Isla de Pinos por los hechos ocurridos en el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. Esas cartas fueron publicadas en 1959 en un libro por  su entonces muy amigo Luis Conte  Agüero; ese libro, en su nueva edición, puede comprarse en: https://www.amazon.com/Prison-Letters

 
Junio 19 de 1954.
A Luis Conte Agüero:
Aquí me paso la vida leyendo y practicando el autocontrol. Me siento realmente mejor cuando no leo los periódicos; la politiquería y la obsecuencia que veo por todas partes me producen ataques de ira.
Si alguien ha visto su paciencia puesta a prueba, ese soy yo. Hay ocasiones en que paso horas luchando contra el deseo de explotar, de declararme en huelga de hambre y sin probar bocado hasta que me saquen de aquí o me maten, lo cual no sería para nada imposible. Estoy convencido de que quieren provocarme a toda costa y yo ignoro sus intenciones... Luis, yo pienso que tenemos que organizar, tan pronto como sea posible, una campaña sistemática y creciente contra esta ultrajante situación en la que me encuentro... Este es el momento más favorable psicológicamente debido a una serie de eventos... El Ministro de Gobierno se ha comportado como lo que es: un perfecto afeminado; se ha plegado a todos los caprichos de los militares y se ha dedicado a enriquecerse desvergonzadamente... Recuerda a Catón, quien terminaba siempre sus discursos pidiendo la destrucción de Cartago (...)
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Cuando salió a la luz pública que Mirta, su esposa, había aceptado en secreto que su hermano Rafael Díaz Balart –viceministro de Gobierno– le pagara un modesto estipendio a través de su oficina, Fidel Castro insistió en que Ramón Hermida –el Ministro de Gobierno– quería manchar su nombre.
A Luis Conte Agüero:
Esta es una maquinación en mi contra: la más infame, más indecente, más vil e intolerable. Mirta es demasiado ecuánime como para haber permitido que la sedujera su familia, aceptando aparecer en la nómina del gobierno, independientemente de su situación económica. Estoy seguro de que ha sido miserablemente calumniada (...)

Sólo un afeminado como Hermida, en el nivel más bajo de la degeneración sexual recurriría a semejantes métodos, cargados con tan inconcebible indecencia y falta de virilidad. Ahora ya no me cabe duda de que la declaración atribuida a mí acerca de que soy bien tratado ha sido obra suya.

No quiero convertirme en un asesino cuando salga de esta prisión. ¿No tiene honor un prisionero político? ¿Puede un prisionero político ser ofendido de este modo? ¿No tiene un prisionero retar a duelo cuando sale de prisión? ¿Tiene uno que comerse la bilis de la infamia en la impotencia y desesperación del confinamiento?

Estoy dispuesto a retar en duelo a mi cuñado en cualquier momento. Lo que está en juego es el buen nombre de mi mujer y mi propio honor de revolucionario.