jueves, septiembre 19, 2019

Santiago Cárdenas: EL TRIÁNGULO AMOROSO DE MARTÍ CON LAS DOS CARMITAS. Debate sobre la paternidad de José Martí respecto a María Mantilla




EL TRIÁNGULO AMOROSO DE MARTÍ CON LAS DOS CARMITAS

(José Martí, Carmen Zayas Bazán y su hijo José Francisco)


Por Dr. Santiago Cárdenas
Especial y en primicia para Nuevo Acción.
18 de septiembre de 2019


Carmen Miyares era la comadre de Martí. Él había sido el padrino en el bautizo de su hija, María Mantilla y Miyares en la iglesia de San Patrick, New York, el 6 de enero de 1881, cuando la niña tenía un mes y diez días de nacida.


Seis años después Carmen  recibió una carta de su prima  Victoria Smith de Hamilton desde Venezuela. En ella expresaba su preocupación por ciertos “comentarios” acerca de su prolongada convivencia con un hombre casado, José Martí—que recibía visitas periódicas de su esposa e hijo desde la Habana (hay tres viajes bien documentados)—pero que  continuaba viviendo en su casa de huéspedes en Manhattan, luego  de dos años de la muerte de su esposo Manuel en 1885.

Carmita le dió a leer la carta a Martí y éste le contestó a la prima Victoria en una larga y críptica carta que fue publicada un siglo más tarde en 1989. Martí negó con vehemencia cualquier imputación de adulterio y fue muy crítico con Victoria a la que conoció personalmente cuando  estuvo seis meses  viviendo en Caracas.

EL MATRIMONIO DE MANUEL MANTILLA  CON CARMEN MIYARES

Ambos eran santiagueros. Carmen nació en 1848 y  Manuel en el 43. A los 9 años ella quedó huérfana de madre y tuvo que hacerse cargo de sus cuatro hermanos; no obstante, pudo adquirir una instrucción elemental de buena  calidad.

Ellos se casaron cuando Carmen tenía veintiuno. Hacía un año que había comenzado la Guerra del 68. Tal vez por eso, o buscando una mejoría económica emigraron a La Española y rápidamente a EEUU. asentándose en New York en 1870, diez años antes del arribo de Martí.

Aunque en el censo de 1880 Manuel aparece como desempleado y ella como ama de casa, hay evidencias acerca de que Mantilla trabajaba como comerciante a  comisión en el giro del tabaco y ella administraba una casa de  huéspedes en el bajo Manhattan donde vivían. Tenían un hijo cubano de 9 años y dos hijos estadounidenses: Carmen de seis y Ernest de dos años, cuando Carmen quedó embarazada de María.

Pepe Martí alquiló allí un cuarto, en los primeros días de enero 1880—a los cinco  días de llegar de Europa, por recomendación de un conocido de la prisión política: Miguel Fernández Ledesma, que lo acogió temporalmente a su arribo a la Metrópolis. La casa de huéspedes de los Mantilla Miyares distaba unas tres o cuatro cuadras de la de  Miguel.

Dos meses después, el 10 de marzo, llegaron desde la Habana su señora y su hijo Pepito-El Ismaelillo- de quince meses de edad. Ambos estuvieron en Nueva York hasta octubre de ese año; o sea, regresaron a Cuba cuando Carmen Miyares tenía 8 meses de embarazo de su hembrita.

Los dos matrimonios convivieron en armonía. Carmen Zayas Bazán cuidando a su hijito que comenzaba a caminar y Carmen Miyares su  embarazo. Martí se hizo buen amigo de Manuel. Hay una foto de la época (a la izquierda), muy bien conservada, donde Martí aparece sentado, como acostumbraba y detrás, de pie, Manuel: esbelto, joven, atlético y buen mozo.  Es por eso que podemos aproximarnos a la fisonomía de  Martí en sus treinta y Manuel Mantilla en sus  cuarenta.  Existe una afirmación del  historiador  Antonio de la Cova  sacado del censo decenal de 1880 que  sitúa a Martí viviendo en otra dirección: 345 Fourth Avenue,Manhattan en junio de ese año, sin hacer mención de su esposa o hijo.

EL REGRESO DE CARMEN Y LA MUERTE DE MANUEL.

Carmen, su esposa, volvió a New York con el niño, tres años después- a fines de 1883 y allí estuvo hasta  mediados de 1885 para su más larga estadía en los EEUU. Su propósito era–como el de doña Leonor, su suegra–que Martí volviera a Cuba para hacer una vida “normal” de padre y esposo. En esta ocasión Martí alquiló otra casa, distante de la de los Mantilla. Carmen Zayas al no lograr sus propósitos de reunificar su familia en  la isla, regresó a Camagüey. Retornó a EEUU. en 1990, por pocos meses, cuando su unión sacramental con Pepe, que había  comenzado en Ciudad México en 1877, hizo crisis definitiva.

