domingo, abril 24, 2022

Mario Herrera: Apología de un tirano. Un estigma en el legado de Gabriel García Márquez. Manuel Pereira: La increíble historia del triste Gabo y mi abuela bienamada

 
Tomado de https://www.facebook.com/

APOLOGÍA DE UN TIRANO

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Un estigma en el legado de García Márquez.

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Por Mario Herrera

24 de qbril, 2022

“Gabriel García Márquez fue un escritor superdotado, pero no fue un héroe”, titula en el Washington Post Charles Lane, uno de los editorialistas del diario capitalino, quien atribuye al genio de Aracataca “una extraña mezcla de brillo literario y podredumbre política”.

Lane recuerda que en 1968, mientras Cien años de soledad propulsaba a García Márquez a la fama, el poeta cubano Heberto Padilla publicaba el poemario Fuera del Juego. Las autoridades culturales cubanas permitieron inicialmente el libro de Padilla, e incluso lo elogiaron, a pesar de su protesta entre líneas contra el control oficial del pensamiento que ya estaba sofocando a Cuba menos de diez años después del triunfo de la revolución de Fidel Castro en 1959.

Luego, apunta el articulista, las instrucciones cambiaron: el régimen de Castro desató una campaña contra Padilla y otros intelectuales afines, que culminó en marzo de 1971, cuando agentes de la seguridad del Estado arrestaron al poeta, confiscaron sus manuscritos y lo sometieron a un mes de brutales interrogatorios.

Padilla resurgió de su celda para auto condenarse ante sus colegas escritores por "haber sido injusto e ingrato con Fidel, de lo cual no me cansaré de arrepentirme”. También delató como contrarrevolucionarios a colegas suyos, y hasta a su esposa.

Lane rememora que intelectuales de todo el mundo, entre ellos Mario Vargas Llosa, otro astro del "boom” literario latinoamericano en el que descollaba García Márquez, condenaron el espectáculo de corte estalinista y se distanciaron de la revolución cubana.

“Para García Márquez, en cambio, el caso Padilla representó un punto de inflexión diferente”, señala el autor. Cuando se le pidió que firmara la carta abierta a Castro en la que 62 de sus compañeros escritores expresaban "nuestra vergüenza y nuestra cólera" por el trato a Padilla, García Márquez se negó.

A partir de entonces, dice el editorialista del Post, el colombiano empezó a subir en la estimación de La Habana, hasta convertirse en miembro de facto del círculo íntimo de Castro, quien lo roció de favores, incluyendo una mansión, y estableció una fundación de cine en Cuba bajo la dirección personal de García Márquez.

El novelista, a su vez, prestó su celebridad y elocuencia al molino de la propaganda del régimen. En 1990 describió al dictador cubano como "un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal".

En una ocasión García Márquez fue portador de una carta de Castro para el presidente de EEUU, Bill Clinton.

Para racionalizar esta íntima relación, García Márquez se ofrecía como intermediario cuando Castro ocasionalmente necesitaba liberar a algunos disidentes a fin de tranquilizar a Occidente.

Lo que Gabo nunca hizo, apunta Lane, fue levantar su voz, o mover un dedo, en nombre del derecho de los cubanos a expresarse libremente. Lejos de ser "representante y voz de los pueblos de las Américas", se desempeñó como portavoz de facto de uno de sus opresores. Y en ello llegó hasta a defender la pena de muerte que Castro dictó contra funcionarios cubanos políticamente heterodoxos después de un juicio teatralizado en 1989.

(Gabriel García Márquez y  Fidel Castro Ruz)

El editorialista del Washington Post dice que uno puede imaginar muchas motivaciones para este comportamiento lamentable, y especula que tal vez García Márquez nunca superó el antiimperialismo que era premisa ideológica e insignia de sofisticación de la generación de intelectuales latinoamericanos a la que perteneció.

Termina diciendo Charles Lane que la verdadera grandeza literaria es una función no sólo de la habilidad narrativa y la creatividad lingüística, dones que García Márquez poseía en abundancia, sino también de la valentía moral, de la que él carecía. Así, su apología de Fidel Castro será siempre un estigma en su legado.

