sábado, febrero 01, 2020

Esteban Fernández: ¡ANGOLA!


¡ANGOLA!


Por Esteban Fernández
31 de enero de 2020

Esta es una guerra entre nosotros. Entre castristas y anticastristas. Eso yo lo entiendo perfectamente bien. Tanto es así que si ordenaran y ejecutaran mi muerte sería un vil asesinato, PERO NO REPRESENTARÍA UNA INJUSTICIA. Porque es exactamente lo mismo que yo quisiera hacer con ellos.

Muchos creen que esa lucha ya no existe, pero ellos no lo consideran así y yo tampoco. Esa guerra se termina cuando no quede uno de nosotros vivo y desparecidos todos los castristas de la faz de la tierra.

Y como parte de eso comprendí perfectamente bien cuando el monstruo envió a sus tropas de castristas a pelear en Playa Girón o en el Escambray defendiendo a su tiranía.

Todo eso lo asimilo, lo capto, lo vivo. El plomo se combate con plomo. Odio con odio se responde, ojo por ojo, en eso no hay titubeos.  

Sin embargo, lo único que no me ha entrado entre ceja y ceja, ni ha penetrado mi cerebro dedicado a entender y participar de este proceso, es el crimen de lesa humanidad cometido por los Castro participando -y utilizando a cubanos como carne de cañón- en una guerra innecesaria en territorios africanos, lejanos e inhóspitos.

Un solo motivo existía: Que LA ISLA DE CUBA LE QUEDARA MUY CHIQUITA PARA SUS ANSIAS IMPERIALES a un hijo de la mala leche de un gallego bandido y su criada. Y en una diarrea cerebral quiso pasar de dueño de un archipiélago a emperador de continentes.

Y lanza a una juventud, inclusive a hijos de fervientes seguidores, a una guerra que nada tiene que ver con los intereses de la nación cubana. Una nación depauperada, hambrienta y harapienta.

Y encima de eso el muy racista se encarna en los negros (los que él llamaba “la negrada”) y hace recogida de ellos en los barrios más empobrecidos y marginados del país como El Fanguito y La timba y los envió al continente africano.

Y del lado de acá no quisimos morder el anzuelo. Y no nos dio la gana -inteligentemente- de considerarlos nuestros enemigos. Simplemente fueron víctimas en su inmensa mayoría, quienes al regresar ni trabajos conseguían. A veces ni transportación recibían del aeropuerto a sus casas.

Y estoy muy orgulloso de haber participado junto a un valioso grupo de compatriotas en “La Voz de Cuba”, quienes nos dimos a la tarea de conseguir a través de viajes a África, una estación de radio en Rodesia para transmitirles la verdadera situación cubana y lo absurdo de esa guerra.

Y en esas transmisiones los tratamos como hermanos, les pedíamos que desertaran, y hasta nos ofrecimos a los líderes rebeldes Jonas Savimbi y Pablo Tuba (en la foto entre Carlos Hurtado y yo) para servir de intérpretes con los prisioneros y tratar de salvarles las vidas.

Si este no es el crimen más grande de Fidel Castro y sus esbirros, se encuentra entre los principales.
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