La situación de los dos matrimonios cambió de manera dramática cuando la enfermedad abrupta del corazón de  Manuel Mantilla, que duró unos cuatro o seis meses. El certificado de defunción de febrero 18 de 1885, que se conserva en perfecto estado, afirma que tenía una lesión en su válvula mitral y congestión pulmonar y hepática; y que murió a los 42 años dos meses y  tres días.

Entonces, Martí retornó como huésped a la casa de Carmen Miyares en el 51 east 29 street y allí vivió  otros diez años como “pater familia” a cargo de la viuda y de sus cuatro hijos hasta su regreso definitivo a Cuba.

Es precisamente en esa época, cuando Victoria le escribe a su prima Carmen Miyares la carta con la que comienza esta viñeta martiana.

¿Vivieron Martí y la Miyares en concubinato? Yo no sé;  supongo que sí. No obstante,Ud. decida y opine libremente. 

Texto completo de la Carta de Martí contestando la de Victoria Smith de Hamilton a Carmen Mantilla:

Victoria: Carmita me ha dado conocimiento de la carta que le escribe a V., y en que se refiere a mí. Es difícil, Victoria, que una persona de su tacto y bondad, haya sabido prescindir por completo de una [sic] y de otra. De mí, perdóneme que le diga que casi no tengo que responder a V. Tengo un sentido tan exaltado e intransigente de mi propio honor, un hábito tan arraigado de posponer todo interés y goce mío al beneficio ajeno, una costumbre tan profunda de la justicia, y una seguridad tal de mí mismo, que le ruego me perdone si soy necesariamente duro, asegurándole que ni mi decoro, ni el de quien por su desdicha esté relacionado conmigo, tendrá jamás nada que temer de mí, ni requiere más vigilancia que la propia mía.

Yo sé padecer por todo, Victoria, y consideraría, en llano español, una vileza, quitar por ofuscaciones amorosas el respeto público a una mujer buena y a unos pobres niños. Puedo afirmar a V., ya que su perspicacia no le ha bastado esta vez a entender mi alma, que Carmita no tiene, sean cualesquiera mis sucesos y aficiones, un amigo más seguro, y más cuidadoso de su bien parecer que yo. Además, debe V. estar cierta de que ella sabría, en caso necesario, reprimir al corazón indelicado que por satisfacer deseos o vanidades tuviese en poco el porvenir de sus hijos. En el mundo, Victoria, hay muchos dolores que merecen respeto, y grandezas calladas, dignas de admiración.

De Carmita, pues, no le digo nada, que ella sabe cuidarse. Y de mí no le puedo decir mucho ya que no tengo ni la inmodestia necesaria para referirle a V. mi vida, que he mantenido hasta ahora por encima de las pasiones y de los hombres, y tiene por esto mismo fama que no he de perder; ni tengo el derecho de escribir a V. que es dama, las palabras alborotadas que como cuando uno se ve desconocido en su mayor virtud, me vienen a la pluma.

Una observación sí me he de permitir hacerle. Leída por un extraño, como yo, la carta de V. a Carmita no parece hecha de mano amorosa, sino muy cargada de encono: ¿cómo, Victoria, si V. no es así, sin duda? No sólo tiene V. el derecho, sino el deber, de procurar que no sea Carmita desventurada; y si sospecha V. que quiere a un hombre pobre, casado y poco preparado para sacar de la vida grandes ganancias, haría V. una obra recomendable urgiéndola a salir de esta afición desventajosa. Por supuesto que si, libre de hacer en su alma, salvo el decoro de sus hijos y el propio, lo que le pareciese bien, si insistiese en esto, sería un dolor, pero un dolor respetable, puesto que no se vendía a nadie por posición social, protección o riqueza, sino que, en la fuerza de su edad y de sus gracias, a la vez que no daba a su cariño más riendas que las que no pueden ver el mundo ni sus hijos, se consagrara sin fruto y en la tristeza y el silencio a un cariño sin recompensa, y a la privación de las alegrías que de otro modo pudieran todavía esperarla. Esto, mundanamente, sería una locura, como sé yo muy bien, y le digo a cada momento, y estoy seguro de que si así fuese el caso, se le dejaría siempre inflexiblemente en la más absoluta libertad de obrar por sí, y no se impediría jamás por apariencias impremeditadas de hoy las soluciones de mañana. Pero esas penas calladas, Victoria, merecen de toda alma levantada, cuando se lleven bien, una estimación y respeto que en su carta faltan.

