jueves, agosto 08, 2019

Zoé Valdés: "Cuba nunca me ha abandonado, tampoco es una obsesión"

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Algunas fotos fueron añadidas por este bloguista.
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Tomado de http://www.arbolinvertido.com/

Zoé Valdés: "Cuba nunca me ha abandonado, tampoco es una obsesión"

Zoé en París. Foto: Félix Antonio Rojas.

Por Alejandro Langape
06/08/2019

"Nada, excepto el grato recuerdo de una alumna prometedora en la escritura de poemas, me obliga a distinguir a Zoe (sic) Valdés". Así se expresa la escritora Mirta Yáñez al enumerar en su libro Cubanas a capítulo. Segunda temporada a las narradoras cubana que a fines del siglo XX y principios del XXI desarrollan su obra fuera de la Isla.

La cita, sin duda poco halagadora para la aludida, nos servirá de base para, poco a poco, ir desbrozando maleza y descubrir quién es realmente esa persona que en su cuenta de Twitter se define como artista y escritora, que confiesa ser una extremista radical, ni de izquierdas, ni de derechas, sino de sí misma, que no apoya partidos, sino a personas. En fin, la tomas o la dejas, pero eso sí, es absolutamente imposible aburrirse cuando se dialoga con Zoé Valdés.

Zoé, para comenzar te propongo ir desmenuzando la cita de Yáñez en una especie de viaje a tus orígenes y lo primero (no necesariamente lo más importante) es tu nombre. En el libro de Mirta, como en otros lugares, aparece sin acentuar y esto se ha prestado a memes y chistes de mal gusto. ¿Puedes aclararnos el origen de un nombre tan poco usual en Cuba y, ya que los supongo culpables de que lo lleves, hablarnos de tus progenitores?

Que mi nombre aparezca sin acentuar en un libro ajeno me da absolutamente lo mismo, pues es como mínimo una falta ortográfica o una prueba de ignorancia de quien lo escribe mal. En este caso, Yáñez. O consecuencia de una maldad. En los míos, en mis libros, y en la prensa internacional, aparece correctamente acentuado. Eso es lo que a mí me vale. El primer sujeto que empezó a usar mi nombre de manera impropia, pretendiendo imitar los célebres juegos de palabras del gran Guillermo Cabrera Infante (quien jamás soportó al sujeto de marras, por cierto), cambiando el Zoé por Soez, fue un gordo repugnante. Lo hizo en uno de sus vomitivos artículos en ese periodicucho que yo llamo el Granma del Norte, absolutamente penetrado por el castrismo y sus adláteres de periodistas. Al final, cerraba el artículo con un “Zoé Valdés es la Madonna de la literatura cubana”, comparándome con la cantante norteamericana, creyendo que con ello me hacía un daño irremediable. Resultó que, por el contrario, esa frase la retomó el New York Times, citando al periodicucho, e ignorando, por supuesto, el nombre del gordo lamenalgas, o sea, indicando que yo era o soy “la Madonna de la literatura cubana”. La frase la usaron a su vez mis editores norteamericanos para las cubiertas de mis primeros libros editados en Estados Unidos, lo que me hizo un enorme favor de venta. Un día fui a agradecerle irónicamente al obeso de sudor espeso cuyo nombre se presta también a nombretes innumerables, y al que a sus espaldas tratan de Gordo de Botero pueblerino en el mismo periodicucho, allá en Miami. Me acerqué a su escritorio, y el cobarde empezó a encogerse como una cucaracha acosada. No sabía ni dónde meterse, escondido debajo de su computadora. Hasta ahí la alusión a los memes relacionados con mi nombre, de los que yo misma me río y a los que no presto demasiada atención, pues desde niña me llamaban Azogue, lo que por otro lado me encantaba. El Azogue es un noble elemento, aunque escurridizo, lo que no es mi caso.

Mi nombre: Zoé Milagros, compuesto, no me lo pusieron mis padres. Me lo puso mi abuela materna, quien prácticamente me crió; nacida en Irlanda y crecida y formada en Cuba, educada en la isla en la época en la que todavía existía la Educación con mayúscula. Mi abuela, actriz de teatro, era una amante y fiel lectora de James Joyce, y ese nombre de Zoé, que es común en Irlanda, lo había leído en el Ulises de Joyce. Sabía ella, además, que Zoé significa Vida en griego, o regalo de vida. De ahí que el primer bebé probeta fuera bautizado como Zoé, pues fue niña.

(Abuela de Zoé Valdés)

Zoé Milagros, porque antes de yo nacer mi tío había estado muy grave, al borde de la muerte, y mi abuela, que era muy religiosa y multicultural, hizo una promesa, que consistió en que si mi tío se salvaba ella llamaría a su primera nieta Zoé Milagros, o sea Vida de Milagros. Es cierto que mi tío se salvó en tablitas, de milagro, porque los médicos lo daban por desahuciado. Y no fue así, por suerte, o sea, por milagro.

De modo que mis padres no fueron culpables de nada, y mucho menos mi abuela. Mi nombre es un nombre del que estoy muy orgullosa, que también fue honrado por la Emperatriz Zoé, en Estambul, y  la escritora francesa de origen ruso Zoé Oldenbourg, a la que conocí posteriormente, muy anciana ya, pues ambas coincidimos como autoras en la prestigiosa editorial francesa Gallimard.

(Madre de Zoé Valdés)

Mis padres eran trabajadores normales. Mi madre trabajaba como dependiente o camarera, en cafeterías o restaurantes, y mi padre era propietario de dos pequeñas mueblerías heredadas de su padrastro, situadas en la calle Salud, que le fueron confiscadas por el régimen castrista. De ahí fue a trabajar como empleado de la que había sido su propia mueblería, e hizo largos períodos en los cortes obligatorios de caña, además de haber caído preso, sin juicio, durante cinco años, por no estar de acuerdo con el sistema comunista que los Castro y sus esbirros impusieron a los cubanos.

Mirta Yáñez fue tu profesora en la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana. ¿Qué caminos te llevaron allí? ¿Cuánto aportó o restó la academia a aquella jovencita "prometedora en la escritura de poemas"?

