Miguel Sales Figueroa: Los epígonos del castrismo (Parte III)
Los epígonos del castrismo (Parte III)
Málaga
11 de agosto de 2018
Un sultanato de 200 familias
En esta situación, las nuevas generaciones de cubanos crecen cada vez más alejadas de la añeja retórica de la revolución redentora y "los altos fines de la construcción del socialismo". Aunque el Gobierno no lo reconozca, ahora el objetivo nacional es el perfeccionamiento del capitalismo y la obtención de beneficio personal. Para que esas tareas aprovechen al mayor número de ciudadanos, es preciso ampliar el ámbito de derechos y libertades. Si el régimen actual frena esa transformación, la sociedad y la economía seguirán deteriorándose gradualmente, en una espiral de empobrecimiento y despoblación que convertirá muy pronto a la Isla en un sultanato donde 200 familias opulentas (las de los miembros del Comité Central del PCC y los generales del ejército) reinarán sobre varios millones de ancianos miserables y jóvenes candidatos al exilio. Esta perspectiva no es una pesadilla de ciencia ficción, sino una configuración muy plausible que ya empieza a perfilarse.
La reorganización de la estructura social y política impuesta por la revolución de 1959 dejó al individuo aislado e inerme ante el inmenso poder del Estado, al suprimir o vaciar de contenido todas las instancias intermedias. En eso consiste el totalitarismo. Se implantó entonces un sistema que durante seis décadas ha permitido reunir en un solo equipo —y casi siempre en un solo hombre— los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. A partir de 2021, cuando Raúl Castro pase definitivamente a retiro o a mejor vida, esas 200 familias tratarán de llegar a un acuerdo para repartirse armónicamente las competencias que hasta ahora han sido monopolio del líder. Quizá acepten entonces la ‘hoja de ruta’ trazada desde ahora por el anciano sub-caudillo . Pero también podrían pensar, como Thomas Paine, que “la vanidad y la presunción de gobernar más allá de la tumba es la más ridícula e insolente de todas las tiranías” .
(Fotografía de archivo: Raúl Castro Ruz, Alejandro Castro Espín y Luis Alberto Rodríguez López-Callejas quién años después se casaría con Débora Castro Espín, una de las hijas de Raúl Castro y Vilma Espín; Luis Alberto es hijo del finado General de División Guillermo Rodríguez del Pozo)
Ese sería el momento en que otras figuras de la jerarquía militar o de las altas esferas del PCC podrían desafiar la anunciada reagrupación de poderes en manos del Presidente. Oficiales como el coronel Alejandro Castro Espín, hijo de Raúl Castro y Coordinador del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, el General de División Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, (ex) yerno de Castro, que controla actualmente el grupo GAESA, el mayor oligopolio de negocios de la Isla, o políticos como Bruno Rodríguez Parrilla, actual Ministro de Relaciones Exteriores, podrían aspirar a mayores cuotas de mando con tanta ‘legitimidad revolucionaria’ como Díaz-Canel.
Sin duda el nuevo mandatario parte con cierta ventaja para convertirse en árbitro de ese reparto, aunque la rigidez ideológica que ha mostrado hasta ahora tal vez no sea la herramienta idónea para la tarea. Por más que Raúl Castro haya trazado ya su destino para los próximos diez años, el porvenir no está escrito. Como reza el proverbio atribuido al físico Niels Bohr, predecir es muy difícil, sobre todo cuando se trata de predecir el futuro. Lo que sí parece evidente es que, por el momento, Miguel Díaz-Canel no será el Gorbachov in pectore con que sueñan algunos en la Isla y el exilio.
Los avatares de la era poscomunista han hecho de Cuba un país cada vez más vulnerable a los trastornos de la economía venezolana y a los vaivenes de la política exterior estadounidense. La evolución de las tendencias mencionadas supra, que definen la realidad cubana, estará a su vez condicionada principalmente por la salud del gobierno de Nicolás Maduro y la estrategia caribeña de Estados Unidos. La permanencia (o no) del subsidio petrolero y los demás negocios establecidos con el régimen chavista será muy importante para la economía de la Isla, como también lo serán las medidas que Washington pueda adoptar (o no) en materia de visados y envío de remesas, que modularán además las crisis demográfica y migratoria.
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