Ahora, de murmuraciones, ¿qué le he de decir? Ni Carmita ni yo hemos dado un solo paso que no hubiera dado ella por su parte naturalmente, a no haber vivido yo, o que en el grado de responsabilidad moral, de piedad, si V. quiere, que su situación debe inspirar a todo hombre bueno, no hubiese debido hacer un amigo íntimo de la casa, que no es hoy más que lo que fue cuando vivía el esposo de Carmita.

Yo le repito que de esto sé cuidar yo: si alguna mala persona, que a juzgar por la estimación creciente de que ella por su parte y yo por la mía vivimos rodeados, sospecha sin justificación posible y contra toda apariencia que ella recibe de mí un favor que manche, ésa, Victoria, será una de tantas maldades, mucho menos imputables y propaladas que otras, que hieren sin compasión años enteros a personas indudablemente buenas, que las soportan en calma.

Ya es tiempo de decirle adiós, Victoria. Con toda el alma, y no la tengo pequeña, aplaudo que si sospecha que Carmita intenta consagrarme su vida, desee V. apartarla de un camino donde no recogerá deshonor, porque a mi lado no es posible que lo haya, pero sí todo género de angustias y desdichas. Y si en el mundo hay para ella una salida de felicidad, dígamela y yo la ayudaré en ella. Pero V. no tiene el derecho de suponer que lo que mi cariño me obligue a hacer por la mujer de un hombre que me estimó y sus hijos huérfanos es la paga indecorosa de un favor de amor. Por acá, Victoria, en estas almas solas, vivimos a otra altura. Sea tierna, amiga mía, que es la única manera de ser bueno y de lograr lo que se quiere.


He escrito a V. tanto, más porque me apena que sea injusta con Carmita, que por mí mismo, que no me hubiera yo atrevido a molestar en mí propio su atención por tanto tiempo. — José Martí
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Nota del Bloguista de Baracutey Cubano


En el artículo CRÍTICA AL ARTÍCULO: MARTÍ Y MARÍA MANTILLA: ¿QUÉ DICE LA CIENCIA? UNA VALORACIÓN NECESARIA del  Dr. C. Juan Carlos Rodríguez Cruz y el  Lic. Manuel Monert Rodríguez  del 23 de marzo  de 2012  se rebate  los argumentos del antropólogo, arqueólogo, historiador y médico legal (entre otras ocupaciones y especialidades)  Ercilio Vento, que expone Yamil Díaz Gómez  en su artículo-entrevista Martí y María Mantilla: ¿qué dice la ciencia? donde se exponen la técnica y los resultados aplicados por Ercilio Vento  con la Prueba Morfológica y Antropométrica en las fotos de José Martí  y María Mantilla, la cual da un 74,3 %  de compatibilidad.  

 Es cierto lo que  se señala  en el artículo mencionado que rebate los resultado  de dicha prueba: hubiera sido importante aplicarle dicha prueba a las fotos de María Mantilla  y su supuesto padre biológico Manuel Mantilla y Sorsano (1842–1885)., pero no es cierto que María Mantilla tuviera  arrogancia senil cuando le envió en 1935  a  uno de sus hijos, el famoso actor César Romero,  la carta en que ella le dice que es hija de José Martí y que así se lo había confesado su madre, pues al menos no estaba  senil a los 54 años  ya que la redacción del  texto de dicha carta, y de otras posteriores, así lo indica.

Entiendo  que es necesario  aclarar que la trascendencia de la persona y la obra de José Martí en Cuba empieza a ser significativa después de los primeros 30 años de la república cubana cuando Gonzalo de Quesada empieza a publicar sus obras completas, incluyendo  cartas personales,  luego los ¨chismes¨ sobre la paternidad martiana de María Mantilla que estaban bastante extendidos en parte de la comunidad cubana en EE.UU., desde mucho tiempo antes,   estaban ¨fundados¨  sobre  otros elementos.  La cercanía de José Martí a María Mantilla y la carta de María Mantilla en que afirma que  Martí estuvo viviendo en su casa,  al menos habla de  visitas y estancias de Martí  bastante frecuentes en casa de Carmen Miyares Viuda de Mantilla.