Mirta Yáñez no fue nunca mi profesora. Ella se ha inventado eso, por algo será. No lo fue nunca. En la Facultad de Filología tuve pocas profesoras inolvidables, ninguna como mi querida Otilia Caballero, de Redacción y Composición, de la que verdaderamente aprendí bastante. A Mirta Yáñez la conocí una vez, porque un profesor, que todavía vive en Cuba, y es la razón por la que no doy su nombre, que era un hombre muy valiente, o al menos eso me pareció, me pidió que lo acompañara a ver si encontrábamos un cartón de huevos para llevarle a la profesora Yáñez a su casa. No para tirarle los huevos de manera agresiva, como hicieron meses después con los que quisieron abandonar el país, sino para que pudiera nutrirse pues estaba pasando una canina de tres pares, como la mayoría en Aquella Isla Desdichada. Salimos él y yo en búsqueda y captura de aquellos huevos, y nada, por ninguna parte nos vendieron huevos. Por fin a mí se me ocurrió pasar por la cafetería América, donde mi madre trabajaba, y entré y le rogué que me diera a escondidas unos huevos. Mi madre, arriesgando lo que se arriesgaba en aquella época, sacó por una esquina del mostrador, sin que la vieran, un nailon y dentro, envueltos en papel de periódico, doce huevos, que le llevamos a Mirta Yáñez. Fue llegar, entregar el “tesoro” en mano después de saludarla, e irnos, pues debíamos volver a clases.

Años más tarde, Mirta Yáñez visitó París. Yo ya me encontraba en el exilio. Su amigo, el dramaturgo y poeta Pepe Triana, también mi amigo, me anunció su presencia, y me pidió que asistiera a un almuerzo que le ofrecería en su casa a la profesora Yáñez, pues “a esta gente le dan muy poco dinero para viajar y lo que le dan para comer se lo gastan en pacotilla”. A él le daba pena con ella, y la invitó, pues creo que se apreciaban mutuamente. No fui. Poseo un sexto sentido que me salva de las situaciones incómodas. Preferí meterme en la Biblioteca François Mitterrand para estudiar la poesía de Augusto de Armas, poeta cubano que escribió su obra en francés.

A la universidad me llevó el compromiso con mi madre de hacer una carrera universitaria. Nunca me interesó la academia, y menos la castrista. Cuando entré en la Facultad de Filología, después de haber hecho cuatro años de Educación Física en el Instituto Pedagógico Varona, porque, según Fidel Castro, “la vocación no existía”, y fue lo que me tocó. Me entrevisté con la Decana de la Facultad, pues era imprescindible en mi caso. Se llamaba Lázara, no recuerdo su apellido. Era una mulata de ojos dormidos, muy directa. Me preguntó que para qué quería yo empezar a estudiar Filología, pudiendo haber terminado Educación Física. Expliqué que era una de las opciones que yo había solicitado en el Preuniversitario, y que me la habían negado, que yo anhelaba ser escritora, y que ya escribía. Me respondió que la universidad no formaba escritores. Le repliqué que yo lo sabía, porque ya era una escritora. Al menos había terminado varios poemarios y estaba por terminar mi primera novela Sangre Azul.

La universidad castrista no me aportó nada, algunos profesores sí, como el profesor de Latín Amaury Carbón, u Otilia Caballero, de la que le hablé con anterioridad. Yo desde niña he sido una lectora empedernida. Soy escritora por amor a la lectura y porque mi abuela me inculcó el amor a las letras y a la escritura. Otras universidades del mundo, como la Universidad de Valenciennes, que me dio el Doctorado Honoris Causa, La Sorbonne, en la que he impartido cursos y conversatorios, Harvard, a la que fui invitada como conferencista, la Queen Mary, en Londres, entre otras muchas, me han brindado mucho más, infinidad de alegrías y enseñanzas.

Zoé en el Museo de los Capitanes Generales, La Habana. Foto: Sonia Pérez.

¿Qué ocurre con Zoé Valdés tras "recibirse" en la Escuela de Letras?

Nunca me recibí en ninguna universidad castrista. No quise. Me fui con el que era mi esposo, pues él había sido nombrado Primer Secretario de la Oficina de Cuba ante la UNESCO. Viajé con él en calidad de “esposa acompañante”. Aproveché al máximo esa estancia en París, como es natural. Esa fue mi gran universidad. Y seguí escribiendo, pese a todo. Incluso pese a él.

Tus primeros textos publicados son los poemarios Respuesta para vivir (1986) y Todo será una sombra[1] (1987). Ambos títulos parecen hablarnos del existencialismo de una Zoé veinteañera. Al cabo de los años, ¿qué piensas de aquellos poemas?

El título real del segundo poemario es Todo para una sombra, que es la frase más repetida, a mi juicio de manera muy misteriosa, en el Ulises de Joyce. Sí, creo que fui la primera autora existencialista cubana, en todos los sentidos, pero sobre todo en la insólita y solitaria manera en la que afronté la escritura, contra viento y marea.

Al cabo de los años, pienso que son poemas muy míos, y no me arrepiento de ninguno, ni siquiera de los que mencionan por ahí a cada rato como para zaherirme, donde hablo del “comunismo poético”. Yo tenía 17 años, y un amigo de mi padre, que había sido simpatizante comunista, siempre decía que “aquello no era el verdadero comunismo”, que el verdadero comunismo estaba por hacerse. Lo mismo afirmaba el padre comunista de mi esposo de la época, al que le dedico varios poemas en ese libro.

No son pocos los autores cubanos que en la década del ochenta se vincularon al mundo del cine hecho en la Isla y para botón de muestra basta citar a Jesús Díaz que llegó a ponerse tras las cámaras en el filme Lejanía. ¿Qué te aportó a ti el vincularte al universo de la realización audiovisual? ¿Influyó de algún modo en tu forma de concebir la literatura propia?