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Tomado de https://www.14ymedio.com/

La increíble historia del triste Gabo y mi abuela bienamada

Manuel Pereira y su abuela Hortensia. Todas las fotos fueron añadidas al artículo por el Bloguista de Baracutey Cubano

Por Manuel Pereira

México

Abril 03, 2016

Un día cualquiera de 1983 llevé al Gabo adonde mi abuela, que vivía en un solar de La Habana Vieja, en la calle Aguiar número 105 esquina con Cuarteles. Era una gallega que había llegado a la Isla en 1926: año del devastador ciclón, año en que nació otro ciclón llamado Fidel Castro.

Yo quería que Gabriel García Márquez conociera a los pobres, que descubriera la otra cara de la luna, porque sabía que lo tenían siempre entretenido entre hoteles y casas de protocolo, en Miramar, en Cubanacán...

Al pie la Loma del Ángel, le mostré la carnicería de un paisano de mi abuela, expropiada y convertida en tugurio; también le enseñé varios negocios confiscados desde años atrás: la Guarapera de Cheo, transmutada en Comité de Defensa de la Revolución; la bodega de un asturiano transformada en accesoria de una cuartería, la panadería de un catalán cerrada a cal y canto, el puesto de frutas y verduras del chino, transfigurado en otro cuchitril. Por doquier, improvisadas paredes de bloques de hormigón sin repellar y antipoéticas rejas en las ventanas. Lo único pintoresco que quedaba en el barrio eran las tendederas en los balcones.

Los ojos de mi admirado escritor -ejercitados por su largo oficio de periodista- no perdían detalle. Subimos al primer piso de la casa de vecindad y fuimos hasta el fondo, entre galerías donde alguna vez hubo vitrales policromados de medio punto ya extinguidos.

¿Quién lo iba a decir? Un Premio Nobel en un solar habanero, pero mi abuela no sabía qué era la Academia Sueca, ni siquiera sabía dónde quedaba Suecia. Años atrás confundía a Carpentier con un famoso carpintero y, a Sartre, con algún célebre sastre de visita en la Isla. Era una aldeana casi analfabeta que, al desembarcar en La Habana con alpargatas y pañuelo a la cabeza, tuvo que sacar adelante a tres niños limpiando suelos y baños en promiscuos solares.

Entramos en su vivienda sin baño: un comedor, el dormitorio y una cocina pequeña. Mi invitado de honor lo miraba todo. Ella ofreció sus sillas destartaladas y un sillón con el mimbre roto. Nos sentamos a la mesa. Por vergüenza, no le enseñé al Gabo los malolientes inodoros y las duchas colectivas, que ella nunca usaba, pues prefería servirse de una palangana en su cocina tiznada, detrás una cortina de plástico.

Mi abuela enseguida sacó agua fría del trepidante refrigerador que ella llamaba "General Eléctrico", del 58, ya con algún desconchado en el esmalte blanco. Se puso a colar café. De las vigas de madera del techo caían piedrecitas cuando los niños de los altos correteaban. El Gabo miraba de reojo las paredes descascaradas. Preguntaba sobre asuntos de la vida cotidiana.

Mi abuela le enseñó la libreta de racionamiento y también su cajita mágica. En los frecuentes períodos de escasez de tabaco, ella -al igual que muchos otros- recogía en la calle colillas que luego destripaba para sacarles la picadura y con ella confeccionar sus "Tupamaros".

"¿Por qué Tupamaros?", preguntó el Gabo.

"Porque son clandestinos", respondí yo, y el autor de Cien años de soledad sonrió.

Ella le explicó el complicado mecanismo de la "maquinita", que era como una caja de dominó, en la que introducía la picadura, y luego jalaba hacia ella un palito a guisa de rodillo, como si fuera una ballesta, alargando una lengüeta de caucho, que hacía saltar un cigarrito recién enrollado y engomado con almidón.

