lunes, agosto 06, 2018

Luis Leonel León: Cómo Fidel Castro justificó la crisis migratoria de 1994


El Maleconazo, la crisis de los balseros y el fotoperiodismo



DOCUMENTAL REALIZADO POR EL  20 ANIVERSARIO.EXODOS DE BALSEROS 1994.



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Tomado de https://www.martinoticias.com

Cómo Fidel Castro justificó la crisis migratoria del 94

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“Cuando recuerdo aquel momento siento que sólo fui un mero intermediario entre el poder absoluto que él ostentaba y lo que quería mucha gente, que era irse de allí, pues si habría otro Mariel esa era la esperanza, la posibilidad de miles de personas, como finalmente sucedió"
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"La regata", fotografía del historiador de arte y curador Willy Castellanos, muestra a algunos de los "balseros de 1994".

"La caída IV (1994)", fotografía del historiador de arte y curador Willy Castellanos.

"Salida nocturna", fotografía del historiador de arte y curador Willy Castellanos.

Balseros (Cortesía).
Por Luis Leonel León
5 de agosto de 2018

Hace 24 años, el 5 de agosto de 1994, desde el Malecón de La Habana Fidel Castro se dirigió a los cubanos de la isla y, como casi siempre, a Estados Unidos. Lo hizo después de que varios miembros de sus tropas militares y paramilitares, uniformados unos y disfrazados de obreros revolucionarios los otros, reprimieron a una multitud que espontáneamente se atrevió a manifestarse contra el hambre y la desidia extremas que primaban en ese momento, y que el mismo dictador bautizara con el eufemismo de “Periodo especial”, esa increíble plaga de tristeza a la que la testarudez, el odio y el ego del caudillo habían empujado a la nación, en ese momento ya sin el apoyo de la desaparecida Unión Soviética y sus satélites de Europa del Este.

Ese día, realmente tan raro como caluroso, Oscar Suárez, entonces periodista del Noticiero Nacional de Televisión, estaba filmando en el municipio de Centro Habana, a unas pocas cuadras del Malecón, donde sostendría, gracias al azar o a los misterios del subconsciente, un breve pero trascendente diálogo con el caudillo.

La mañana había amanecido enrarecida. Suárez recuerda que el ambiente se sentía tenso después de la masacre del remolcador 13 de marzo y otros intentos de robo de embarcaciones para escapar de la isla. “Corrían decenas de rumores de nuevos asaltos a lanchas del Estado. La atmósfera iba tomando temperatura. La gente lo que quería era sencillamente irse, se robaban lanchas, se colaban en barcos, como podían escapaban o al menos lo intentaban”.

“Varios equipos de noticias de la televisión cubana fuimos enviados a diferentes puntos de la capital habanera. Se estaba esperando algo que de pronto se disparó”, rememoró Suárez, exiliado en Miami desde hace más una década.

En la zona comercial de Centro Habana, en las calles Neptuno y San Rafael, se habían registrado roturas de vidrieras y saqueos. Cuando el periodista y su equipo iban avanzando por la calle San Lázaro en dirección a Galeano, se topó con una manifestación que no ha vuelto a suceder:

“Cientos de personas que gritaban “Libertad, libertad”. Nunca había visto una calle tan concurrida y sobre todo tan valiente. No tenían miedo a nada. Era impresionante. Recuerdo que nos decían: “Graba, graba esto, grábame a mí para que me vean, libertad, libertad”, mientras seguían avanzando hacia el Malecón habanero. Nunca se había visto eso en Cuba. Nadie podía imaginarlo. Me sentí conmovido. La inmensa mayoría del pueblo quería que pasara algo, que se acabara aquella desgracia. Los apagones y el hambre, que según el régimen eran fabricados en Miami, y ya la gente no se tragaba ese cuento. Pero no sabíamos exactamente qué podía pasar”.

Emplazó la cámara en el portal del Hotel Deauville para tener una mejor perspectiva visual de las calles Galeano, San Lázaro y Malecón. Estaba seguro de presenciar algo inédito.