Jesús Díaz es el peor ejemplo. El mejor es Guillermo Cabrera Infante (GCI), que durante años fue el mejor cronista de todo el cine que entraba y se estrenaba en Cuba, primero que en Estados Unidos. El tomo dedicado al cine, el de las críticas de Guillermo, publicado dentro de sus Obras Completas en España, tiene casi dos mil páginas. GCI, además, invitó y recibió en Cuba a los más grandes artistas internacionales. Hay una foto de Marlon Brandon tocando tumbadoras junto a él. Guillermo fue el que dio dinero para PM, película que estuvo mucho tiempo prohibida en Cuba, después que empezaron los problemas del régimen con Lunes de Revolución, dirigida por Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera, hermano de GCI.

Yo jamás realicé en Cuba nada relacionado con la dirección cinematográfica. Trabajé por contratos temporales durante cuatro años, como guionista, como dialoguista de guiones del Grupo de Creación de Humberto Solás, como jefa de redacción y subdirectora de la revista Cine Cubano. En 1990 gané el Premio al Mejor Guión Inédito del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, entregado por TVE, y que me valió un enfrentamiento con el mismo Fidel Castro, porque mi guión fue el primero en abordar el tema de la homosexualidad, la represión y el exilio, antes de Fresa y chocolate.

Escribí un texto muy largo para Cine Cubano, que luego llevé como conferencia a una Universidad norteamericana, titulado: “Del poema al guión”. En ese ensayo expreso mi trayectoria personal del poema al guión cinematográfico, de ahí al cuento, y seguidamente a la novela, usando como ejemplo y referente el cine de Peter Greenaway.

La primera vez que dirigí un cortometraje fue en Francia, dentro de un proyecto que se tituló: El erotismo visto por… Por primera vez seis escritores dirigían cine, y esos escritores eran Vincent Ravalec, Alina Reyes, Virginie Despentes, Christine Angot, Michel Houllebecq y yo. Mi cuento se llama “Caresses d’Ochún”, es el primer cuento erótico co-dirigido por una escritora-cineasta cubana, yo invité a dirigir conmigo al padre de mi hija. Fueron producidos por Son et Lumière para Canal Plus France.

He sido jurado de varios Festivales importantes, entre ellos Jurado de Largometraje en el Festival de Cannes, en el Festival Francés de Biarritz, en el de Cine de Historia de Pessac, en el de París, en el de Cine Colombiano en París, el de Rotterdam, y otros muchos… Tuve durante años una productora de Cine Lunáticas Productions, con la que produje con mi hermano Gustavo Valdés 14 documentales sobre pintores cubanos en el exilio, y un documental sobre Cuba titulado Fiel Castro. Todos fueron dirigidos por el padre de mi hija. El cine ha influido una enormidad en mi escritura, incluido el mal cine que nos imponían en Cuba, aunque este lógicamente menos. Mi mayor influencia es Billy Wilder. Te di la vida entera empieza nombrándolo, y todo el libro es un homenaje a su cine.

El período 1993-1995 es especial para Zoé Valdés, pues comienza tu largo exilio y aparece tu primera novela, Sangre azul, hasta donde sé, escrita íntegramente en Cuba. ¿Podrías hablarnos de cómo ambos sucesos cambiaron tu vida?

Sangre azul apareció primero en Francia en la editorial Actes-Sud, en 1993. A partir de ahí empecé a tener problemas graves con lo que era el CENDA, ahora creo que se llama ALA, una agencia que representaba a escritores cubanos en el extranjero, bajo el férreo látigo de un argentino castrista que vivía en Cuba: Jorge Timossi. Este señor me amenazó con un juicio y con correr la misma suerte de Reinaldo Arenas, o sea, dos años de cárcel, por haber firmado un contrato sin su autorización con una editorial extranjera. Del debate salí ilesa porque Alfredo Guevara, presidente del ICAIC en aquel momento, y quien había sido amigo íntimo de mi primer esposo, detuvo lo que pudo haber ocurrido, sobre todo para su beneficio propio. No necesitaba “otro escandalito a la Reinaldo Arenas”, eso soltó delante de mí. Levantó el teléfono e hizo la llamada correspondiente a Timossi.

Mis novelas Sangre Azul, La nada cotidiana, La Subdesarrollada, Querido primer novio, y la primera versión de Te di la vida entera, fueron escritas íntegramente en Cuba. Así como varios poemarios y libros de cuentos. Los manuscritos fueron sacados poco a poco gracias a distintos amigos franceses, casi todos periodistas, que viajaron a Cuba.

Sangre azul salió editada en Cuba más tarde, en el mismo año, en Letras Cubanas. Fue muy atropellado todo. Tuve que colarme brincando una cerca en la “Fiera” del Libro de La Habana, y hacer la cola gigantesca. Pude comprar tres ejemplares, y sentarme “a la cara” en la presentación que correspondía a otros escritores. No me dieron la palabra, pero no les quedó más remedio que hablar de mí.

Ya yo había presentado antes mi primer libro de poemas junto a Carilda Oliver Labra y Eliseo Diego, entre otros escritores. Mi iniciación literaria en Cuba estuvo llena de contratiempos y de envidias, bajas pasiones. Hubo una buena crítica y para de contar.

También había presentado Los juegos del agua de Dulce María Loynaz, en una segunda presentación que hubo en el Palacio del Segundo Cabo.

Cuando me fui de Cuba ya habían enviado mi segundo poemario a imprenta: Todo para una sombra. Iba a ser ilustrado por Zaida del Río. Me enseñaron incluso la maqueta. Pero como todo se demora tanto en Cuba, una vez que publiqué en Francia La nada cotidiana, y que di mis primeras entrevistas a la prensa, me enteré de que Abel Prieto había dado la orden de hacer pulpa mi libro, que iba a publicarse con la editorial de poesía de la UNEAC, institución a la que, dicho sea de paso, me habían negado la entrada, incluso después de aportar los avales exclusivamente literarios de Cintio Vitier, Cleva Solís y Fina García Marruz.

Yo siempre he vivido la publicación de mis libros como una especie de devoción y compromiso sacerdotal. Porque para mí la literatura es un sacerdocio.