(José Francisco Martí Zayas Bazán ¨El Ismaelillo¨; Jefe del Estado Mayor del Ejército del Gobierno de José Miguel Gómez cuando la revuelta del Partido Independiente de Color y propiciador del llamado a la Asamblea  Constituyente de 1940 (realmente de 1939)  al llamar a Fulgencio Batista y a Ramón Grau San Martín  para que  se reunieran con él  y lograr que, por la memoria de su padre, se pusieran de acuerdo en llamar a una asamblea constituyente, de la cual salió la Constitución de 1940; este bloguista tiene la opinión que el llamado al proceso asambleario, las elecciones de los asambleistas o delegados parrticipantes  y el desarrollo de la asamblea constituyente fueron y son aún más importantes para el futuro de Cuba que la propia y extraordinaria  Constitución de 1940, cuyo defecto más relevante sea su exceso de detallismo, al pensar los constituyentes   que por estar escritos en ella esos detalles se iban a cumplir automáticamente.  Comentario  del Bloguista de Baracutey Cubano )

No sólo  se dió cuenta la viuda del ¨Ismaelillo¨ (José Francisco Martí Zayas Bazán (La Habana, Cuba; 22 de noviembre de 1878 , La Habana, 22 de octibre de 1945)  del gran parecido  entre María Mantilla  y su finado esposo, hijo de José Martí, el cual era muy parecido a José Martí, según pueden verificar en la foto. En una ocasión oí que  Carmen Zayas-Bazán, viuda del Apóstol de la Independencia de Cuba, José Julián Martí y Pérez,  fue invitada (¿1915?) en los primeros años de la República  a un acto en honor a José Martí a la que fue también invitada Carmen Miyares; Carmen Zayas-Bazán  manifestó cierto disgusto en que estuviera en la tribuna de invitados Carmen Miyares; Carmen Zayas Bazán no estaba ajena a lo que se comentaba sobre Carmen Miyares y José Martí y quizás hasta de la posible paternidad de José Martí respecto a María Mantilla. Aclaro que Carmen Zayas-Bazán fue una gran mujer que amó a José Martí, pero que no  era la  compañera adecuada para un patriota con tan grandes ocupaciones y objetivos. Sobre otros amores de José Martí y los sacrificios que hizo Carmen Zayas-Bazán pueden leer AQUÍ.

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Tomado de http://www.librosdelcrepusculo.ne
Martí, el amante calvo
(fragmento)

Por Rafael Rojas
23 de agosto de 2011

Me recuerda Orlando González Esteva que el estudioso de la obra de José Martí, Carlos Ripoll, ha propuesto una interpretación bastante literal del poema XIII de Versos sencillos, que hace unos días mencionamos aquí como una muestra de poesía alegórica. Reproduzco la interpretación de Ripoll, en su artículo “El amigo calvo: José Martí”, que puede consultarse en la página web de este importante crítico exiliado. No está de más decir, sin embargo, que el hecho de que el poema refiera una vivencia no altera el tono alegórico del mismo.

“A la muerte de César Romero, el actor de cine, su hermano Ernesto donó a la Universidad de Gainesville, en la Florida, varios libros que conservaba su madre María Mantilla. Entre ellos estaba un ejemplar de la primera edición de los Versos Sencillos dedicado a su abuela, Carmita Miyares; dice:

A Carmita, para que nunca dé una pena -
Su amigo calvo
José Martí
NY. Oct 91

Carmita Miyares, viuda de Manuel Mantilla, fue la amante de Martí. Como su hija también así se llamaba, podía pensarse que la dedicatoria, que no se conocía, iba dirigida a ésta, a quien también quiso mucho, pero, no, la Carmita del poemario era la madre. Y es único este testimonio afectuoso toda vez que ella, para proteger el nombre de Martí, ante los prejuicios de la época y la maldad de sus enemigos, después de Dos Ríos, destruyó cuanto podía poner al descubierto sus amores. El cuidado que tuvieron los dos en ocultarlos se evidencia en una carta de Carmita a Martí, ya en Cuba, en la que, temiendo que cayera en manos extrañas, lo trata con notable distancia y respeto, y le advierte: "Cuénteme todo. Ud. sabe que de mí no debe esperar ninguna indiscreción… No tema escribir a esta casa pues mis cartas nadie las ve, ni se fija nadie en las cartas que trae el cartero".

En esa conspiración de silencio, que dio motivo a ciertas calumnias sobre la conducta de Martí, con las mejores intenciones cooperaron amigos de ambos. El 8 de junio de 1895, a raíz de Dos Ríos, Horatio Rubens le escribió a Gonzalo de Quesada confirmándole la desgracia, y sobre el retrato de María Mantilla que en el cadáver encontraron los españoles, le aclaraba: "Recordarás que en la carta [desde Baracoa, del 16 de abril de 1895] del viejo [Martí: 'the old man', en el original] a la familia Mantilla, se mencionaba la fotografía [de María Mantilla] que llevaba sobre el corazón [le había escrito: 'voy bien cargado, mi María, con mi rifle al hombro… al pecho tu retrato']". Y sobre el asunto, para tranquilizarlo, le dice: "Logramos conseguir que esto [lo de la foto] se suprimiera de los relatos publicados [en la prensa] por razones obvias". Y aun Carmita misma, años más tarde, cuando ya expurgado por ella le envía el archivo de Martí a Quesada, quien estaba preparando sus Obras Completas, le advierte: "Gonzalo, le repito que vea bien esos papeles y ponga mucho cuidado con lo que se publica, ya Ud. sabe lo que quiero decir".