A falta de papel para liar cigarrillos, usaba páginas casi transparentes del folleto Carta de España que le mandaban de la embajada. Pero como éstas eran pocas, también arrancaba hojas de una Biblia que no leía, pero que atesoraba como un talismán en su altar poblado de santos. Lo mismo se fumaba un versículo de San Juan que una sentencia del Eclesiastés.

Al salir, ya en la calle, el Gabo me confesó: "Me gustaría mucho escribir un libro sobre la escasez de los cubanos, tu abuela haciendo sus Tupamaros, la falta de dicha doméstica".

"Sería un libro magnífico", exclamé.

Se puso triste y agregó: "Me gustaría escribirlo, hablar del bloqueo y sus consecuencias, contando la imaginación de los cubanos para vencer las dificultades, pero no quisiera molestar a Fidel. No lo puedo escribir, porque es un libro que Fidel va a sentir como un ataque, y no quiero contrariarlo".

Después de eso, ya no insistí. Cada escritor elige su destino. En lo alto, mientras oscurecía, mi abuela se fumaba un capítulo del Levítico y el humo bíblico salía por su balconcito hacia la luna.

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Nota del Bloguista  de Baracutey Cubano

Sería interesante una entrevista con Ricardo Bofill en la que se abordara con profundidad el rol  que desempeñó  GabrielGarcía Márquez en su  arresto.

Recuerdo a Reynold  González cuando después de ser detenido habló en la televisión y en vivo hasta el codo y con pelos y señales  su participación  y la del MRP  en la oposición violenta a la tiranía. Para que la dictadura accediera a eso supongo que Reynold González haya ¨cooperado¨hasta la saciedad y accedido  a decir lo que le convenía a la tiranía. Fue vergonzosa su participación. Tengo la opinión que en la época en que fue desterrado Reynold González ya AQUELLOS   presos políticos DÓCILES antiCastristas eran un estorbo INNECESARIO para la tiranía y necesitaba deshacerse de de ellos COMO SE VIÓ POCO TIEMPO DESPUÉS. Gabriel García Márquez le hizo varias veces ese favor de lavarle parte de la cara  a la dictadura Castrista. Que yo conozca  Gabriel García Márquez no hizo nada nunca respecto a Mario Chánes de Armas, Armando Sosa ¨Sosita¨  y tantos otros presos presos de posición vertical en presidio
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Tomado de http://www.nuevoaccion.com/a

GARCÍA MÁRQUEZ, CHIVATO Y CÓMPLICE DE LOS CRÍMENES DE FIDEL CASTRO



Por Armando Valladares

 (Exclusivo para Nuevo Acción)

Todos los dictadores y asesinos de sus pueblos han tenido defensores a ultranza; los tuvo Stalin, Hitler y también Fidel Castro.

Quizás los más abominables en esa fauna que respaldan dictaduras, son los escritores, los poetas, los artistas.

Llevo décadas diciendo que un intelectual honesto tiene un compromiso con la sociedad: decir la verdad, luchar por el respeto a la dignidad humana y no utilizar el privilegio de poder llegar a millones de personas, para mentir, para escamotear la realidad histórica.

Este es uno de los más grandes crímenes y es el caso del fallecido Gabriel García Márquez. Puso su pluma al servicio de la tiranía de Fidel Castro apoyando las torturas. los crímenes, los campos de concentración. Los fusilamientos.

Solía decir que el único país del continente americano que respetaba los Derechos Humanos era Cuba.

Recuerdo que hace muchos años, rescaté al secretario personal de García Márquez en Cuba, que estaba escondido en Colombia y buscado por la Policía para devolverlo a la Habana. El actual Comisionado y entonces alcalde Xavier Suarez me acompañó al aeropuerto a recibirlo.

Nos contó cómo era la vida del escritor colombiano en Cuba. Vivía en una casa de protocolo con Blanquita, su amante adolescente, con edad para ser su nieta. Vimos las fotos. Se movía en un Mercedes Benz blanco, también regalo del dictador.