Tras Sangre azul has publicado más de veinte novelas, sin embargo, muchos insisten en que es tu mejor obra. Ya sé que para un autor es complicado hacer un juicio de valor sobre la creación propia, pero me gustaría saber sin coincides con esa predilección que muchos sienten por tu primera novela y a qué crees que se deba.

Para algunos es mi mejor novela porque es la más irreal, el personaje se llama a sí misma “irreal”. Es la mejor casi siempre para aquellos —aunque no todos— que opinan que no hay que meterse en política, y sin embargo apoyan al castrismo, que es meterse en política. Es también la más hermética, no por elección literaria, sino por decisión de autocensura, un fenómeno psíquico de los escritores bajo la presión del comunismo. Quise decir todo a través de metáforas. Es una novela lírica, siguiendo los pasos de Jardín, de mi amada amiga Dulce María Loynaz. Pasos fallidos, quizás. No sé si es mi mejor novela. Mi trabajo consiste en escribir, en contar, describir, no en juzgar, y mucho menos a mí misma. Cuando hablo de sacerdocio me refiero a una entrega pura, a una consagración espiritual.


Para otros muchos, que son nombres importantes de la literatura universal, como Erik Orsenna, Premio Goncourt, mi novela La nada cotidiana me sitúa en la línea de Aleksandr Solzhenitsyn, y así lo manifestó en un artículo sobre mi obra en el periódico Le Monde. Honor que me hizo, porque para mí Solzhenitsyn es uno de mis maestros, y Orsenna también.

Eres una de las narradoras que aparece en la antología Estatuas de sal. ¿Te sorprendió que te incluyeran, teniendo en cuenta que apenas doce años antes, en el primer Forum de Narrativa Cubana, la profesora e investigadora Luisa Campuzano había afirmado en su ponencia La mujer en la narrativa de la Revolución... y refiriéndose a dos novelas de autoras cubanas (una de ellas Mañana es veintiséis, de Hilda Perera) que "ni recuerdo merecen, porque fueron escritas por quienes prefirieron abandonar su tierra por la ajena..."

No tenía conocimiento de esas palabras de Luisa Campuzano. Pobre señora extremista, ex dama del batistato. También José Martí, Cirilo Villaverde (Cecilia, por cierto, es una novela feminista), José María Heredia, entre otros, prefirieron irse al exilio antes que vivir en la ignominia. Entre otros muchos autores cubanos y no cubanos que también lo hicieron en distintas épocas. La mejor literatura cubana se escribió y editó en el exilio, desde el siglo XVIII hasta ahora. Yo no abandoné a Cuba, yo renuncié a seguir viviendo bajo la bota del castromilitarismo comunista, y bajo los preceptos políticovaginales (papayocracia) de señoras como la Campuzano, que ulteriormente no han parado de lloriquear por esas universidades de Dios a ver si la invitan con la tarea bien trazada de ir a hablar mal de los escritores exiliados, entre los que me encuentro. Nosotros que les damos de comer bien a ella y le aportamos alguna que otra pacotilla, pese a nosotros mismos, así como le facilitamos sus viajes al extranjero.

Por otra parte. Yo no pertenezco a ninguna narrativa de la Revolución. Me largué a los treinta y cuatro años para no tener nada que ver con eso. Yo soy una escritora. Punto. No pertenezco más que a mí misma, a mis sueños, deseos, fantasmas, e ideas.

Cuba nunca me ha abandonado, vive en mí. Pero tampoco es una obsesión. Yo soy Cuba, la de verdad, la de mis primeros años de infancia donde todavía quedaba algo; no esa cosa espantosa de ahora.

Obviamente, sería imposible referirnos a toda tu obra literaria, por lo que quiero centrarme en algunas de ellas. Vayamos primero a La nada cotidiana, en la que muchos han querido ver la influencia de Milan Kundera y una especie de continuidad respecto a algunas ideas que aparecían en tus poemarios. ¿Encuentras coherentes estas aseveraciones más allá de que en muchas ocasiones los autores no son del todo conscientes de sus influencias?

Durante muchos años fui una lectora fiel de Milan Kundera, ahora menos. No me influenció para La nada cotidiana aunque lo había leído. La suya y la mía son dos realidades donde lo único que coincide es el horror bajo el comunismo. Mi idea del lenguaje no es su idea del lenguaje, ni tampoco mi idea de la estructura y cuerpo de la novela. Y mucho menos la de la vida, yo soy una optimista-pesimista, una vitalista del cosmos y el caos con un poco de orden. La nada cotidiana empezó siendo un poema largo, después de parir a mi hija, y del dolor vivido por la masacre del Remolcador Trece de Marzo, cuando los Castro y sus secuaces asesinaron a 37 personas, entre ellas 12 niños. No se ha hecho justicia todavía. El poema se fue subiendo solo, solito, a la estatura de novela. Yo en aquella época vivía como una autómata, sólo sirviendo con mi amor a mi hija y con mi alma a la escritura.

“Mujer de alguien”, tu cuento para Estatuas de sal, tiene como "pórtico" unos versos de Dámaso Alonso en los que habla de una mujer solitaria. La historia que cuenta el texto tiene como protagonista a Femelle, otra mujer solitaria y triste. Dora Maar, personaje real que conviertes en protagonista de tu novela La mujer que llora tiene muchos puntos de contacto con Femelle y a su vez con esa Zoé en la que no es difícil reconocer tus experiencias vitales. Este interés por reflejar a la mujer como objeto de uso podría hacernos pensar en una Zoé feminista militante, al tanto de los estudios de género. ¿Qué porciento de lo que digo resulta cierto y qué crees de las corrientes feministas que cobran fuerza en países como España?