(Carmen Miyares en dos épocas de su vida)

Entre 1891 y 1895 Martí y Carmita ocultaron sus relaciones porque la maledicencia de la gente podía dañar la causa de Cuba; y antes de esa fecha las ocultaron porque la esposa, Carmen Zayas Bazán, podía aprovecharse del asunto para impedir el viaje del hijo a Nueva York. Martí negó de manera categórica haber tenido relación íntima con Carmita antes de que enviudara, en 1885; le escribió en una carta a quien le criticaba su amistad con Martí: "Ni Carmita ni yo hemos dado un solo paso que no hubiera dado ella por su parte naturalmente, a no haber vivido yo… Usted no tiene derecho de suponer que lo que mi cariño me obligue a hacer por la mujer de un hombre que me estimó y sus hijos huérfanos es la paga indecorosa de un favor de amor".

Se puede pensar que Carmita no tuvo valor par destruir esas líneas de Martí al dedicarle los Versos Sencillos, o que creyó que nunca se darían a conocer, o que nadie las entendería, pero una lectura del poema número XIII de esa colección descubre el secreto del apelativo, "su amigo calvo":


Por donde abunda la malva
Y da el camino un rodeo,
Iba un ángel de paseo
Con una cabeza calva.

Del castañar por la zona
La pareja se perdía:
La calva resplandecía
Lo mismo que una corona.

Sonaba el hacha en lo espeso
Y cruzó un ave volando:
Pero no se sabe cuándo
Se dieron el primer beso.

Era rubio el ángel; era
El de la calva radiosa,
Como el tronco a que amorosa
se prende la enredadera”.
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Certificado de nacimiento de María Mantilla

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Certificado de Defunción de Manuel Mantilla

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Tomado de http://eichikawa.com

José Martí y la paternidad de María Mantilla

Dr. Antonio de la Cova
Mayo 21, 2010

Cuando el Apóstol cubano José Martí llegó a Nueva York el 3 de enero de 1880, se albergó en el hogar de su compañero del presidio político, Miguel Fernández Ledesma, en el 337 W. 31 Street.

Pocas semanas después, Martí se mudó para la residencia del matrimonio de Manuel Mantilla y Carmen Miyares en el 49 E. 29 Street en Manhattan, a seis cuadras de distancia.

Hasta ahora, los escritores han presentado una versión incorrecta y nebulosa sobre Manuel Mantilla. José Manuel Castañón, en Cuba: hablo contigo; sigo hablando contigo (2001) página 117, indica que “en el Centro de Estudios Martianos con Fina García Marruz,” le informaron de la vida de Carmen Miyares, “mujer abnegada y luchadora que para mantener a su esposo paralítico y los tres hijos del matrimonio–Manuel, Ernesto, y Carmen,–puso una pensión en Nueva York, a donde fue a alojarse como huésped José Martí.” Tres años despúes, Rubén Pérez Nápoles, en Martí: el poeta armado (2004), página 230, describe a Manuel Mantilla como “un anciano achacoso y estaba inválido, por lo que en la práctica difícilmente funcionaban las relaciones normales del matrimonio.” El censo de Nueva York de 1880 y el certificado de defunción de Mantilla desmienten estas versiones propagadas durante más de un siglo.

( María mantilla y José Martí )

El certificado de defunción No. 519022 de Manuel Mantilla confirma que cuando falleció al mediodía del 12 de febrero de 1885, tenía la edad de 42 años con dos meses y dos días.

Por lo tanto, cuando Martí fue a residir en su hogar en 1880, Mantilla tenía 37 años de edad. El censo federal de 1880 confirma que Manuel “Mandilla” tenía 37 años de edad.

Carmen aparece con 29 años de edad y sus hijos son Manuel, de 9 años, nacido en Cuba, Carmen, 6, y Ernest, 2, nacidos en Nueva York. Pérez Nápoles se equivoca al decir que Mantilla era un anciano inválido que no podía tener relaciones matrimoniales, ya que aún no peinaba canas cuando engendró a su último hijo.

Mantilla tampoco estaba inválido ni paralítico. La columna 20 del censo de 1880 pregunta si la persona está “Mutilado, lisiado, postrado en una cama, o con discapacidad.” En el cuadrito que le corresponde a Mantilla, esta selección no está marcada como cierta.


