miércoles, septiembre 18, 2019

De los archivos. Agustín Tamargo: LOS TRÁNSFUGAS



LOS TRÁNSFUGAS

Por Agustín Tamargo
(de los archivos)


Los tránsfugas que hasta ayer medraron con el sacrificio ajeno son una mala ralea. No huyen de la tiranía sino del hambre. Mientras hubo comida y gasolina, mientras hubo becas y viajecitos, mientras hubo puestos de privilegio en que medrar, no se fueron. Se van ahora como buenos camaleones que son, dejando atrás el viejo pellejo fidelista. ¡Caras de cemento! Los tránsfugas son una superchería, un asco.

Ver a los esbirros intelectuales y políticos del fidelismo arrodillarse, ante el exilio, ver como repiten dientes afueras los mismos ataques a la dictadura, que hasta ayer ellos calificaban de “infamias“, no puede provocar más que eso, puro asco. Si tuvieran pudor por lo menos se callarían. Afirman que puesto que todo el pueblo se equivocó y hay que perdonarlo, el mal que ellos hicieron debe ser también perdonado, porque ellos forman parte de ese pueblo. Culpa de todos, culpa de nadie.

Pero esa patraña no pasará. Ellos siguieron allí, al lado del felón. Ellos le aplaudieron las fechorías. Ellos disfrutaron de los periódicos robados y de los puestos diplomáticos, ellos obtuvieron medallas por disparar contra el pueblo en Bahía de Cochinos y en el Escambray, ellos mataron africanos por órdenes de Castro y bajo la bandera rusa.

¿Se les puede respetar ahora, cuando se arrastran y llegan hasta a elogiar la dictadura de Batista? ¿Se les puede considerar en el mismo nivel de aquellos que prefirieron la cárcel, la muerte o el destierro antes que la ignominia de la complicidad? Yo creo sinceramente que no.

“Somos un solo pueblo”, dicen en Miami. ¿Un solo pueblo ahora, cuando hasta ayer nos llamaban “la gusanera”? Hay que perdonar y olvidar, repiten ahora. ¿Perdonar y olvidar a los que causaron tanto daño y nunca se han arrepentido de él? Docenas de libros hay, millares de hojas de periódicos hay, donde muchos de estos que están hoy aquí, nos cubrieron de oprobio ayer por negarnos a hacer lo que ellos hacían, que era doblar el espinazo. Muchos de los que ahora se entreveran con nosotros fueron los que esgrimieron el hacha, o azuzaron al que la esgrimía. Recuerdo particularmente al periódico “Revolución”, biblia de la mediocridad, agujero del resentimiento.

En 1959 ese periódico se consagró de manera sistemática a destruir cuanta reputación limpia había en Cuba. Fueron los hombres de “Revolución” quienes se dedicaron a la degollina de todo el que nos los había tomado en cuenta, de todo el que les hacía sombra. Se quieren abrigar con el olvido. Pero hay muchos que viven, que todavía no han olvidado. Son los testigos, las víctimas de aquella época de cacería, cuya pieza mayor era una cabeza independiente.

Hace más de 30 años escribí en la Bohemia Libre de Nueva York, un artículo titulado “Los Descarados” en que describía a esta fauna que conocí y que padecí. Muchas grandes figuras intelectuales de Cuba morirán antes de que volvamos. Lo que no morirá nunca es la náusea que produce ver cara a cara a estos cambia casacas. La misma nausea que nos produce una rata muerta en la habitación.