En efecto, se trata de Dora Maar y es la novela sobre la amante más inteligente de Pablo Picasso, que, a su vez, fue y siguió siendo artista surrealista de renombre antes de conocer a Picasso y después que él la abandonara. En la actualidad, el Centro Georges Pompidou, conocido como Beaubourg, le consagra un homenaje muy merecido. Mi novela sigue vendiéndose ahí, en la librería del Museo. Fue traducida también al inglés y tuvo una buena crítica en el New York Times, como mis novelas anteriores. La mujer que llora forma parte de una trilogía que empecé con La cazadora de astros dedicada a otra pintora, la española Remedios Varo, y que seguirá con Lydia Cabrera, la escritora, etnóloga y pintora cubana. Las tres coincidieron en París durante la Ocupación Nazi. Yo quería hacer esa trilogía de tres mujeres de orígenes diferentes que con su arte aportaron una enormidad a la cultura francesa y europea. Dora de origen croata y argentino, Remedios de origen español, catalán, y Lydia de origen cubano. Además, Lydia es la autora de aquella frase tan hermosa: “Descubrí a Cuba a orillas del Sena”. Lo que es mi caso también es cierto, porque yo descubrí la verdadera Cuba en París.

Mi amor por la pintura —también pinto—, me ha conducido a escribir sobre pintores cubanos y pintores de otras regiones y latitudes, a producir documentales sobre su obra, como ya expliqué antes. Mi mayor emoción la he vivido en los Museos de todo el mundo. En esos Museos me he consolado de mis grandes pérdidas, de mis muertes ocurridas durante este largo exilio.

Todos mis personajes femeninos tienen mucho de mí, y también los masculinos. No soy una autora inspirada por los géneros sexuales. No creo que exista una literatura femenina, o una literatura masculina. Pienso que existe una sensibilidad femenina y otra masculina. Lo que propició que Marguerite Yourcenar escribiera Memorias de Adriano, cuyo personaje es el Emperador Adriano, y Gustave Flaubert escribiera Madame Bovary, y hasta llegara a declarar cuando le preguntaron quién era Emma Bovary aquello de que “Emma Bovary c’est moi”.

El feminismo este de ahora, de moda, está retomado de las feministas de Estados Unidos, de gente, que duele decirlo, pero a la larga no sabe pensar. Soy feminista de las de antes, no de las de ahora, y de la corriente de las grandes creadoras feministas europeas, y políticas, como Aphra Behn, Simone Weil y Simone Veil. Estoy al tanto de esos nuevos movimientos extremistas originados en Europa a partir de movimientos norteamericanos y no los apruebo para mí. Son movimientos ideológicamente identificados con el estructuralismo y la ultra izquierda comunista: más cien millones de víctimas en el mundo. De una ignorancia abismal, por cierto, y con propósitos muy retrógrados en contra del hombre y de mujeres que no abrazan sus conceptos represivos de existencia femenina. Todavía ninguna de ellas ha sacrificado lo que hemos sacrificado muchas mujeres bajo el yugo del comunismo para conseguir de manera libre ser creadoras y poder vivir, porque de lo único que se trata es de vivir en libertad. Y para que ellas hoy echen todo por la borda de manera irresponsable.

Volvemos a las palabras de Mirta Yáñez. Pese al éxito de ventas que ha tenido tu obra, o tal vez a raíz de ese éxito, en Cuba se suele menospreciar tu literatura, especialmente tu narrativa y considerar tus obras como literatura de aeropuerto, para decirlo de un modo suave. ¿Cómo se explica este menoscabo ante obras publicadas por prestigiosas editoriales y que han obtenido importantes premios como el “Fernando Lara”, “Azorín” o “Ciudad de Torrevieja”, o finalista del “Premio Planeta”? ¿Consideras que la crítica a tu obra ha contribuido de algún modo a tu crecimiento como escritora?

Mire usted, menospreciar a los lectores de aeropuertos cuando tanta gente viaja en el mundo por razones culturales u otras, es de una arrogancia penosa y prueba de un provincianismo absolutamente colosal y hasta cómico, que va más allá de la maldad del castrismo al que esas personas se adhieren como monjes del horror. Muchos autores, desde Faulkner hasta el colombiano del Nobel de las cajas de ron (leed el libro Gabo y Fidel: El Paisaje de una Amistad de Ángel Esteban y Stephanie Panicelli), se venden en aeropuertos.

Mis novelas no son menospreciadas en Cuba por los lectores cubanos de los que recibo un sinfín de cartas increíbles. Además de que mis libros, junto a los de Guillermo Cabrera Infante y Reinaldo Arenas se venden en Cuba clandestinamente por los libreros de libros viejos, en parques y plazas, los ocultan debajo de los libros de discursos del tirano, y cuando los turistas o los cubanos se les acercan, ellos muestran mirando hacia todos lados por miedo a la policía, la verdadera literatura de ese país. Esto me lo han contado turistas franceses y libreros cubanos que luego han podido escapar de Aquella Isla y a los que he encontrado en la Feria del Libro de Miami cuando todavía invitaban a escritores del exilio, ahora invitan a los propagandistas de terciopelo de Aquella Isleta.

Mis novelas no solo han sido publicadas por editoriales de prestigio, detrás de esas ediciones hay lectores de prestigio, en muchísimos casos, jurados de prestigio formados por escritores y profesores prestigiosos. No hago caso de ninguna maledicencia, que no crítica, de “militontas” hambrientas como esa mujer que se gana la vida malamente escribiendo sus excrecencias y odios contra los demás, contra los que no pensamos como piensan sus jefes.

Claro que la crítica de calidad, la verdadera crítica, buena o mala, me ha construido mucho y me ha dado nuevos recursos. Pero yo escribo porque leo y vivo, contemplo y observo. Y porque amo la literatura con toda la fuerza de mi alma. Como supongo la amen también los críticos literarios, estén o no estén de acuerdo con mi obra.

Hemos hablado del menosprecio a tu obra en ciertos sectores de la intelectualidad de la Isla y me parece justo reconocer que también existen otros posicionamientos. En su libro Limón, limonero, publicado por la editorial de la Universidad de La Habana y dedicado a analizar la literatura femenina cubana en el siglo XXI, su autora, la profesora de la Facultad de Letras de esa alta casa de estudios, Yailuma Vázquez Domínguez, analiza tu novela La mujer que llora, considerándola "un formidable ejercicio de metaficción historiográfica", historia "sabiamente construida". Si tenemos en cuenta que Yailuma nació en 1981, su análisis de tu texto, no sólo laudatorio, sino afincado en el puro hecho literario, parece una señal de que algo cambia en Cuba, en su intelectualidad. ¿Qué crees de lo que llevo dicho y de la mirada de una profesora de la universidad de la que no te graduaste?