“Aquel 5 de agosto del 94, cuando la Habana se lanzó a las calles, parecía que el régimen se venía abajo. Logré unos planos tremendos junto a mi equipo de noticias. Subí al quinto piso, y me abrió una muchacha vasca, que nos dejó filmar sin ningún problema. Más bien creo que le gustó que lo hiciéramos desde su balcón”.

Luego vio que desde la puerta del hotel, algunas personas vestidas con camisetas de la Brigada Blas Roca, en realidad paramilitares, estaban disparando.

“Primero me impresionó, porque lo estaban haciendo a la vista, aunque en realidad bien refugiados en el hotel. Recuerdo que pensé: ¿Y si los tipos estos son tan guapos como dicen qué hacen aquí escondidos? La verdad nunca vi a alguien herido, creo que la gente ni siquiera se daba cuenta de los disparos. Tal vez estaban tirando al aire, más bien para tratar asustar, pero los más asustados eran ellos”.

Después de varias maniobras, calle Colón abajo y luego caminando a contra vía por el Paseo del Prado, finalmente pudo entrevistar a Fidel Castro.

"Que ya estaba rodeado de cientos de agentes. La escena fue una de las bravatas que Fidel solía mostrar en público. Y nunca olvido su respuesta a una de las ocasionales irreverencias que pude hacerle, sin que me costara muy caro, mientras fui periodista de la televisión cubana”.

El encuentro tuvo lugar en el Paseo del Prado, casi llegando a Malecón, a pocos metros de la Embajada española. “Tuve que correr para llegar allí. Los guardaespaldas tenían que quitar a Fidel de donde hubiera techos y lo llevaron a un lugar seguro. Con tremendo trabajo llegué hasta allí. Lo primero que le pregunté fue qué hacía allí, qué había sucedido, y sólo me respondió que para calmar la situación. Él no quería abundar en lo que había sucedido”.

Entonces Suárez, inspirado por la manifestación que había acabado de presenciar, le hizo la pregunta que nadie de la Televisión se atrevería a hacerle en ese momento.

“Le pregunté si iba a abrir otro Mariel (haciendo un paralelo con el éxodo masivo anterior, en 1980). No se me olvida que había allí otro periodista joven, hijo del también periodista oficialista Luis Báez, que me miró asustado, con los ojos me decía cómo le vas a preguntar eso siendo periodista de la televisión, te volviste loco. Todavía puedo ver aquella cara. Ese no dijo nada. Fui yo el único que le preguntó”.

Tampoco olvida la expresión de Fidel Castro, que acostumbrado a preguntas complacientes y a ridículos elogios, no imaginó aquella pregunta. Pero la astucia del viejo dictador supo aprovechar rápidamente la oportunidad.

“Me miró con el rostro un poco arrugado, como dicen los españoles, y me dijo “Yo no digo que vaya a abrir otro Mariel, yo lo que no voy es a cuidar más las fronteras de Estados Unidos”. Y así abrió el banderín para que miles de hombres y mujeres se lanzaran al mar en cualquier medio que flotara para llegar desesperadamente a Estados Unidos”.

Suárez confiesa que también quedó un poco sorprendido por la rápida contesta de Castro. “Fue la pregunta que a él le convenía. Ahí yo me di cuenta. Le sirvió para poner la pelota del otro lado de la cancha, cosa que él sabía hacer muy bien, como el Aikido, que aprovecha la fuerza del otro para darte un golpe. Fíjate que me dijo “y lo pones todo” y ahí mismo se acabó la entrevista”.

“Cuando recuerdo aquel momento siento que sólo fui un mero intermediario entre el poder absoluto que él ostentaba y lo que quería mucha gente, que era irse de allí, pues si habría otro Mariel esa era la esperanza, la posibilidad de miles de personas, como finalmente sucedió, de poder escaparse de aquello como ya había sucedido en El Mariel. Yo creo que en mi atrevimiento ante el dictador, le fui fiel a mi pueblo, a tanta gente que deseaba escapar y que yo había acabado de ver en las calles y que en esos momentos intentaban irse como podían. Como hemos hecho dos millones de cubanos durante casi 6 décadas”.