El certificado de defunción de Mantilla indica que enfermó un año antes de morir, a principios de 1884, afectado por “enfermedad mitral del corazón,” que fue la causa principal de su muerte. Como resultado de dicha condición, cinco meses antes de fallecer, Mantilla fue afectado por “congestión de los pulmones, riñón y el hígado.”

Carmen Miyares nunca tuvo que trabajar para “mantener a su esposo” como alega el Centro de Estudios Martianos. El censo de 1880 indica que Mantilla era comerciante a comisión y que su esposa era ama de casa. La familia Mantilla y sus dos huéspedes eran atendidos por una sirvienta alemana y un cocinero cubano. El certificado de defunción de Mantilla indica que estaba empleado comocomerciante. Mantilla fue inhumado en el cementerio católico Holy Cross en Brooklyn.

Cuando visité su tumba hace veinte años, encontré que carecía de lápida o memorial con su nombre.
(Carmen Miyares)

El certificado de nacimiento de María Mantilla señala que ella nació a las 4:40 AM el 28 de noviembre de 1880.

La fecha indica que si Martí es su padre, la engendró en febrero, pocas semanas después de conocer a la señora Carmen Miyares de Mantilla. Aunque el certificado de nacimiento señala a Manuel Mantilla como el padre, parece que él no fue quien dió la información ya que su edad de 40 años no es correcta y aparece como desempleado. La edad de Carmen Miyares es errónea por cinco años, dando a especular que probablemente la doctora Annie M. Brown, que asistió con en parto y firmó el certificado de nacimiento, fue quien anotó los datos. La residencia de la madre, donde ocurrió el nacimiento, es 243 Grand Avenue, Brooklyn, lo que significa que la familia Mantilla se había mudado de donde residían en Manhattan el 5 de junio de 1880, según la fecha del censo.
Todos los relatos históricos concuerdan que Martí vivía como huésped de los Mantilla en febrero de 1880. Sin embargo, cuatro meses después, cuando Carmen Miyares estaba en avanzado estado de embarazo, Martí ya no residía con los Mantilla. El censo federal de Nueva York del 8 de junio de 1880 demuestra que para esa fecha Martí se alojaba en la casa de huéspedes de Henry C. Beers y su familia, en el 345 Fourth Avenue de Manhattan, lejos de la familia Mantilla. El hogar de los Beers era más amplio, ya que allí residían ocho miembros de la familia, nueve huéspedes, y dos sirvientas. Aunque el nombre de Martí aparece en el censo deletreado correctamente, su información personal contiene varios errores que se pueden atribuir a referencias que facilitó la familia Beers al enumerador cuando Martí estaba ausente. Martí es descrito como soltero, de 30 años de edad, sin conocerse su empleo, y de padres cubanos. Esto parece ser un estimado muy aproximado, ya que él tenía 27 años, su esposa estaba en Cuba, y su padre era español.

Cuando la esposa de Martí, Carmen Zayas Bazán llegó a Nueva York en diciembre de 1880 con el hijo de ambos, escuchó los rumores que su marido era el padre de María Mantilla. Al poco tiempo, Carmen volvió a Cuba con su hijo y obtuvo pasaporte sin el consentimiento de su esposo, valiéndose de la ayuda del cónsul español. Tras la muerte de Manuel Mantilla, Martí regresó a vivir con Carmen Mantilla y su familia. El 22 de enero de 1895, el Ministro Español en Washington, Emilio Muruaga, envió un cable al gobierno norteamericano señalando a Manolito Mantilla como “el hijastro del Sr. Martí, el agitador cubano.

La familia Mantilla permaneció en Nueva York después de la independencia de Cuba y aparecen enumerados en el censo de 1900.

Carmen, dos de sus hijas, y tres sobrinos estudiantes universitarios, residían en un apartamento rentado en el 322 W. 32 Street. Su vecino era el pianista cubano Emilio Agramonte, exiliado con su familia desde 1875.

En 1915, Carmen Mantilla viajó a La Habana y se hospedó con la familia Baralt. Allí entregó la biblioteca personal de José Martí al doctor Julio Villaldo.


Cinco años después, Carmen y su hijo Ernest aparecen en el censo de Nueva York de 1920.

Residían en el 135 W. 74 Street, un edificio hipotecado a ella de ocho apartamentos. Carmen tenía un negocio de bienes raíces y rentaba apartamentos por cuenta propia. Ernest, de 41 años, estaba desempleado. Carmen es descrita como una viuda de 70 años de edad, residente en Estados Unidos desde 1870 sin ser ciudadana norteamericana.

(María Mantilla, su esposo y el hijo de ambos, el actor César Romero, ya fallecido y que tiene una estrella entre los famosos de Hollywood; nota del Bloguista )

Carmen Mantilla falleció el 17 de abril de 1925 y fue inhumada en el cementerio Woodlawn en el Bronx, donde posteriormente la acompañaron dos hijos.