Gracias a usted he leído el ensayo que dedica a esta novela la profesora Yailuma Vázquez Domínguez. Las publicaciones de Cuba, desgraciadamente, no se distribuyen en el extranjero. Agradezco una enormidad su análisis, que es muy equilibrado y certero. Me he propuesto con esta trilogía, de la que le comenté en otra de mis respuestas, involucrarme como personaje dentro de las historias de estas mujeres: Remedios Varo, Dora Maar y Lydia Cabrera. Primero, porque me identifico con ellas, debido a la confluencia idiomática y las obligadas razones culturales, y después por honestidad y lealtad con ellas, con las artistas. Mi aproximación no es la de una historiadora, es la de una novelista. Los novelistas reinventamos o recreamos la historia, los historiadores, la inventan. Me ha sido muy grato leer, con palabras de otra persona, de una joven nacida en los años ochenta, como es el caso de esta profesora, lo que ha sido mi proyecto, la esencia literaria del mismo. Por otro lado, en Cuba siempre hubo personas de vasta y natural inteligencia, curiosas, ávidas de conocimiento. Ha ocurrido por generaciones, se han destacado por su valentía y sinceridad. No es un cambio político, es una realidad que revela lo mejor del “ser cubano”, que no del “ser humalo”. Lo raro es que se lo hayan editado, sin problemas, pero algunas cosas, pocas, escapan a la censura. Lo que sí es una evidencia es que mis libros no están en las librerías y sigo siendo una autora vilipendiada por el régimen. Lo que sin dudas me honra. Así lo veo. No quiero estar de manera oficial mientras exista esa tiranía. El "puro hecho literario” como dice usted, existe de manera oblicua, y hasta aleatoria. Es esta una novela donde se habla de la situación política de toda una época, desde el 1937 hasta casi el final de la Ocupación Nazi, y donde se hacen comparaciones de manera indirecta, al buen lector merecidas y buenas insinuaciones. Yailuma Vázquez Domínguez hizo su elección, la de tomar el lado literario, y ella está en su derecho de hacerlo. Reitero, lo agradezco y me confirma que todavía dentro de Cuba hay personas íntegras y respetuosas de su trabajo y del de los escritores exiliados.

Foto: Daniel Mordzinski. Place des Vosges, París.
Más allá de las erratas y fallas cronológicas que algunos vieron en Lobas de mar, esta novela despertó el interés de los lectores por abordar un aspecto casi desconocido: la participación de mujeres en la piratería que tuvo su apogeo en los siglos XVI al XVIII. ¿Querrías contarnos cómo llega a ti la historia de estos personajes?

Lobas de mar ganó el Premio de Novela Histórica “Fernando Lara”. La historia de los personajes llega a mí a través de la lectura, porque siempre he sido una amante de los libros de piratería, no sólo de novelas, sino también de ensayos. Y más específicamente de la obra de mi admirado y querido Gilles Lapouge, con quien he coincidido tantas veces para hablar de estos temas que él toca en su libro Les Pirates. Yo había leído casi todo, desde Alexandre-Olivier Exquemelin, nacido en Honfleur, un pueblecito de Francia que adoro, hasta Daniel Defoe, Michel Le Bris, Robert Louis Stevenson, Emilio Salgari, y Jules Verne… Pero a Gilles Lapouge lo tenía enfrente, vivo, y me hablaba de los piratas como si estuviéramos entre ellos. En ese libro suyo fue que leí por primera vez con más precisión sobre Mary Read y Anne Bonny, dos mujeres piratas que debieron vestirse de hombres para existir en el mundo de la piratería. Él trataba los personajes de manera escueta, pues hay, eso sí, imprecisiones acerca de Anne Bonny, pasajes relacionados con su nacimiento y su vida no aclarados. A partir de ahí, me dediqué a viajar, a visitar bibliotecas alrededor del mundo, sobretodo las principales de Londres. Algunas fechas coincidían, otras no. Yo fui eligiendo las más probables según mi juicio de lectora.

Después, en la crítica negativa que se hizo, la única, firmada por un oscuro profesor de Vernon y que se expandió de manera misteriosa por internet, y en la que yo veo mucha mala idea y manos enemigas, hay errores que me dieron mucha risa. Uno de los supuestos anacronismos que este profesor me endilga es el uso de la palabra ducha cuando en uno de los barcos el pirata Calico Jack toma un baño. Bien, en aquella época el concepto de ducha y su nombre existían ya. Lo inventaron los piratas. Consistía en un palo con un travesaño donde había un cubo de madera amarrado encima, que al ser manipulado por una soga vertía el agua sobre el cuerpo. Un criado o esclavo llenaba nuevamente el balde y lo colocaba otra vez encima, para que la persona que tomaba el baño pudiera accionar de nuevo la cuerda y el agua cayera encima de su cuerpo. Se le llamó “douch”, y por mucho que busqué no hallé el origen exacto de la palabra, solo algo aproximativo, que venía del término germánico “doutch”, y en otras de algo relacionado con baños vaginales. Decidí dejarlo tal como lo había encontrado en un volumen de Markus Rediker.

Ninguna novela es perfecta, ninguna obra lo es. La perfección no existe. Yo escribí la novela que quería escribir. Que otros escriban la suya si tienen con qué. Fue premiada por un prestigioso jurado y por los lectores, pues es una de mis novelas mejor vendidas. Es una de las que más orgullosa me siento, porque el empeño de escribir sobre Mary Read y Anne Bonny me condujo a estudiar temas que ni yo hubiera imaginado jamás que los estudiaría. Y a conocer a escritores de la talla de Gilles Lapouge, a quien quiero y admiro por sus libros y su inmensa generosidad.

En 2008 publicas La ficción Fidel. ¿Cómo has vivido desde tu exilio estas primeras décadas del siglo XX en Cuba?