A cambio de eso defendía a ultranza la dictadura cubana y a su amigo Fidel Castro mientras se rasgaba las vestiduras denunciando a Pinochet.

Llegó a ser delator, informante de la Policía Política. Hace muchos años, allá en la Habana el disidente y activista por los Derechos Humanos Ricardo Bofill, logró que el entonces reportero de la agencia Reuters, Collin McSevengy lo entrara a un hotel donde estaba García Márquez tomando unos tragos. En un aparte, con absoluta discreción, Bofill entregó a García Márquez una serie de documentos y denuncias de la situación de varios intelectuales en Cuba…

(Ricardo Bofill)

Unas semanas más tarde cuando la Policía Política arrestó a Ricardo Bofill (foto) alli, sobre la mesa del interrogador estaba abierta la denuncia que él le había entregado a García Márquez.

El 13 de Octubre de 1968 el Diario ABC y el Diario 16 de Madrid, España, publicaron la denuncia enviada por Bofill relatando estos hechos y señalaban que: “La delación de García Márquez ha supuesto la encarcelación de numerosos escritores y artistas cubanos” (Textual). La cortesana de Castro- como lo llamó Vargas Llosa -y chivato de Castro agrego yo.

Algunos de sus amigos que lo defienden, han dicho que intercedió por mi libertad. ABSOLUTAMENTE falso. Toda un falsedad. Tengo suficiente honradez moral (que él no tenía) como para haberlo admitido si hubiese sido cierto. Aquella versión fue una maniobra de sus amigotes, para capitalizar en su favor, la simpatía internacional que produjo mi liberación. Lo que hizo fue utilizar la entrega del Premio Nobel, para repetir las acusaciones de Castro contra mí, lo cual motivó una carta recriminatoria del Pen Club francés que me había adoptado como miembro de honor.

García Márquez si logró la libertad y salida de Cuba de un prisionero político. Un chivato como él, y que delató a noventa y nueve conspiradores. Era el líder del movimiento MRP el despreciable Reynold González

García Márquez apoyó las torturas, los fusilamientos, los asesinatos de mis compañeros en las prisiones…si yo fuera un cristiano puro tendría que decir: ¡que el SEÑOR lo reciba en sus brazos…! pero como no lo soy, como no llego a ese nivel de perfección espiritual, deseo que se achicharre eternamente en las pailas del Infierno 

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Reynold González en el programa  A Fondo con  el periodista Pedro Sevsec

 

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2 Comments:

At 11:02 p. m., Anonymous Realpolitik said...

Tener talento y hasta genio para algo no impide ser pésima persona. Los ejemplos sobran, incluyendo ejemplos cubanos como Alicia Alonso. El talento, para lo que sea, es una cosa y el carácter es otra, y no tienen que tener relación alguna. Pero, por grande que sea el talento, no altera ni excusa en absoluto ser un miserable, sobre todo un fiel servidor del Mal. En el caso del “Gabo,” no había ni siquiera el atenuante de ser una persona intelectualmente escasa, como por ejemplo en el caso del atorrante Diego Maradona, al que Fidel Castro también le facilitó carne de niña fresca, cubana por supuesto. O sea, García Márquez era sencillamente un asco de persona, tanto que no hay premio ni galardón literario que atenue, y mucho menos limpie, su suciedad y desprestigio moral.

 
At 12:07 a. m., Anonymous Realpolitik said...

Es posible que “Gabo” haya sido chantajeado por el aparato castrista, o que se supiera vulnerable a ello como seguramente lo era. Pero, claramente tenía una gran debilidad por el poder autoritario izquierdista encarnado por Castro--en parte por lo que le valía ser íntimo “amigo” del Gran Hombre y en parte por una atracción con tintes bastante feminoides. Hay una foto de él sentado en un sofá al lado de Fidel que lo dice todo—el lenguage corporal es indiscutiblemente el de una mujer haciéndole corte al macho deseado, o sea, el de una cortesana. Todo francamente despreciable.

 

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