Diez años después, su hija María Mantilla ofreció la evidencia más contudente que existe respecto a su paternidad en una carta de nueve páginas que le envió a su hijo, el actor César Romero, el 9 de febrero de 1935.

La misiva relata la vida de José Martí y afirma: “Yo quiero que sepas, querido, que él era mi padre, y yo quiero que tú te sientas orgullo de eso. Algún día, hablaremos mucho sobre esto, pero claro, esto es solamente para tu conocimiento, y no para publicidad. Esto es mi secreto, y Papá lo sabe. Bueno, creo que esto es bastante sobre la historia de la familia.” María Mantilla falleció en Hollywood en 1962 y sus cenizas están en el panteón de la familia Romero en el cementerio de Inglewood, California.

El 23 de enero de 2004, las nietas de María Mantilla, Victoria y Martí Romero, hijas de Eduardo Romero, viajaron a La Habana y donaron la carta original a la Fragua Martiana.

(Victoria y Martí Romero en la tumba de José Martí )

La prensa oficialista castrista reportó la visita y el obsequio del documento, pero no identificaron a las hermanas Romero como las biznietas de José Martí ni tampoco mencionaron que María Mantilla se identifica en la misiva como la hija de Martí.

Quizá algún día se pueda hacer la prueba del ADN, como se hizo con los restos de Thomas Jefferson y sus descendientes afroamericanos, para definitivamente comprobar el parentezco entre José Martí y María Mantilla.

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Video sobre la vida del actor César Romero donde aparece su madre María  Mantilla, su hermano Eduardo, cuyas hijas visitaron Cuba mediados de la primera  década del siglo XXI. En el minuto 2.16  se dice que la madre de César Romero fue hija de José Martí

 CESAR ROMERO~A&E BIOGRAPHY~IN A CLASS BY HIMSELF


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Tomado de http://www.monografias.com/

Relaciones transparentes entre Martí y la familia Mantilla-Millares
(fragmento)

Por José Raúl Casañola González 

Consideramos que toda la divulgación mediática que se le ha dado al caso de otorgarle a Martí la paternidad de María Mantilla, tiene su origen en dos hechos que careciendo de toda validez jurídica, pero teniendo como protagonistas principales a María Teresa Bances y Fernández-Criado (1890-1980) viuda de Pepe Martí al contarle a Nidia Sarabia[4]la impresión que le causó al ver por primera vez a María Mantilla en ocasión de su asistencia al homenaje que se realizó en enero de 1953 al conmemorarse el centenario de José Martí y la carta-respuesta que envía María Mantilla a Gonzalo de Quesada y Miranda cuando es de su conocimiento las declaraciones que fueron realizadas en La Habana a fines del año 1958 por el Dr. Alfredo Vicente Martí y Sáenz asegurando públicamente en ser nieto de José Martí Pérez, según le había confesado su madre María de la Concepción Sáez y que no pudo presentar prueba documental alguna que lo confirmara.

A continuación reproducimos el testimonio.

[Cuál no sería mi sorpresa al anunciar la llegada de María Mantilla. Cuando la vi por primera vez en persona y bastante cerca, me impresionó el parecido que tenía con Pepe Martí, mi esposo, ya fallecido. No podía creer que ese parecido físico guardara relación con Pepe. A medida que la veía conversar con los que la rodeaban, me percataba que en sus ademanes, su sonrisa, su forma hasta de sentarse, aparte del parecido físico como la cara, las manos, eran tan iguales a las de Pepe Martí, que no pude por menos de convencerme que existía un parentesco entre ambos. No obstante mi observación, mi intuición femenina, no fuimos presentadas, y de inmediato abandoné el lugar. En realidad me impactó ese parecido, aunque no tenía nada para probarlo. María Mantilla era una mujer distinguida. Había mucho de ella con mi esposo, Pepe Martí y Zayas-Bazán].[5]
María Mantilla y Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo del gran  amigo de José Martí: Gonzalo de Quesada y Aróstegui.


A continuación reproducimos la carta de María Mantilla a Gonzalo de Quesada y Miranda.