Mi madre murió en agosto del 2001, fue muy dolorosa su partida. Murió en París, conmigo. Después de seis años de batallar contra el castrismo para poderla liberar de aquel horror pude al fin sacarla, ya estaba muy enferma. Ellos la enfermaron. Su muerte es culpa de ellos. He vivido ese acontecimiento de manera muy angustiosa y dolorosa. Después murieron amigos muy queridos. En septiembre de ese mismo año ocurrieron los atentados terroristas en Estados Unidos. Yo tengo familia en New Jersey, amigos en Nueva York, viví esta tragedia como lo hemos vivido todos, con una mezcla de tristeza honda e ira. El mundo no es igual desde entonces. Las tragedias del terrorismo, que antes yo había vivido en Francia, han cambiado la mera existencia. Por eso insisto en que es más importante la lucha antiterrorista que cualquier otra causa, es la más urgente, porque esa es la tragedia que estamos padeciendo a diario.

La ficción Fidel fue una liberación literaria importante, llevaba muchas verdades atragantadas y pude volcarlas en el papel. Su publicación supuso ataques muy violentos en contra de mi persona. De todos salí indemne. Y volvería a escribir ese libro tal cual. Mi principal resorte fue La Luna y el Caudillo, magnífica obra histórica de la premiada autora francesa Jeannine Verdès-Léroux, gran ensayista, y también amiga admirada y respetada.

¿Puede considerarse El todo cotidiano complemento, prolongación en el tiempo de La nada cotidiana?

El todo cotidiano es una novela aparte, aunque los personajes son los mismos de La nada cotidiana. Añadí otros, pues la trama transcurre en el exilio del personaje de Yocandra. Es un divertimento, un homenaje también al novelista Roman Gary, un guiño a su obra.

Has dado tu apoyo a figuras tan dispares como la alcaldesa de París Anne Hidalgo o Rocío Monasterio, una de las principales figuras de Vox. ¿Qué características debe reunir una figura política o personaje público para que Zoé Valdés le respalde?

Di mi apoyo a la socialista Anne Hidalgo, antes de ser alcaldesa de París. Ella también había apoyado antes, el homenaje que yo organicé en esta ciudad con la ayuda del alcalde Bertrand Delanoë y de la Alcaldía de París a las Damas de Blanco, en la época de Laura Pollán, antes de haber muerto en extrañas condiciones. Estuve posteriormente en su Comité de Apoyo para su elección como alcaldesa, donde participaron personas de diversas tendencias y orígenes políticos, porque eso es la democracia, la diversidad de ideas y de pensamiento. Cuando esta señora recibió con pompas al tirano Raúl Castro y a toda su caterva de secuaces en la Alcaldía de la ciudad en la que vivo y pago mis impuestos desde hace 28 años, decidí quitarle mi apoyo y desde entonces la desprecio profundamente.

A Rocío Monasterio, cubano-española, la he apoyado y defendido cuando una escritora española la injurió de forma inaceptable y racista a través de Twitter. Primero, porque conozco personalmente a Rocío Monasterio y admiro su gestión social y humana y su trabajo como profesional, aparte de la política. Segundo porque me gusta la gente pausada y valiente.

Apoyé la campaña por la liberación del soldado israelí secuestrado por los palestinos, Gilad Shalit. Apoyé la campaña por la liberación de Aung San Suu Kye en Birmania, y por la liberación de los secuestrados por los narcoterroristas de las FARC en Colombia.

Pero mucho más he apoyado a los demócratas cubanos del Movimiento Cristiano Liberación (MCL), pese a que fui dos veces crítica con Oswaldo Payá, por escrito y delante de él aquí en París, cuando visitó la sede de Le Nouvel Obs, el vídeo se puede consultar en mi blog. Pero a Payá se le podía criticar, aceptaba las críticas, las discutía con uno, conmigo lo hizo. Nos despedimos ambos con un “¡Viva Cuba Libre!”, lo que se puede apreciar al final del vídeo. También he apoyado a los miembros del MCL, que trabajaron antes del asesinato de Oswaldo Payá y de Harold Cepero, y después, y siguen trabajando, como hormiguitas, dentro y fuera de Cuba, y he sido una defensora absoluta de Eduardo Cardet durante su injusto encarcelamiento y ahora que ha recibido una especie de “liberación” condicionada, cuando lo que merece es la libertad.

Mi respaldo lo tendrán los que aman la libertad y la defienden con la verdad y la decencia. Porque “el que nada quiere para sí, dirá siempre la verdad”, lo escribió José Martí, ¿quién si no?

No pertenezco ni milito en ningún partido político, no lo hice en Cuba no lo haré aquí. La política es un riesgo sucio perdido de antemano para los que somos todavía demasiados neófitos en esos temas.

En redes sociales has sido muy crítica con el gobierno venezolano. ¿Cuál te gustaría que fuese el desenlace de una situación que parece insostenible?

El pueblo venezolano, bajo el dominio de una dictadura, merece la libertad y el regreso definitivo a la democracia, y a la independencia económica que lo caracterizó como uno de los países más ricos del mundo. Empobrecidos por el triste suceso de caer en manos del castrismo que todo lo que toca lo destruye y oscurece mediante el terror, es hora de que se deshagan de esas cadenas y de esa mala vibra.

Me has contado que estás apartada respecto a grupos de intelectuales cubanos en el exilio. ¿Cómo ves en general al exilio cubano y la literatura que está produciendo?

Nunca fui de grupos, ni en Cuba ni aquí. Nunca pertenecí a rebaños mi milité en nada, y ahora mucho menos. Tengo grandes amigos escritores, artistas, cineastas, que lo son por su talento y valor. Uno de los días más hermosos de mi vida fue cuando Olga Guillot me tomó en sus brazos, en su camerino del Lunamora, en Barcelona, y pude llorar en su regazo pues anhelaba ver a mi madre, y ella me consoló. Y cuando abracé a los Presos Plantados Mario Chanes de Armas, Eusebio Peñalver, Ernesto Rodríguez (poeta y escritor), y Ángel de Fana, aquí en mi casa, y a Ángel Cuadra en Miami y en Madrid, y pude presentar sus poemas publicados por mí en Gallimard.

