martes, agosto 07, 2018

Esteban Fernández: ¿UNIDAD?

¿UNIDAD?

Por Esteban Fernández
6 de agosto de 2018

Durante de 60 años hemos tenido que soportar las quejas de que “los cubanos no se unen”, de que “la unidad es necesaria para liberar a Cuba”. Y mi respuesta siempre ha sido: ¿Unirnos para qué? Y ¿Unirnos con quiénes? De los millones y millones de cubanos yo solamente estoy dispuesto a juntarme con -cuando más- dos o tres mil de ellos.

¿Saben, en realidad, qué cosa es eso de la matraquilla de “unidad?: Una excusa para no hacer nada. Es como si usted me dice: “Esteban ¿puedes regalarme 100 dólares?” Y yo le respondo: “Claro que sí, pero si logras unir al aceite y el vinagre”.

Yo no necesito que todas las religiones se junten para creer en Dios y venerar a Jesucristo. La cosa más absurda del mundo sería decir: “Yo soy ateo hasta que los católicos y los presbiterianos se unan en una sola religión”.

Unir a los cubanos, no de ahora, sino de siempre, es una misión imposible. La más imposible de las misiones. Mi patriotismo se derrite ante mi eterna actitud selectiva.  60 años de dedicación a una causa, y mi experiencia sufriendo 100 desengaños, me brindan la potestad de escoger mi compañía.

¿Qué soy un divisionista? Acepto esa premisa partiendo de la base de que divido a mis compatriotas en buenos, regulares y malos, y sólo hago causa común con los que considero inmaculados.

Y no me gusta que se utilice “la desunión de los cubanos” para echarnos con el rayo y tirarnos tierra por encima, porque ¿cuál es el mejor, más grande y poderoso país del mundo? Sin lugar a dudas que los Estados Unidos de América. Y ¿están unidos los estadounidenses? No arruguen que no hay quien planche. De eso nada.

Posiblemente en estos instantes U.S.A. es una de las naciones más divididas en todo el planeta tierra.  Tanto odio, tanta enemistad política, tan gigantesca y abismal es la división existente que tal parece que estamos abocados a la segunda guerra civil en esta gran nación.

Yo no sé en otros lares, pero donde yo vivo no se puede ni salir a la calle con una gorra roja de “Make America great again” sin correr el peligro de que te partan la crisma. Y, viceversa, en un acto pro Trump el que se lance a protestar puede perfectamente recibir un buen gaznatón.

Pero volvamos a lo nuestro: A través de nuestra historia todas  las empresas grandes las han logrado las minorías beligerantes mientras   la mayoría sólo se ha unido tras una victoria aplastante de un grupito o a la cañona y a patadas por el trasero.

Por lo tanto, cada vez que alguien me habla de “unidad” yo respondo con tres simples palabras: Distancia y categoría.