Los Ángeles, febrero 12-1959
 

Sr. Gonzalo de Quesada,
La Habana, Cuba.
Querido Gonzalo

Usted pensará que por qué le escribo hoy carta, a lo cual le diré lo siguiente. Ayer he recibido el número de Patria de enero, y puede usted suponer mi asombro al leer la declaración del Dr. Alfredo Vicente Martí- que presume llamarse "nieto de José Martí"- ¿Quién es este señor que ha dejado pasar tantos años sin darse a conocer? Yo, con toda la autorización que poseo le aseguro que nada de esto puede ser verdad. Yo, como usted sabe soy la hija de Martí, y mis cuatro hijos, María Teresa, César, Graciela y Ernesto Romero, son los únicos nietos de José Martí. Desde el año 1880, año en que yo nací Martí vivió en mi casa, rodeándome de infinito amor y protección, hasta el día en el año 1895 que salió para Santo Domingo a juntarse con Máximo Gómez, y luego el famoso desembarco en Cuba. ¿Usted me preguntará por qué este relato mío? Porque tengo que defender el nombre de mi padre, ante los cubanos que veneran el nombre de José Martí. Yo sé, Gonzalo, que usted conociendo también la historia de la vida de mi padre, dará todos los pasos para rectificar esta falsa declaración del Dr. Alfredo Vicente (¿Martí?) y también quiero dar a conocer los nombres de los cuatro biznietos de Martí, Robert y Holly-Hope-hijos de Graciela-y Victoria María y Martí-los hijos de Eduardo.

Le aseguro que este asunto me ha causado mucho pesar, y realizando que no me queda muchos años más de vida, quiero dar a conocer al mundo este secreto que guardo en el corazón con tanto orgullo y satisfacción.

Espero me perdone este desahogo del alma, que siento tan necesario en este momento.

Mis recuerdos a Elvira y para usted el afecto sincero de su amiga,

María Mantilla de Romero
.[6]



[4] Autora del libro, La Patriota del Silencio Carmen Miyares, 1990.
[5] Sarabia, Nidia. La Patriota del Silencio Carmen Miyares. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1990. p.95.
[6] Ibídem, pp.98-99.
[7] Convivió con Martí en la casa de huéspedes que tenía Carmen Millares en Nueva York.
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RESPUESTA DE GONZÁLO DE QUESADA Y MIRANDA, HIJO DEL GRAN AMIGO DE JOSÉ MARTÍ GONZALO DE QUESADA Y ARÓSTEGUI.
Tomado de http://martianos.ning.com

16 de febrero de 1959
Confidencial

Sra. María Mantilla de Romero.
361 No. Saltair Avenue
Los Ángeles. Cal.
E.U.A.

Mi querida María:

Acabo de recibir su carta del 12 de febrero y mucho le agradezco la gran prueba de confianza que pone usted en mí, al tratar con amplitud el asunto del supuesto nieto de Martí, Alfredo Vicente y Martí.

En cuanto a lo que usted dice que yo dé los pasos necesarios para rectificar la falsa declaración de ese señor, no acabo de entender exactamente lo que usted piense que yo pudiera hacer, ya que desde el primer momento puse en duda sus afirmaciones y sostengo que a él corresponde demostrar su parentesco con Martí que yo verdaderamente creo no existe.

Hablando con toda franqueza, y teniendo en cuenta lo delicado que resulta esta cuestión, y siempre hay que pensar que alguien pueda, quizás el propio Vicente Martí plantear la pregunta: ¿cuáles son los elementos con que cuenta la señora María Mantilla para sostener que es hija de Martí?

Todos sabemos que usted lo es, y que si por ejemplo nosotros los Quesada nunca lo hemos expresado públicamente es porque no ha sido hasta ahora en que usted autoriza y hasta desea que se haga saber, aunque bien es cierto que ya César lo declaró hace años en carta a Virgilio Ferrer Gutiérrez y recientemente en el Jack Paar Show en La Habana.

Yo creo, pues, de estar usted resuelta de revelar este secreto que en realidad no lo es pero que viniendo la revelación de parte suya cobra especial significación, que lo único que podría hacer en este caso es un artículo mío, preferentemente para la revista Bohemia o Carteles, y que yo lo titularía «“Soy la única hija de José Martí”, afirma María Mantilla». Podría servir de base para el artículo la reproducción de su carta o cualquier otra que usted me mandase AUTORIZÁNDOME EXPRESA Y EXCLUSIVAMENTE PARA DAR A CONOCER ESA NOTICIA. Además sería de gran efecto periodístico una foto con sus cuatro hijos y las fotos de los biznietos de Martí. ESTO ES MUY IMPORTANTE pues haría el trabajo interesante y simpático al público.

Creo que no tengo que decirle con cuánto cariño y respeto trataría yo el tema. Ahora bien, yo a nadie le he hablado sobre su carta, y le ruego pues que no vaya a tratar este asunto con otras personas y pseudomartianos.

Le repito, querida María, que estoy a su entera disposición y haré lo que usted crea conveniente. Agradeciéndole una vez más la confianza en mí, con un saludo muy afectuoso de Elvira, mis hijos, quedo siempre su viejo amigo

Gonzalo de Quesada y Miranda