Pocos amigos, y mientras menos sean, mejor. El exilio cubano tuvo una gran historia y sigue teniéndola, protagonizada por personas de muchísima entereza. Pero en los últimos años ha sido penetrado por toda clase de personajillos titubeantes, maleantes miedosos, oportunistas. Los “gusañeros”, que no son gusanos ni compañeros, los “quedaditos”, los pusilánimes que añoran entrañablemente las cadenas, pero se han acomodado a las ventajas y virtudes del capitalismo, aunque lo critican y se siguen ganando puntos llamándose “progresistas” de izquierdas. Si no fueran tan peligrosos dieran risa. Pero no. Son peligrosos. Por suerte poseo un olfato tremendo, los huelo a mil kilómetros de distancia, y no sólo los evito, los elimino de mi mundo. No existen para mí. Aunque ellos no hagan lo mismo conmigo, o pretendan borrarme de la manera más vil que saben hacerlo, con sus chismorreteos, infamias y difamaciones.

Mantengo un inmenso respeto por el exilio duro y radical anticastrista, a ese exilio pertenezco con gran honra.

Europa en general vive momentos difíciles. Brexit, la ola de pateras en el Mediterráneo, la inestabilidad de los gobiernos, el ascenso de los partidos de extrema derecha. En Francia, al movimiento de los chalecos amarillos, la caída de credibilidad de Macron y el fortalecimiento del ex Frente Nacional se han sumado este verano los disturbios en París y Lyon provocados por miles de hinchas argelinos que celebraban el pase de su selección a la final de la Copa de África. ¿Cómo ves el futuro inmediato del "Hexágono"?

El Front National no existe ya, en su lugar Marine Le Pen creó otro partido denominado Rassemblement National. Nacionalista y de ultra derecha.

El Brexit es una decisión de los británicos. Esa decisión fue votada de manera democrática, como ha sido siempre en Reino Unido, ejemplo de democracia. Las pateras son en gran medida trata humana, producto del tráfico humano, mediante el cual se enriquecen los astutos e inescrupulosos de siempre, que la mayoría de las veces enarbolan la bandera del izquierdismo. Los saltos de vallas son invasiones inadmisibles. Eso no es inmigración. Siento un hondo respeto por los inmigrantes que han llegado a Europa perseguidos e imbuidos por el mayor deseo de integración. No es el caso de esas invasiones masivas salvajes de gente que viene a estos países a destruir y a odiar.

No conozco ningún gobierno inestable en Europa como no sea la deriva en España del extremismo hacia el ultra izquierdismo camuflado. La derecha no es más que la respuesta obvia y de extrema necesidad ante tantos años de abuso y de desprecio de los líderes europeos que han vivido sordos a los reclamos de los ciudadanos que los eligieron precisamente para que los escucharan y para que atendieran esos reclamos, que son sus derechos en cuanto ellos cumplen con sus deberes.

Los Chalecos Amarillos, algunas de cuyas reinvidicaciones apoyé en un inicio, van en franco desmoronamiento, víctimas de su propia inercia destructora y autodestructora y de sus empecinamientos ideológicos partidistas. Macron es el presidente que los Bancos querían, ahí está.

En cuanto a los hinchas argelinos, muchos de ellos son ciudadanos franceses nacidos aquí, de origen argelino. El gobierno francés debe frenar esos actos delictivos y violentos que nada tienen que ver con el deporte. Encontrarán la manera de hacerlo, que a estas alturas desgraciadamente solo es posible mediante la violencia policial como respuesta a la violencia extrema de sus acciones. Es otra urgencia junto con la guerra antiterrorista, más importante que el cambio climático o la inclusión u otros inventos subvencionados por el contribuyente, porque eso está ocurriendo ahora.

El futuro de Francia es impredecible, aunque sea uno de los países más estables del mundo. Como también lo es el futuro del mundo. Pero el futuro es siempre posible. Lo que no es el caso de países como Cuba donde se han aniquilado los sueños. Soy francesa, también española, y amo a Francia y a España por lo que han significado para mí y para mi hija: libertad y democracia. Pero en donde he sido más feliz es en Japón, que es un país donde el orden y la belleza van de la mano en un ritual eterno de rigor y delicadeza. Y en Israel, donde descubrí el patriotismo y la dignidad.

Selfie con Sócrata, París.
Amén de escribir, Zoé Valdés se dedica a otras actividades. Para despedir esta entrevista me gustaría me contaras de ellas, de tu confesa pasión por el mundo del cine y que, como quien no quiere las cosas, como si de un chisme en un solar habanero se tratara, me adelantes un poquito de los textos en los que ahora trabajas.

Sigo siendo una apasionada del cine antiguo, de cuando valía la pena descubrir algo en la gran pantalla. Amo el cine japonés y el sudcoreano, el de antes y el actual. En el primero me inicié desde Cuba, desde aquellas películas de Akira Kurosawa, o las otras con Toshiro Mifune. Lo he seguido junto a Miriam Gómez, la esposa de mi amigo y Maestro Guillermo Cabrera Infante —otro tan cubano como Celia Cruz, ambos ignorados y vilipendiados por el régimen castrista—; fue Miriam Gómez quien me introdujo en el cine sudcoreano. Con Miriam Gómez viajamos a Japón mi hija y yo, un viaje de “acero inolvidable”.

Tengo el privilegio de ver lo mejor del cine mundial en sus estrenos en las maravillosas salas de cine de las grandes ciudades del mundo; y también en las plataformas audiovisuales, en mi televisor de última generación, donde se ven las películas como si viviera dentro de la pantalla de un cine.

De mis proyectos: he terminado una novela acerca de una experiencia extraordinaria, después de haber dormido sola una noche entera en el Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid. Otra novela sobre un pintor al que amo y amé siempre desde mi adolescencia. Y una tercera novela que empecé a escribir en Cuba, en el año 1992, sobre un personaje y un momento histórico, importantes ambos, y todavía controversialmente prohibidos por el tirano de turno y la marioneta de a dedo que mal gobiernan en Aquella Isleta.

[1] El título está tomado de la nota biográfica de la autora que aparece en la antología Estatuas de sal.