Después de aquellas declaraciones en el Malecón habanero, Castro se fue directamente al edificio del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), “donde junto a un panel de sus periodistas favoritos y de mayor confianza, le hicieron las preguntas que disfrutaba escuchar. Sólo esas. Y él dijo lo que quería decir sin importar que a veces le preguntaran otra cosa. Era su show”, precisa el autor del hoy popular blog Universo increíble, nombre del programa que por entonces conducía semanalmente en la televisión nacional.

“Cuando llegamos al ICRT que vamos a entrar a la Redacción del Noticiero Nacional de Televisión (NTV), Luis García, alias Martillo, que era grabador pero que ese día estaba de camarógrafo conmigo, le dijo a Roberto Agudo, el fallecido director del noticiero, “Fidel dijo que lo pusiéramos todo”. A lo que Agudo respondió “Si dijo que lo pongan todo, pónganlo todo”. Pero Fidel no se imaginaba lo que nosotros nos habíamos atrevido a filmar. Por eso, para no editar algo que me iban a censurar al momento, le pregunto “Y también pongo a los tipos que estaban disparando”. Y claro, Agudo me respondió muy serio “No, eso no”. Yo sabía que eso era una bomba y no lo iban a dejar poner”.

A la salida del estudio donde compareció Castro, parados en el pasillo, estaban todos los reporteros del Noticiero, pues “les habían dado la orden de esperar al Comandante para saludarlo y adularlo al terminar su alocución”.

“En efecto. Al salir fue directamente hacia nosotros y una periodista (prefiero obviar por el momento su nombre) le dijo muy coqueta: “Comandante, qué valiente es usted, con tantos tiros y piedras que había en todos esos lugares”. Su respuesta fue una de las clásicas del tipo duro, con cierta dosis de modestia aparente”.

Ese fue el momento que Suárez aprovechó, “recordando al gran escritor español Francisco de Quevedo, cuando dijo aquello de a una reina minusválida, lo de “entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es coja”. Claro que mi frase fue más popular y con un doble sentido que me salvaría el pellejo, pero en ese momento ni lo pensé: “Comandante, como dice un amigo mío, usted nunca se va a morir, a usted hay que matarlo”, le dije. Y él me miró muy serio. Gracias a Dios, esa frase tiene una doble lectura. Una es como decir que es muy valiente, y la otra lectura es obvia”.

Según Suárez, lo mejor de todo fue la respuesta del dictador, que desde entonces el periodista se había prometido publicar “el día que Castro se marchara de este mundo, sin cumplirla, como sucedió”.

“Recuerdo que palmeándome el hombro izquierdo Fidel me dijo: “A mí nunca me gustaría morirme en la cama”. Y aquello fue como una sentencia. Pero mira tú. Pura mitología. Claro, ahora los suyos dirán que cuando dejó de respirar estaba hablando con Venezuela, o con algún personajillo en Colombia. La verdad nunca se sabrá, pero lo cierto es que ya no está, y que Dios nos perdone, pero sólo los buenos no se marchan”.

El encuentro con los periodistas fue filmado y el diálogo entre Castro y Suárez fue publicado en la emisión estelar del NTV a las 9 de la noche. Pero dos horas después, los jefes del Noticiero le informaron a Suárez que en la emisión final (sobre la medianoche) no se publicaría otra vez, pues un mensaje del Comité Central lo había prohibido, alegando que el video animaba a la violencia contra el Comandante.

“Fidel me respondió con aquella frase como si fuera un hecho, una especie de promesa que tampoco cumplió. Y cuando analizamos su real comportamiento, vale decir que era una sus mayores características: prometer mucho y cumplir muy poco. Bueno, eso es lo que realmente es el socialismo. Una gran tragedia construida a base de promesas que no llegan a cumplirse”.

(Versión completa de un texto publicado en Diario las Américas)