viernes, diciembre 10, 2021

Alejandro Ríos: Rolando Díaz: un cineasta exiliado en la boca del lobo, presentó en Cuba el documental Dossier de ausencias, arremetió públicamente contra las tropelías más recientes del castrismo.


 AmericaTeVeCanal41

Dec 8, 2021

Conocido cineasta cubano pide en La Habana fin de la represión a voces disidentes en Cuba


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Tomado de https://www.cubanet.org/

Rolando Díaz: un cineasta exiliado, en la boca del lobo

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Muchos de los realizadores foráneos que concurren en La Habana prefieren ignorar lo que acontece al doblar la esquina de sus cómodos hoteles

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Por Alejandro Ríos

10  de diciembre, 2021 

MIAMI, Estados Unidos.- No es ajeno a su manera de ser —decente, digno— el gesto valiente y solitario del cineasta Rolando Díaz, quien aprovechó su categoría de invitado en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, donde presentó Dossier de ausencias, documental que se desarrolla en la República Dominicana, para arremeter públicamente contra las tropelías más recientes del castrismo.

¿Qué habrá sentido el público y el propio funcionario que tuvo a bien aclarar que Díaz es “nuestro realizador”, en el desvencijado cine Acapulco, cuando ese hombre, quien parecía un extranjero por su vestuario atildado y modo afable de conducirse, resultaba ser el director de la popular película Los pájaros tirándole a la escopeta, del distante año 1984?

Su presentación, divulgada por la actriz y activista Lynn Cruz en los medios sociales, fue natural, no parecía ser parte de una componenda conspirativa.

Al igual que la rebelión ocurrida durante el pasado mes de julio, la declaración personal del cineasta fue espontánea, sin aviso, y sorprendió a incansables represores que en eventos de esta índole se mantienen muy alertas, sobre todo entre los invitados extranjeros, detectando potenciales opiniones contrarias al régimen.

El Festival, en franca decadencia por la pandemia y las dificultades económicas que sufre la nación, sigue siendo, de alguna manera, una suerte de oasis en el espanto.

Los realizadores foráneos que concurren para presentar sus obras y aprovechar delicias turísticas exclusivas prefieren ignorar lo que acontece al doblar la esquina de sus cómodos hoteles. En muchas ocasiones se saben vigilados y lo aceptan con la mansedumbre de los cómplices.

Si resulta necesario, sus acciones íntimas se documentan con fotos y videos para, eventualmente, poder chantajearlos en caso de que se les ocurra oponerse abiertamente a la ominosa revolución.

No importa, sin embargo, que un cineasta chileno le espante una cachetada pública al crítico de cine cubano que se atrevió a comentar negativamente su más reciente documental, ni que un famoso cineasta español concurra a la fiesta prohibida de travestis en las afueras de La Habana, porque represores preparados al efecto esperarán que la abandone para asaltarla. Los compañeros de viaje del castrismo disfrutan de impunidad histórica.

Es lamentable constatar que las declaraciones antitotalitarias de un reconocido intelectual —quien comparte su nacionalidad cubana con la española— en los propios predios castristas, no haya tenido la repercusión que merece, más allá de los medios que se ocupan de reportar, minuciosamente, el intríngulis de la tragedia cubana cada minuto del día.

Callados y ajenos permanecen, hasta ahora, los miembros del gremio cinematográfico, sobre todo latinoamericanos, asistentes al Festival de La Habana. El “miedo” no solo “devora el alma” de Díaz, como bien afirmó en su intrépido gesto, sino de sus congéneres profesionales extranjeros que le dan la espalda a él y a los otros realizadores del glorioso cine independiente cubano, vigilado y acosado sin reposo.

Afortunadamente, otras figuras relevantes de la cultura cubana, tanto en el exilio como el “insilio”, se han cansado de simular y de preocuparse por autorizaciones de entradas a la isla, así como otras prebendas, y critican a la dictadura abiertamente.

Sus declaraciones ocurren, sin embargo, mediante las ventajas de los medios sociales y de otras plataformas de la prensa libre, que se gestionan tanto dentro como fuera de Cuba.

La hazaña de Rolando Díaz, sin embargo, resulta inédita por lo insospechada. La policía política no revisó bien su expediente, donde constan otras declaraciones similares, pero a la distancia geográfica que ellos prefieren para el pensamiento libre. Rolando montó su tribuna en la boca del lobo castrista.

Por supuesto que los periodistas de la prensa oficial cubana no pueden cubrir el incidente, aunque estuvieran convencidos de su supuesta infidencia. Deben esperar el permiso sin chistar. No es momento de llamar la atención sobre algo que se irá disipando y, además, aunque pudieran inventarse historias, a Rolando Díaz es difícil endilgarle los términos peyorativos con los cuales el castrismo trata de desacreditar a sus antagonistas.

Ojalá su hazaña, que no es nada menuda, sea imitada por otros artistas y creadores meritorios tanto foráneos como nacionales cuando la oportunidad se presente. La Cuba solidaria necesita, más que nunca, respaldo y la añorada libertad.

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